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DOS Artículos de
extraordinaria importancia. El primeo sobre CHILE y su proceso electoral del
presente mes, del reconocido Maestro Sociólogo brasileño Dr. Emir Sader y el segundo Artículo, también, sobre el proceso
electoral del año siguiente en FRANCIA, presentado por el reconocido Periodista Eduardo Febbro. Sobre las propuestas políticas de la Izquierda la Derecha y todos sus partidos políticos que hoy se “proclaman” ser sus representantes.
Así como el
conjunto de “posiciones intermedias” como los Ecologistas, los Social-Demócratas /aún superviven/ como otras pequeñas tendencias o aspiraciones que pretender conseguir el apoyo de los electores. Mejor los Invito a su Lectura.
Saludos.
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CHILE, LABORATORIO DE EXPERIENCIAS
POLÍTICAS DE AMÉRICA LATINA.
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Por Emir Sader.
Página/12 miércoles 10 de noviembre del
2021.
Engels llamó a Francia el
laboratorio de experiencias políticas, donde los acontecimientos se
desarrollarían de la forma más radical, desde la Revolución de 1789, pasando por la Revolución
de 1848, hasta llegar a la Comuna de París. Chile es el país que
acumuló las experiencias políticas más expresivas de América Latina, mereciendo este título para nuestro continente.
A fines del siglo
XIX, Chile fue el escenario del surgimiento de las primeras formas de
organización obrera, debido a la existencia
de las minas y las primeras formas de
clase obrera. A principios del siglo XX, en el Colegio Santa María de Iquique,
en el norte de Chile, tuvo lugar la primera gran masacre del siglo.
A finales de la
segunda década del siglo se fundaron los Partidos
Socialista y Comunista. A
principios de la década de 1920, Luis
Emilio Recabarren, fundador del PC
en Chile y Argentina, fue
candidato a la presidencia del país.
En la década de
1930, Chile era el único país de América Latina que tenía un gobierno de Frente
Popular, con ministros de las dos centrales
sindicales en ese momento. En la década
de 1950, Salvador Allende fue un candidato
lanzado por los partidos socialista y
comunista a la presidencia de Chile. Candidato que volvió a postularse tres veces más, antes de ser elegido primer
presidente socialista de Occidente, en 1970.
Chile lideró así el
único intento de construir el modelo socialista a través del proceso electoral,
de 1970 a 1973.
Como reacción violenta a este intento, Chile
tuvo la dictadura militar más simbólica del período en todo el continente,
bajo el general Augusto Pinochet.
Derrotado en un
plebiscito convocado por él mismo, Pinochet
no pudo seguir en la presidencia de
Chile, según la Constitución impuesta
por él mismo, en pleno estado de sitio. Así comenzó, en 1990, la transición democrática, que tuvo características
particulares en Chile.
Una coalición de partidos democristianos y socialistas jugó un papel protagónico en los gobiernos post-dictatoriales militares en Chile, pero manteniendo la política económica neoliberal heredada, así como la Constitución del régimen pinochetista, con algunas modificaciones. Fue, así, una transición que mezcló la democracia liberal como sistema político con la economía neoliberal.
La acumulación de
contradicciones no resueltas solo estalló en 2019, luego de un ciclo de
diversas movilizaciones masivas, en
gran parte llevadas a cabo por estudiantes. Con grandes movilizaciones en todo el
país, desde demandas contra el aumento de los precios del transporte, rápidamente se convirtieron en movilizaciones que
comenzaron a reclamar una Asamblea
Constituyente, que liquidaría los legados del período pinochetista, así
como la superación del modelo neoliberal.
El estallido de la
pandemia interrumpió esas manifestaciones, no
evitando la continua erosión del apoyo
del gobierno de Sebastián Piñera. Hasta que las manifestaciones se reanudaron y dieron lugar a la convocatoria de una
Asamblea Constituyente y las elecciones
presidenciales de 2021.
Era una nueva
generación de dirigentes, que conforman la nueva izquierda
chilena, organizados en torno al Frente Amplio, que agrupa a un gran número de nuevas organizaciones.
La nueva izquierda convocó a un referendo para definir su candidato a
la presidencia de Chile, con el candidato del Frente Amplio Gabriel Boric -quien había sido líder estudiantil- triunfando sobre el candidato del Partido
Comunista.
