martes, 3 de marzo de 2015

POLÍTICA, FELICIDAD Y DEMOCRACIA.

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Hannah Arendt dijo alguna vez que nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político”. Muy difícil en su concepción estructural, la política, felicidad y democracia. Quizás se presentaron momentos en la historia cuando los pueblos fueron los protagonistas de su propia revolución, donde los cambios sociales y las transformaciones políticas, originan momentos – tiempo histórico y político – de gran felicidad, por el goce de beneficios en sus derechos sociales, culturales, políticos, económicos, etc. Educación para todos de calidad, gratuita y obligatoria, servicios de salud en igualdad de condiciones, servicios públicos de calidad, como responsabilidad del Estado; Política, como Pedagogía, práctica reconocida, ponderada y respetada por todos como ejemplo de sabiduría, ética, moral, como gobierno, en cuando respeto, vigencia absoluta de los Derechos Humanos, como gobernabilidad, políticas de consenso, confianza, credibilidad y legitimación de la institucionalidad pública; política como gobernanza, como formas nuevas, alternativas distintas de Administración Política, Pública y Ciudadana. Democracia, el pueblo ejerciendo, participando del gobierno, desde su protagonismo popular es el verdadero responsable de los grandes cambios sociales y transformaciones revolucionarias.


Evo Morales, el político boliviano, ejemplo de coraje, lucha consecuente en favor de su pueblo, con su ejemplo diario devuelve felicidad, dignidad, confianza en la política, cariño, entrega y respeto a la democracia al servicio del pueblo.
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Momentos históricos y Políticos se han producido sin duda alguna en los últimos años en Nuestra América, donde se ha conjugado el papel político de los gobernantes, su reconocida vocación democrática y su permanente servicio –felicidad completa – a sus pueblos. El Comandante Hugo Chávez en el pueblo venezolano – entregó su vida y su ejemplo como enseñanza para el Socialismo del siglo XXI – y hoy es un pueblo que defiende sus derechos, dignidad y soberanía frente al golpismo sectario, burgués, neoliberal y financiado por los agentes del viejo imperio. Lula en Brasil, otro de los políticos que devolvió a su pueblo, con sus dos periodos gubernamentales, forjó un destino de reconocido ejemplo de servicio, sacando de la pobreza y extrema pobreza a más de 50 millones de brasileños; Evo en Bolivia, otro de los políticos que sin duda alguna logran estructurar en una sola realidad felicidad, política y democracia, cuando su pueblo lo reelige democráticamente por tercera vez consecutiva y con la más alta representación; Estado pluri-nacional de Bolivia, cuna y raíz del Socialismo Comunitario, escenario de Educación, salud, defensa y protección de su cultura, identidad cultural, de un país, años antes marcado por el golpismo militar y los gobiernos neoliberales, fracasados todos en su conjunto. En ese mismo camino lo encontramos Al Pepe (José Mujica) el extraordinario político revolucionario – el otrora militante del movimiento Tupamaro, ayer entregó el gobierno en Uruguay como ejemplo de haber estructurado en una misma realidad política, felicidad y democracia. El ejemplo político del Pepe, sin duda alguna constituye y representa el mejor testimonio de honestidad, honradez, dignidad de hombre, político y revolucionario.



Distinguidas Mujeres, Presidentas en ejercicio en Brasil Chile y Argentina. América Latina, Nuestra América. La Patria Grande vive una época de grandes performances políticas, democráticas de izquierda nacionalista. Su ejemplo es  muy importante hoy para devolver la felicidad, dignidad y confianza de los Ciudadanos en su lucha contra las distintas formas de explotación, marginación y exclusión histórica de sus pueblos.
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También con seguridad los encontramos forjando su propio camino político, - porque la revolución no es copia ni calco, es creación heroica de los pueblos, como expresaba el Gran Amauta José Carlos Mariátegui,  vía democrática y nacionalista, como la del ex presidente Kirchner en Argentina, - en la coyuntura actual la Presidenta Cristina – hoy también en su segundo gobierno a Dilma en Brasil, continuando el trabajo político de. ex presidente Lula y del Partido de los Trabajadores; a Rafael Correa en Ecuador y su Movimiento Ciudadano, a Michelle Bachelet en Chile y la Nueva Mayoría Democrática, también en esa misma dirección de pleno servicio a su pueblo Tabaré Vázquez en Uruguay y el trabajo político del Frente Amplio, con cuatro mandatos constitucionales democráticos; y con plena seguridad nuestros pueblos irán forjando y construyendo social y políticamente nuevos Líderes en Nuestra América, no para las próximas elecciones, sino Líderes para las próximas Generaciones porque los Hombres y Mujeres que luchan dirigiendo, conduciendo, liderando sus pueblos, de la Patria Grande, sistematizan, unen, cohesionan dialécticamente las extraordinarias palabras del gran Bertolt Brecht: “Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero hay los que luchan toda la vida esos son los imprescindibles”.

