&&&&&
¿Qué hay que hacer para evitar una crisis
climática? Según la Agencia Internacional de la Energía
(AIE), sabemos exactamente qué hacer. El reto
nunca se ha visto, ya que se ha hecho necesaria nada menos que una revolución
de nuestro sistema energético. Sin embargo, según la
AIE, esta revolución es técnicamente
factible y asequible (véase más abajo). Hay
que tener en cuenta que entre 1850 y 2000 el
consumo de energía de la humanidad se multiplicó por 15. En los próximos 30 años, el 90% o más de la energía mundial
producida actualmente a partir de combustibles fósiles tendrá que ser
suministrada por fuentes alternativas. Se trata, sin duda, de una tarea gigantesca. Según la AIE, la electrificación
basada en fuentes de energía renovables es el núcleo del nuevo sistema
energético. Para el transporte y ciertas
aplicaciones industriales, también se necesitan otras fuentes de energía, como el hidrógeno, la bioenergía o
las centrales eléctricas de combustibles fósiles que entierran sus residuos en lugar de emitirlos. La
energía nuclear también es recomendada por algunos, pero no es recomendable.
La
eliminación del carbón es urgente y esencial. Las emisiones de metano deben
reducirse sustancialmente a corto plazo. Esto significa, entre
otras cosas, que la agricultura y el
consumo de alimentos necesitan un serio reajuste. La revolución energética también implica que la
gran mayoría de las reservas de combustibles fósiles deben
permanecer bajo tierra. Este será uno de los retos más difíciles, pero es
crucial. Además
de la revolución energética, la reforestación también será
importante para frenar
el calentamiento del clima. La revolución energética tendrá que ser global. Lo que ocurra en los
países en desarrollo será decisivo. Allí
es donde la población crece más rápidamente y donde la demanda de energía es
mayor. Esto significa que los países ricos deben poner a disposición
recursos financieros
y conocimientos tecnológicos para que estos países también puedan dar el salto
a una economía sostenible.
/////
OCHO COSAS QUE HAY QUE SABER
SOBRE EL CALENTAMIENTO GLOBAL Y LA CUMBRE DEL CLIMA DE GLASGOW.
*****
Por Marc Vandepitte |12/11/2021
|Ecología Social.
Fuente rebelión viernes 12 de noviembre
del 2021.
Traducido
del neerlandés por Sven Magnus
¿Es
demasiado tarde para evitar una crisis climática? ¿Qué consecuencias nos
esperan? ¿Cuál es la diferencia entre 1,5°C y 2°C? ¿Quién pagará la factura?
¿Es esta la cumbre de la última oportunidad? Aquí puede leer las respuestas a
estas y otras preguntas frecuentes.
1. ¿Cuáles son las principales causas del
calentamiento global?
El calentamiento es una consecuencia de la cantidad
de dióxido de carbono, o CO2, que entra en nuestra atmósfera. Desde
la revolución industrial, el nivel de CO2 es el más alto de los
últimos 4 millones de años.
Hay tres
razones principales que explican este alto nivel. La más importante es la quema de combustibles fósiles: carbón, petróleo y gas. Los
quemamos para generar la enorme cantidad de energía en la que se basa toda
nuestra civilización industrial y moderna. Prácticamente
toda nuestra prosperidad y tecnología se basa en la energía procedente de los
combustibles fósiles, lo que libera miles de toneladas de CO2 a la atmósfera cada año.
Una segunda causa es la deforestación, porque mientras los árboles crecen, sacan el dióxido de carbono de la atmósfera. Por tanto, la tala de bosques para la madera, la agricultura o la industria aumenta las emisiones de carbono. Desde 2010 la selva amazónica emite más CO2 del que almacena.
Una tercera causa son las em0isiones de metano. El
metano es un potente gas de efecto invernadero que tiene hasta 80 veces más efecto de
calentamiento que el CO2 a corto plazo. La ganadería, la
extracción de combustibles fósiles y los vertederos son los principales
responsables de las emisiones de metano. Desde que comenzaron las mediciones en
1983 el nivel de metano en la atmósfera ha aumentado más rápido que nunca. Esto
también es un hecho preocupante para el planeta.
2. ¿Quiénes son los mayores emisores?
El dióxido de carbono permanece en la atmósfera
durante siglos. El efecto es acumulativo. Las emisiones se distribuyen de forma
muy desigual, tanto hoy como en el pasado.
