Somos un continente muy complejo, tenemos diferencias entre nosotros.
Tenemos el Caribe, Centroamérica, Sudamérica, el Cono Sur y demás. Son procesos de
integración que convergen. La CELAC
es muy importante porque nos incorpora a todos. Lo bonito también es que haya
países del ALBA que participen en UNASUR,
CELAC, PETROCARIBE O EL MERCOSUR. Todo esto empieza a moverse en un nuevo
sistema de integración, que a su vez tiene subsistemas. Pero lo determinante es que la integración vieja está siendo
sustituida por una nueva forma de integración. Claro, dentro del nuevo modelo
habrá distintos sistemas u opciones que responden a distintos procesos
históricos. El MERCOSUR tiene una
orientación marcadamente económica. El ALBA
surge más bien como un modelo político, que ahora tiene un desafío económico. UNASUR es una instancia política que
indudablemente ha jugado un papel importantísimo con el Consejo de Defensa Sudamericano o con su posición durante el
ataque colombiano a Ecuador, sin interferencias internacionales. Quedó muy
claro que América latina no volvería a aceptar una acción de este tipo. Fue
aislada la gente que quería convertir a Colombia en una suerte de nuevo Israel,
para atacar a todos los vecinos desde allí. Y qué casualidad, los vecinos eran
los del ALBA. Eso fue superado. El
papel que jugó UNASUR en Bolivia. Ese es un ejemplo de la nueva y la vieja
forma de integración. En el marco de la OEA,
si no te gustaba un gobierno porque era demasiado progresista, promovías una
oposición que tomaba acciones y generaba una situación de caos. Entonces venía
la OEA, les daba reconocimiento de parte y le decía al gobierno que tenía que
ponerse a negociar con la oposición. Mientras que en UNASUR, y el caso
de Bolivia es emblemático, bajo la presidencia pro tempore de Michelle Bachelet
se establece el compromiso de colaborar y ayudar al gobierno de Evo Morales.
Esa era la misión de UNASUR. Y allí no había partes. Había un gobierno y
unos sectores políticos que tienen los derechos que les da la Constitución.
Pero no eran partes políticas para una negociación, porque esos sectores
estaban tratando de desconocer la existencia del Estado. Incluso en esa
oportunidad la UNASUR tomó la
previsión de establecer mecanismos especiales para garantizar, por ejemplo, el
tránsito aéreo, porque ciertos sectores habían cortado vías para impedir que
los alimentos fluyeran del Oriente a Occidente. Que seas propietario de un
camión o que no te guste un gobierno no significa que vayas a generar una
crisis de escasez de producción por un interés político. La acción de UNASUR fue tomar todas las
acciones que le permitieran al gobierno boliviano restablecer la normalidad en
el tránsito de su país.
/////
“EL MUNDO
INTERAMERICANO YA NO
EXISTE, HOY
SE TRATA DE UN MUNDO
NUESTROAMERICANO”.
*****
Bernardo Álvarez, Secretario General de la
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América. (ALBA).
Álvarez destaca que el ALBA es más una alianza política con proyección
económica, en tanto que los otros organismos regionales como UNASUR Y CELAC
tienen un planteo más económico, sobre la base de la unidad respetando las
diferencias.
Página /12 lunes 16 de marzo del 2015.
Patricio
Porta .
Cuando en diciembre de 2004 el entonces
presidente venezolano Hugo Chávez
visitó a Fidel Castro en La Habana,
la creación de un bloque latinoamericano capaz de promover un modelo
alternativo al propuesto por Washington parecía una empresa idealista. Faltaba
un año para que Evo Morales llegara al poder en Bolivia y otro más para que
Rafael Correa fuera consagrado presidente de Ecuador.
Compuesto por doce países de América latina y
el Caribe, el bloque dinamizó economías complementarias y estrechó la cooperación.
