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"La cumbre que estaba llamada a ser la definitiva y la que marcase el camino para afrontar una década crítica no ha conseguido cerrar un acuerdo a la altura del reto al que se enfrenta la humanidad. En un mundo ideal, los casi 200 países que conforman el Acuerdo de París habrían sellado un pacto donde se recogiese, con todo lujo de detalles y sin escatimar en recursos, lo indispensable para mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático desde ya, así como los pasos que se deben seguir para afrontar los daños y pérdidas de las naciones que menos recursos tienen (y que menos han contribuido a la crisis climática). Sin embargo, esta utopía no se ha logrado ni en las últimas 25 cumbres del clima ni en esta que termina. Con el paso del tiempo, lo más probable es que esta COP sea recordado por ser aquella que se aplazó un año por culpa de una pandemia. Podría haber sido un París 2.0., con compromisos renovados y acordes a los últimos hallazgos científicos, pero una vez más la reticencia de muchos países a dejar atrás un sistema que se derrumba a cámara lenta no lo ha hecho posible".
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TERMINA LA COP26.
LOS PAÍSES RICOS TRAICIONAN A LOS MÁS VULNERABLES.
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Por Eduardo Robaina | 15/11/2021 | Ecología social
Fuente Rebelión lunes 15 de
noviembre del 2021.
Estados Unidos y la Unión Europea han impedido
crear un fondo para que los países con menos recursos afronten la crisis
climática. En el último momento, India -con el apoyo de China- consigue
suavizar la mención a acabar con el carbón y las subvenciones a los
combustibles fósiles.
Se acabó
la COP26. La gran cumbre del clima mundial celebrada en Glasgow
(Escocia) ha llegado a su fin tras 13 días de negociaciones. El acuerdo, que no
maravilla ni siquiera al presidente de la cumbre, Alok Sharma -lo ha calificado
de «imperfecto»-, insiste por enésima vez en la necesidad de acelerar
la acción climática, con mención por primera vez a los combustibles
fósiles a pesar de los intentos de varias naciones de eliminar
cualquier referencia del texto final. Quienes más salen perdiendo son
los países vulnerables y con menos recursos, que reclamaban más apoyo
financiero y ayuda directa para hacer frente a una crisis climática que es
presente.
La cumbre que estaba llamada a ser la definitiva y
la que marcase el camino para afrontar una década crítica no
ha conseguido cerrar un acuerdo a la altura del reto al que se enfrenta la
humanidad. En un mundo ideal, los casi
200 países que conforman el Acuerdo
de París habrían sellado un pacto donde se recogiese, con todo lujo de
detalles y sin escatimar en recursos, lo indispensable para mitigar y adaptarse
a los efectos del cambio climático
desde ya, así como los pasos que se deben seguir para afrontar los daños y
pérdidas de las naciones que menos recursos tienen (y que menos han contribuido
a la crisis climática). Sin embargo, esta utopía no se ha
logrado ni en las últimas 25 cumbres del clima ni en esta que termina.
Con el paso
del tiempo, lo más probable es que esta COP sea recordado por ser
aquella que se aplazó un año por culpa de una pandemia. Podría haber sido
un París 2.0., con
compromisos renovados y acordes a los últimos hallazgos científicos, pero una
vez más la reticencia de muchos países a dejar atrás un sistema que se derrumba
a cámara lenta no lo ha hecho posible.
Costó…
pero llegó
Aunque el
acuerdo definitivo está lejos de lo esperado, no quiere decir que no haya costado
sacarlo adelante. La cumbre debería haber acabado este viernes a las 18:00
hora local, pero fue imposible por las enormes diferencias entre los partes
negociadores.
El sábado
había comenzado con un nuevo borrador - el tercero– del
llamado texto de decisión. En líneas generales, mantenía lo expuesto en
versiones anteriores, lo que ya era todo un avance. Aun así, seguía sin haber
ni rastro del artículo 6, uno de los grandes puntos que deberían haber quedado
cerrados en esta cumbre. Finalmente, sí ha habido acuerdo para este epígrafe
del Acuerdo de París que regula,
entre otras cosas, los mercados de carbono (y que aquí explicamos).
A lo largo
del sábado, las negociaciones avanzaron más de lo esperado y se vislumbraba un
acuerdo inminente. Todo ello, mientras se producía un plenario de balance que
se fue retrasando hora tras hora. Finalmente, Alok Sharma se aventuró a anunciar que la sesión final y el acuerdo
definitivo se producirían en la tarde noche de este sábado. Y así ha sido,
aunque con muchas reticencias.
