La desigualdad económico-social, hoy mundializada, es fuente de
violencia, es el origen de un conjunto
de formas de explotación, postergación social, marginación cultural, sin embargo,
no llegamos a comprender que la raíz y fuente de esta complejidad, múltiple y
turbulencia económica, social, cultural, política, existente hoy a nivel globalizado, en un mundo multipolar, su
origen global radica básica y principalmente en el conjunto de políticas
neoliberales impuestas a “sangre y fuego” desde la década de los 80’ en América latina – por lo general con golpes de
estado, ante el fracaso de las políticas reformistas, populistas y asistencialistas
- y en la coyuntura actual en los países otrora llamados desarrollados, como la euro-zona. Si miramos como el sistema-mundo
es fuente y raíz hoy de violencia, no es porque los pobres estén cansados de la explotación, miseria y hambre a la cual son sometidos con violencia,
caminamos más allá, la explotación del hombre por el hombre
(causa terror, pero las cosas con su propio nombre) – legalizada, oficializada
por el sistema
democrático liberal representativo a
nivel global – es estructural,
primero porque su raíz, origen descansa hoy en un modelo tradicional, extractivo primario exportador solamente de
materias primas, modelo que por lo general viene desde los tiempos de la independencia,
hace 200 años y que hoy logra “estabilizarse” consolidarse; segundo por el carácter de las políticas
impuestas violentamente por el neoliberalismo,
como política central de la globalización, en la era de la transnacionalización
de los monopolios imperialistas (la era del capitalismo salvaje y de la economía de casino).
Teniendo como principio central estas dos políticas, hoy vigentes en forma hegemónica en la coyuntura local-global, acentuadas en un escenario muy movible,
inflamable – escenario global de las
clases y lucha de clases y escenario de un nuevo proceso global de acumulación
mundial del capitalismo en tiempo de crisis estructural – se ha ido
consolidando una Nueva Burguesía
Mundial, expresión múltiple del capital
corporativo global, centrando todo el poder en el 1% de la población mundial más rica,
poderosa, multimillonaria dueña del 50%
de la riqueza global, que aplica e impone nuevas formas de dominación y
explotación de la población, como también nuevas formas más sofisticadas de expropiación, saqueo y pillaje de los recursos
naturales, la biodiversidad y los conocimientos ancestrales de los países en
nivel global. Este proceso, centrado
básicamente en el carácter de las políticas sistémicas del neoliberalismo,
han logrado como objetico estratégico – destructivo y lleno de profundas
contradicciones de clase – mundializar la desigualdad económico-social, escenario
de escenarios donde hoy esta brotando, pariendo en sus propias entrañas del
sistema-mundo, la violencia – en distintas
formas, con diferente actores, sujetos sociales y aspirando por lo general aún
con simples propuestas o sugerencias que no logran salir del propio esquema
dominante y hegemónico del neoliberalismo
global. (A excepción de ciertos movimientos
sociales transformados en fuentes de nuevos movimientos políticos, base de la
propuesta alternativa de “refundación de la política”.
Las políticas - procedentes de la narco-política, una democracia fallida - secuestrada por las mismas políticas de la narco-política, el poder de las élites político-financieras, el poder de las corporaciones mediáticas - todas conjuntamente - por su debilidad política, por su profunda "vocación de codicia absoluta" y su incapacidad frente al mundo subterráneo de la narco-política - su convivencia absoluta han permitido hoy que se encuentren frente a un estado inviable - escenario de violencia, desigualdad económico-social, criminalidad - hacia un "narco-estado" y una democracia absolutamente fallida. La corrupción en sus distintas formas desde las más sofisticadas hasta las más violentas y asesinas - estudiantes, periodistas, maestros, juventud, empresarios, etc - es el saldo de la violencia y la desigualdad económico social en México.
***
América latina es el continente, hoy, fuente y raíz de la más
amplia, profunda, legalizada, cruel y “victoriosa” política neoliberal, de haberla transformado en el continente más desigual del mundo. La desigualdad económico
social en la coyuntura actual, constituye la suma dialéctica de mayor y
formas más sofisticadas de explotación económico-social, marginación cultural,
desempleo y subempleo generalizado, informalidad “legalizada” en el sistema,
pobreza y extrema pobreza; condiciones muy bajas de funcionamiento del sistema
educativo, servicios de salud, falta – o pésimos – servicios públicos (agua,
luz, desagüe) transporte, salarios los más bajos e inhumanos a nivel mundial;
enfermedades en la niñez, adolescencia profundamente arraigas en las diferentes
formas de resistencia y convivencia humana.