“Se ha avanzado lo suficiente como para que con inteligencia y la gente
movilizada en la calle, no se retroceda. Para el ALBA, la integración es transformación”, evaluó Bernardo Álvarez, secretario general
del organismo, durante su reciente visita a Buenos Aires.
–¿Cuál es el balance que usted hace a diez
años de la creación de ALBA?
–El balance es más que positivo. Tenemos una
renovada integración latinoamericana. No sólo porque el ALBA se ha mantenido y ha crecido, sino porque ha sido también un
instrumento que permite la coordinación con UNASUR, CELAC Y PETROCARIBE. Además, hemos logrado que uno de los
ejes de nuestra propuesta, que es la inclusión social, sea un discurso que hoy
asume mucha gente. En un momento sólo nosotros hablábamos de la necesidad de
poner eje la inclusión, y ahora es un planteamiento que mucha gente acepta. Por
otro lado hemos mantenido la paz. Únicamente un mecanismo que permitiera la
inclusión social, el rescate de la soberanía y la construcción de un modelo
alternativo al neoliberalismo nos ha permitido seguir en paz. No tenemos la
menor duda de que si se aplicaba aquí el esquema del ALCA iríamos hacia sociedades profundamente fracturadas y hacia una
situación de gran presión social que hubiera producido una violencia social y
política.
–Pero en un primer momento fue una idea de
Cuba y Venezuela. Los demás países no parecían muy convencidos de que otro
modelo social y económico fuera viable.
–El logro particular del ALBA está en haber podido demostrar que había otra forma. Porque la
inclusión puede darse en un discurso, pero cuando se dice que se ha sacado del
analfabetismo a cinco millones de personas, que se les ha mejorado la vista a
casi dos millones y que se han graduado miles de médicos comunitarios que hoy
están en el altiplano boliviano, en las selvas venezolanas, en los barrios
pobres de Ecuador, de Haití y de Centroamérica, es todo un logro. Es algo
concreto. La agenda social la llevamos adelante. Se pueden resolver en una
generación problemas sociales importantísimos, como el analfabetismo, o la
visión en la Misión Milagro. O que tengamos el número de médicos que requerimos
para que la gente tenga atención en salud. Y un programa que es muy bello, que
es para los discapacitados. En nuestro país la situación del neoliberalismo era
tan grande que los que no estaban bien debían resignarse. Entonces se fue a
buscar a todos los discapacitados casa por casa y se identificó más de un
millón. Se determinaron sus dolencias y sus problemas para atenderlos, para
recibir rehabilitación, una silla de ruedas o una atención especial. Creo que
es un profundo acto de amor y es la expresión del compromiso con la inclusión.
No olvidar a los que tienen problemas graves. Buscarlos y atenderlos.
–Al poco tiempo de su creación, el ALBA vio
nacer otros bloques regionales como UNASUR Y CELAC. ¿Cómo es la relación con
esos organismos?
–Que la CELAC
exista es un gran logro. Con el ALBA
no compite una organización que sea más progresista en lo social. Hay una
convicción en que los esfuerzos sociales que se han hecho son inéditos en
América latina. Desde el punto de vista político, siempre estuvimos en función
de lograr una integración. Desde el principio planteamos que queríamos un
mecanismo de integración que permitiera a los latinoamericanos y caribeños
estar juntos sin invitados o fuerzas externas no queridas. Eso lo logramos con
la CELAC. Este es un proceso
complejo. Estamos saliendo de un viejo mundo y entrando en otro nuevo. Y a
veces mientras muere el viejo está naciendo el otro. Por ejemplo, la visión
interamericana, que era básicamente la relación política de Estados Unidos con
la región, está hoy en crisis. El mundo interamericano ya no existe. Más bien
hoy se trata de un mundo “nuestroamericano”,
por decirlo de alguna manera. No significa que no haya OEA y que los países no participen. Pero indudablemente hay nuevas
organizaciones que están expresando esa nueva realidad. Incluso la propia OEA tiende a cambiar porque se da
cuenta de que es un espacio distinto.
