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"El hambre es una manifestación
de la pobreza, como lo es la indigencia o la mortalidad por causas prevenibles
o el analfabetismo o el hacinamiento.
De acuerdo con datos de la CEPAL, en
2020, la inseguridad alimentaria (grave y
moderada) alcanzó el 40% de la población de Nuestra América, es decir, 249 millones
de personas no tuvieron acceso regular
y suficiente a alimentos (en 2019 la inseguridad alimentaria fue 33,8%). Simultáneamente,
en este sistema capitalista que
predomina en nuestra región, se desechan (se votan al basurero) 220 millones
de toneladas de alimentos al año, el 11,6%
de los alimentos que se producen, lo que equivale a US$ 150.000 millones (FAO, “El
Estado de la Alimentación y la Agricultura de 2019”).
Mientras tanto, en 2020, la riqueza de los multimillonarios de la región
aumentó 61%, en
un escenario en el que, de paso, la producción
cayó 6,8%. Entonces,
si la torta a repartir es menor
porque se produjo menos y los ricos se
hicieron más ricos y los pobres se hicieron más pobres, es porque dicha torta se repartió de manera mucho más desigual que antes: lo que se destinó a salarios, en proporción fue mucho menor y lo que se destinó a la explotación/ganancia (parafraseando al FMI) fue mucho mayor. ¿Es o no la pobreza
y sus manifestaciones (hambre y miseria) una
consecuencia de la desigualdad de la
distribución de lo que se produce"?
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NUESTRA
AMÉRICA, LA MÁS DESIGUAL.
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Por Pasqualina Curcio | 05/11/2021 | Economía
Fuente
Rebelión viernes 5 de noviembre del 2021.
La pobreza no se resuelve con políticas
asistencialistas y focalizadas, no es un asunto de subsidios puntuales al mejor
estilo neoliberal: se trata de un asunto de justicia en la repartición de la
producción en el propio proceso social del trabajo.
Dicen
algunos que el socialismo
es un fracaso, que genera hambre y
miseria. En contraposición, y como parte del discurso hegemónico que ha logrado calar en el imaginario de miles de millones de personas, afirman que el capitalismo
es el modelo a seguir. Según ellos, este
último es exitoso.
Los hechos y los números muestran todo lo contrario, más del 95% de los países a nivel mundial son capitalistas, y sin embargo, la humanidad está plagada de hambre, pobreza y miseria a pesar de todo lo que se ha producido: desde 1800 hasta 2016, la producción mundial per cápita aumentó 1.234% (Maddison Project Database 2020), es decir, estos últimos dos siglos de capitalismo la producción aumentó en mayor proporción que la población, pero 2.300 millones de personas pasan hambre diariamente y 6 millones mueren todos los años por no tener qué comer. Quienes se encuentran mayoritariamente en estas condiciones son los de la clase trabajadora, los asalariados. ¿Y es que acaso no ha sido la clase obrera la que agregó valor y aumentó la producción con su fuerza de trabajo?
La causa principal y determinante de la
pobreza en este mundo es la desigualdad, no
es, como algunos dicen, porque se produce poco, mucho menos está asociada al discurso manipulador y malintencionado
en el que se afirma que el pobre es pobre porque no es productivo, o
porque es flojo, vago y de paso despilfarrador. El problema radica en la manera desigual cómo se ha distribuido dicha producción, la cual, en capitalismo, se concentra en pocas manos (la clase burguesa dueña del capital) dejando migajas para que sean repartidas entre las grandes mayorías (la clase obrera, dueña de
la fuerza de trabajo y verdaderos productores). Según OXFAM, en 2018, el 1% de la población
mundial se apropió del 80% de todo lo que se produjo, y el 20% restante
fue lo que se repartió entre el 99% de la población.
En Nuestra América, a
excepción de Cuba,
todos los países son capitalistas,
hay hambre y hay miseria, somos la región con mayor pobreza y la más
desigual del mundo. En 2016, Alicia Bárcenas,
secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL),
dijo:
“América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo. En 2014, el 10% más rico de la población de América Latina había amasado el 71% de la riqueza de la región. Según los cálculos de Oxfam, si esta tendencia continuara, dentro de solo seis años el 1% más rico de la región tendría más riqueza que el 99% restante”.
En pandemia, los pronósticos se
quedaron cortos: en 2020, el número
de multimillonarios en la región subió 41%, de 76
multimillonarios (personas con patrimonio superior a US$ 1.000 millones) pasaron a 107, y su fortuna acumulada aumentó 61%, pasó de US$284.000
millones a US$480.000 millones en un
año. Los países con más multimillonarios son: Brasil (66), México (14), Chile (9), Perú (6), Colombia (5), Argentina
(5) (BBC News Mundo, julio 2021).
