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La derecha, en sus dos ramales colorado y liberal, ultraconservador uno e igual de reaccionario el otro, que además exhibe el título de usurpador de la voluntad popular desde hace nueve meses y medio, constituye una familia profundamente corrupta que, en más de un siglo, ha saqueado el país en forma inmisericorde, con la excepción de algunos períodos muy cortos, al frente de un Estado paquidérmico, desinteresado en los temas culturales que, deliberadamente, alimenta un alto grado de analfabetismo. En la campaña electoral, que está llegando a su fin, en el escalón inferior a esas dos fuerzas viejas, y con visible diferencia de comportamiento, se sitúa el reformismo, también con dos vertientes, el Frente Guasu, mejor estructurado y con sustento campesino, y Avanza País, de presencia urbana. Aunque, por mezquindades, llegan separadas a la lid electoral, en el conjunto de sus enunciados programáticos reflejan la línea política que aplicó el Gobierno de Fernando Lugo entre el 15 de agosto del 2008 y el pasado 22 de junio.
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Movilización del pueblo paraguayo, con el objetivo político de rescatar la Democracia seriamente afectada políticamente por el golpe de Estrado del Vice-presidente. Hoy un gobierno ilegal, golpista y testaferro de los poderes económicos tradicionales, los medios de comunicación internos.
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Rescatar la República
paraguaya.
Forjar una Nueva Democracia.
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Martes 9 de abril del 2013.
José
Antonio Vera (especial para ARGENPRESS.info)
El Paraguay, como país y como pueblo, atraviesa un
tiempo difícil, con un Gobierno usurpador e insensible ante los dramas
sociales, un Parlamento amoral y un Poder Judicial cómplice con toda esa
abyección, sin que los más generosos esfuerzos de análisis permitan visualizar
días mejores en el corto tiempo, a juzgar por el penoso espectáculo de la
campaña electoral para las generales del próximo domingo 21.
Empezando por la miserabilidad de los favoritos que
encabezan la puja para definir los nombres del nuevo titular del Ejecutivo y la
futura composición del Senado y Diputados, una bicameral inútil que paga
salarios y regalías superior al de muchas potencias, con 125 personas que
tienen la misión de legislar y sólo trabajan medio año un cuarto de ellos.
Con seis millones de ciudadanos y apenas la mitad
inscripto en el padrón electoral, este país tiene 80 Diputados y 45 Senadores.
Alemania, con 82 millones de habitantes, sólo 100, Estados Unidos, tan admirado
por los cavernícolas, tiene un Senador por Estado y Noruega, Suecia y
Dinamarca, entre los países de mejor bienestar, no tienen Cámara Alta, dado que
es un engendro en extinción en el mundo, mantenido en Paraguay solamente como
negociado de círculos familiares y partidarios.
La derecha, en sus dos ramales colorado y liberal,
ultraconservador uno e igual de reaccionario el otro, que además exhibe el
título de usurpador de la voluntad popular desde hace nueve meses y medio,
constituye una familia profundamente corrupta que, en más de un siglo, ha saqueado
el país en forma inmisericorde, con la excepción de algunos períodos muy
cortos, al frente de un Estado paquidérmico, desinteresado en los temas
culturales que, deliberadamente, alimenta un alto grado de analfabetismo.
En la campaña electoral, que está llegando a su
fin, en el escalón inferior a esas dos fuerzas viejas, y con visible diferencia
de comportamiento, se sitúa el reformismo, también con dos vertientes, el
Frente Guasu, mejor estructurado y con sustento campesino, y Avanza País, de
presencia urbana. Aunque, por mezquindades, llegan separadas a la lid
electoral, en el conjunto de sus enunciados programáticos reflejan la línea
política que aplicó el Gobierno de Fernando Lugo entre el 15 de agosto del 2008
y el pasado 22 de junio.
Lejos, atrás, vienen los restos del otrora poderoso
Partido Unace, del ex General y candidato presidencial Lino César Oviedo,
muerto semanas atrás en un accidente de helicóptero (su familia habla de
asesinato), así como el Partido Patria Querida, también en franca decadencia,
un rejuntado de empresarios que cinco años atrás había sentado presencia
política en base a cuatro o cinco parlamentarios que, en sus intervenciones, se
diferenciaban de la fauna colorada-liberal.