–¿Piensa que una integración real es posible
en un continente tan diverso?
–Somos un continente muy complejo, tenemos
diferencias entre nosotros. Tenemos el Caribe, Centroamérica, Sudamérica, el
Cono Sur y demás. Son procesos de integración que convergen. La CELAC es muy importante porque nos
incorpora a todos. Lo bonito también es que haya países del ALBA que participen
en UNASUR, CELAC, PETROCARIBE O EL
MERCOSUR. Todo esto empieza a moverse en un nuevo sistema de integración,
que a su vez tiene subsistemas. Pero lo determinante es que la integración
vieja está siendo sustituida por una nueva forma de integración. Claro, dentro
del nuevo modelo habrá distintos sistemas u opciones que responden a distintos
procesos históricos. El MERCOSUR
tiene una orientación marcadamente económica. El ALBA surge más bien como un modelo político, que ahora tiene un
desafío económico. UNASUR es una
instancia política que indudablemente ha jugado un papel importantísimo con el
Consejo de Defensa Sudamericano o con su posición durante el ataque colombiano
a Ecuador, sin interferencias internacionales. Quedó muy claro que América
latina no volvería a aceptar una acción de este tipo. Fue aislada la gente que
quería convertir a Colombia en una suerte de nuevo Israel, para atacar a todos
los vecinos desde allí. Y qué casualidad, los vecinos eran los del ALBA. Eso fue superado. El papel que
jugó UNASUR en Bolivia. Ese es un
ejemplo de la nueva y la vieja forma de integración. En el marco de la OEA, si no te gustaba un gobierno
porque era demasiado progresista, promovías una oposición que tomaba acciones y
generaba una situación de caos. Entonces venía la OEA, les daba reconocimiento
de parte y le decía al gobierno que tenía que ponerse a negociar con la
oposición. Mientras que en UNASUR, y
el caso de Bolivia es emblemático, bajo la presidencia pro tempore de Michelle
Bachelet se establece el compromiso de colaborar y ayudar al gobierno de Evo
Morales. Esa era la misión de UNASUR.
Y allí no había partes. Había un gobierno y unos sectores políticos que tienen
los derechos que les da la Constitución. Pero no eran partes políticas para una
negociación, porque esos sectores estaban tratando de desconocer la existencia
del Estado. Incluso en esa oportunidad la UNASUR
tomó la previsión de establecer mecanismos especiales para garantizar, por
ejemplo, el tránsito aéreo, porque ciertos sectores habían cortado vías para
impedir que los alimentos fluyeran del Oriente a Occidente. Que seas
propietario de un camión o que no te guste un gobierno no significa que vayas a
generar una crisis de escasez de producción por un interés político. La acción
de UNASUR fue tomar todas las
acciones que le permitieran al gobierno boliviano restablecer la normalidad en
el tránsito de su país.
–¿Qué significó la creación del ALBA para los
países que lo integran?
–Nunca habíamos tenido los medios para
expresar nuestras propias ideas. Desde el ALBA respetamos los otros mecanismos
de integración, pero creemos que tiene que haber una revolución, entendida como
un proceso de transformación profunda. El
presidente Chávez decía medio en broma: “Hay que esperar a ver si hay una
contrarrevolución. Si la hay, es porque entonces ha comenzado la revolución”.
Si no hay una contrarrevolución significa que no se está avanzando todo lo que
se puede avanzar. No podemos pensar en una sociedad distinta si tenemos el
mismo Estado. Un Estado que responda a las condiciones históricas, sociales y
económicas. Ese es uno de los desafíos del futuro: cómo construir una nueva
institucionalidad. Está bien, el marco institucional existente nos puede
permitir avanzar. De hecho nos permitió sobrevivir cuando se buscó la
inconstitucionalidad para acabar con los movimientos sociales. Pero ya hemos
conquistado cosas y debemos generar otro espacio para no retroceder.
