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En la Cuarta
Transformación (4T), dentro
de una crisis
social generalizada, la crisis de la educación pública, especialmente la universitaria,
es muestra de la ausencia de una política integral para superar el rezago con
los grandes problemas educativos
durante décadas. Este gobierno carece de
una política para enfrentar los retos
de la crisis de la educación superior. La universidad
mexicana se encuentra sumida en una profunda crisis académica y política, ciertamente derivada de una
onda larga neoliberal. En la mayoría
de las universidades los planes de
estudio son obsoletos, pues en su mayoría responden a una formación profesional competitivo para el mercado capitalista y no para contribuir a resolver las necesidades
sociales más apremiantes. También hay
una profunda crisis en las formas de gobierno
universitario, pues en la mayoría de las instituciones prevalecen los
grupos de poder cuyos intereses residen más en mantener sus privilegios
económicos y políticos bajo formas autoritarias corporativas–clientelares
semimafiosas que en establecer
mecanismos de participación democrática para toda la comunidad.
Es necesario organizar la resistencia antineoliberal universitaria apoyándose en lo que sobrevive de independencia académica democrática para mantener el espíritu crítico y cívico. Hay que reivindicar el pensamiento crítico y llevarlo a sus consecuencias prácticas políticas, asociándolo a las fuerzas sociales extrauniversitarias concurrentes anticapitalistas. Bien lo dice Daniel Bensaïd: “Contra los imperativos mercantiles y los controles burocráticos, las fuerzas críticas en el seno de la universidad deberían intentar ligarse con todos los núcleos de producción de conocimiento: movimientos sociales, sociedades, clubs, editores, librerías independientes, para cooperar a la reconfiguración de un espacio público laminado por el horror económico de la lógica neoliberal”.
Es por eso que los sectores democráticos
estudiantiles y académicos proponen un amplio debate para analizar la cuestión
nacional universitaria que requiere de una profunda transformación; se
necesita de una convocatoria para una Asamblea
Nacional que reivindique una Reforma Universitaria Democrática que, entre
otras cosas, anule definitivamente a los grupos
y camarillas de poder enquistadas en los recintos educativos. Defender la
educación pública debe pasar necesaria y urgentemente por la democratización
universitaria.
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MÉXICO. EL ESCÁNDALO DE LA UNIVERSIDAD
NEOLIBERAL: CRISIS ACADÉMICA Y POLÍTICA.
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Por 02/11/2021 | México
Fuentes:
Rebelión jueves 4 de
noviembre del 2021.
La contradicción inherente a
la doble función de la Universidad –por una parte, contribuir al desarrollo de
las fuerzas productivas por la producción y transmisión de conocimientos; por
otra, a la reproducción de las relaciones de producción por su adaptación a la
división del trabajo y por la difusión de la ideología dominante– ha producido
grandes movilizaciones…
Las reformas en curso se inscriben en el marco
del proceso mundializado de privatización generalizada del mundo y de bulimia
capitalista que hace mercancía de todo, de los servicios, del saber, de la
vida.
Daniel Bensaïd ¿Defender la Universidad?
I. Es cierto que durante los últimos gobiernos
presidenciales nunca habían estado en el foco de la atención pública las
instituciones educativas superiores como en la actual administración federal.
De hecho –guardando las proporciones históricas, y por ende, políticas– desde
el gobierno genocida priista del asesino Gustavo
Díaz Ordaz hasta la fecha ningún presidente ha criticado tanto a la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) como Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien ha venido cuestionando el funcionamiento de las
universidades, en especial el de la Universidad de Guadalajara (UdeG) y el de
la UNAM, las dos más importantes del país en cuanto a población estudiantil y académica. Dentro de los grandes escándalos
de la vida política nacional, que son muchos, se encuentran los universitarios.
