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La democracia popular. Aquí debemos también defender nuevas formas donde el pueblo tenga soberanía sobre su futuro, sobre su destino. Y, de nuevo, la izquierda está en una deuda teórica en relación a eso. Ya no basta con defender empresas estatales, no basta con defender el derecho a voto. ¿Qué es la democracia? ¿Es eso que los gringos hacen allí en Estados Unidos? ¿Cambiar seis por media docena? ¿Variar entre republicanos y demócratas? Eso no es democracia. Eso es una ilusión. ¿O es lo que se hace en nuestros países, que cada cuatro años vamos a las urnas? ¿Qué cambia? Muy poco. Entonces hay que desarrollar y defender nuevas formas de gestión del Estado por las fuerzas populares políticas y sociales. Hay que desarrollar una democracia popular verdadera, donde el pueblo tenga mecanismos reales de control del Estado, de los bienes comunes y de su futuro, que se exprese en el derecho a trabajar, al mismo salario, a la vivienda, a estudiar. Eso es democracia: derechos iguales para todos, oportunidades iguales para todos. La democracia popular no consiste sólo en votar. La democracia popular implica que todos tengamos los mismos derechos y oportunidades de trabajo, vivienda, educación, cultura, salud, etc.
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LOS DILEMAS POPULARES EN TIEMPOS DE CRISIS
DEL CAPITALISMO.
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En la ponencia presentada en
el seminario "Dilemas de la Humanidad", realizado
en La Habana el 26 de octubre, el dirigente del MST de
Brasil aseguró que la generación presente producirá, en los próximos
años, cambios estructurales en todo el mundo.
João Pedro Stedile|05/11/2021|
Análisis.
Fuente ALAI martes 9 de noviembre del
2021
Estoy muy contento de poder participar en esta
actividad, que es una reflexión estratégica sobre los dilemas de la humanidad y
los paradigmas que se presentan para que todas las formas de organización de
nuestros pueblos -desde las iglesias, los movimientos populares, los partidos
políticos- podamos, entonces, impulsar procesos colectivos de reflexión que nos
ayuden a tener más claridad sobre cuáles son los desafíos, los dilemas que
nuestra generación está enfrentando en este cuadrante de nuestra historia, en
todo el mundo y en nuestros países.
La crisis estructural del capitalismo
Yo creo que este tema nos lleva a pensar en una moneda con sus dos caras. De un lado tenemos los dilemas que brotaron de la crisis del modo de producción capitalista. ¿Por qué? Porque estamos enfrentando, desde el nacimiento del capitalismo mercantil del siglo XIII, la mayor crisis estructural de ese modo de producción. Ni siquiera en los tiempos de Marx, a fines del siglo XIX, ni después, entre las dos guerras mundiales, hubo una crisis estructural tan profunda como ésta, porque las crisis o eran cíclicas o eran sectoriales, o se producían en algún sector de la economía capitalista o abarcaban sólo una región como Europa o Norteamérica. Pero ahora estamos frente una crisis endémica, estructural, que abarca a todo el planeta y todas las actividades. Esa crisis es grave y profunda porque pone en riesgo las formas de funcionamiento del capitalismo.
La primera
es su forma económica: es evidente
que los grandes capitalistas, millonarios, seguirán acumulando, seguirán
controlando sus grandes empresas y bancos, pero la contradicción fundamental
que ellos tienen es que, a pesar de la acumulación, a pesar de la concentración
cada vez más abusiva de capital, esa forma no logra producir los bienes que la
población necesita, de lo que resulta una crisis
social. ¿Por qué? Porque el sistema, mientras “mejor” funciona, genera
mayor desigualdad. Nunca antes en la
historia de la humanidad habíamos tenido tanta desigualdad social, tanta
diferencia entre el 1% más rico y la
gran mayoría de la población de todo el mundo.
El tercer
aspecto tiene que ver con
la crisis resultante de los crímenes ambientales que el capital está cometiendo
contra el planeta, contra el sistema
ambiental, contra el agua, la biodiversidad, con los agrotóxicos, la deforestación, los incendios y todas sus
agresiones.
Esto está
generando un desequilibrio completo de la naturaleza y colocando en riesgo la
supervivencia de muchos seres vivos, e incluso al propio ser humano. Nunca antes habíamos enfrentado una situación de
esa gravedad.