–¿Cree que ha habido una mayor
democratización en los países del ALBA?
–La visión de la democracia representativa y
la de la participativa son un factor clave. Indudablemente los nuevos modelos
de integración implican una revolución de la participación. Primero hubo un
rescate de lo público, de la política. Y después una promoción de la
participación. En el modelo anterior era lo contrario. Eran democracias de
elite donde se limitaba la participación y era preferible hasta que hubiese una
suerte de antipolítica, que la gente no se interesara mucho en eso, y que les
dejara la política a los partidos y a los dirigentes políticos. Esa era una
democracia boba. Ahora pasamos a una democracia que abrió los canales. Es
decir, rescató la política y promovió la participación. Antes, mucha
participación era sinónimo de inestabilidad. Hemos cambiado eso y ahora la
participación es garantía de estabilidad.
–Usted habla de un viejo y un nuevo orden. El
ALBA vino a hacerle frente al ALCA, pero ahora surgen nuevos bloques como la
Alianza del Pacífico. ¿Considera que es un resurgimiento del ALCA por otras
vías?
–Los modelos siempre expresan fuerzas
políticas distintas. Lo que nosotros hemos planteado es el avance de un modelo
de integración subregional que respete la diversidad. Pero hemos puesto sobre
la mesa que había que rescatar lo público y que los modelos de integración no
podían estar basados exclusivamente en los intereses económicos
transnacionales. Por ejemplo, los sistemas fiscales de los recursos naturales.
¿Cuál ha sido siempre el objetivo de las grandes potencias sobre nuestros
países? El control de los recursos naturales. En Venezuela se logró una
transformación y una recuperación de la soberanía sobre los recursos naturales.
Había otros sectores que nos atacaban porque decían que los recursos naturales
debían estar ahí para que las inversiones pudieran acceder a ellos. Sí, estamos
de acuerdo, pero previamente tiene que haber una negociación con el Estado, que
debe determinar hasta dónde y cuándo quiere llegar con esa inversión. Entonces
todos los países comenzaron a ver el ejemplo de Venezuela y a modificar sus
propias leyes fiscales. Y hoy en día uno de los elementos en UNASUR es tener una política conjunta
sobre los recursos naturales, incluyendo países como Colombia. Siempre van a
surgir otros planteamientos, como la Alianza del Pacífico. Hasta ahora ellos
han tenido una visión económica que se respeta, porque es algo propio de los
países, pero pertenecen a la CELAC.
Tienen una serie de compromisos dentro de la CELAC.
–¿Cómo se acomodó Estados Unidos a esta mayor
integración de los países latinoamericanos?
–El tema de Estados Unidos es como la miopía.
Es como creer que el problema son los lentes, que lo que molesta es la luz.
Hasta que llegas al médico y te dice: “Lo siento, el problema no es la luz,
sino que necesitas corregir tu visión”. Es difícil a veces que esos grandes
poderes entiendan que tienen que corregir su visión. Siempre piensan que las
cosas son como ellos quieren, o no son. Creo que han sido sorprendidos por lo
que ha ocurrido en América latina. Porque pensaron que lo de Chávez era un accidente y que una vez
que eso pasara eso no volvería a ocurrir. Y no fue un accidente. Claro, era un
líder que había surgido en un momento muy particular, con una visión y plan que
llevó adelante. Pero era una expresión de transformación que había en todo el
continente. Ahora estamos en un momento en el que va a ser muy interesante ver
cómo Estados Unidos enfoca y lee la realidad latinoamericana. Un tema clave es
el embargo a Cuba. . Eso mismo
querían hacer con nosotros: mantenernos en una Guerra Fría permanente.
Utilizaron a Cuba para eso, y
después quisieron utilizar a Venezuela. Pero esta integración impidió que esa
Guerra Fría existiera. Y hoy en día los gobiernos se entienden todos. Tanto los
gobiernos progresistas como aquellos que tienen una visión política e
ideológica distinta. Pero ya no vamos a aceptar el mecanismo anterior de jugar
siempre a la división entre nosotros. Por eso lo que pasó en el ALBA es
importante.