Mención
suavizada sobre el fin de los combustibles fósiles
El plenario de cierre comenzó sobre las 19:30 (hora de Reino Unido). Pronto tomaron la palabra varios países. Uno de los primeros fue India, en cuya intervención pidió modificar el texto que hacía referencia a los combustibles fósiles. Instó -con el apoyo de China- a la presidencia a que se cambiara la expresión «phase out» por «phase down«, es decir, se pasó de «eliminar gradualmente» a «reducir gradualmente» el uso del energía del carbón no mejorado [el llamado unabated coal, no tratado previamente para contaminar menos o no capturado y almacenado por procedimientos tecnológicos] y de «las subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles», a la par que se reconoce «la necesidad de apoyo para una transición justa». No se hace mención alguna a poner fin al gas y el petróleo, los otros combustibles fósiles responsables del calentamiento de la atmósfera.
Terminó el COP 26, Los países ricos traicionaron a los más vulnerables
***
El argumento de ambas naciones se basa en el y
tú más. Se ven con
el derecho de seguir usando algunos años más estos combustibles con el fin de
prosperar, al igual que han hecho durante décadas otros países.
A pesar de que muchos Estados y la Unión Europea mostraron su malestar por este cambio, se
ha aceptado con el propósito de que no cayera todo el acuerdo. Alok Sharma, visiblemente emocionado,
se quiso disculpar ante el resto de delegados, que le aplaudían: «Comprendo la profunda decepción, pero es
vital que protejamos este paquete». A fin de cuentas, se logró mantener aun
con las presiones de Rusia, Australia y
Arabia Saudí, y se ve como un avance incluir por primera vez en la
historia de las cumbres climáticas tal referencia, aunque haya sido con un
lenguaje que dista mucho de lo
inicialmente propuesto.
El texto de decisión final ha sido bautizado
como Pacto Climático de Glasgow.
En él, se pide a los países a
que actualicen para finales de 2022 sus contribuciones determinadas a nivel
nacional (NDC por sus siglas en inglés), es decir, sus planes para
reducir las emisiones. Hasta ahora, lo que fija el Acuerdo de París es una actualización cada cinco años (acaba de ser
la última y la siguiente será en 2025),
pero con este llamado la presidencia quiere acelerar el proceso en vista de la
urgencia. Para 2024,
además, todas las naciones que han suscrito el Acuerdo de París deben
informar con un plan detallado sobre sus emisiones en base a criterios comunes.
Todo ello
con vistas a que siga vivo el objetivo de mantener la temperatura por
debajo de 1,5 grados de calentamiento para 2100. El propio acuerdo reconoce
que limitar el calentamiento global al grado y medio «requiere reducciones
rápidas, profundas y sostenidas de las emisiones globales de gases de efecto
invernadero», incluyendo «la reducción de las emisiones globales de dióxido
de carbono en un 45% para 2030 en relación con el nivel de 2010 y a cero netos a mediados de
siglo, así como reducciones profundas de otros gases de efecto invernadero».
Una meta muy
ambiciosa que cada vez se antoja más complicada. Los termómetros ya han subido 1,2 ºC desde la época preindustrial, y
los recientes análisis coinciden
en que el planeta se dirige a un calentamiento de entre 2,4 y 2,7 ºC para
finales de esta década con los compromisos actuales. Además, hay que tener en
cuenta que todos estos compromisos es que no son vinculantes.
Actualmente, los
planes climáticos solo reducirían un 7,5% las
emisiones previstas para 2030. El año pasado, fruto de la pandemia, las
emisiones descendieron un 5,4%, un espejismo que ha durado poco: para 2021 se prevé que
suban un 4,9%, volviendo a la normalidad de siempre.
«Mientras se sigan posponiendo las decisiones
importantes, el mensaje es desalentador. Desde los autores del IPCC sacamos una
declaración pidiendo la importancia de limitar en 1,5 ºC y la urgencia. Las
pruebas están ahí y el mensaje es claro y contundente», avisa Inés Camilloni, autora del IPCC.
Ni
rastro de la financiación a los más vulnerables
Las Estados más vulnerables se niegan a calificar
este acuerdo como un éxito. Y tienen un
motivo de peso: los países ricos, con Estados Unidos y la Unión Europea
a la cabeza, han impedido destinar ayudas económicas para hacer frente a los
destrozos causados por la crisis climática. No habrá, por ahora, una
financiación específica para paliar pérdidas y daños (pagar a las naciones más
vulnerables por los destrozos causados por eventos extremos; no confundir con
adaptación), reivindicación histórica de muchos países pobres. Muchos pequeños países, incluidas islas,
están en riesgo de desaparecer por los efectos del calentamiento global de la
atmósfera.