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HOMBRE POLÍTICO, cultivó con todo su pueblo, política, felicidad y democracia. El Pepe, el político revolucionario que viene del siglo XX; sembró honestidad, honradez, amor, solidaridad y hoy en el siglo XXI cosecha junto a todo su pueblo Dignidad, Confianza, Compromiso y Responsabilidad de la Política como Ciencia, como Pedagogía, como Gobierno, como Ética, Moral y extraordinaria enseñanza para su Pueblo. Un Verdadero LÍDER Demócrata del siglo XXI. Cero corrupción. Pepe siempre te recordaremos y tu ejemplo en la política será el Paradigma Histórico por el cual luchamos los pueblos del mundo.
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POLÍTICA, FELICIDAD Y DEMOCRACIA.
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Por Diego Conno *

Página /12 martes 3 de marzo del 2015.

La relación entre política y felicidad es compleja y problemática; su historia es larga y está cargada de tradición. Los antiguos griegos consideraban que no había posibilidad de una vida feliz o justa si no era al interior de una comunidad feliz o justa. Con la entrada en la modernidad y el triunfo del liberalismo, la felicidad quedó relegada al ámbito privado, identificada con los fines particulares de los individuos, y la política se volvió dispositivo de administración de los grados de sufrimiento y de dolor presentes en una sociedad. La época actual es una profundización de esta comprensión moderna de la política, donde la vida ha pasado a ser enteramente gobernada (y gobernable) y la política, hoy devenida biopolítica, en el mejor de los casos toma el nombre de administración; en el peor, se convierte en política de supervivencia.

Durante largos años en la Argentina, bajo la ilusión de la palabra felicidad, otras fueron silenciadas o desplazadas de los lenguajes histórico-políticos. Palabras como justicia, igualdad, libertad fueron clausuradas por un consorcio político-empresario-comunicacional que monopolizó no sólo las palabras y sus usos, sino también las condiciones en que éstas pudieron haber sido pronunciadas.

La utilización banal de la palabra felicidad manifiesta a su vez una frivolización de la palabra política. Algo de esto ha estado presente en ciertos sectores de la política local, al deslizar la idea de un consensualismo abstracto, que niega la confrontación de intereses inherente a la dinámica de lo político. Esto no significa pensar los antagonismos como modo de construcción política sin más, naturalizando así algo que debiera considerarse en su historicidad político-social. Una política verdaderamente democrática y de izquierda no es tanto la que se construye en base a una lógica de antagonismos radicales –quizá la idea de agonismo sea más expresiva de lo que intentamos nombrar—, sino más bien aquella que implica una recepción, una escucha como suele decir María Pía López en su interpretación de lo que nombra la palabra “kirchnerismo”, atenta a las distintas zonas de conflicto y de violencia que atraviesan a un individuo, una ciudad o una nación.

Desde el kirchnerismo, se corre el riesgo que implica la incorporación de lenguajes ajenos, cuando la palabra felicidad sirve para nombrar un consumismo y un bienestar económico, que reduce la democracia a una gestión de bienes, de cuerpos y de afectos, haciendo de la política –una vez más– una mera técnica al servicio del capital. La democracia requiere la satisfacción de las demandas materiales de la sociedad, pero no puede reducirse a ella; conlleva fundamentalmente, un modo de producción de lo social en un sentido libertario-igualitario.

El último discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ante una apertura de sesiones legislativas vuelve a poner en escena el vínculo entre política y felicidad. En este contexto, la palabra felicidad se aloja en el proceso de democratización y ampliación de derechos iniciados en 2003. Proceso no exento de tensiones entre elementos fuertemente democráticos en términos económicos, sociales y culturales, como la estatización del sistema previsional, la Asignación Universal por Hijo, la política de derechos humanos, la política educativa, la ley de medios audiovisuales o la ley de matrimonio igualitario (por citar –una vez más– algunos de los momentos más interesantes de estos años, a los que ya se les puede sumar el anuncio presidencial de estatización del sistema ferroviario), y otros que precisan mayores discusiones y nuevas configuraciones político-sociales en torno de temas pendientes como la extracción de recursos naturales, la democratización del sistema sindical, el esquema agropecuario de monocultivo, los límites del sistema productivo y un esquema tributario que aún continúa bloqueando las posibilidades de seguir disminuyendo los niveles de pobreza y de-sigualdad social.

El kirchnerismo ha cumplido un enorme proceso reparador. Como en su momento el primer peronismo, y aunque en un sentido negativo también el menemismo, este proceso implicó también una transformación cultural. Una transformación cultural que desplazó el eje de la práctica política y el debate público en la Argentina, fortaleciendo el primado de la política sobre la economía, del Estado sobre el mercado, de lo público sobre lo privado.

Hannah Arendt dijo alguna vez que “nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político”. Algo de esta especie de devenir público de la felicidad –que se ha venido consolidando durante los últimos años en la Argentina– quedó expresado el domingo en la Plaza del Congreso, proyectando una nota sobresaliente en la historia: que los progresismos y las izquierdas de todo tipo no debieran renunciar a la posibilidad de pronunciar para sus pueblos la palabra felicidad.
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* Politólogo, docente de Teoría Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, docente de Prácticas Culturales del Instituto de Estudios Iniciales de la UNAJ y coordinador del área de cultura y política del Programa de Estudios para la Cultura de la misma universidad.

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