Hannah Arendt dijo alguna vez que “nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie
puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública y nadie, finalmente,
puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político”.
Muy difícil en su concepción estructural, la política, felicidad y democracia.
Quizás se presentaron momentos en la historia cuando los pueblos fueron los
protagonistas de su propia revolución, donde los cambios sociales y las transformaciones
políticas, originan momentos – tiempo histórico y político – de gran felicidad,
por el goce de beneficios en sus derechos sociales, culturales, políticos,
económicos, etc. Educación para todos de calidad, gratuita y obligatoria,
servicios de salud en igualdad de condiciones, servicios públicos de calidad,
como responsabilidad del Estado;
Política, como Pedagogía, práctica reconocida, ponderada y respetada por todos
como ejemplo de sabiduría, ética, moral, como gobierno, en cuando respeto, vigencia
absoluta de los Derechos Humanos, como gobernabilidad, políticas de consenso,
confianza, credibilidad y legitimación de la institucionalidad pública; política como gobernanza, como formas nuevas, alternativas distintas de
Administración Política, Pública y Ciudadana. Democracia, el pueblo ejerciendo,
participando del gobierno, desde su protagonismo popular es el verdadero
responsable de los grandes cambios sociales y transformaciones revolucionarias.
Evo Morales, el político boliviano, ejemplo de coraje, lucha consecuente en favor de su pueblo, con su ejemplo diario devuelve felicidad, dignidad, confianza en la política, cariño, entrega y respeto a la democracia al servicio del pueblo.
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Momentos históricos y Políticos se han producido sin duda alguna en
los últimos años en Nuestra América, donde se ha conjugado el papel político de los
gobernantes, su reconocida vocación democrática y su permanente servicio –felicidad
completa – a sus pueblos. El Comandante
Hugo Chávez en el pueblo venezolano – entregó su vida y su ejemplo como
enseñanza para el Socialismo del siglo XXI – y hoy es un pueblo que defiende sus derechos,
dignidad y soberanía frente al golpismo sectario, burgués, neoliberal y
financiado por los agentes del viejo imperio. Lula en Brasil, otro de los políticos que devolvió a su pueblo, con sus dos periodos
gubernamentales, forjó un destino de reconocido ejemplo de servicio, sacando de
la pobreza y extrema pobreza a más de 50 millones de brasileños; Evo en Bolivia, otro de los políticos
que sin duda alguna logran estructurar en una sola realidad felicidad, política y democracia,
cuando su pueblo lo reelige democráticamente por tercera vez consecutiva y con
la más alta representación; Estado pluri-nacional de Bolivia, cuna y raíz del Socialismo Comunitario, escenario de Educación, salud, defensa y protección de su
cultura, identidad cultural, de un país, años antes marcado por el golpismo
militar y los gobiernos neoliberales, fracasados todos en su conjunto. En ese
mismo camino lo encontramos Al Pepe
(José Mujica) el extraordinario político revolucionario – el otrora militante del movimiento Tupamaro, ayer
entregó el gobierno en Uruguay como ejemplo de haber estructurado en una misma
realidad política, felicidad y
democracia. El ejemplo político del Pepe, sin duda alguna constituye y representa
el mejor
testimonio de honestidad, honradez, dignidad de hombre, político y
revolucionario.
Distinguidas Mujeres, Presidentas en
ejercicio en Brasil Chile y Argentina. América Latina, Nuestra América. La Patria
Grande vive una época de grandes performances políticas, democráticas de
izquierda nacionalista. Su ejemplo es muy importante hoy para devolver la felicidad,
dignidad y confianza de los Ciudadanos en su lucha contra las distintas formas
de explotación, marginación y exclusión histórica de sus pueblos.
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También con seguridad los encontramos forjando su propio camino
político, - porque la revolución no es copia ni calco, es creación heroica de los
pueblos, como expresaba el Gran Amauta
José Carlos Mariátegui, vía democrática
y nacionalista, como la del ex presidente Kirchner
en Argentina, - en la coyuntura actual la Presidenta Cristina – hoy también en su segundo gobierno a Dilma en Brasil, continuando el trabajo político de. ex presidente Lula y del Partido de los Trabajadores; a Rafael Correa en Ecuador y su Movimiento Ciudadano, a Michelle
Bachelet en Chile y la Nueva Mayoría Democrática, también en esa misma dirección de pleno servicio a su
pueblo Tabaré Vázquez en Uruguay y el trabajo político del Frente Amplio, con cuatro mandatos constitucionales democráticos; y
con plena seguridad nuestros pueblos irán forjando y construyendo social y
políticamente nuevos Líderes en Nuestra
América, no para las próximas elecciones, sino Líderes para las próximas
Generaciones porque los Hombres y Mujeres que luchan dirigiendo, conduciendo,
liderando sus pueblos, de la Patria
Grande, sistematizan, unen, cohesionan dialécticamente las extraordinarias palabras del gran Bertolt Brecht:
“Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan un año
y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero hay los
que luchan toda la vida esos son los imprescindibles”.