Apenas 90 grandes empresas son
responsables históricamente de casi dos tercios de las emisiones de gases de
efecto invernadero de los últimos 200 años. Se trata casi exclusivamente de empresas de los países del Norte.
Si nos fijamos en los propios países, los países
ricos e industrializados representan en conjunto el 64% de las emisiones acumuladas
de dióxido de carbono. Por otro lado, los 54
países africanos sólo representan el 4% de las emisiones mundiales de
carbono, pero hoy en día son responsables de cerca del 80% del impacto del cambio
climático.
Pero también hay una gran diferencia dentro de los
propios países. Tanto en Estados Unidos
como en el Reino Unido, el 10% más rico causa al menos cinco veces más
emisiones que el 50% más pobre. El 10% más rico del planeta emite hasta 175 veces más que el 10% más pobre.
En términos absolutos, China es hoy el mayor emisor de CO2. Pero si se mira la cifra por habitante, el país
sólo ocupa el
puesto 42, precedido por muchos países europeos. Son
principalmente los Estados del Golfo y países como Canadá, Estados Unidos y Australia los grandes culpables.
E incluso esas cifras dan una imagen distorsionada. La mayoría de los países altamente industrializados consumen más emisiones de las que producen. En países como China, es justo al revés. Las exportacion0es chinas representan alrededor del 5% de las emisiones mundiales de combustibles fósiles. Dos tercios de estas exportaciones de emisiones van a los países de la OCDE (el club de los 38 países ricos).
3. ¿Cuáles son los principales impactos?
Hace dos
siglos, la temperatura media
empezó a aumentar de forma constante. Pero
desde la Segunda Guerra Mundial el aumento ha sido exponencial. Esto provoca
una serie de efectos nocivos.
Condiciones meteorológicas extremas
En primer lugar, las condiciones meteorológicas extremas. Las olas de calor y las sequías extremas serán de 4 a 9 veces más frecuentes que en el pasado. Si nos acercamos a los 3°C, casi toda América del Norte y Europa tendrán un mayor riesgo de incendios forestales. Los ríos de Francia, y por tanto del resto de Europa, podrían perder hasta un 40% de su caudal y volverse en gran medida innavegables.
Las lluvias
extremas, que causaron inundaciones
mortales en Alemania y Bélgica el
pasado verano, serán hasta nueve veces más frecuentes. El número de fenómenos meteorológicos
excepcionales que provocan inundaciones, como tormentas y tsunamis, podría multiplicarse por diez.
Una media de
cinco millones de personas
mueren ya cada año como consecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos.
Solo las condiciones meteorológicas extremas han sumado una media de 25,3 millones de desplazados
anuales desde 2008. En 2060 unos
1.400 millones de personas podrían ser refugiados climáticos.
Deshielo y aumento del nivel del mar
Una segunda consecuencia importante del calentamiento del clima es el deshielo. El Polo Norte, el Polo Sur y Groenlandia contienen cantidades gigantescas de hielo, que ahora se está derritiendo lentamente. El Ártico se está calentando casi tres veces más rápido que la Tierra en su conjunto. Groenlandia ha perdido más hielo en la última década que en el último siglo.
Esto, a su vez, está causando varios efectos. El hielo deja paso a aguas más oscuras, que
absorben más calor solar que el hielo, calentando aún más el planeta. Además, el permafrost (zona cuyo subsuelo
nunca se descongela del todo) del Ártico contiene suficiente metano como para
calentar el planeta 20ºC. Ya se está
liberando en grandes cantidades en el norte de Rusia. Puede que no todo ese metano se libere a corto plazo, pero
al menos deberíamos evitarlo a largo plazo.
Un último
efecto, pero no menos importante, es la subida del nivel del mar. Los
científicos estiman que, en el mejor de los casos, el nivel del mar subirá
entre 1 y 2 metros para el año 2100. Pero ese
aumento continuará durante milenios y podría producir océanos hasta 6 metros
más altos que los actuales. Megaciudades
como Londres, Yakarta, Nueva York y Shanghai no pueden sobrevivir a una
subida del nivel del mar de este tipo.i En 2100, una quinta parte de la población mundial
podría verse desplazada por la subida del nivel del mar.
