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Sindicatos en Estados Unidos hoy No pocos esclavos apoyaron la esclavitud. No pocos asalariados apoyaron a millonarios poderosos como Herbst. En abril 2021 los trabajadores de Amazon en Alabama votaron (1798 a 738) contra el establecimiento de un sindicato, a pesar de sus paupérrimas condiciones de trabajo, lo que demuestra que los mitos nacionales (si los millonarios sufren, se acaba el mundo) son más fuertes que las necesidades personales. Una moraleja reproducida por asalariados y empresarios que venden en la calle se hizo viral entre los hispanos de Florida: “Los ricos madrugan como pobres y los pobres duermen como ricos”.
Pero hay otras razones: Amazon acosó a sus trabajadores de Alabama por email y con reuniones individuales para que votaran en contra. Práctica que luego llamó “educación”. La vieja tradición esclavista de educar a los de abajo para que apoyen los intereses de los de arriba. Según un proyecto de ley del nuevo gobierno, conocido como Protecting the Right to Organize, estas prácticas de acoso podrían ser penalizadas con 50.000 dólares. Una propina para Walmart o Amazon, pero algo es algo. Aun así, es probable que el partido Republicano lo boicotee en el senado.
Estamos
marchando a un escenario similar al de
la Segunda República española un siglo después. Por un lado, las organizaciones sindicales con
su utopía y, por el otro, la derecha nacionalista refugiada en
el pasado. Algún día, tal vez dentro de unas décadas, los historiadores verán nuestro tiempo como la culminación de un absurdo: un puñado de
familias acaparando casi toda la riqueza del mundo y defendida por el resto,
como los esclavos defendían a sus amos.
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Fuentes:
Rebelión - Imagen, Jeff
Bezos (dueño de Amazon), Warren Buffet y Elon Musk, tres de los hombres más
ricos que más han incrementado sus ganancias en la pandemia.
ESCLAVISTAS,
MILLONARIOS Y SINDICATOS EN EE.UU.
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Por Jorge Majfud | 01/11/2021 | EE.UU.
Fuente Rebelión martes 2 de noviembre
del 2021.
Al ser una crisis controlable (aunque
trágica) el Covid-19 no hizo colapsar el sistema global capitalista, pero envió
a cuidados intensivos a su hijo pródigo, el neoliberalismo.
El principio del egoísmo individual
como fórmula de la prosperidad colectiva
de Adam Smith (el dogma más perverso
de la historia moderna) ha sido puesto en cuestionamiento, sobre todo con la
lentísima aceptación del cambio climático. Al
igual que en la depresión de los años
30, en esta crisis los estados
confirmaron su rol de bomberos, no
por sus ejércitos sino por sus servicios sociales. La percepción positiva
de los sindicatos trepó veinte puntos en pocos años y la de los militares cayó del 70 en 2018 al 56%, aún antes del fiasco de Afganistán.
Al
igual que en los años 30, se comienza a
reconsiderar el rol de diferentes
organizaciones populares, como los demonizados sindicatos. Por un lado, se ha
alcanzado un mínimo histórico en el número de afiliados (11%; seis por ciento en el sector privado) y, por el otro, llegamos a un máximo (desde 1965) de percepción positiva del 68%, 20 puntos sobre la medición
anterior de 2009. Si consideramos el
grupo de jóvenes menores de 34 años, la
aprobación llega al 77%.
Durante esta pandemia, la fortuna de individuos como Jeff Bezos y Elon Musk se multiplicó, mientras el salario mínimo es el mismo desde 2010. Hoy Tesla vale casi tanto como la economía de Australia y Amazon más que toda Canadá. Pero no se puede inflar un globo por siempre. Los diversos estudios que confirman la existencia de una correlación entre sindicalizados y la brecha de ingresos entre los ricos y la clase trabajadora han germinado en la conciencia popular. Las nuevas generaciones serán culpadas de la decadencia hegemónica de Estados Unidos, pero su percepción es consecuencia de esa misma decadencia que los mantiene atrapados en deudas y falta de perspectivas (algo que también los profesores percibimos cada día en nuestros estudiantes).
La sobrevivencia de la
cultura esclavista
En 1865 los confederados del sur fueron
derrotados por los unionistas de Lincoln, pero, a partir de ahí, comenzaron a ganar múltiples batallas
políticas y culturales que persisten hasta hoy. No sólo sus generales fueron indultados por
intentar destruir el país; no solo lo regaron con monumentos a los racistas más
radicales de la historia, sino que consolidaron la vieja cultura de la impunidad de la extrema derecha y revirtieron
varios logros legales de los negros, de los mestizos y de los pobres con
las leyes Jim Crow, con golpes de estado cuando los negros ganaron elecciones, con políticas de segregación
y exclusión, con la creación
de guetos urbanos para negros a través del trazado de autopistas, y con la criminalización de negros y latinos a través de excusas, como la más reciente guerra contra
las drogas.