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HOMBRE POLÍTICO, cultivó con todo su pueblo, política, felicidad y democracia. El Pepe, el político revolucionario que viene del siglo XX; sembró honestidad, honradez, amor, solidaridad y hoy en el siglo XXI cosecha junto a todo su pueblo Dignidad, Confianza, Compromiso y Responsabilidad de la Política como Ciencia, como Pedagogía, como Gobierno, como Ética, Moral y extraordinaria enseñanza para su Pueblo. Un Verdadero LÍDER Demócrata del siglo XXI. Cero corrupción. Pepe siempre te recordaremos y tu ejemplo en la política será el Paradigma Histórico por el cual luchamos los pueblos del mundo.
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POLÍTICA, FELICIDAD Y DEMOCRACIA.
*****
Por Diego Conno *
Página /12 martes 3 de marzo del 2015.
La
relación entre política y felicidad es compleja y problemática; su historia es
larga y está cargada de tradición. Los antiguos griegos consideraban que no
había posibilidad de una vida feliz o justa si no era al interior de una
comunidad feliz o justa. Con la entrada en la modernidad y el triunfo del
liberalismo, la felicidad quedó relegada al ámbito privado, identificada con
los fines particulares de los individuos, y la política se volvió dispositivo
de administración de los grados de sufrimiento y de dolor presentes en una
sociedad. La época actual es una profundización de esta comprensión moderna de
la política, donde la vida ha pasado a ser enteramente gobernada (y gobernable)
y la política, hoy devenida biopolítica, en el mejor de los casos toma el
nombre de administración; en el peor, se convierte en política de supervivencia.
Durante
largos años en la Argentina, bajo la ilusión de la palabra felicidad, otras
fueron silenciadas o desplazadas de los lenguajes histórico-políticos. Palabras
como justicia, igualdad, libertad fueron clausuradas por un consorcio
político-empresario-comunicacional que monopolizó no sólo las palabras y sus
usos, sino también las condiciones en que éstas pudieron haber sido
pronunciadas.
La
utilización banal de la palabra felicidad manifiesta a su vez una frivolización
de la palabra política. Algo de esto ha estado presente en ciertos sectores de
la política local, al deslizar la idea de un consensualismo abstracto, que
niega la confrontación de intereses inherente a la dinámica de lo político.
Esto no significa pensar los antagonismos como modo de construcción política
sin más, naturalizando así algo que debiera considerarse en su historicidad
político-social. Una política verdaderamente democrática y de izquierda no es
tanto la que se construye en base a una lógica de antagonismos radicales –quizá
la idea de agonismo sea más expresiva de lo que intentamos nombrar—, sino más
bien aquella que implica una recepción, una escucha como suele decir María Pía
López en su interpretación de lo que nombra la palabra “kirchnerismo”, atenta a
las distintas zonas de conflicto y de violencia que atraviesan a un individuo,
una ciudad o una nación.
Desde
el kirchnerismo, se corre el riesgo que implica la incorporación de lenguajes
ajenos, cuando la palabra felicidad sirve para nombrar un consumismo y un
bienestar económico, que reduce la democracia a una gestión de bienes, de
cuerpos y de afectos, haciendo de la política –una vez más– una mera técnica al
servicio del capital. La democracia requiere la satisfacción de las demandas
materiales de la sociedad, pero no puede reducirse a ella; conlleva
fundamentalmente, un modo de producción de lo social en un sentido
libertario-igualitario.
El
último discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ante una
apertura de sesiones legislativas vuelve a poner en escena el vínculo entre
política y felicidad. En este contexto, la palabra felicidad se aloja en el
proceso de democratización y ampliación de derechos iniciados en 2003. Proceso
no exento de tensiones entre elementos fuertemente democráticos en términos
económicos, sociales y culturales, como la estatización del sistema
previsional, la Asignación Universal por Hijo, la política de derechos humanos,
la política educativa, la ley de medios audiovisuales o la ley de matrimonio
igualitario (por citar –una vez más– algunos de los momentos más interesantes
de estos años, a los que ya se les puede sumar el anuncio presidencial de
estatización del sistema ferroviario), y otros que precisan mayores discusiones
y nuevas configuraciones político-sociales en torno de temas pendientes como la
extracción de recursos naturales, la democratización del sistema sindical, el
esquema agropecuario de monocultivo, los límites del sistema productivo y un
esquema tributario que aún continúa bloqueando las posibilidades de seguir
disminuyendo los niveles de pobreza y de-sigualdad social.
El
kirchnerismo ha cumplido un enorme proceso reparador. Como en su momento el
primer peronismo, y aunque en un sentido negativo también el menemismo, este
proceso implicó también una transformación cultural. Una transformación
cultural que desplazó el eje de la práctica política y el debate público en la
Argentina, fortaleciendo el primado de la política sobre la economía, del
Estado sobre el mercado, de lo público sobre lo privado.
Hannah
Arendt dijo alguna vez que “nadie puede ser feliz sin participar en la
felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad
pública y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar
parte del poder político”. Algo de esta especie de devenir público de la
felicidad –que se ha venido consolidando durante los últimos años en la
Argentina– quedó expresado el domingo en la Plaza del Congreso, proyectando una
nota sobresaliente en la historia: que los progresismos y las izquierdas de todo tipo no debieran
renunciar a la posibilidad de pronunciar para sus pueblos la palabra felicidad.
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* Politólogo, docente de Teoría Política de la Facultad de Ciencias
Sociales de la UBA, docente de Prácticas Culturales del Instituto de Estudios
Iniciales de la UNAJ y coordinador del área de cultura y política del Programa
de Estudios para la Cultura de la misma universidad.
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