En
las últimas semanas han sido frecuentes las críticas a ambas instituciones. AMLO volvió a la polémica el lunes 25 de
octubre cuando criticó a la UNAM
al insistir en que durante el periodo neoliberal la máxima casa de estudios se “derechizó” y aseguró que
“estaba dominada por lo más
retrógrada… se llenaron las facultades de ciencias sociales de conservadores…
la UNAM se volvió individualista, no estuvo a la altura de las circunstancias y
(de) la crítica a las atrocidades del país… fue defensora de los proyectos
neoliberales y una muestra de sometimiento a la política neoliberal fue el
intento de cobrar colegiaturas.”
Si AMLO es
consecuente consigo mismo, entonces, debería quitar a un integrante de sus
filas políticas como Juan Ramón De la
Fuente, el conservador exrector de
la UNAM y represor de la huelga
estudiantil de 1999–2000 contra el aumento a las cuotas escolares, hoy embajador en la ONU.
La
respuesta de las autoridades
universitarias es que la institución
“ha sido siempre respetuosa
de las distintas ideologías, corrientes del pensamiento, posiciones políticas y
opiniones expresadas por integrantes de su comunidad, de sus egresados o por
cualquier persona.”
Está
declaración es parcialmente cierta porque
las ideas y los grupos democráticos no son bien vistos y son atacados por las
propias autoridades. Para empezar, por ejemplo, su órgano de gobierno, el Consejo Universitario, no es muy
democrático y el rector es designado, al margen de la
comunidad, por una elitista Junta de Gobierno. Por
supuesto, ha habido excepcionales rectores progresivos como el ingeniero Javier Barros Sierra y el sociólogo Pablo
González Casanova.
Lo cierto es que AMLO tiene razón en mucho de sus cuestionamientos. Sin embargo, su crítica a la UNAM careció de matices, pues hizo aparecer a la institución como un todo homogéneo, como si fuese monolítica, lo cual es falso. La UNAM es mucho más que sus propias autoridades – cuya alta burocracia en su mayoría es muy conservadora, derechizada, y ha compartido lo más retrograda del neoliberalismo (válgase el pleonasmo)–, pues su comunidad estudiantil y académica es muy heterogénea ideológica y políticamente. La historia de esta universidad es incomprensible si no se reconoce el papel democrático de los sucesivos movimientos estudiantiles y académicos –dentro y fuera del claustro– cuyas más recientes luchas han sido claramente antineoliberales y anticapitalistas. El paso de AMLO por la UNAM de 1973 a 1977 nunca tuvo ningún compromiso con los grupos democráticos estudiantiles pues su pertenencia al PRI rechazaba cualquier vínculo con las demandas legítimas universitarias; también durante el periodo pre neoliberal “las facultades de ciencias sociales se llenaron de conservadores”. Aunque el pasado viernes 29 rectificó y reconoció que su crítica a la UNAM se enfoca en “el grupo dominante” que la sometió durante el periodo neoliberal e hizo un reconocimiento a sus estudiantes, académicos e investigadores y reiteró también su respeto a la autonomía, pero consideró que los cambios en esa casa de estudios “se pueden dar desde adentro, con los mismos universitarios; tengo confianza en que lo hagan.” Para los cambios ¿qué le toca hacer a AMLO?
Él sostiene que el neoliberalismo en
el país ya es cosa del pasado, pero
esta ilusa afirmación dista mucha de la realidad
nacional; en todo caso, hoy día existe una mutación del neoliberalismo priista y panista a un neoliberalismo morenista más sutil, plagado de resabios y retórica populista de
un “nacionalismo
revolucionario” con fuerte contenido
demagógico. Un ejemplo de neoliberalismo
“semi bonapartista” actual es la
aprobación en marzo pasado de la Ley
General de Educación Superior promovida por Morena, la cual deja intactos
a los grupos de poder universitarios y sigue aceptando la funesta exclusión de decenas de miles de
estudiantes a ingresar a las instituciones
educativas superiores. Otro ejemplo es cuando los profesores de asignatura, principalmente del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), el miércoles 27 de octubre convocados por la Asamblea Interuniversitaria y algunas organizaciones estudiantiles de la UNAM
protestaron afuera de Rectoría en
demanda de mejores condiciones laborales. Señalaron que las violaciones a sus derechos, la inestabilidad de sus contratos y los bajos salarios son expresión “de que el
neoliberalismo sigue presente” en la
máxima casa de estudios.