–¿Quiere decir que el ALBA facilitó el
nacimiento de Unasur?
–Las transformaciones del ALBA, que se dan en tres países
fundamentales, como Venezuela, Ecuador y Bolivia, han sido elementos
determinantes para que surgiera UNASUR
y para que hubiera unión sudamericana. No podríamos pensar en CELAC sin unión sudamericana.
–¿Por qué algunos países, como Honduras,
abandonaron el bloque?
–Eso formó parte de una estrategia diseñada
para tratar de pegarle al ALBA por los eslabones más débiles. El caso de
Honduras es emblemático por la doble moral del aparato mediático y político. Al
presidente Zelaya le dieron un golpe militar y no pudo o no quiso hacer nada.
El Congreso de Estados Unidos presionó a la administración de Obama para que
mantuviera una línea dura contra Zelaya. Lo que genera tristeza es que la
excusa era que había que salir de Zelaya porque era un dictador en potencia.
Pero cuando uno ve la realidad, se da cuenta de que Zelaya no tenía las fuerzas
armadas, ni la Corte Suprema, ni el Congreso, ni los medios ni los empresarios.
¿Qué poder acumuló entonces el señor Zelaya? Fue una idea clara de golpear a
estos eslabones más débiles. Luego tenemos el caso de Paraguay. La situación es
dinámica y eso se ha restablecido en cierta medida. Pero fue muy obvia para
todo el mundo la doble moral norteamericana y de estos sectores de la derecha.
Esto brindó mucha conciencia, mucha alerta a todos nosotros: estos sectores de
la derecha en nuestros países y en Estados Unidos siempre van a tener un plan
para desestabilizarnos. Lo mismo ocurrió con la muerte del presidente Chávez.
–Más allá de los casos de Zelaya y Lugo,
también hubo intentos serios por derrocar a Evo Morales, a Correa y a Maduro.
¿Las considera advertencias?
–Pienso que esas cosas son como un bumerán,
que más bien se te revierte. Creo que ha habido mucha molestia. Fue demasiado
obvio. ¿Cuál fue la justificación para darle ese golpe a Zelaya? ¿Dónde estaba
el poder que había acumulado? Ellos quisieron presentarlo como una advertencia,
pero se vio como algo desproporcionado debido a esa doble moral. Eso hizo que
la gente reaccionara.
–Evo Morales ganó las últimas elecciones con
un porcentaje muy alto. Correa se encamina a un tercer mandato. El modelo
boliviano y el ecuatoriano son muy exitosos. ¿Por qué en Venezuela, el otro
país de gran peso dentro del ALBA, hay en cambio una crisis recurrente en
términos políticos y económicos?
–Ellos nunca han dejado de hostigar a
Venezuela. De manera más abierta, menos abierta; más violenta, menos violenta.
Ni un solo día: pretensión de sanciones en el Congreso norteamericano, en las
cortes internacionales, promoción directa y abierta de la conspiración de lo
sectores de extrema derecha. Ellos interpretaron que la salida del presidente Chávez era un momento de debilidad que
permitiría retomar el plan de la conspiración y de la desestabilización y
hacerlo vivir. Venezuela vivió unos procesos muy complejos y complicados con la
muerte del presidente Chávez. Aquí
el presidente Kirchner muere cuando no estaba en el gobierno. El presidente
Chávez muere estando en el gobierno y cuando acaba de ganar unas elecciones de
manera contundente. Creo que aprovecharon esa situación para generar esta
arremetida, que fue muy fuerte. En el estado de Táchira, fronterizo con
Colombia, y con apoyo de muchísimas fuerzas de la derecha colombiana, donde
está demostrada la mano del ex presiente Alvaro Uribe y de otros sectores de la
extrema derecha latinoamericana y americana, lograron establecer una situación
de mucha angustia. Una situación terrible. Plantearon hasta elementos
secesionistas sin ninguna razón.