Pero hubo una herencia aún mayor en el
corazón ideológico del país. No sólo le arrancaron Texas y
el resto de los estados del Oeste a
México para reinstalar la esclavitud donde era ilegal, sino que aventureros como William Walker la legalizaron apenas se autonombraron presidentes de países como Nicaragua, u operaron en diversas “repúblicas bananeras” sin respetar
ninguna ley de las “razas inferiores”.
Luego, de forma deliberada, exportaron
el consumismo a su patio trasero para reemplazar la esclavitud legal por la esclavitud
asalariada.
Quienes eran minoría en Estados Unidos
lograron imponer un sistema electoral
que persiste hasta hoy para dominar la política en Washington. De la misma forma que esos poderosos esclavistas del sur expandieron la esclavitud por
generaciones en nombre de la civilización y la libertad,
luego de la Guerra Civil
impusieron la idea de que la libertad
y la prosperidad dependían de los empresarios millonarios. Amenazar su prosperidad era amenazar la prosperidad y la existencia de toda una
nación. La más reciente “Teoría del derrame” no
es otra cosa que la continuación de la teoría
del amo como benefactor de sus esclavos. La idea de que son los ricos
quienes crean empleo y no los trabajadores, no es otra cosa que la
continuación de la sacralización de los
amos y la demonización de los
esclavos, convertidos ahora en asalariados.
A dos décadas de la derrota de 1865, se
evitó recordar la masacre de Chicago
celebrando el “Día
de los trabajadores”; se lo reemplazó
con un día abstracto, el “Día del
trabajo”, justo cuando los sindicatos
de obreros eran fuertes en los estados
del norte. No por casualidad, cuando en 1935 F. D. Roosevelt promovió la Ley Wagner para apoyar a los sindicatos
en un Nuevo Contrato Social que
sacaría al país de su mayor crisis
económica, en los estados que
antes conformaron la Confederación casi
no hubo sindicalización.
En la historia nada se crea ni se
destruye completamente. Todo se transforma. El “Destino
manifiesto” se continuó con la retórica del liderazgo de “La raza/el mundo
libre”. La obsesión anglosajona de
tener todo bajo control, sobre todo a las razas
inferiores que no sabían gobernarse,
se continuó con la excusa de la guerra
contra el comunismo durante la Guerra Fría… y
más allá. El zar de la prensa William Hearst fue un millonario
progresista (mientras sus clientes fueron trabajadores) hasta que Franklin
Roosevelt promovió, con nuevas leyes, el derecho de los trabajadores a sindicalizarse.
Entonces se convirtió en el primer
McCarthy antes de la Guerra Fría.
Hearst fue uno de los inventores de
la prensa amarilla y de la Guerra contra España (junto con el venerado Pulitzer)
que les secuestró la revolución a los
cubanos en 1898. Tres décadas después, atendiendo a sus intereses económicos, lanzó una campaña mediática identificando a Roosevelt
y los sindicatos
con el comunismo, como antes se identificó a los negros con el caos y con una imaginaria violación colectiva de las hijas rubias. Su coqueteo con el nazismo (como el de tantos otros millonarios de este lado) tenía todo de
la tradición del Sur esclavista: la raza
superior, la clase dominante es la salvación de la civilización, la libertad y
el progreso.
Sindicatos en Estados Unidos hoy
No pocos esclavos apoyaron la esclavitud. No pocos asalariados
apoyaron a millonarios poderosos como Herbst. En abril 2021 los trabajadores de Amazon
en Alabama votaron (1798 a 738)
contra el establecimiento de un sindicato, a pesar de sus paupérrimas condiciones de trabajo, lo que demuestra que los mitos nacionales (si los millonarios sufren, se acaba el mundo) son más fuertes que
las necesidades personales. Una
moraleja reproducida por asalariados y
empresarios que venden en la calle se
hizo viral entre los hispanos de Florida: “Los ricos madrugan como pobres y los pobres duermen como
ricos”.
Pero
hay otras razones: Amazon acosó a sus trabajadores de Alabama por email y con
reuniones individuales para que votaran en contra. Práctica que luego llamó “educación”. La vieja
tradición esclavista de educar a los de abajo para que apoyen los intereses de los de arriba.
Según
un proyecto de ley del nuevo gobierno,
conocido como Protecting the Right to Organize,
estas prácticas de acoso podrían ser
penalizadas con 50.000 dólares. Una propina
para Walmart o Amazon, pero algo
es algo. Aun así, es probable que el partido
Republicano lo boicotee en el senado.
Estamos
marchando a un escenario similar al de
la Segunda República española un siglo después. Por un lado, las organizaciones sindicales con
su utopía y, por el otro, la derecha nacionalista refugiada en
el pasado. Algún día, tal vez dentro de unas décadas, los historiadores verán nuestro tiempo como la culminación de un absurdo: un puñado de
familias acaparando casi toda la riqueza del mundo y defendida por el resto,
como los esclavos defendían a sus amos.
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