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"En el caso de
América Latina, el consenso pandémico se manifiesta en el cortoplacismo y la miopía de las
élites políticas para concebir a la pandemia como un fenómeno de alcances
sistémicos con consecuencias profundas en las estructuras socioeconómicas de la región. A lo sumo se concibe a la
vacunación
como el elixir que permitirá reflotar a la región en lo sanitario, pero en esos esfuerzos
públicos no se ahonda en otras aristas que de manera sobrada trascienden esa faceta.
La pandemia
del Covid-19 y la gran reclusión representan
para la región una regresión en la calidad
de vida y en las posibilidades de reivindicar la (re)construcción de proyectos
de nación sobre bases que se apeguen a principios como la autonomía y la autodeterminación. Sin
esos mínimos esfuerzos de solidaridad y
cooperación internacional, revertir el panorama se antoja tarea difícil,
por decir lo menos.
Sin
autosuficiencia económica será imposible
pensar en autosuficiencia
sanitaria y farmacéutica. De ahí que en un futuro América Latina se erija en un escenario propicio para reproducir nuevas crisis epidémicas con sus
consustanciales mecanismos de exclusión
social. Sin embargo, cabe matizar que esos esfuerzos de cooperación internacional precisan de
la cercanía de los Estados Unidos más
no de su liderazgo;
precisan también de pensar el desarrollo con cabeza propia y no imitar
modelos de integración y regionalización como el fracasado de la Unión Europea que
se rige por el "austericidio" y el credo
del fundamentalismo del mercado, que en su conjunto crearon las
condiciones
para un implacable azote pandémico en esa región del mundo".
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LA
PANDEMIA Y LOS BRAZOS PUESTOS DE AMÉRICA LATINA.
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Las desigualdades de la región también se expresan en la cuestión sanitaria: los efectos socioeconómicos de la pandemia demandan mayores esfuerzos de cooperación y solidaridad internacional.
Por
Isaac Enríquez Pérez |04/11/2021 | Opinión.
Fuente.
ALAI sábado 6 de noviembre del 2021.
“Miren qué vergüenza, nosotros hemos puesto los
brazos de nuestra población para que se hagan los ensayos clínicos en América
Latina y el Caribe, qué barbaridad, pero no hemos sido capaces de negociar
mejor… Entonces, participamos en los ensayos clínicos, pues entonces para que
haya vacuna tiene que haber fase 3 de ensayo clínico, y si no fuera por
nosotros pues algunas vacunas no estarían por allí”, sentenció Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión
Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), ante los Jefes
de Estado y de gobierno reunidos en la cumbre de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) celebrada
en la Ciudad de México el pasado 18 de
septiembre del año en curso.
Se trata de una categórica sentencia que remite a la ausencia de cooperación y solidaridad internacional para enfrentar
la pandemia del Covid-19 y sus
múltiples implicaciones e impactos.
La crisis epidemiológica global se cebó en América Latina no solo en sus manifestaciones estrictamente sanitarias, sino que se entreveró con otras crisis crónicas de carácter económico/financiero, sociopolítico y eco societal, agravándose con ello las desigualdades y los mecanismos de exclusión social.
A septiembre
del presente año, mientras Chile
tenía cubierta la vacunación completa
del 87 % de su población mayor de 18
años, naciones empobrecidas y
marginadas como Haití alcanzan un porcentaje de vacunación del 0,2
%. Se augura que para diciembre del 2021 no se alcanzará a
vacunar al 80%
de los latinoamericanos en edad de recibir las dosis.
Lo cual demuestra, una vez más, que América Latina es la formación social de la
desigualdad crónica y de los extremos estratificados que se
potencian con una pandemia que
exacerba el colapso
civilizatorio y que
representa una crisis
sistémica y ecosocietal de amplias magnitudes.
Esos mismos fenómenos irradian manifestaciones de la dependencia sanitaria y de incapacidad de los Estados latinoamericanos para lograr cierta autosuficiencia sanitaria y farmacológica de cara a una entronización del big pharma y a los nuevos mecanismos de acumulación del capital y reconcentración de la riqueza abiertos con la pandemia y afianzados por el Estado sanitizante regido a través de la ideología del higienismo.
Varios hechos
y tendencias agravan estos procesos en la región, y que son obviados
o encubiertos por el consenso pandémico:
a) la escasa o
nula producción de vacunas y medicamentos, así como las limitaciones en la distribución y el acceso a los mismos;
b) la crisis, debilidades y deficiencias de los
sistemas sanitarios nacionales,
socavados por obra y gracia del fundamentalismo de mercado y
la austeridad fiscal;
c) la
desigualdad en el acceso a la atención sanitaria, especialmente en materia de atención primaria y
medicina familiar o comunitaria;
d) la
insuficiencia crónica de financiamiento,
especialmente del canalizado a la innovación tecnológica y a las capacidades
industriales dirigidas a la invención, producción, comercialización y
autoabastecimiento de vacunas; y
e) la ausencia
de planeación dirigida a la
anticipación de fenómenos sanitarios como las epidemias; las cuales tenderás a
ser más recurrentes en las siguientes décadas.
De ahí el
traslape de la pandemia del Covid-19 con otras crisis latinoamericanas signadas
por la desigualdad extrema.
Las naciones
latinoamericanas que hasta la
fecha aseguraron una importante cantidad de dosis de vacunas para sus poblaciones son aquellas que no obviaron los
mecanismos leoninos adoptados por gobiernos como el de Canadá, Estados Unidos y varios de la Unión Europea.
Al extremo de que en estas naciones y ante la reticencia de segmentos amplios de sus poblaciones para aplicarse la vacuna, particularmente en regiones como Cataluña, tras descongelarse comenzaron a caducar cientos de miles de vacunas.
En el caso de América Latina, el consenso pandémico se manifiesta en el cortoplacismo y la miopía de las élites políticas para concebir a la pandemia como un fenómeno de alcances sistémicos con consecuencias profundas en las estructuras socioeconómicas de la región. A lo sumo se concibe a la vacunación como el elixir que permitirá reflotar a la región en lo sanitario, pero en esos esfuerzos públicos no se ahonda en otras aristas que de manera sobrada trascienden esa faceta.
La pandemia
del Covid-19 y la gran reclusión representan
para la región una regresión en la calidad
de vida y en las posibilidades de reivindicar la (re)construcción de proyectos
de nación sobre bases que se apeguen a principios como la autonomía y la autodeterminación. Sin
esos mínimos esfuerzos de solidaridad y
cooperación internacional, revertir el panorama se antoja tarea difícil,
por decir lo menos.
Sin
autosuficiencia económica será imposible
pensar en autosuficiencia
sanitaria y farmacéutica. De ahí que en un futuro América Latina se erija en un escenario propicio para reproducir nuevas crisis epidémicas con sus
consustanciales mecanismos de exclusión
social. Sin embargo, cabe matizar que esos esfuerzos de cooperación internacional precisan de
la cercanía de los Estados Unidos más
no de su liderazgo;
precisan también de pensar el desarrollo con cabeza propia y no imitar
modelos de integración y regionalización como el fracasado de la Unión Europea que
se rige por el "austericidio" y el credo
del fundamentalismo del mercado, que en su conjunto crearon las
condiciones
para un implacable azote pandémico en esa región del mundo.
De
ahí que América Latina necesite recurrir al ejercicio de la imaginación
creadora para escapar de la perpetuación del subdesarrollo.
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