México, Brasil, Chile, los países más desiguales del continente, hoy
escenario de distintas formas de violencia social y política. México,
al igual que otros países nivel global en la coyuntura actual es centro de la presencia dominante, peligrosa y violenta
de políticas provenientes de la economía
criminal – narcotráfico, lavado de activos, prostitución, migración ilegal
y tráfico de personas, etc. –La democracia ha sido asaltada por las políticas
neoliberales, transformada en democracia
fallida, de origen mediático, novelesco, procedimental y delegativo – el narcotráfico es muy poderoso y ha
logrado capturar distintas formas del poder. Hoy las políticas del narco-tráfico, la narco-política, captura el
Estado – un estado inviable, un estado fallido – camino único y violento hacia
el narco-estado, fuente, origen de
la violencia económico-social y fuente de las políticas asesinas de los
estudiantes de Ayotzinapa,
asesinando periodistas, miles de
secuestrados, miles de asesinados, origen del fantasma de una falsa
gobernabilidad, un estado fallido, inviable.
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“Sueño con
que los jóvenes tengan las oportunidades que no tienen hoy”, afirma la
narradora mexicana Elena Poniatowska. Piense que yo soy periodista
desde el año 1943, cuando me inicié en el diario El Excelsior. Voy a cumplir 83
años y finalmente lo que yo he hecho es trabajar, ser reportera desde muy
joven. Es un trabajo duro, difícil, porque el reportero siempre es maltratado.
Los reporteros son tratados como moscas que están estorbando. Hay que esperar
mucho. Yo he hecho muchísimas antesalas.
***
MÉXICO: “LA VIOLENCIA ES PARTE DE
LA DESIGUALDAD”.
Elena Poniatowska aborda los dramas que
sacuden a México, en particular el caso Ayotzinapa.
*****
La periodista y
escritora, ganadora del Premio Cervantes, señala en esta entrevista con
Página/12 que la fuente de la violencia en México radica en que no hay
oportunidades. Asegura que el gobierno no está a la altura de las
circunstancias.
Eduardo Febbro
Desde
México DF. Página /12 viernes 6 de marzo del 2015.
Narrar la vida, la
realidad, darles voz a quienes no la tienen a través de la ficción, narrar la
historia de un país y su gente, narrar como un corazón que late, como un río
que transporta historias y revela profundidades, narrar más allá de la misma
vida. La periodista y escritora mexicana Elena Poniatowska lleva bastante más
de medio siglo narrando un México estremecedor. La escritora mexicana defiende
al periodismo como una fuente vital y a la ficción como un modo de darles voz y
piel a seres excéntricos o comunes, pero siempre excepcionales. En 2014,
Poniatowska recibió el Premio Cervantes. El jurado de la más alta distinción
otorgada en las letras españolas señaló que “su obra se destaca por su firme
compromiso con la historia contemporánea. Autora de obras emblemáticas que
describen el siglo XX desde una proyección internacional e integradora, Elena
Poniatowska constituye una de las voces más poderosas de la literatura en
español de estos días”. Su voz es tan fuerte que, cuando se nombra una fecha y
un lugar, 2 de octubre de 1968, Tlatelolco, el nombre que surge en ese momento
de la historia de México es el de Elena Poniatowska y su libro La noche de
Tlatelolco. Han pasado muchos años, pero resulta imposible no volver a ese
libro publicado en 1971 y en el cual la autora narra el movimiento estudiantil
que cambió la historia de México así como la brutal represión que le puso fin.
Por medio de centenas de testimonios, de artículos de prensa, de slogans y de
voces testimoniales, Poniatowska plasmó una reconstrucción cronológica
alucinante. Periodismo puro y honesto como ya casi no hay.