Después tenemos una crisis de la democracia burguesa, del Estado burgués. El Estado burgués
como lo conocemos ahora es fruto de la Revolución
Francesa y por lo tanto es una creación de la burguesía industrial que
necesitaba de un Estado “democrático”
que lograse un cierto equilibrio en las contradicciones, de estabilidad entre
las clases sociales para que el capital industrial siguiera acumulando. Pero
sucede que la celebración de elecciones ya no resuelve el tema de la disputa
democrática del poder político. Ellos pueden incluso seguir aceptando realizar
elecciones, pero después el capital financiero y sus transnacionales compran a
los gobernantes, compran ministros, compran presidentes, compran jueces,
compran diputados como ha ocurrido en el último período en Latinoamérica. No tenemos tiempo aquí para ilustrar estos hechos
con un sinnúmero de ejemplos, pero si quieren vean lo que ocurrió en Bolivia donde compraron hasta al Ministro de Defensa, o en Ecuador donde compraron al presidente. Al
capitalismo no
le interesa más el juguete ese de la democracia burguesa.
Por último, estamos frente a una crisis
civilizatoria, que no es un tema menor ni un asunto moralista. Se trata del
hecho de que las bases paradigmáticas del capitalismo, las que a lo largo del
siglo XX habían orientado el comportamiento de las personas, ya no rigen.
Nuestra
generación, del siglo XX, fue educada para estudiar y trabajar porque el
capital necesitaba de gente cualificada y con voluntad de trabajar. Ahora el capitalismo acumula sin la necesidad de trabajadores, y mucho menos de trabajadores calificados. Por eso esta
etapa del capitalismo pone como falsos valores el individualismo (cada uno por sí), el egoísmo (yo soy mejor que los demás) y el consumismo (las personas solo son felices si pueden acceder a los bienes modernos, ir a los
centros comerciales, etc).
Pero esos
valores son falsos valores, son disgregadores de la sociedad y por lo tanto no
representan solución alguna: de allí
viene toda la inestabilidad política y la violencia que se genera en nuestra
sociedad. Ese es el tema sobre el que debemos reflexionar: sobre los límites
del sistema, expuestos ahora con la crisis estructural del capitalismo. Frente
a ellos tenemos el otro lado de la moneda: ¿Cuáles son los temas y agendas de
las “fuerzas populares”, los “partidos políticos” y las “fuerzas sociales”.
La agenda para las organizaciones de
clase trabajadora
“San”
Antonio Gramsci nos
indicaba que en la sociedad se mueven tres fuerzas fundamentales: por un lado,
las “fuerzas sociales”, las que se
unen por algún motivo social, tales como las Iglesias, las asociaciones, e
incluso los clubes deportivos.
Existen también las “fuerzas populares”, las que se unen alrededor de reivindicaciones
corporativas como los salarios, la tierra, etc. Y están también las “fuerzas políticas”, que son los
partidos u organizaciones que disputan el poder
político formal, el Estado. Gramsci nos alertaba de que las tres formas son
importantísimas para pensar una nueva
sociedad; todas ellas disputan la
hegemonía de las ideas, disputan el futuro, y por podemos reducirnos a una sola
si queremos impulsar los cambios necesarios.
¿Cuál es entonces nuestra agenda en estos tiempos de crisis del capitalismo, nuestra orientación específica para cada de una de las formas de organización de nuestro pueblo? Confieso -también como autocrítica- que la izquierda en general, es decir quienes quieren cambios estructurales, no ha profundizado aún en estos temas. No hemos reflexionado con la profundidad que estos problemas necesitan.
La defensa de la naturaleza
En relación al tema de la naturaleza y el medioambiente tenemos pocos acumulados teóricos.
Tenemos también pocos intelectuales orgánicos que nos ayuden a reflexionar sobre él, a excepción, tal vez,
de Michael Löwy y Leonardo Boff. De allí la relevancia que tuvo la
encíclica Laudato Si del
Papa Francisco, porque es una gran contribución dialéctica a este tema. O defendemos la naturaleza, el equilibrio
climático y la biodiversidad o no tendremos futuro como seres humanos. No
es pequeño el reto que tenemos por delante. El paradigma, para nosotros, es el de
la soberanía popular sobre los bienes de
la naturaleza.
La igualdad social
Luego está
el tema de la igualdad social. Nada más
importante que luchar hoy por la igualdad social: ese
es el paradigma fundamental de una sociedad socialista. Defendemos que
todos los seres humanos somos iguales: incluso no hay razas biológicas, somos
todos iguales.
¿Qué significa luchar por el socialismo hoy? Básicamente luchar por una sociedad igualitaria: todo lo demás es complementario. Pero para eso debe darse el control social sobre el poder político: ¿quién va a decidir los rumbos de la sociedad? ¿Los partidos políticos? ¿Quién va a controlar el Estado?
La democracia popular
Aquí debemos también defender nuevas formas donde
el pueblo tenga soberanía sobre su
futuro, sobre su destino. Y, de nuevo, la izquierda está en una deuda teórica en relación a eso. Ya no basta
con defender empresas estatales, no
basta con defender el derecho a voto.
