sábado, 6 de noviembre de 2021

LA PANDEMIA Y LOS BRAZOS PUESTOS DE AMÉRICA LATINA.

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"En el caso de América Latina, el consenso pandémico se manifiesta en el cortoplacismo y la miopía de las élites políticas para concebir a la pandemia como un fenómeno de alcances sistémicos con consecuencias profundas en las estructuras socioeconómicas de la región. A lo sumo se concibe a la vacunación como el elixir que permitirá reflotar a la región en lo sanitario, pero en esos esfuerzos públicos no se ahonda en otras aristas que de manera sobrada trascienden esa faceta.

La pandemia del Covid-19 y la gran reclusión representan para la región una regresión en la calidad de vida y en las posibilidades de reivindicar la (re)construcción de proyectos de nación sobre bases que se apeguen a principios como la autonomía y la autodeterminación. Sin esos mínimos esfuerzos de solidaridad y cooperación internacional, revertir el panorama se antoja tarea difícil, por decir lo menos.

Sin autosuficiencia económica será imposible pensar en autosuficiencia sanitaria y farmacéutica. De ahí que en un futuro América Latina se erija en un escenario propicio para reproducir nuevas crisis epidémicas con sus consustanciales mecanismos de exclusión social. Sin embargo, cabe matizar que esos esfuerzos de cooperación internacional precisan de la cercanía de los Estados Unidos más no de su liderazgo; precisan también de pensar el desarrollo con cabeza propia y no imitar modelos de integración y regionalización como el fracasado de la Unión Europea que se rige por el "austericidio" y el credo del fundamentalismo del mercado, que en su conjunto crearon las condiciones para un implacable azote pandémico en esa región del mundo".

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Hasta septiembre de 2020, Haití alcanza un porcentaje de vacunación del 0,2 %. United Nations Photo.
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LA PANDEMIA Y LOS BRAZOS PUESTOS DE AMÉRICA LATINA.

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Las desigualdades de la región también se expresan en la cuestión sanitaria: los efectos socioeconómicos de la pandemia demandan mayores esfuerzos de cooperación y solidaridad internacional.

Por Isaac Enríquez Pérez |04/11/2021 | Opinión.

Fuente. ALAI sábado 6 de noviembre del 2021.


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“Miren qué vergüenza, nosotros hemos puesto los brazos de nuestra población para que se hagan los ensayos clínicos en América Latina y el Caribe, qué barbaridad, pero no hemos sido capaces de negociar mejor… Entonces, participamos en los ensayos clínicos, pues entonces para que haya vacuna tiene que haber fase 3 de ensayo clínico, y si no fuera por nosotros pues algunas vacunas no estarían por allí”, sentenció Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), ante los Jefes de Estado y de gobierno reunidos en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) celebrada en la Ciudad de México el pasado 18 de septiembre del año en curso.

Se trata de una categórica sentencia que remite a la ausencia de cooperación y solidaridad internacional para enfrentar la pandemia del Covid-19 y sus múltiples implicaciones e impactos.

La crisis epidemiológica global se cebó en América Latina no solo en sus manifestaciones estrictamente sanitarias, sino que se entreveró con otras crisis crónicas de carácter económico/financiero, sociopolítico y eco societal, agravándose con ello las desigualdades y los mecanismos de exclusión social.



A septiembre del presente año, mientras Chile tenía cubierta la vacunación completa del 87 % de su población mayor de 18 años, naciones empobrecidas y marginadas como Haití alcanzan un porcentaje de vacunación del 0,2 %. Se augura que para diciembre del 2021 no se alcanzará a vacunar al 80% de los latinoamericanos en edad de recibir las dosis.

Lo cual demuestra, una vez más, que América Latina es la formación social de la desigualdad crónica y de los extremos estratificados que se potencian con una pandemia que exacerba el colapso civilizatorio y que representa una crisis sistémica y ecosocietal de amplias magnitudes.

Esos mismos fenómenos irradian manifestaciones de la dependencia sanitaria y de incapacidad de los Estados latinoamericanos para lograr cierta autosuficiencia sanitaria y farmacológica de cara a una entronización del big pharma y a los nuevos mecanismos de acumulación del capital y reconcentración de la riqueza abiertos con la pandemia y afianzados por el Estado sanitizante regido a través de la ideología del higienismo.

Varios hechos y tendencias agravan estos procesos en la región, y que son obviados o encubiertos por el consenso pandémico:

a) la escasa o nula producción de vacunas y medicamentos, así como las limitaciones en la distribución y el acceso a los mismos;

 b) la crisis, debilidades y deficiencias de los sistemas sanitarios nacionales, socavados por obra y gracia del fundamentalismo de mercado y la austeridad fiscal;

c) la desigualdad en el acceso a la atención sanitaria, especialmente en materia de atención primaria y medicina familiar o comunitaria;

d) la insuficiencia crónica de financiamiento, especialmente del canalizado a la innovación tecnológica y a las capacidades industriales dirigidas a la invención, producción, comercialización y autoabastecimiento de vacunas; y

e) la ausencia de planeación dirigida a la anticipación de fenómenos sanitarios como las epidemias; las cuales tenderás a ser más recurrentes en las siguientes décadas.

De ahí el traslape de la pandemia del Covid-19 con otras crisis latinoamericanas signadas por la desigualdad extrema.

Las naciones latinoamericanas que hasta la fecha aseguraron una importante cantidad de dosis de vacunas para sus poblaciones son aquellas que no obviaron los mecanismos leoninos adoptados por gobiernos como el de Canadá, Estados Unidos y varios de la Unión Europea.

Al extremo de que en estas naciones y ante la reticencia de segmentos amplios de sus poblaciones para aplicarse la vacuna, particularmente en regiones como Cataluña, tras descongelarse comenzaron a caducar cientos de miles de vacunas.

En el caso de América Latina, el consenso pandémico se manifiesta en el cortoplacismo y la miopía de las élites políticas para concebir a la pandemia como un fenómeno de alcances sistémicos con consecuencias profundas en las estructuras socioeconómicas de la región. A lo sumo se concibe a la vacunación como el elixir que permitirá reflotar a la región en lo sanitario, pero en esos esfuerzos públicos no se ahonda en otras aristas que de manera sobrada trascienden esa faceta.



La pandemia del Covid-19 y la gran reclusión representan para la región una regresión en la calidad de vida y en las posibilidades de reivindicar la (re)construcción de proyectos de nación sobre bases que se apeguen a principios como la autonomía y la autodeterminación. Sin esos mínimos esfuerzos de solidaridad y cooperación internacional, revertir el panorama se antoja tarea difícil, por decir lo menos.

Sin autosuficiencia económica será imposible pensar en autosuficiencia sanitaria y farmacéutica. De ahí que en un futuro América Latina se erija en un escenario propicio para reproducir nuevas crisis epidémicas con sus consustanciales mecanismos de exclusión social. Sin embargo, cabe matizar que esos esfuerzos de cooperación internacional precisan de la cercanía de los Estados Unidos más no de su liderazgo; precisan también de pensar el desarrollo con cabeza propia y no imitar modelos de integración y regionalización como el fracasado de la Unión Europea que se rige por el "austericidio" y el credo del fundamentalismo del mercado, que en su conjunto crearon las condiciones para un implacable azote pandémico en esa región del mundo.

De ahí que América Latina necesite recurrir al ejercicio de la imaginación creadora para escapar de la perpetuación del subdesarrollo.

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