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La mayoría socialista está entre dos barcos que
navegan en un océano muy agitado. Una parte centrista respalda al mandatario, la
otra no cesa de reclamar otra política. La
izquierda que llegó al poder con tantas ilusiones parece desahuciada, mareada
por el golpe y la amplitud no prevista de la crisis. El argumento de François Hollande consiste en decir que el control de
los déficit y la política de rigor que lo acompañan permitirán que la deuda de Francia (94 por ciento del
PIB) baje. Ello, sumado al retorno hipotético del crecimiento, le dejará a la
izquierda un margen importante para distribuir. Paguen primero, distribuimos
después. Daniel Cohn-Bendit, el líder del movimiento estudiantil que estalló
en Francia en mayo de 1968, encuentra que ese argumento es incongruente y
que la social democracia está “desamparada frente a la amplitud de la
crisis”. Según el ex eurodiputado
ecologista, “la globalización de la crisis económica, financiera y ecológica pone en tela de
juicio la idea tradicional del reparto de los beneficios y del crecimiento”.
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Hollande y Merkel, una alianza que disgusta al partido del presidente francés. Imagen: EFE.
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El PS francés
pide que Hollande deje a Merkel.
Los Socialistas
abandonaron la disciplina silenciosa, con un pronunciamiento inédito que pone
en aprietos al Presidente.
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En un documento, los
socialistas denuncian el rumbo actual de Europa bajo la batuta de la papisa del
liberalismo, la Canciller alemana Angela Merkel. También tildan de
“thatcheriano” al premier británico David Cameron.
Eduardo Febbro.
Desde París. Sábado 27 de abril del
2013.
El Partido
Socialista salió de su disciplina silenciosa para arremeter con una vehemencia
inédita contra a la canciller alemana Angela Merkel y empujar al presidente
François Hollande a “enfrentar a Merkel”. En un documento de 21 páginas
coordinado por el diputado Jean-Christophe Cambadélis, vicepresidente del
Partido Socialista Europeo (PSE), los socialistas denuncian el rumbo actual de
Europa bajo la batuta de la papisa del liberalismo del Viejo Continente, Angela
Merkel. El texto argumenta que “el proyecto comunitario está herido por una
alianza de circunstancia entre los acentos thatcherianos del primer ministro
británico –quien sólo concibe Europa como un menú y a bajo precio– y la
intransigencia egoísta de la canciller Merkel, la cual sólo piensa en los
ahorristas de Alemania, en la balanza comercial de Berlín y en su porvenir
electoral”.
El ataque frontal
interviene en pleno debate sobre el mantenimiento de la línea de rigor adoptada
por François Hollande e inmediatamente después de una intervención pública muy
dura del actual presidente de la Asamblea Nacional, el socialista Claude
Bartolone. El responsable se pronunció a favor de una “confrontación” con
Alemania para salir del círculo interminable del rigor. Las baterías políticas
de la izquierda del PS se pusieron en movimiento en momentos en que Francia
registró el nivel de desempleo más alto de la historia con 3.224.600 de
personas sin trabajo, un pico que superó la marca anterior de 1997. Toda el ala
izquierda del PS lleva varias semanas levantando la voz contra la inamovible
política de rigor y de control presupuestario asumida por Hollande. “La
seriedad presupuestaria, si mata el crecimiento, ya no es más seria. Es absurda
y peligrosa”, dijo Arnaud Montebourg, el actual ministro de la Reactivación
Productiva. La llamada “keine alternativa” empieza a agotar hasta los más
fieles allegados a Hollande. Sin embargo, el jefe de Estado repite que “no
cambiará” de política económica: rigor, rigor y austeridad matizados con
expresiones de dulce inspiración social demócrata. Pero la realidad no se
mueve. Las palabras van por un lado, los hechos por el otro: cada vez hay más
desempleados, más pobres y, desde luego, más ricos. “El presidente avanza
derecho contra el muro sin tocar bocina”, dice el diputado ecologista
Jean-Vincent Placé.
La mayoría
socialista está entre dos barcos que navegan en un océano muy agitado. Una
parte centrista respalda al mandatario, la otra no cesa de reclamar otra
política. La izquierda que llegó al poder con tantas ilusiones parece
desahuciada, mareada por el golpe y la amplitud no prevista de la crisis. El
argumento de François Hollande consiste en decir que el control de los déficit
y la política de rigor que lo acompañan permitirán que la deuda de Francia (94
por ciento del PIB) baje. Ello, sumado al retorno hipotético del crecimiento,
le dejará a la izquierda un margen importante para distribuir. Paguen primero,
distribuimos después. Daniel Cohn-Bendit, el líder del movimiento estudiantil
que estalló en Francia en mayo de 1968, encuentra que ese argumento es
incongruente y que la social democracia está “desamparada frente a la amplitud
de la crisis”. Según el ex eurodiputado ecologista, “la globalización de la
crisis económica, financiera y ecológica pone en tela de juicio la idea
tradicional del reparto de los beneficios y del crecimiento”.
La crisis, las
políticas de rigor y las incontables promesas electorales jamás cumplidas por
François Hollande acabaron por formar un nudo sin fin. El horizonte está
habitado por un discurso único y, como lo expresa muy bien Daniel Cohn-Bendit,
“la izquierda está desmoralizada”. Benoît Hamon, ministro de la Economía
Solidaria y representante del ala de izquierda moderada del PS, alega que “no
se puede vivir bajo esa tapa de plomo mantenida por la derecha alemana. El
ritmo impuesto al mantenimiento de una consolidación presupuestaria que nos confina
a la austeridad puede conducirnos a un camino sin salida”. Pero se vive así y
en plena impotencia. Ninguna línea se mueve. Cecile Duflot, ministra de la
Vivienda, asegura: “Debemos probar que la política actúa sobre la realidad”.
Por ahora actúa sin mejorarla. O sólo se mejora en Alemania. La izquierda
francesa terminó peleándose más consigo misma que con sus adversarios de la
derecha. Entre las alas izquierdas del PS, de donde son oriundos varios
ministros, el Frente de Izquierda de Jean-Luc Mélenchon, que se burla con una
sorna violenta del gobierno, y el centroderecha, que controla las carteras
esenciales del Ejecutivo, la polifonía es discordante. Y esa cacofonía es
extensiva a otros actores políticos y económicos.
Hace unos días, el
presidente de la Comisión Europea, José Miguel Barroso, el guardián de las
políticas de reducción de déficit, dijo que la “austeridad había llegado a sus
límites”. A principios de este año, Olivier Blanchard, el economista en jefe
del Fondo Monetario Internacional, reconoció que todo había salido al revés de
lo previsto: “en las economías desarrolladas, la fuerte consolidación fiscal
–reducción de déficit– fue a la par de un crecimiento más débil de lo
esperado”. Los resultados son catastróficos, pero nadie que esté en el poder se
aleja de esa línea. Recién ahora, después de estar casi un año en el gobierno,
el PS sacó su primera flecha: “Enfrentar democráticamente la derecha europea”.
En parte, en mayo, François Hollande
había sido electo con esa ilusión. Pero Angela Merkel manda siempre en el
tablero europeo.
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