Su vida puede ser
incluso como los personajes de algunas de sus novelas. Elena Poniatowska nació
en París en 1932 y emigró a México a los diez años junto con su mamá y su
hermana Kitzia, quienes huían de una Europa devastada por la Segunda Guerra
Mundial. Con el francés como idioma materno, Poniatowska hizo del español la
lengua de sus historias. En 2011 ganó el Premio Biblioteca Breve con la novela
Leonora y tres años más tarde, el Premio Cervantes. Su obra es extensa, pero en
ella siempre se combinan el trabajo testimonial, la narrativa histórica y la
biografía novelada. En esta entrevista de Página/12, realizada en su casa de
México, Poniatowska aborda de frente los dramas que sacuden a México, en
particular el asesinato, en Iguala, de los 43 estudiantes de la escuela
normalista de Ayotzinapa. La periodista y novelista mexicana considera que es
la desigualdad la que produce toda esta violencia.
–México acaba de vivir
uno de los tantos dramas ligados a la violencia, que se vienen produciendo
desde hace varios años. Esta vez, sin embargo, con lo que ocurrió en Iguala en
septiembre del año pasado, una forma de conciencia colectiva se volvió a
plasmar en torno de ese asesinato colectivo.
–El 26 de septiembre
vivimos aquí el asesinato, en Iguala, de 43 estudiantes de Ayotzinapa, en el
estado de Guerrero. Es un lugar turístico porque allí está Acapulco, a donde
llegan todos los multimillonarios de los Estados Unidos que quieren pasar un
buen tiempo en la playa. Pero la realidad es otra: es la miseria, la droga, el
narcotráfico. También es la realidad de unos jóvenes normalistas cuya única
oportunidad era ser maestros. Eran 43 y se encontraron de pronto metidos en una
historia de asesinatos y de corrupción por parte del Estado y a nivel
gubernamental, en la policía, en el ejército. Este es un gobierno incapaz de
resolver los problemas de los mexicanos más pobres y abandonados. Se puede
decir también que estas escuelas normalistas tienen como finalidad preparar
maestros y en Iguala son consideradas como cunas de guerrilleros. De allí
salieron Genaro Vázquez Rojas, un líder sindical guerrillero, y otro también
muy importante, Lucio Cabañas, un maestro rural de Ayotzinapa, líder de un
grupo armado en el estado de Guerrero. Ambos escogieron la guerrilla porque,
como maestros, nunca tuvieron respuesta a los problemas sociales que aquejan a
estados como el de Morelos o el de Guerrero, ambos muy conflictivos. Esas
escuelas rurales siempre han sido maltratadas, rechazadas. Son escuelas muy
pobres y no hay más que ver las fotos de las casas donde estaban los muchachos
para darse cuenta del vacío terrible, total. Se ve que duermen en cartones y
sólo comían arroz y frijoles.
La pobreza no es la que
provoca violencia, es el “sentimiento de injusticia y desigualdad”: Cepal.
***
–Para usted, la
situación global de México está atravesada por la problemática de la
desigualdad. Es ésa la clave de toda la violencia.
–Efectivamente. En
México hay un precipicio entre una clase social y otra. La fuente de la
violencia radica en que no hay oportunidades, no hay escuelas. La fuente de
cualquier violencia es siempre la falta de educación y, desde luego, el hambre.
Pero en nuestro caso la falta de educación es tremenda. Hay muchas
circunstancias que se combinan, pero México es un país muy desigual, como lo
son en general los países petroleros. La imagen de México en el extranjero está
muy deteriorada justamente porque tenemos un gobierno que no está a la altura
de las circunstancias. México es un país de grandes desigualdades y de grandes
injusticias sociales. Para mí, la violencia es ahora parte de la desigualdad.
Muchas veces se cree que sólo a través de la violencia se van a resolver los
problemas de México.
–¿Usted siente que se ha
llegado a un límite de todas las cosas?
–Yo siento que México
nunca ha estado tan mal como ahora. Lo está desde el mes de diciembre, lo está
desde el 26 de septiembre y lo está desde que hay como una impunidad absoluta.
Hay muchísimos jóvenes que son asesinados, eliminados. Todos tenemos que
levantarnos y decir con mucha rabia que esto no puede seguir en nuestro país.
Hay que decir que en México ha habido marchas admirables con gente que se juega
la vida y su propia seguridad para participar en ellas. Los jóvenes están
dispuestos a salir a protestar, a salir para decir la verdad y enfrentarse al
poderoso, al cacique. Yo no creo en los partidos políticos. Para mí, los
partidos políticos no funcionan. Yo creo en la gente y en su reacción. Los
partidos políticos deberían ir a buscar candidatos entre los jóvenes limpios.