No sólo se
está derritiendo el hielo marino. Los glaciares también se ven afectados. Son
los depósitos del 95% del agua dulce del
planeta. En la actualidad, el 2% de su
masa se derrite cada año. Se prevé que más
de la mitad de los grandes glaciares del mundo habrán desaparecido a finales de
este siglo.
Puntos de inflexión y efectos de autorrefuerzo
Hasta ahora,
el calentamiento del planeta ha sido bastante predecible y a un ritmo bastante
uniforme. Pero esto puede cambiar una vez
superados ciertos umbrales o por efectos de autorrefuerzo.
Un ejemplo
de este efecto de autorrefuerzo: la quema de
combustibles fósiles provoca temperaturas más cálidas y largos periodos sin
lluvia. Esto lleva a más incendios,
liberando más carbono a la atmósfera, lo que a su vez lleva a condiciones aún
más calientes y secas, y a más incendios.ii
Los
científicos ya han señalado varios de estos efectos de
autorrefuerzo. Señalan
que el calentamiento global es algo muy complejo y que los cambios graduales en el clima pueden
provocar repentinamente consecuencias drásticas cuando se supera un determinado
umbral. Estos umbrales no están necesariamente predeterminados y un punto de
inflexión climático puede provocar la caída de otro, al igual que las fichas de dominó.
4. ¿Cuál es la diferencia entre 1,5°C y
2°C?
La
cumbre del clima de París apuntaba principalmente a un calentamiento de 2°C,iii ahora el consenso se
dirige cada vez más hacia los 1,5°C. La diferencia no parece
grande, pero las consecuencias sí lo son.
Los riesgos del cambio climático y su irreversibilidad aumentan rápidamente entre 1,5°C y 2°C de calentamiento. Eso es lo que muestran los modelos científicos. En los últimos años ya hemos visto -también
en nuestro propio país, Bélgica- las consecuencias de un mundo entre 1,1 y 1,2°C más cálido. No son muy
tranquilizadores.
Con un
aumento de la temperatura de más de 1,5 °C, es probable que el Ártico pierda su hielo de verano, con consecuencias nefastas para el resto del
clima (véase más arriba). La capa de hielo de Groenlandia también podría entrar en un estado de declive
irreversible.
Un aumento
de más de 1,5°C podría alterar irremediablemente la corriente del Golfo, con consecuencias desastrosas para la agricultura
y la biodiversidad. Con 2°C, las islas
pequeñas y las zonas costeras bajas de todo el mundo se inundarían.
“Con 1,5°C,
700 millones de personas estarían en riesgo de sufrir olas de calor extremas. A
2°C, habría 2.000 millones. Con 1,5°C, el 70% de los arrecifes de coral del
mundo morirán. A 2°C han desaparecido todos”, afirma Alok Sharma, presidente de la cumbre
climática de Glasgow.
Podemos considerar que 1,5°C es uno de esos umbrales del calentamiento global anteriormente mencionados. El último informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) afirma que cada fracción de grado cuenta. Cada décima de grado centígrado de calentamiento que podamos evitar hará que el planeta sea mucho más habitable para las generaciones futuras.
5. ¿Es demasiado tarde para detener el
calentamiento global?
Después de
cada informe del IPCC se escucha
que casi no queda tiempo para evitar una crisis climática. En agosto, el Secretario General de la ONU,
António Guterres, calificó el último informe del IPCC de «código rojo para la humanidad«.”.
Todavía no es demasiado tarde, pero el tiempo que
queda es muy corto. Según la
Organización Meteorológica Mundial (OMM), hay un 40% de posibilidades de que dentro de cinco años tengamos
ya una media anual superior a 1,5°C
por encima de los niveles preindustriales.
Para tener
una oportunidad de limitar el calentamiento global a 1,5ºC, tenemos “ocho años
para reducir casi a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero”,
según Inger Andersen, Directora Ejecutiva del
Programa de las Naciones Unidas para el
Medio Ambiente (Pnuma). “Ocho años
para elaborar planes, adoptar políticas, aplicarlas y, en definitiva, reducir
las emisiones. El tiempo corre.”
No en vano,
los científicos y los políticos llaman a la década de 2020 la década crucial
para el clima.
En otras
palabras, hay que poner toda la carne en
el asador y acelerar los esfuerzos actuales.
