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Finalmente, el mundo nuevo posterior al capitalismo no es un lugar de llegada, no es un paraíso donde se practica el buen vivir, sino un espacio de lucha en el que, probablemente, los pueblos, las mujeres, las disidencias y las personas de abajo en general, estaremos en mejores condiciones para seguir construyendo mundos diversos y heterogéneos. Creo que, si dejamos de luchar y de construir lo nuevo, el capitalismo renace, incluso en el mundo otro. El relato del Viejo Antonio que dice que la lucha es como un círculo, que empieza un día, pero nunca termina, tiene enorme actualidad.
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Fuente. La Jornada.
LOS (SUPUESTOS)
LÍMITES DEL CAPITALISMO.
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Por Raúl Zibechi | 20/11/2021 | Otro mundo es posible
Fuente La Jornada domingo 21 de noviembre
del 2021.
Durante mucho tiempo una parte de los
marxistas aseguraron que el capitalismo tiene límites estructurales y
económicos, fincados en
leyes que harían inevitable su (auto) destrucción.
Esas leyes son inmanentes al sistema y
se relacionan con aspectos centrales del funcionamiento de
la economía, como la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, analizada por Marx en El capital.
Esta tesis dio
pie a que algunos intelectuales hablaran del derrumbe del sistema, siempre como consecuencia de sus propias contradicciones.
Más
recientemente, no pocos pensadores sostienen que el capitalismo tiene límites ambientales que lo llevarían a destruirse o por lo menos a cambiar sus aspectos más depredadores,
cuando en realidad lo que tiene límites
es la propia vida en el planeta y, muy en particular, la de la mitad pobre y humillada de su población.
Hoy sabemos que el capitalismo no tiene
límites. Ni siquiera las revoluciones
han podido erradicar este sistema ya que, una y otra vez, en el seno de las sociedades posrevolucionarias
se expanden relaciones sociales
capitalistas y desde dentro del Estado resurge la clase burguesa encargada de hacerlas prosperar.
La expropiación de los medios de producción y
de cambio fue, y seguirá siendo, un paso central para destruir el sistema,
pero, a más de un siglo de la revolución rusa, sabemos que es insuficiente, si
no existe un control comunitario de
esos medios y del poder político
encargado de gestionarlos.
También sabemos que la acción colectiva
organizada (lucha de clases,
de géneros y de colores de piel, contra las opresiones y los opresores) es decisiva para destruir el sistema, pero
esta formulación también resulta parcial
e insuficiente, aunque verdadera.
La actualización del pensamiento sobre el fin del capitalismo, no puede sino ir de la mano de las resistencias y construcciones de los pueblos, de modo muy particular de zapatistas y kurdos de Rojava, de los pueblos originarios de diversos territorios de nuestra América, pero también de los pueblos negros y campesinos, y en algunos casos de lo que hacemos en las periferias urbanas.
Los límites del progreso capitalista y sus reformas.
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Algunos puntos parecen centrales para
superar este desafío.
El primero es que el capitalismo es un sistema
global, que abarca todo
el planeta y debe expandirse permanentemente para no colapsar. Como nos enseña Fernand Braudel, la escala fue importante en la implantación del capitalismo, de ahí la
importancia de la conquista de América,
ya que le permitió, a un sistema embrionario,
desplegar sus alas.
Las luchas y resistencias locales son
importantes, pueden incluso doblegar al capitalismo a esa escala, pero para acabar con el sistema es imprescindible la
alianza/coordinación con movimientos en todos los continentes. De ahí la tremenda importancia de la Gira por la Vida que estos días realiza
el EZLN en Europa.
El segundo es
que no se destruye el sistema de una vez para siempre,
como debatimos durante el seminario El pensamiento crítico frente a la Hidra capitalista, en mayo de 2015. Pero aquí hay un aspecto que nos
desafía profundamente: sólo la lucha
constante y permanente, puede asfixiar el capitalismo. No se lo corta de un
tajo, como las cabezas de la Hidra,
sino de otro modo.
En rigor, debemos decir que no sabemos
exactamente cómo terminar con el capitalismo, porque nunca se ha
logrado. Pero vamos intuyendo que las condiciones para su continuidad y/o resurgimiento deben acotarse, someterse a
control estricto, no por un partido o un
Estado, sino por las comunidades y pueblos organizados.
El tercer punto es que no se puede
derrotar el capitalismo si a la vez no se construye otro mundo, otras relaciones sociales. Ese mundo otro o nuevo, no es un lugar de
llegada, sino un modo de vivir que en su cotidianidad impide la continuidad del
capitalismo. Las formas de vida, las
relaciones sociales, los espacios que seamos capaces de crear, deben existir de tal modo que estén en lucha permanente contra el
capitalismo.
El cuarto es que, mientras exista Estado, habrá chance de que el capitalismo vuelva a expandirse. En
contra de lo que pregona cierto pensamiento, digamos progresista o de izquierda, el Estado
no es una herramienta neutra. Los poderes
de abajo, que son poderes no
estatales y autónomos, nacen y existen para evitar que se expandan las relaciones capitalistas. Son, por
tanto, poderes por y para la lucha
anticapitalista.
Finalmente, el mundo nuevo posterior al capitalismo no
es un lugar de llegada, no es un paraíso
donde se practica el buen vivir, sino un espacio
de lucha en el que, probablemente, los
pueblos, las mujeres, las disidencias y las personas de abajo en general,
estaremos en mejores condiciones para
seguir construyendo mundos diversos y heterogéneos.
Creo que, si dejamos de luchar y de
construir lo nuevo, el capitalismo renace, incluso en el mundo otro. El relato del Viejo Antonio que dice que la
lucha es como un círculo, que empieza un día, pero nunca termina, tiene enorme
actualidad.
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