Hay que ir a las universidades, al politécnico, a la UNAM (Universidad Autónoma
de México), a las escuelas de ciencias políticas. Ahí se debe buscar a gente
joven con ideas nuevas. En México recurrimos siempre a la misma gata revolcada.
Son siempre los mismos nombres hasta que se mueren y los cambios no llegan. De
hecho, en México ha habido muy pocos cambios.
–¿Usted cree que puede
haber en México como una suerte de convergencia entre lo que aún persiste del
movimiento zapatista, lo que se genera como movimiento por la paz con el
asesinato del hijo del poeta Javier Sicilia y toda esta indignación y protestas
que se dan ahora con lo que ocurrió con los 43 estudiantes de la escuela
normalista? México protagoniza desde hace varias décadas poderosos movimientos
de protesta civil.
–Bueno, hay una suerte
de unión, pero el problema está en que esas fuerzas de protesta no son
simultáneas, van pasando. Son fuerzas que se inician en distintos años, con
diferencias de diez, 20 o 30 años entre unos movimientos y otros. Lo que
hicieron los zapatistas en Chiapas con el Subcomandante Marcos fue poner en el
tapete de las discusiones el terrible problema de diez millones de indígenas
que parecían parias o pordioseros en su propio país. Vivían en un estado como
el de Chiapas, que es muy rico, y no tenían luz, agua ni nada. Haber puesto el
problema de los indígenas en la mesa ha sido muy importante. Eso se logró en 1994
con un levantamiento y la guerra. Yo veo muy seguido a los estudiantes, a los
jóvenes, y ellos están muy conscientes del problema indígena y siguen pidiendo
que se cumplan los acuerdos de San Andrés firmados entre el gobierno y los
zapatistas. Yo creo que hoy, en el país, hay muchísima indignación. La hay en
universidades privadas, como la Universidad Iberoamericana, donde hay
estudiantes con posibilidades económicas. Sin embargo, de allí salió el grito
de rebelión y el grito de rechazo a una imagen de corrupción y contra la
impunidad total. Allí surgió el movimiento estudiantil de rechazo al hoy
presidente Enrique Peña Nieto. Yo sueño con que los jóvenes tengan las
oportunidades que no tienen hoy y que todos los mexicanos vayan a dormir
habiendo comido bien y más o menos lo mismo.
–Su obra literaria
recoge a personajes entrañables, muchas veces con una identidad común que los
torna como modelos de un sector de la sociedad o como emblemas de la historia
contemporánea.
–Yo escribo novelas,
pero no tengo una regla o personajes estructurados. Piense que yo soy
periodista desde el año 1943, cuando me inicié en el diario El Excelsior. Voy a
cumplir 83 años y finalmente lo que yo he hecho es trabajar, ser reportera
desde muy joven. Es un trabajo duro, difícil, porque el reportero siempre es
maltratado. Los reporteros son tratados como moscas que están estorbando. Hay
que esperar mucho. Yo he hecho muchísimas antesalas.
–La antesala, la espera
eterna del reportero, sería como el lugar de gestación de la literatura.
–La antesala es una
forma de aprender a ser paciente y modesto. Los escritores creen que han
inventado la pólvora, pero son los periodistas quienes recogen la pólvora. Pero
de ese trabajo cotidiano a veces surge una idea y uno se dice “esto que acabo
de vivir sería un cuento o la base de una novela”. Mi obra es producto del
trabajo a lo largo de los años. Yo leo y escribo ficción con mucho placer, pero
lo que he hecho durante toda mi vida, el centro de mi vida, ha sido el
periodismo. Nunca he pretendido conquistar nada. Lo único que he querido es
darle voz a gente que ni siquiera sabe leer y que, en general, no aparece en
los periódicos. La narración es ocuparse de gente que, a mi juicio, es
fascinante por inesperada, por original. La narración es recoger las voces,
plasmar ciertas expresiones. Seguramente en mis libros hay idealismo, porque
hay mucha gente que me resulta más atractiva que otra por lo que hace. A mí
siempre me gustaron los personajes apocalípticos, siempre me gustan Rasputín y
la gente que sale fuera de lo común.
–Frente a realidades tan
fuertes como la de México, ¿la ficción no le resulta a veces un lujo?
–No,
porque la ficción es también parte de la vida.
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