Mientras tanto, se convocó la Asamblea Constituyente, se eligieron los diputados constituyentes,
la gran mayoría de los cuales provenían de nuevas
generaciones de líderes. Se inició la construcción de la nueva institucionalidad chilena,
paralelamente a la elección del nuevo presidente del país.
Las encuestas señalan que Gabriel Boric, el candidato del Frente Amplio, con el candidato de
extrema derecha, José Antonio Kast,
deben llegar a la segunda vuelta. Boric
es favorito para triunfar en la segunda vuelta. Les siguen los candidatos Yasna Provoste (exConcertación) y Sebastián Sichel, apoyado por Piñera.
La consolidación de
Kast como candidato de la derecha se da paralelamente al deterioro de la imagen de Piñera, que
se refleja en la trasferencia de votos
de Sichel hacia aquél. La aprobación por la Cámara de Diputados del impeachment de Piñera acelera esa
tendencia, fortaleciendo todavía más a Kast
como el candidato de la derecha en la segunda vuelta.
Desde que Chile
terminó con el voto obligatorio, la participación electoral se ha reducido
mucho, a menos de la mitad, con especial ausencia
del voto de los jóvenes. Esta vez se
espera una mayor participación, pero
el resultado electoral del 21 de
noviembre en la primera vuelta y del 19 de diciembre en la segunda dependerá,
en gran medida, de su porcentaje.
Chile retoma así su
carácter de laboratorio de experiencias políticas en América Latina, con una elección
ejemplar, no solo porque está liderada por una nueva izquierda, sino porque tiene
paralelamente el desarrollo de la Asamblea Constituyente.
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Francia. MACRON
LIDERA LOS SONDEOS EN MEDIO DE UNA OFERTA ELECTORAL CAÓTICA.
A seis meses de los comicios, el
presidente francés se posiciona hacia la reelección
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El electorado francés se compone de socialistas que mutan a favor del
actual mandatario, conservadores que se inclinan por la ultraderecha y
huérfanos de partidos, tanto de izquierda como de derecha.
Por
Eduardo Febbro.
Página/12
miércoles 10 de noviembre del 2021.
La modernidad política es un caos de cuyo torbellino ha ido surgiendo, en Occidente, la misma figura desestabilizadora: una suerte de Pinocho reactualizado, grosero, falsificador del presente y del pasado, inventor de un relato nacional falso, embustero, racista, de claro perfil de ultraderecha, agresivo, medio misógino, contra todos los derechos de igualdad de género y sus derivados y, por añadidura, contrario a las variantes del feminismo. En 2016 escribió un panfleto donde arremetía contra la “feminización” de la sociedad francesa. Le puso como titulo El Primer Sexo en oposición al célebre libro de Simone de Beauvoir El Segundo Sexo publicado en 1949. Ese Pinocho ya existe en Francia y el país sólo está a la espera de que el polemista y ex columnista del diario Le Figaro, Eric Zemmour, oficialice su candidatura presidencial. Zemmour es, al mismo tiempo, el grado cero de la política y la frecuencia más elevada del patriotismo racial, de la historia remodelada a su antojo, de la reivindicación de las páginas más negras del Siglo XX (Segunda Guerra Mundial), de la desconstrucción del Estado de Derecho y de la reinvención de un país que ni existió ni existe. Comparada con Eric Zemmour, la líder de la ultraderecha francesa, Marine Le Pen, es una princesa moderada. Su irrupción y el crédito electoral que le auguran las encuestas de opinión han trastornado el ya desdibujado diseño político de Francia. El electorado que votará dentro de seis meses para elegir a un nuevo presidente o reinstalar en el Palacio del Elíseo a Emmanuel Macron ya está compuesto por mutantes, huérfanos, nostálgicos y aturdidos.