–Pero los intentos de desestabilización no
dejaron de acosar a Chávez, incluso desde el golpe de 2002. En todo caso se
intensificaron con su muerte.
–Eso venía desde que el presidente Maduro
había ganado las elecciones, cuando hubo varios muertos del lado chavista a
manos de la oposición. Políticamente se ha logrado restablecer la situación.
Pero no es sencillo, porque ha habido una situación económica muy difícil. En
medio de esta conspiración política se ha afectado muchísimo a la economía. El
caso del contrabando es un ejemplo. De eso se ha ido saliendo también. Cuando
el presidente falleció, se lanzaron con todo y se jugaron todas las cartas. La
ventaja de esos procesos es que se devela rápidamente la intencionalidad. Por
lo menos eso permite ver quién es quién y qué es lo que buscan. Ahorita hay una
oposición muy dividida. La gran contradicción es que nunca han podido presentar
un proyecto alternativo más allá de salir de Chávez. Y ahora Chávez ya no está.
–El secretario de la UNASUR, Ernesto Samper,
manifestó recientemente que la salida a la crisis en Venezuela es un “gran
pacto social”. Sin embargo, el presidente Maduro había convocado meses atrás a
los sectores opositores a un diálogo abierto. ¿Por qué cree que esa vez no
funcionó?
–El presidente Maduro es un hombre de mucho
diálogo y de mucha experiencia política. Fue presidente de la Asamblea Nacional
–Parlamento– muchos años y canciller. El hizo un gran esfuerzo. No sólo convocó
al sector político, sino que también propuso un diálogo a todos los sectores
sociales y económicos. A raíz de la ofensiva económica, que se ha llamado
“guerra económica”, convocó a todos aquellos sectores para decirles que había
un claro intento de desestabilizar al gobierno. El problema es que hay sectores
que no quieren dialogar, porque para ellos significa dejar de lado la agenda
desestabilizadora. Ellos siguen pensando que la forma de lograr una
modificación en el país es a través de un proceso de desestabilización. Su
expresión más grande fue en febrero pasado, cuando después de haber ganado
algunas alcaldías, que les habían dado la posibilidad de desarrollar una fuerza
política, transformaron ese relativo éxito electoral en un esfuerzo de
desestabilización. Eso está totalmente documentado: las conexiones con la
derecha colombiana, con la derecha centroamericana.
–¿Ve en otras partes del mundo procesos como
el que se desarrolla en América latina?
–Peligros hay. Desafíos hay. No es fácil
desmontar las viejas estructuras. Hay que acercarse a la realidad. Un ejemplo
interesante es el movimiento Podemos en España, que un una última encuesta se
encuentra por encima del Partido Popular. Una organización con un manejo
impecable de los medios y un mensaje sencillo: aquí hay una casta y lo que ha
hecho el sistema político es defender a esa casta.
–¿Por qué decidió conmemorar los diez años
del ALBA en Argentina?
–Aquí hay que hacerle un homenaje al
presidente Néstor Kirchner y a lo que significó la cumbre de Mar del Plata.
Aquí hay algunos antecedentes. El presidente Chávez planteó el ALBA
por primera vez en 2001 en la Conferencia de Estados del Caribe. En 2003,
Kirchner y Lula firman el Consenso de Buenos Aires, donde ya marcaron el
camino. En 2004, Chávez y Fidel
firman la declaración conjunta. En 2005 se produce la derrota del ALCA en Mar del Plata. El ALBA nació, de alguna manera, o al
menos sus alas se fortalecieron en Mar del Plata. Después vino UNASUR. Y más tarde la CELAC. Son un conjunto de sucesiones
que nos llevan a ver la nueva realidad, la nueva integración. El ALBA nace en el 2004, pero quien le da las alas es Mar del Plata.
*****
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