“La mayoría estamos
contratados por semestre, por horas, y somos víctimas cautivas de abusos porque
si protestamos inmediatamente nos bajan las horas de clase o desaparece nuestra
materia o de plano no nos recontratan”, expuso Miguel Rangel Aguilera, profesor del CCH Naucalpan. Demandó que haya “un verdadero programa de estabilidad y una redistribución justa del
presupuesto de la UNAM”, pues sus administradores
“se asignan salarios y prestaciones más allá de las dignas”. Esta situación
de precariedad
laboral existe en la mayoría de las universidades mexicanas,
incluida la gran desigualdad salarial entre la mayoría del personal académico y
la alta burocracia dorada universitaria,
y no se percibe que el presidente del
país pretenda modificar esta situación de injusticia.
II. El pleito más visible y enconado de AMLO –hasta ahora meramente verbal lleno de acusaciones– es con la mafia de la UdeG, pues de nueva cuenta, el presidente criticó a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) y a Raúl Padilla López (RPL), presidente del Comité organizador a quien ha calificado reiteradamente como “un cacique” y de pertenecer a un “bloque de conservadores”, lo cual es muy cierto. El mandatario señaló que “(Mario) Vargas Llosa no falta a una feria del libro, pero habría que ver cuánto le pagaron”. Hasta la fecha, sin embargo, todas las fuertes acusaciones de AMLO a la camarilla caciquil han quedado en mera retórica demagógica sin consecuencias prácticas para beneficio de la comunidad universitaria y de la sociedad jalisciense.
El viernes 29 el Consejo General
Universitario (CGU) de la UdeG publica un desplegado en los medios
exigiendo respeto del presidente de
México a esta institución, en el cual considera
“reiterados e inadmisibles
ataques del presidente de la República… (quien) desde hace un año ha vertido
comentarios imprecisos sobre nuestra institución. Se trata de inexactitudes o
afirmaciones hechas con ligereza… debido a la particular inflexión emocional…
enturbiando la imagen de nuestra institución… (y) que buscan afectar la
legitimidad de nuestras autoridades. con fines políticos ilegítimos… parte de
una estrategia general de asalto no sólo a las universidades públicas… y a
organizaciones de la sociedad civil.”
Más
aún, en el desplegado el propio CGU
dice, falsamente, que este se elige
democráticamente y está integrado de manera plural en la diversidad política e ideológica. Hay
demasiado cinismo en el contenido del desplegado porque además el CGU hace
autoelogio. Todos los 187 consejeros son elegidos con el visto bueno del cacique y de la camarilla, por lo que
no es nada representativo de los intereses de la comunidad universitaria. Representa, eso sí, los intereses
caciquiles y los propios.
Por
supuesto, el gobierno universitario
carece de toda legitimidad entre la propia
comunidad universitaria y fuera de ella. Todo cacicazgo se sostiene sobre la base de un poder autoritario detentado en el monopolio de la violencia o del poder
de manejar los recursos financieros
públicos para beneficio personal, pero no requiere necesariamente de la legitimidad de los subordinados. El cacicazgo
de RPL nunca
ha podido obtener ningún reconocimiento de esta comunidad ni del pueblo jalisciense, pues como grupo de poder
fáctico se sostiene autoritariamente sobre la base de cuatro pilares corporativos–clientelares: el propio CGU, la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), y los dos sindicatos blancos–patronales.
Cierto es que la UdeG es
por antonomasia la universidad de los
escándalos políticos del país, pues esta universidad, desde principios de los años sesenta del siglo pasado empezó ser objeto de escándalo público con la Federación de
Estudiantes de Guadalajara (FEG), la década de los setenta fueron años
convulsos y esto significa que las prácticas
corporativo–autoritarias se imponían con métodos violentos intramuros y extramuros; pero, a partir de los años noventa, con Raúl Padilla López
como rector, los escándalos
generados por las autoridades
universitarias se han vuelto cotidianos en la opinión pública y en la sociedad
civil. Muchos de estos escándalos
obedecen o tienen su origen por la profunda
corrupción con este liderazgo caciquil que ha hecho de la universidad un botín patrimonialista
personal, familiar y de camarilla.