Los
mutantes son los electores socialistas y de la derecha clásica que
optaron u optarán por mutar su voto en favor de Emmanuel
Macron o las dos alternativas de la ultraderecha, es decir, Zemmour
y Marine Le Pen. Más del 40% de los
electores socialistas podrían votar por Macron
en la primera vuelta. Desde 2017, sin partido arraigado y sin haber jamás
ejercido una función electiva, el jefe
del Estado se llevó con él a
votantes y dirigentes socialistas y a líderes y adherentes de la derecha. Los huérfanos son aquellos que, por izquierda y por derecha, se quedaron sin partido que los represente. El Partido Socialista francés se diluyó en una suerte de socialismo liberal. El mandato del
expresidente socialista
François Hollande (2012-2017) estampó
la firma en el certificado de defunción de esa corriente socialdemócrata. La derecha nunca se repuso del tsunami de la presidencia de Nicolas
Sarkozy (2007-2012) ni tampoco del vergonzoso episodio de la candidatura presidencial de 2017
asumida por un corrupto invisible,
el ex Primer Ministro sarkozista
François Fillon. Los nostálgicos solo
añoran una recuperación de los bloques tradicionales que
materializaron la alternancia política, o
sea, socialistas y liberales
conservadores. Los aturdidos son una legión que no entiende la explosión reinante, ni por qué desaparecieron como
si nada las urnas en las que votaban
ni cómo explicar en Francia la aparición
de una mezcolanza como la que
representa Zemmour. En ese mar
revuelto, Macron
se dirige hacia su reelección. Preside
sin intervenir porque, cuanto más extensa es
la confusión, más su figura brota como un
oasis en un desierto sacudido por una tormenta de arena. La izquierda y la derecha, socialdemocracia
incluida, se encaminan a observar con telescopio
la disputa presidencial. El planeta presidencial es un sueño que se pierde
en una galaxia lejana.
Marine Le Pen y Eric
Zemmour totalizan más del 30% de
las intenciones de voto (16% y 17%
respectivamente según la última encuesta publicada por el matutino Le
Figaro). Emmanuel Macron sigue en la punta con 25% y muy lejos, con un 13%,
el probable candidato (aún no designado) del partido sarkozista Los Republicanos, Xavier Bertrand. Las izquierdas caben
en un pañuelo sin que ningún candidato alcance el 10%. El líder de
Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, suma 8,5% de intenciones de voto, el candidato ecologista Yannick Jadot 7%,
la candidata socialista e Intendenta de
París Anne Hidalgo 5%, un ex
ministro de François Hollande, Arnaud
Montebourg, 2,5%, y el representante comunista
2%. Toda la izquierda
junta rosaría el 25% de los votos, o sea, lo mismo que Emmanuel Macron solo y mucho menos que Zemmour y Le Pen juntos (33%). Así se han repartido, por ahora,
los mutantes, los huérfanos, los
nostálgicos y los aturdidos.
La izquierda se ha achicado como ropa vieja mal lavada. En 2017, Jean-Luc Mélenchon había obtenido 19,5% en la primera vuelta, muy cerca del candidato de la derecha, François Fillon, 20,1%. El análisis fino de los sondeos por categoría social demuestra el atractivo de la propuesta de Marine Le Pen y Emmanuel Macron en las clases populares. 28% de ese segmento votaría por ella, 18% por Macron, 17% a favor de Eric Zemmour, 9% por Jean-Luc Mélenchon, 7% elegiría al ecologista Yannick Jadot, 4% a Arnaud Montebourg, 2% a la socialista Anne Hidalgo mientras que, a la derecha, el precandidato Xavier Bertrand recogería 6%. Las izquierdas han perdido hace rato el voto popular. La ultraderecha supo capitalizar la conexión de las propuestas socialdemócratas y conservadoras con el voto urbano y su respectivo alejamiento del voto popular.
Marine Le Pen. Sus posiciones de derecha en Francia, no resisten ante la extrema derecha del nuevo "Pinocho" Eric Zemmour.
***
Observada en el espejo de este tramo final de 2021, la elección presidencial de 2022 parece
ya jugada. Macron
cabalga sereno sobre un territorio desolado, en donde los soldados se cambian de uniforme y de bandera, donde las
certezas se derrumban y las convicciones
políticas se venden al mejor postor o a las tendencias ideológicas de los sondeos. La ultraderecha ha instalado sólidamente
sus ejércitos allí donde, hasta mediados de los años 80, era sólo un
figurante anecdótico. Izquierda y derecha son ahora una chispa lejana. Apenas
parecen brillar con la crónica anticipada de un nuevo fracaso.
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