Para mantenerse por debajo de 1,5 °C, el
carbón, por ejemplo, tendrá que ser eliminado cinco veces más rápido que en
la actualidad. La reforestación tiene
que producirse tres veces más rápido, la financiación del clima tiene que
crecer 13 veces más rápido y la
intensidad energética de los edificios tiene que disminuir casi tres veces más
rápido que ahora. En los países
prósperos el consumo de carne de vacuno debe disminuir una vez y media más
rápido que ahora. Y así sucesivamente.
No es una
cuestión de falta de recursos o de tecnología para evitar una crisis climática.
Según el Papa, “la humanidad nunca ha tenido
tantos medios a su disposición para lograr este objetivo”. Es más bien una cuestión de voluntad política y mucho valor. Greta Thunberg lo expresa con fuerza: “Para que la Cop26 de Glasgow sea un éxito,
hace falta mucho. Pero sobre todo hace falta honestidad, solidaridad y coraje”.
6. ¿Qué hay que hacer para evitar una
crisis climática?
Según la Agencia Internacional de la Energía
(AIE), sabemos exactamente qué hacer. El reto
nunca se ha visto, ya que se ha hecho necesaria nada menos que una revolución
de nuestro sistema energético. Sin embargo, según la AIE, esta revolución es técnicamente factible y asequible (véase
más abajo).
Hay que
tener en cuenta que entre 1850 y 2000 el consumo de energía de la humanidad se
multiplicó por 15. En los
próximos 30 años, el 90% o más de la energía mundial
producida actualmente a partir de combustibles fósiles tendrá que ser
suministrada por fuentes alternativas. Se trata, sin duda, de una tarea
gigantesca.
Según la AIE, la electrificación basada en fuentes de energía renovables es el
núcleo del nuevo sistema energético. Para el transporte y ciertas aplicaciones
industriales, también se necesitan otras fuentes de energía, como el hidrógeno, la bioenergía o las centrales eléctricas de
combustibles fósiles que entierran sus residuos en lugar de emitirlos. La
energía nuclear también es recomendada por algunos, pero no es recomendable.iv
La
eliminación del carbón es urgente y esencial. Las emisiones de metano deben
reducirse sustancialmente a corto plazo.
Esto significa, entre otras cosas, que la agricultura
y el consumo de alimentos necesitan un serio reajuste. La revolución energética también implica
que la gran mayoría de las reservas de
combustibles fósiles deben permanecer bajo tierra.v Este será uno de los retos
más difíciles, pero es crucial. Además de la revolución energética, la
reforestación también será importante para frenar el calentamiento del clima.
La revolución energética tendrá que ser global. Lo que ocurra en los países en desarrollo será decisivo. Allí es donde la población crece más rápidamente y donde la demanda de energía es mayor. Esto significa que los países ricos deben poner a disposición recursos financieros y conocimientos tecnológicos para que estos países también puedan dar el salto a una economía sostenible.
7. ¿Es asequible y quién debe pagar?
Para lograr
las emisiones cero, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) calcula que se
necesitarán 4 billones de dólares anuales de
aquí a 2030, frente al billón actual. Estas
elevadas inversiones se verán compensadas en parte por unos costes de
explotación más bajos y, en algunos casos, pueden incluso generar importantes beneficios netos.
Aparte de la
miseria humana, el coste de la inacción es asombroso: se calcula que habrá 600 billones de dólares a finales
de siglo. En otras palabras, las pérdidas debidas a la degradación del clima superan con creces las inversiones necesarias
para evitarlas.
En la
ceremonia de apertura de la cumbre sobre el clima, el Primer Ministro
de Barbados señaló que
los bancos centrales han inyectado 25
billones de dólares en los mercados financieros desde la crisis financiera, incluido 9 billones en los últimos 18 meses para
luchar contra el Covid-19. Se pregunta por qué no se puede repetir eso para
combatir el calentamiento global.
“Si
hubiéramos utilizado esos 25 billones de dólares para comprar bonos para
financiar la transición energética, para la transición de la forma en que
comemos o cómo nos movemos en el transporte, ahora estaríamos alcanzando ese
límite de 1,5°C que es tan vital para nosotros.”
Pero ni
siquiera hay que buscar tan lejos. En la actualidad, se gastan 5 billones de dólares anuales en subvenciones
a los combustibles fósiles. Si dirigimos ese dinero hacia la tan necesaria
transición energética, el trabajo estará hecho.