La FIL
forma parte del Corporativo de Empresas Universitarias (CEU) que preside el cacique RPL quien de hecho es el dueño de ellas. La FIL se supone que
es una alternativa de financiamiento propio y de desarrollo institucional, pero
en realidad es un showbusiness, un negocio editorial muy lucrativo
e instrumento político acorde a los intereses
caciquiles, además de ser un medio para seducir políticamente a muchos intelectuales, académicos y
escritores, ciertamente muchos de ellos (ultra) conservadores. Tal es el caso de quienes pertenecen a Nexos o Letras
Libres, encabezados por Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze, mercenarios de la “cultura”, quienes forman parte del séquito cortesano caciquil, a la cual se
integró, muy bien pagado, Vargas Llosa.
Como bien señala el periodista Felipe
Cobian:
“Incuantificables negocios
(son de RPL): el Teatro Diana, el Auditorio Telmex del Centro Cultural
Universitario, que tan poca cultura tiene, con varios llenos a la semana. Y qué
no decir de la Feria Internacional del Libro (FIL), con sus cientos de miles de visitantes con
boleto pagado (más de 600 mil en la última edición), aparte del elevado costo por metro cuadrado que pagan los expositores
(4 mil dólares) y no se diga lo que aportan los patrocinadores. Empero, esto último no se refleja en que
haya crecido el número de lectores aquí: Guadalajara (y anexas) está al
mismo nivel que el resto del país. El
promedio de lectura de sus habitantes escasamente pasa de un libro y medio al
año.”
https://elrio.mx/sin-novedad-la-udeg-seguira-secuestrada-por-raul-padilla/
En la Cuarta Transformación (4T), dentro de una crisis social generalizada, la crisis de la educación pública, especialmente la universitaria, es muestra de la ausencia de una política integral para superar el rezago con los grandes problemas educativos durante décadas. Este gobierno carece de una política para enfrentar los retos de la crisis de la educación superior. La universidad mexicana se encuentra sumida en una profunda crisis académica y política, ciertamente derivada de una onda larga neoliberal. En la mayoría de las universidades los planes de estudio son obsoletos, pues en su mayoría responden a una formación profesional competitivo para el mercado capitalista y no para contribuir a resolver las necesidades sociales más apremiantes. También hay una profunda crisis en las formas de gobierno universitario, pues en la mayoría de las instituciones prevalecen los grupos de poder cuyos intereses residen más en mantener sus privilegios económicos y políticos bajo formas autoritarias corporativas–clientelares semimafiosas que en establecer mecanismos de participación democrática para toda la comunidad.
La UNAM se volvió derechista y neoliberal.
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III. Es necesario organizar la resistencia
antineoliberal universitaria apoyándose en lo que sobrevive de independencia académica democrática para mantener el
espíritu crítico y cívico. Hay que reivindicar el pensamiento crítico y llevarlo a sus consecuencias prácticas
políticas, asociándolo a las fuerzas sociales extrauniversitarias concurrentes
anticapitalistas. Bien lo dice Daniel
Bensaïd:
“Contra
los imperativos mercantiles y los controles burocráticos, las fuerzas críticas
en el seno de la universidad deberían intentar ligarse con todos los núcleos de
producción de conocimiento: movimientos sociales, sociedades, clubs, editores,
librerías independientes, para cooperar a la reconfiguración de un espacio
público laminado por el horror económico de la lógica neoliberal”.
Es por eso que los sectores democráticos
estudiantiles y académicos proponen un amplio debate para analizar la cuestión
nacional universitaria que requiere de una profunda transformación; se
necesita de una convocatoria para una Asamblea
Nacional que reivindique una Reforma Universitaria Democrática que, entre
otras cosas, anule definitivamente a los grupos
y camarillas de poder enquistadas en los recintos educativos. Defender la
educación pública debe pasar necesaria y urgentemente por la democratización
universitaria.
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