Lo que sí
recoge el Pacto
Climático de Glasgow es que los
donantes (países ricos) se comprometen a sacar adelante la promesa
-incumplida- de 2009 de destinar 100.000 millones de dólares al año a partir
2020 y hasta 2025 para que los
países con menos recursos hagan frente al cambio climático (en materia de
mitigación y adaptación). Además, a partir de ese año la cifra destinada a
adaptación deberá ser el doble (llegando a unos 40.000 millones de dólares). Una noticia positiva que queda empañada al
seguir sin estar claro cómo se logrará recaudar la financiación.
También se ha acordado la creación de un mecanismo que busca canalizar esas ayudas, gestionadas a través la llamada Red de Santiago. Sin embargo, lo que no se ha logrado es cerrar una cifra concreta, en otro golpe más de los países del norte global a los del sur global. La próxima cumbre, la COP27 que se celebrará en Egipto, buscará cerrar de una vez este tema.
Artículo
6: por fin hay acuerdo
Junto con los planes de reducción de emisiones y la
financiación, otro de los deberes que tenía esta cumbre del clima era cerrar de
una vez el reglamento del artículo
6 del Acuerdo
de París. Este apartado regula lo
relativo a los mercados de carbono, una herramienta por la cual los países y
empresas que han excedido sus derechos de emisión (es decir, han emitido más de
lo que debían) pueden comprar a terceros
países derechos sobrantes o realizar proyectos para la reducción de emisiones o
para la mejora de los sumideros.
Hasta ahora, este apartado tenía ciertas lagunas, como la doble contabilidad, una
triquiñuela por la cual el país emisor y el receptor podían apuntarse las
mismas reducciones de emisiones. Tras el acuerdo alcanzado en Glasgow, esta trampa ha quedado prohibida a
pesar de las presiones de países como Brasil.
Eso sí: hay vía libre para incluir
créditos antiguos procedentes del Protocolo de Kyoto (reducciones ya
logradas hasta 2013). Aun así, lograr cerrar este artículo ha sido un alivio y
un motivo de celebración para las personas artífices del pacto hasta el punto
de sacarse una foto todas juntas antes del comienzo del plenario final.
Más allá del texto de decisión final, la COP26 ha dejado un sinfín de acuerdos,
compromisos, pactos y alianzas, en su mayoría no vinculantes -por lo que
nadie asegura que se vayan a cumplir-. Sobre el metano, sobre deforestación, sobre combustibles
fósiles, sobre coches contaminantes… Hasta las dos mayores potencias del mundo -y las más contaminantes-
presentaron un acuerdo por sorpresa para avanzar en la lucha frente al cambio
climático.
Llamativo ha sido también el papel de España. Distintas voces critican el perfil bajo adoptado por el Gobierno español, cuya postura siempre ha sido la de liderar la acción climática, como se vio en la anterior cumbre. Incluso no se ha sumado a varias coaliciones donde se la esperaba.
«Es manso, es débil, y el objetivo de 1,5 ºC apenas
está vivo, pero se ha enviado una señal de que la era del carbón está
terminando», opina Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace internacional. Para Laurence Tubiana, una de las responsables del Acuerdo
de París, «greenwashing es
la nueva negación del clima, y hemos visto demasiado en juego en esta COP.
Debemos reforzar los mecanismos de responsabilidad para el cero neto en el
futuro». Considera, además, que «el sistema financiero internacional no
está a la altura del desafío «.
Al igual que se vio en la COP25
de Madrid -celebrada en 2019 y que ostenta el récord de ser la más larga
de la historia-, la
sensación es que la brecha entre las demandas ciudadanas y científicas y lo que
finalmente hacen los gobiernos es inmensa. Lo ejemplifica muy bien Mohamed Adow, director del think tank Power Shift Africa:
«Esta cumbre ha sido un triunfo de la diplomacia sobre la sustancia
real. El resultado aquí refleja una
COP celebrada en el mundo rico y el resultado contiene las prioridades del
mundo rico».
Próxima parada, la COP27 de Egipto. Por
delante, todo un año para que la lucha frente al cambio climático siga ocupando
un lugar prioritario en las políticas de todos los gobiernos. Sin dejar a nadie atrás.
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