Rezagados, pero con pudor, llegarán a la meta las expresiones
que más podrían avecinarse a un pálido concepto de izquierda, el Movimiento
Kuña Pyrendá (que podría traducirse como senda o plataforma de la mujer),
encabezado por Lilian Soto y la experimentada dirigente campesina Maggi
Balbuena.
Soto, médico y Ministra de la Función Pública en el
Gobierno de Lugo, en su presencia frente a los canales de televisión, ha sacado
una clara ventaja conceptual a todos los demás presidenciables. De hablar claro
y directo, ha encarado con valentía la defensa de género, el ateísmo, la
homosexualidad, el aborto y la expropiación de las tierras malhabidas, entre
ocho a doce millones de hectáreas, “más del 80 por ciento del territorio más
fértil, secuestrado por el 3.0 por ciento de los habitantes del país”, con
numerosos latifundistas extranjeros, en una afrentosa monopolización.
Con lejanas similitudes, y aún más débiles, pelean
el Partido de los Trabajadores y el Partido Patria Libre, superando en
adherentes a los Partidos Humanista y Blanco.
Entre todos los emblemas en pugna, uno de los
fracasados es el Partido Demócrata Progresista, conducido por el matrimonio de
la parlamentaria Desirée Massi y Rafael Filizzola, primer Ministro del Interior
de Lugo y gestor en el 2008 de la contratación de agentes de Colombia y Estados
Unidos para combatir el narcotráfico y las organizaciones campesinas, los
movimientos populares y todo lo que sonara a “zurditos”.
Otros dos partidos, más bien hoy simples siglas,
que corren el riesgo de evaporación, son el Demócrata Cristiano y el Encuentro
Nacional, el primero presidido por Rolón Pose, quien fue Ministro de la
Vivienda con Lugo, de pésima actuación, y el segundo ha pasado, en una década,
de constituir una esperanza de alternativa popular, a un rótulo con ciertos
candidatos al parlamento que confiesan profundo odio a los pobres, a los negros
y a los musulmanes, partidarios de reformar la Constitución para incluir la
pena de muerte.
En los 200 años que esta nación ostenta la
definición de República, se registran dos períodos sustancialmente diferentes.
El primero arrancó en 1813 y murió en 1864, cuando la pérfida Inglaterra ordenó
a los gobiernos colonizados de Argentina, Brasil y Uruguay, que la invadieran y
destruyeran por el delito de ser un Estado Independiente, sin hambre ni analfabetos.
El genocidio duró hasta 1870 y la ocupación política y económica se extendió
muchos años más.
El segundo período, vigente hasta ahora, comenzó
una década después de la infame y desigual guerra, con la formación de los dos
partidos políticos que son los más poderosos aún, el Colorado y el Liberal, el
primero hechura brasileña y el segundo argentina, al punto que durante el medio
siglo que siguió al genocidio, casi todos sus caudillos fueron amaestrados en
centros civiles y militares de ambos países, reemplazados en las últimas ocho
décadas por Estados Unidos, en universidades y en su Escuela de las Américas.
De la gran herencia cultural, de justicia social y
honradez administrativa que legó a las futuras generaciones aquella República
que apenas duró medio siglo, no queda nada, sus ejemplares valores éticos y de
desarrollo social, han sido sepultados por el accionar de las cúpulas
colo-liberales que, con rarísimas excepciones, arrojan un balance abominable.
Si la historia noble no mantuviera viva la obra de
José Gaspar Rodríguez de Francia y de Carlos Antonio López y su hijo, el
Mariscal Francisco Solano López, inmolado por la Patria al final de la Guerra
de la Triple Alianza, podría pensarse que Paraguay nació predestinado para la
desgracia, para vivir rezagado en el concierto de naciones y para que la
mayoría de sus hijos vivan humillados por la exclusión social y aplastados por
la corrupción y la mediocridad de los aparatos politiqueros y de empresaurios
que manejan el Estado a su antojo.
Sin embargo, en abril del 2008, la elección de Lugo
a la Presidencia resultó un mensaje muy claro de que el pueblo quiere cambios y
ahora, en vísperas de las elecciones generales, aparecen síntomas muy visibles
de la decisión de ciertos sectores ciudadanos de impulsar una práctica política
nueva, buscando rescatar de las monstruosas entrañas del poder actual, la
ejemplar República
Independiente, Soberana y de justicia y equidad social que todos sus hijos
tienen derecho a gozar, en particular los más excluidos.
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