Una cuestión
importante es quién debe pagar la factura. El movimiento de los chalecos
amarillos ha dejado claro que un plan climático sólo puede tener éxito si
se hace de forma equitativa. Hay que proteger a los vulnerables y los más
responsables deben soportar la mayor parte de la carga.vi Para Thomas Piketty, “no hay otra solución al
problema climático que una reducción muy fuerte
de la desigualdad”.
Según Al Gore, exvicepresidente de EE.UU., la
crisis climática
y la desigualdad en la sociedad deben
abordarse conjuntamente y se puede apuntar
a los ricos:
“Para cerrar
la brecha de emisiones para 2030, los gobiernos deben centrar sus acciones en
los contaminadores más ricos. (…) Esto incluye medidas para frenar el consumo
de carbono de lujo, como los megayates, los jets privados y los viajes
espaciales, así como las inversiones intensivas en clima, como la propiedad de
acciones en la industria de los combustibles fósiles”.
A escala
mundial, esto significa que los países del Norte tendrán que ayudar a los del
Sur. La AIE estima que
alrededor del 70% de los 4 billones de dólares
anuales de inversión deberían ir a parar a los países emergentes y en desarrollo. La cifra asciende a 2,8 billones de dólares, y está muy lejos de la
ayuda anual prometida de 100.000
millones, que aún no se ha alcanzado. Por lo tanto, será necesario un giro
completo en este ámbito.
8. ¿Qué importancia tiene la Cumbre de
Glasgow?
Las
expectativas de una cumbre sobre el clima suelen ser altas. Y con razón, porque está en juego nada menos que el futuro de
nuestro planeta. Sin embargo, estas
cumbres no suelen dar lugar a los avances esperados.
Esto se debe en parte a que el proceso de toma de decisiones en una cumbre climática de este tipo es muy complejo. Los contrastes entre los distintos actores son a veces muy grandes y, en ausencia de un gobierno mundial, no existe ninguna forma de exigibilidad. Además, muchos gobernantes negocian adentro de las posibilidades que les imponen los grandes grupos de capital de sus países. Por ejemplo, Estados Unidos no firma el pacto del carbón porque Biden necesita el apoyo en el Congreso de un senador patrocinado por la industria del carbón.
Dadas estas
circunstancias, es típico de estas cumbres que se hagan grandes promesas
retóricas, pero que se carezca de medidas
concretas para llevarlas a cabo, por no hablar de su cumplimiento. Desgraciadamente, ni siquiera es raro que
se utilice una cumbre sobre el clima para hacer un lavado verde.
Esta cumbre
no es una excepción. La promesa de detener la deforestación para 2030 es un buen ejemplo. Esta bonita promesa no es ni
obligada ni transparente, y carece de un
plan de financiación. Además, mientras tanto, la tala de árboles puede continuar a buen ritmo.
Algo similar
puede verse con las promesas de los grandes grupos financieros de invertir el
capital necesario en la transición energética. Si los firmantes no presentan planes creíbles y concretos a corto
plazo, esto huele más a lavado verde.
Según un inversor, los compromisos voluntarios no
resuelven el problema. Lo que se necesita es una regulación. Exactamente lo que esos grupos financieros
no quieren, por supuesto.
Lo
importante en una cumbre de este tipo es que se alcance algún tipo de consenso. Que se eviten divisiones o recriminaciones como
las de Copenhague
en 2009. Para esta cumbre, es
muy importante establecer una hoja de ruta clara que pueda
impedir de forma creíble que el mundo
supere los 1,5 °C.
La cuestión
es entonces cómo garantizar que esa hoja de ruta se haga realidad. La verdadera
lucha al respecto no se librará en dicha cumbre. Mientras los gobernantes sigan el camino los grandes grupos de capital, estas cumbres
seguirán limitándose a promesas vagas y no vinculantes y nuestro planeta estará
condenado.
Depende de
nosotros construir un equilibrio de poder diferente y obligar a los líderes del
gobierno y a la élite económica a tomar un rumbo diferente. Una actuación que no asegura los beneficios
de los grandes grupos de capital sino
los del planeta. Un rumbo que evite que la factura la pagaremos nosotros, la gente común.
Los jóvenes lo han entendido bien con sus huelgas
climáticas. Es fundamental que los trabajadores busquen
también formas de lucha que garanticen la supervivencia de nuestro planeta y lo
hagan de forma social.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario