SUSAN GEORGE.- “MEDIO CENTENAR DE POTENTADOS IMPONEN LAS
LEYES ECONÓMICAS DE LA UNIÓN EUROPEA”.
A punto
de cumplir 81 años, la portaestandarte de la lucha contra el imperio global de
las grandes multinacionales ha partido en una nueva campaña contra el TTIP, el
tratado de libre comercio transatlántico que denuncia como "un
golpe de fuerza geopolítico" que supone "una auténtica emergencia"
Nadie
como ella nos ha alertado del peligro de la globalización económica, ni nadie
nos advirtió antes: desde que publicase el primer Informe Lugano, justo antes de iniciarse el siglo XXI, Susan
George (Akron, Ohio, 1934) es la referencia imprescindible para todos los
altermundialistas y la portaestandarte de la lucha contra el imperio planetario
de las grandes corporaciones y las instituciones financieras internacionales.
Doctora
en Ciencias Políticas, licenciada en Filosofía por la Sorbona y en Lengua
Francesa por el Smith College, en realidad es y siempre ha sido una activista
en favor de la justicia social, una escritora prolífica sobre el subdesarrollo
impuesto al Tercer Mundo y una militante incansable contra las políticas del
Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y las superpotencias.
Cumplirá 81 años dentro de tres meses, pero sigue presidiendo
el Transnational Institute de Amsterdam, es presidenta de honor de ATTAC
Francia y está en plena gira mundial para presentar su última obra: Los usurpadores: cómo
las empresas transnacionales toman el poder
(Icaria Antrazyt).
“No hay que cambiar el tratado con EE.UU., hay que
librarnos de él, porque es peligrosísimo”.
Susan George,
presidenta del Transnational Institute de Amsterdam, presenta un libro en el
que desgrana las claves de este acuerdo clandestino. Llama a luchar contra él,
a ponerlo a la luz para que este "tratado vampiro" se seque y muera.
MADRID.- Es una de las voces
más reconocidas en la materia, una de las más críticas con el Tratado de Libre
Comercio que Bruselas y Washington negocian con sigilo, y una de las que
resuenan con más fuerza cuando denuncia los múltiples peligros del acuerdo. A
sus 80 años, Susan George es también un icono de la lucha contra la
globalización y la denuncia del poder casi ilimitado de las multinacionales,
y este martes ha pedido a los ciudadanos que se conviertan en embajadores
contra el tratado. "No para cambiarlo ni reformarlo, sino para librarnos
de él, porque cada uno de sus fragmentos es peligrosísimo".
"Todo el mundo tiene motivos para odiar el tratado", asegura George, que describe el 'Transantlantic Trade and Investment Partnership' (TTIP) como "una carta de libertades para el sector corporativo", e insiste en que no está defendiendo ninguna "teoría de la conspiración", sino que simplemente está poniendo encima de la mesa que las empresas "tienen intereses" y los defienden a capa y espada.
"Todo el mundo tiene motivos para odiar el tratado", asegura George, que describe el 'Transantlantic Trade and Investment Partnership' (TTIP) como "una carta de libertades para el sector corporativo", e insiste en que no está defendiendo ninguna "teoría de la conspiración", sino que simplemente está poniendo encima de la mesa que las empresas "tienen intereses" y los defienden a capa y espada.
Un Informe de la EUROCÁMARA denuncia que el secretismo
del TTIP impide evaluar su futuro impacto.
El proceso de negociación
ha sido muy reservado y se ha ofrecido al público muy poco conocimiento, por lo
que las incertezas sobre los efectos del TTIP son muchas”, reza.
BRUSELAS.- “La
falta de transparencia en las negociaciones en combinación con las incertezas
sobre los resultados previstos [por parte de la UE] supone una brecha de
información en torno a los impactos del TTIP [el acuerdo comercial con Estados
Unidos]. El proceso de negociación, aparte de algunos pocos documentos
filtrados y otros donde la UE fija su posición, ha sido muy reservado y se
ha ofrecido al público muy poco conocimiento [del proceso]. Esto crea una
situación donde muchos resultados son posibles y en la que es incierta qué
posición mantiene la Comisión sobre ciertos asuntos. [Por lo tanto,] hay muchas
incertezas sobre los efectos del TTIP”. Así de rotundo es un informe encargado
por el Parlamento Europeo sobre los efectos del tratado comercial con Estados
Unidos.
En la UE se perderán 600.000 empleos por el Tratado
comercial con EE.UU.
Un
estudio presentado en el Parlamento Europeo prevé en Europa pérdidas de empleo,
capacidad económica, salarios y hasta en exportaciones por el polémico acuerdo
que Bruselas y Washington negocian a puerta cerrada.
BRUSELAS.-
El TTIP supondrá en Europa la destrucción de 600.000 empleos en una década, 90.000
de ellos en los países del sur, la caída del PIB -de hasta el 2% en el
norte de Europa-, pérdida en el poder adquisitivo de las familias -5.500 euros
al año por trabajador en Francia- y, por tanto, un descenso en la recaudación
de los Estados de hasta el 0,64% del PIB en el caso de Francia, a menudo el
país más perjudicado.
Éstos son
los datos que ha arroja el estudio de impacto sobre el acuerdo comercial y
financiero entre la UE y Estados Unidos realizado por el economista Jeronim
Capaldo, de la Universidad de Tufts, en Boston, y de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT). El documento ha sido presentado este
jueves en una serie de conferencias sobre el polémico TTIP (Transatlantic
Trade and Investment Partnership) organizadas por el grupo de la Izquierda
Unitaria Europea (GUE/NGL) en la sede de Parlamento Europeo de Bruselas.
La plataforma contra el
TTIP ha protestado a las puertas del Euskalduna por lo que consideran "una
imposición de la Troika y sus afines, que nos abocan al paro, al
empobrecimiento, y a la pérdida de derechos y libertades". Varios miembros de la plataforma han sido
desalojados de la sala tras desplegar una bandera de Grecia y una ikurriña
durante la intervención de Katainen.
El Tratado Comercial con Washington puede abrir la
puerta al “fracking” en Europa.
Mariano González Tejada, de
Ecologistas en Acción, defiende ante el Parlamento Europeo que el Tratado de
Libre Comercio con Estados Unidos debe impulsar un modelo económico y energético
verdaderamente sostenible.
BRUSELAS.- La UE ve en el Tratado de
Libre Comercio (TTIP, en inglés) que desde 2013 negocia con Estados Unidos una oportunidad
para sacar tajada del sector energético y para reducir su dependencia
energética de Rusia, de modo que pueda recurrir a los combustibles
estadounidenses, especialmente el gas y el petróleo procedentes del fracking
y de las arenas bituminosas. Sin embargo, estas prácticas no evitarán la
reducción de emisiones de gases de efecto invernadero ni supondrán un modelo
energético más sostenible, sin contar con que con ese telón de fondo el TTIP
podría abrir la puerta a que las multinacionales norteamericanas demanden
en Europa a los Estados que traten de vetar el fracking, como ya ha
ocurrido en Canadá.
SUSAN GEORGE: “EL TTIP DEJARÍA A LOS GOBIERNOS, A LOS
PUEBLOS, a merced de los intereses de las grandes compañías multinacionales”.
*** **
Carlos Enrique Bayo (España)
Público.es jueves 26 de marzo del
2015.
A
punto de cumplir 81 años, la portaestandarte de la lucha contra el imperio
global de las grandes multinacionales ha partido en una nueva campaña contra el
TTIP, el tratado de libre comercio transatlántico que denuncia como “un golpe
de fuerza geopolítico” que supone “una auténtica emergencia”
Nadie
como ella nos ha alertado del peligro de la globalización económica, ni nadie
nos advirtió antes: desde que publicase el primer Informe Lugano, justo antes de iniciarse el siglo
XXI, Susan George (Akron, Ohio, 1934) es la referencia imprescindible
para todos los altermundialistas y la portaestandarte de la lucha contra el
imperio planetario de las grandes corporaciones y las instituciones financieras
internacionales.
Doctora
en Ciencias Políticas, licenciada en Filosofía por la Sorbona y en Lengua
Francesa por el Smith College, en realidad es y siempre ha sido una activista
en favor de la justicia social, una escritora prolífica sobre el subdesarrollo
impuesto al Tercer Mundo y una militante incansable contra las políticas del
Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y las superpotencias.
Cumplirá 81 años dentro de tres meses, pero sigue presidiendo
el Transnational Institute de Amsterdam, es presidenta de honor de ATTAC
Francia y está en plena gira mundial para presentar su última obra: Los usurpadores: cómo las empresas transnacionales toman el
poder (Icaria Antrazyt).
Porque
ahora está en la gran batalla de su larga vida: impedir que se instaure
el Transantlantic Trade and Investment Partnership (TTIP), al que califica
de “peligrosísimo coup de force geopolítico a nivel global” porque dejaría a los gobiernos, a los
pueblos, a merced de los intereses de las grandes compañías multinacionales.
La
planificación de este intento de obtener una hegemonía comercial planetaria
comienza, asegura usted en su libro, hace más de 20 años con la Mesa Redonda Europea de Industriales (ERT),
fundada en 1983 por 18 directores ejecutivos de grandes transnacionales
europeas…
Sí,
ahora ya está formada por los presidentes de 50 grandes multinacionales
europeas, que controlan una facturación de 1,3 billones de euros [más que el
PIB de España] y están literalmente redactando la legislación económica de
Europa; les dicen a los gobiernos y a la propia Comisión Europea qué es lo que
tienen que hacer. Ellos redactaron el Tratado de Lisboa, la política de la UE
sobre competencia, y luego van a los gobiernos de sus países y les venden esa legislación. Es gente
que tiene un poder tremendo detrás del escenario. Como dijo Peter Sutherland
[excomisario de la UE y exdirector de la OMC, de la BP y de Goldman Sachs] “son
más que un lobby porque cada uno de ellos tiene acceso a las más altas esferas
del Gobierno”.
Igual
que Business Europe [la patronal europea formada por las patronales de 33
países], donde también están muchos de ellos y que tiene una inmensa influencia
sobre la Comisión Europea. Ahí se reúnen todos, incluida la CEOE española, la
MEDEF [Mouvement des Entreprises de France] y todas las demás.
Y
este complot…
¡No
es un complot! No quiero sugerir que existe una conspiración.
Pero
es un plan premeditado…
Sí,
un plan premeditado a muy largo plazo para imponer sus intereses.
…en
el que participan políticos y gobernantes de uno a otro lado del espectro, de
los socialdemócratas a los conservadores.
Quizás
algunos de esos políticos no se dan cuenta de ello, o quizá los movimientos
sociales y ciudadanos no han hecho su trabajo; o la política se ha complicado
tanto que es muy difícil para las ONG hacer frente a todas las amenazas y
desafíos.
Pero
las organizaciones sociales sí están ahora movilizadas contra el TTIP…
Sí,
y eso es fantástico, porque se trata de una auténtica emergencia.
…incluso
en EEUU.
Sí,
también en EEUU.
¿Y
los promotores del TTIP no se dan cuenta de que todo ese secretismo con el que ocultan
los detalles de la negociación en realidad está alimentando esa oposición
ciudadana al tratado?
Bueno,
eso nos favorece. Pero cuando le planteas ese argumento a los de la Comisión,
contestan: “Cuando estás jugando al póker, no enseñas las cartas a los otros
jugadores”.
Pero
entonces están admitiendo que están jugando al póker, no negociando en
beneficio de los ciudadanos…
Pascal
Lamy nos hacía ese mismo argumento cuando estaban negociando el GATT [Tratado
General sobre Aranceles y Comercio] o hablaban de la Organización Mundial de
Comercio en Cancún. Christine Lagarde era la más sincera de todos ellos, nos
decía: esto es todo lo que os puedo contar, y no puedo contaros más allá. Yo la
respeto. Cuando fue nombrada ministra de Comercio y empezó a negociar, en sólo
dos semanas se había hecho con el dominio de todo el dossier que nosotros
llevábamos años estudiando. Y ahora que está al frente del Fondo Monetario
Internacional resulta que el mejor de los tres integrantes de la Troika es
precisamente el FMI, que ya ha producido tres informes, uno elaborado por
Blanchard [Olivier, economista jefe del FMI] y otro en el que participa, que
demuestran que las políticas de austeridad no funcionan.
No
entiendo cómo los gobiernos no actúan en función de esa realidad, pero el
trabajo teórico elaborado por el FMI es muy bueno: demuestra que la austeridad
no puede hacer que una economía crezca, que sólo provoca una pérdida de empleo
y lleva al estancamiento. El FMI pone todo eso por escrito y no reaccionan ni
los gobiernos, ni la Comisión, ni por supuesto el Banco Central Europeo. No hay
que olvidar que Draghi fue director ejecutivo para Europa de Goldman Sachs…
Sí,
y De Guindos, nuestro ministro de Economía, era miembro del Consejo Asesor de
Lehman Brothers para Europa…
¡Vaya!,
así que los españoles saben bastante de lo que estoy hablando.
Volviendo
al TTIP, usted sostiene que si se aprueba será como un paraíso para las
multinacionales. ¿No cree que los gobiernos pueden poner cortapisas y controles
para evitarlo, incluso si se aprueba?
No,
tal como ahora está planteado el tratado. Los gobiernos nacionales sólo podrían
decir sí o no;
sólo tendrían la posibilidad de retirarse, de no firmarlo. Y no es muy probable
que lo hagan si no hay una mayoría que lo hace. No tendrían la posibilidad de
enmendar esto o aquello. Y si se firma, queda aprobado y será muy difícil dar
marcha atrás. Porque es un tratado que estará por encima de las leyes
nacionales, incluso de la Constitución de cada país firmante.
Bueno,
en principio nada puede quedar por encima de la Constitución…
Sí
que puede. El tratado sobre los tratados rubricado en Viena en 1969 es muy
claro y se ha convertido ya en derecho consuetudinario: que los tratados
internacionales sobrepasan a las leyes nacionales, incluidas las Constituciones.
Por tanto, si no te gusta, no firmas, pero una vez firmado ya no puedes hacer
nada para corregirlo.
¿Cómo
conoce el contenido del tratado si se ha mantenido bajo siete llaves?
Bueno,
no conocemos los detalles de lo negociado. No sabemos qué es lo que Europa está
tratando de salvaguardar, sólo lo que nos cuentan desde la Comisión Europea, y
eso muy a menudo no es más que una sarta de mentiras. Pero sí sabemos lo que
EEUU busca, sí sabemos que en 3.200 tratados bilaterales de inversión incluyen
la cláusula ISDS, la de resolución de disputas y diferencias entre los
inversores y los Estados. No cabe duda de que tanto EEUU como la UE quieren
incluirla. Sabemos que las grandes compañías a ambos lados del Atlántico han
estado discutiendo esto durante veinte años. Por tanto, sabemos qué es lo que
quieren, y quieren estar al mando de las regulaciones y deshacerse de muchas de
las reglamentaciones públicas en vigor.
Y
las corporaciones norteamericanas han escrito cartas –que son de dominio
público– a su Departamento de Comercio, instruyendo a sus negociadores:
queremos esto y lo otro, como eliminar el principio de cautela [el que impide
acciones industriales si no hay consenso científico sobre la posibilidad de que
cause perjuicios a la población o al medio ambiente]; como levantar las
restricciones a las exportaciones de los productos genéticamente modificados,
especialmente los alimentos transgénicos; como acabar con la competencia de los
medicamentos genéricos frente a los fármacos de marca…
En
Europa, mediante la Directiva de Substancias Peligrosas, se han prohibido 1.200
productos químicos por el riesgo que presentan a la salud o el entorno. En
cambio, en EEUU desde que en 1976 se aprobó la Ley de Sustancias Tóxicas sólo
se han prohibido ¡doce productos en total! Por tanto, si firmamos el tratado,
dudo mucho que la UE pueda impedir la importación de los productos
norteamericanos que contienen esas 1.188 sustancias peligrosas. Además, nos
ocultan la información sobre ese tipo de detalles del acuerdo, así que podemos
inferir lo que realmente quieren hacer. La brecha, el abismo, que hay entre
nuestras regulaciones y las de EEUU es inmensa.
Usted
afirma que este tratado de libre comercio se ha estado planificando durante los
últimos veinte años. En todo este tiempo, ¿todos los gobiernos europeos
implicados, de uno u otro signo político, han colaborado en ese plan para que
las multinacionales usurpen el poder?
No
estoy muy segura de que los gobiernos estén siempre informados de todo lo que
se está negociando, por mucho que el diálogo transatlántico se pusiera en
marcha por iniciativa del Departamento de Comercio de EEUU y de la Comisión
Europea, en 1995, y los gobiernos deberían estar informados desde entonces. Voy
a darle un ejemplo: en 1987-88 estábamos luchando contra el Acuerdo
Multilateral sobre Inversiones [de la OCDE] y como hicimos mucho ruido, Lionel
Jospin, que era entonces el primer ministro socialista de Francia, acabó
reconociendo que no era consciente del contenido de ese acuerdo porque el Gobierno
francés había colocado a técnicos muy jóvenes, treintañeros, en el equipo
negociador. Los gobiernos son entidades muy grandes y tienen determinadas
prioridades, como conseguir la reelección, así que a menos que la ciudadanía
haga mucho ruido, si hay asesores que argumentan que un tratado va a servir
para generar puestos de trabajo, los gobernantes acaban por dar el visto bueno
sin conocerlo de verdad.
¿Cómo
podrían contraatacar China y otros países del BRIC [Brasil, Rusia e India] si
los dos tratados de libre comercio con EEUU acaban siendo rubricados?
Eso
va a ser muy interesante. Si se aprueban, EEUU se situará en el eje de un
bloque comercial gigante, con 12 países asiáticos, incluidos Japón y Australia,
en un lado, y la UE en el otro. Lo que supondrá concentrar dos terceras partes
del PIB mundial y casi tres cuartas partes del comercio global, para contar con
una potencia económica estratégica que ahora no tiene. Entonces serán incluso
capaces de decir a China que tiene que hacer lo mismo que se dispone en el
tratado o quedará marginada. Todos los países del BRIC están al margen del TTIP
y el TTP [Acuerdo Comercial Transpacífico], por tanto esto sería un auténtico coup
de force [golpe de
fuerza, normalmente militar] geopolítico a nivel global.
¿Un golpe
de Estado mundial?
No,
no tanto. No lo quiero calificar así. Un coup de force.
En
cualquier caso, la capacidad financiera y comercial de China es tan grande que
parece difícil que un nuevo bloque como el que pretende crear EEUU pueda llegar
a arrinconarla.
Bueno,
yo no soy economista, pero muchos expertos están hablando ya de que se está
fraguando una crisis a la española en China: una burbuja inmobiliaria que
podría ser enormemente destructiva y que obligaría a Pekín a regresar al
aislacionismo. Sé que tienen tres billones de dólares en sus reservas de
divisas, pero no sé si eso les bastará para aguantar la presión.
¿Entonces,
el nuevo bloque capitaneado por EEUU pretende neutralizar el poderío económico
emergente de los BRIC?
Sí,
se trata de eso. No creo que las multinacionales estén pensando en ello, pero
sin duda el Gobierno de Washington, sí. Y los gobiernos europeos están
justificando el tratado en términos geoestratégicos, porque ya se ha demostrado
que el TTIP hará que Europa pierda 600.000 puestos de trabajo y condenará a la
UE al estancamiento económico. Así que su único argumento es como aquel de los
presidentes estadounidenses que decían: “Lo que es bueno para la General Motors
es bueno para EEUU”. Porque no existen ya justificaciones económicas, ni
sociales ni morales para defenderlo. De eso no cabe la menor duda.
¿Cómo
se puede detener su aprobación?
Sumándonos
al movimiento ciudadano, publicando estos argumentos, diciéndole a la gente que
tiene que movilizarse para detener el TTIP en España… el 18 de abril es una
fecha grande del movimiento contra el TTIP en toda Europa. Hay que hacer que la
gente esté informada.
¿La
movilización ciudadana hará reaccionar a los gobiernos y a la Comisión?
Oh,
sí. En realidad ya han reaccionado. Ya están a la defensiva. Ya han nombrado al
vicepresidente holandés de la Comisión, Frans Timmermans, para coordinar todos
los aspectos del tratado, que hasta ahora estaban siendo negociados por
separado por los comisarios de cada uno de los ámbitos implicado: agricultura, sanidad,
empleo, comercio… Ahora están coordinando su política porque ven que tienen que
hacer una ofensiva general para sacarlo adelante. Antes, trataban a los
ciudadanos como niños y les planteaban argumentarios pueriles para defender lo
indefendible. Y les sorprendió que sus esfuerzos propagandísticos no tuvieron
éxito. Eso es una buena señal.
No
hago más que dar malas noticias, pero debo terminar dando una buena: esta
batalla la podemos ganar. Sólo tenemos que estar unidos. Porque este tratado
contiene elementos como para que todos lo odiemos: trabajadores, agricultores,
sanitarios, educadores, consumidores, empleados, parados… ¿Queremos estar en un
tratado según el cual las multinacionales pueden querellarse contra un Gobierno que
suba el salario mínimo, como le ocurrió a Egipto?
*Fuente: Publico.es
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