¿Qué
es la democracia? ¿Es eso que los gringos hacen allí en Estados Unidos? ¿Cambiar seis por media
docena? ¿Variar entre republicanos y demócratas? Eso no es democracia. Eso es una ilusión.
¿O es lo que
se hace en nuestros países, que cada cuatro años vamos a las urnas? ¿Qué
cambia? Muy poco. Entonces hay que
desarrollar y defender nuevas formas de gestión del Estado por las fuerzas
populares políticas y sociales.
Hay que
desarrollar una democracia popular verdadera,
donde el pueblo tenga mecanismos reales de control del
Estado, de los
bienes comunes y de su futuro, que se exprese en el derecho a trabajar, al mismo salario, a la vivienda, a estudiar.
Eso es democracia: derechos
iguales para todos, oportunidades
iguales para todos. La democracia popular no
consiste sólo en votar.
La democracia popular implica que todos tengamos los mismos derechos y oportunidades de trabajo, vivienda, educación,
cultura, salud, etc.
El paradigma científico y tecnológico
Hasta ahora el capitalismo trataba este asunto como
un tema para aumentar la productividad
del trabajo, para obtener una tasa de plusvalía mayor. Pero eso nos llevó a
donde estamos, a una crisis. Lo que tenemos que pensar es cómo la ciencia, el conocimiento científico y la tecnología
pueden ser utilizados para disminuir el tiempo de trabajo necesario en la
sociedad, para disminuir el sacrificio de las personas y para aumentar la
posibilidad de resolver más rápido los problemas de la gente.
Tenemos que
utilizar la tecnología de construcción para que
todos tengan vivienda
digna; tenemos que utilizar la
tecnología de transporte público
para que todos puedan moverse más barato y más rápido; tenemos que utilizar la tecnología para que todos tengan acceso a energías renovables en nuestra
sociedad, para que no seamos más dependientes
del carbón o del petróleo, energías altamente contaminantes.
La organización de la ciudad
Otro
paradigma en el que la izquierda aparece
rezagada es en cómo organizar la ciudad, la urbe. Nuestras ciudades, con más de un millón de personas, se vuelven un
infierno en donde uno está lejos de todos. Donde uno pierde más tiempo yendo al trabajo que el que pasa con su
familia. Donde hay un montón de problemas medioambientales, de
transporte, de vivienda.
En Alemania, un grupo de arquitectos progresistas realizó un estudio en donde señalan que una ciudad de más de 300 mil habitantes ya es un problema de por sí, en donde es imposible organizar la vida social. Nosotros, ahora en toda Latinoamérica, tenemos ciudades con un millón, con cinco millones, o, como en donde yo vivo, en la ciudad de São Paulo, con 14 millones de habitantes. Es un infierno. En tiempos de lluvias hay gente que muere en las inundaciones. ¿Y cuántos mueren en accidentes de tránsito? Aquí, en Brasil, de 30 a 40 mil personas mueren al año a mano de vehículos: nadie dice nada porque la industria automovilística es la que controla la prensa. El tema de las ciudades, entonces, es fundamental para el futuro.
Últimas palabras
Para terminar, quisiera agregar que, entre los
retos que tenemos que pensar, está el de recuperar
los valores humanistas, verdaderamente civilizatorios,
los que deberían orientar nuestra vida y nuestro comportamiento, porque son
ellos el fundamento de la historia de la humanidad. Me refiero a la solidaridad, la
justicia social y al sentido de la igualdad. Esos tres valores son
los únicos que pueden combatir el racismo tan presente en nuestras sociedades, la discriminación de cualquier tipo, por opción sexual, por edad o por el color de cabello, y tantas tonterías que son
reproducidas por el capitalismo.
Entonces nosotros, en un quehacer
cotidiano, pedagógico, tenemos la
obligación de recuperar esos tres
pilares de la civilización humanista que son la solidaridad, la igualdad y la justicia social.
Estas son reflexiones que hemos hecho no sólo en el
Movimiento Sin tierra o en los
movimientos populares del Brasil, sino que son una obra colectiva que
atraviesa nuestros encuentros de movimientos con el Papa Francisco, los de la Vía
Campesina Internacional, nuestras reuniones en las escuelas de formación política, y las articulaciones de ALBA Movimientos y la Asamblea Internacional de los
Pueblos.
Seguimos
reflexionando y pensando para orientar mejor nuestro quehacer con los pueblos. Pero estoy seguro que nuestra generación y este período
histórico, el de los próximos 10 o 20 años, producirán cambios estructurales en
todo el mundo. Bienvenido al futuro.
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