Conocer dónde y cómo se originan estas desigualdades es fundamental. La distribución de lo producido se
concreta en el propio proceso social de
producción, es en ese momento en el que dicha producción se distribuye entre los trabajadores y los dueños
del capital. El que se destine más o menos a cada uno depende del nivel de salario, si este es mayor, la ganancia será menor y viceversa. Esta
distribución la miden y publican todos los países del mundo siguiendo los
manuales del FMI,
se conoce como distribución factorial
del ingreso, y para ello usan dos
categorías:
1) remuneración de los asalariados y
2) excedente bruto de explotación
(así mismo como lo están leyendo, el mencionado organismo, que no es marxista, se refiere a la ganancia calificándola de explotación).
Por
lo tanto, dada una producción, en la
medida en que la remuneración a los
asalariados es menor, la explotación
(o ganancia) será mayor.
En América
Latina y el Caribe la producción se ha distribuido en promedio de
la siguiente manera: por cada 100 dólares que se producen, 37 corresponden a la remuneración de los asalariados y 52 han ido a
parar al excedente bruto de explotación, la diferencia, 11 dólares,
se destina a impuestos y consumo de
capital (Alarco Germán, “Ciclos
distributivos y crecimiento económico en América Latina. 1950-2014”). Con
el agravante de que, en promedio, por
cada capitalista hay, por lo menos, 10
asalariados, por lo tanto, esos 37 dólares de salarios, a su vez, debían
repartirse entre 10 veces más personas
que los 52 de ganancia.
A mayor desigualdad,
más pobreza, más hambre y más miseria
Según la CEPAL, en 2020, de cada 100 habitantes de América latina y el Caribe, 34 se encontraban en pobreza, es decir, sus ingresos (en su gran mayoría provenientes del salario) no cubrían la canasta básica. De esos 34 habitantes, 13 se encontraban en pobreza extrema, es decir, no solo no podían cubrir la canasta básica, sino que ni siquiera les alcanzó para la canasta alimentaria. Estamos hablando de 209 millones de personas pobres en 2020 (22 millones más que el 2019) y 78 millones en situación de pobreza extrema (8 millones más que en 2019).
El hambre es una manifestación
de la pobreza, como lo es la indigencia o la mortalidad por causas prevenibles
o el analfabetismo o el hacinamiento.
De acuerdo con datos de la CEPAL, en
2020, la inseguridad alimentaria (grave y
moderada) alcanzó el 40% de la población de Nuestra América, es decir, 249 millones
de personas no tuvieron acceso regular
y suficiente a alimentos (en 2019 la inseguridad alimentaria fue 33,8%). Simultáneamente,
en este sistema capitalista que
predomina en nuestra región, se desechan (se votan al basurero) 220 millones
de toneladas de alimentos al año, el 11,6%
de los alimentos que se producen, lo que equivale a US$ 150.000 millones (FAO, “El
Estado de la Alimentación y la Agricultura de 2019”).
Mientras tanto, en 2020, la riqueza de los multimillonarios de la región
aumentó 61%, en
un escenario en el que, de paso, la producción
cayó 6,8%. Entonces,
si la torta a repartir es menor
porque se produjo menos y los ricos se
hicieron más ricos y los pobres se hicieron más pobres, es porque dicha torta se repartió de manera mucho más desigual que antes: lo que se destinó a salarios, en proporción fue mucho menor y lo que se destinó a la explotación/ganancia (parafraseando al FMI) fue mucho mayor. ¿Es o no la pobreza
y sus manifestaciones (hambre y miseria) una
consecuencia de la desigualdad de la
distribución de lo que se produce?
Disminuir la pobreza es
una bandera de lucha importante, por supuesto que lo es, así como lo es la lucha contra el hambre y la miseria,
pero este problema no se resuelve con políticas
asistencialistas y focalizadas hacia los pobres extremos, no es
un asunto de subsidios puntuales o bolsas de comida al mejor estilo neoliberal,
el problema va más allá, es un asunto de
justicia en la repartición de la producción en
el propio proceso social del trabajo,
lo cual pasa por disminuir la brecha
entre el salario y la explotación/ganancia,
que solo es posible (en el marco de la propiedad
privada de los medios de producción) mediante
mayores niveles de salario para impedir que, el burgués, se apropie indebidamente del valor de la
fuerza de trabajo del obrero que es quien, al final, agrega valor a la economía, o sea el que produce.
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