Pablo Iglesias: "En el juego de izquierda y derecha gana la banca".
*****
El secretario general de
Podemos defiende la jornada de 35 horas para repartir el trabajo sin rebajas
salarios
El
Periódico.com
–La
viabilidad de sus planes económicos suscita no pocas dudas.
La jornada laboral de
35 horas, por ejemplo, podría dañar la competitividad de las
empresas...
–Con
el
paro juvenil que
tenemos, repartir el trabajo sin rebajar salarios no es solo justicia social:
permitiría incorporar a más jóvenes al mercado laboral e incentivar el consumo.
Lo ineficaz es tener un nivel de paro insostenible, una deuda en aumento y una
desigualdad creciente.
–Para mejorar las pensiones, sus expertos plantean subir las
cotizaciones sociales empresariales. ¿Cómo afectaría a las exportaciones?
–Sin
moneda propia hemos perdido un instrumento básico para
la competitividad: la devaluación. Pero ahora apostar por un modelo productivo
diferente supone dar al Estado instrumentos para poder invertir en la economía.
La clave de la reforma fiscal es atajar el fraude y que paguen más las grandes
fortunas.
–Renta mínima garantizada.
¿Qué cuantía y cómo piensan pagarla?
–Vicenç
Navarro y Juan Torres, los expertos que han elaborado el
borrador del programa, nos dijeron que es muy difícil revertir en pocas semanas
la actual situación de exclusión social. Es un objetivo tendencial, a largo
plazo, que puede plantearse como un derecho universal o como formas de trabajo
y ayudas aseguradas por el Estado.
–En
la campaña europea planteaban adelantar la jubilación a los
60 años. Ahora ya hablan de los 65...
–No renunciamos al
objetivo, pero hará falta tiempo. La clave es tener un modelo productivo más
eficaz.
–Proponen
subir el impuesto de sociedades a empresas con beneficios
superiores al millón de euros. ¿Qué harían con las multinacionales?
–Con ternura, explicarles
que para hacer negocio en España deben cumplir las leyes españolas. No pueden
venir a forrarse
sin dejar nada. El problema es que se ha institucionalizado un chantaje por el
que los gobiernos se arrodillan ante las multinacionales. Gracias a la ingeniería fiscal,
las grandes compañías pagan menos impuestos que los trabajadores. ¡No pueden
ser tan caraduras!
–Les
acusan de intervencionistas, de espantar a los inversores...
–Sí,
se agitará el miedo, pero frente a quienes plantean escenarios apocalípticos,
hay que sonreír. Los que no pagan impuestos harán campaña electoral utilizando
a sus partidos, sean CiU, el PSOE o el PP, para decir que con nosotros llegará
el caos. Bueno, son las reglas normales en una campaña. Al día siguiente sale el
sol y no pasa nada.
–¿Cómo
afectaría su reforma fiscal a las clases medias?
–Las clases medias, muy
golpeadas por la crisis, ya pagan bastantes impuestos. En un sistema tributario
equitativo pagan más quienes reciben retribuciones no diré escandalosas, pero
sí de privilegio.
--El
impuesto sobre las transacciones financieras que plantea no
sería viable solo en España, toda vez que la supervisión bancaria en la
eurozona ha quedado en manos del Banco Central Europeo.
--Por desgracia, hay
muchas cosas que no se pueden hacer en un solo estado. Esa es una de las
razones por las que las relaciones internacionales han sido un elemento
fundamental en nuestra estrategia. La razón de hacer el primer viaje oficial de
Podemos
a Grecia tiene que ver con eso. Participaremos en unas jornadas sobre la deuda
organizadas por diferentes formaciones políticas a nivel europeo, porque es
necesario que diferentes gobiernos europeos se planten frente a la
irresponsabilidad de ciertos factores financieros y digan: ustedes tienen que
pagar un poquito. Eso un solo país no lo puede hacer. Pero prueba de que es
viable es la atención que nos están prestando los servicios de estudio de los
bancos de inversión.
–Respecto
a la deuda pública, ahora hablan más de
"reestructuración" que de "quitas" o "impagos".
–Se entiende mejor así,
pero al fin y al cabo se trata de revisar la cuenta: si nos tomamos un café y
nos cobran cuatro gintónics, decimos que los pague el que se los han tomado.
Veremos a PP y PSOE hablando sobre el pago de la deuda. Al tiempo.
--Si
Podemos gobierna y no consigue cambiar el funcionamiento
del euro como plantea en su programa, ¿impulsarían un referéndum sobre la
pertenencia de España a la moneda única?
--En estos momentos no es
viable; hay decisiones que tienen una reversibilidad complicada. A mí me parece
una locura que un país entregue algo tan importante como la soberanía monetaria
a una institución que tiene controles democráticos, pero eso ya se ha hecho. En
este momento no queda más remedio que trabajar con otros países europeos para
lograr que, el Banco Central Europeo se parezca un poquito más a la Reserva
Federal de Estados Unidos. ¡Tampoco pedimos la luna! A lo mejor es necesario
que el BCE compre bonos de deuda pública. Y no puede ser preste dinero a bancos
privados a tipo 0, o al 0,5% de interés, y que luego esos bancos compren deuda
pública y presten a las empresas españolas y a los particulares al 4%. Muchos
gobiernos europeos entenderán que es viable tener una moneda única en otros
términos.
Nosotros no somos los que queremos salir del euro, pero sí recuperar,
aunque sea en clave europea, la soberanía que corresponde en última instancia
al pueblo y a sus representantes en el Parlamento, no a los poderes
financieros.
*****
–¿Grecia, con Syriza, es su principal laboratorio de pruebas?
–¿Grecia, con Syriza, es su principal laboratorio de pruebas?
–Fundamental. En la City
solo hablan de Grecia y España. Saben que si en Grecia se produce el cambio
político, lo habrá en España. Y es probable que Italia, Portugal o Francia se
sienten con la señora Merkel y le digan que no quieren ser colonias de
Alemania. Ayudaremos a Syriza en campaña e iremos allí a aprender.
–Con
el giro moderado y pragmático que han emprendido, acabarán en la
socialdemocracia clásica...
--La socialdemocracia
clásica era más maximalista que lo que planteamos: una batería de medidas
keynesianas de sentido común, un rescate ciudadano para superar la emergencia
social. Ofrecemos un programa de mayorías sociales al margen de etiquetas
ideológicas. Por eso hay tanto miedo a Podemos, porque saben que podemos ganar.
Al poder le encanta la izquierda de hoces y martillos que no puede ganar. El eje
izquierda-derecha es un juego de trileros para que gane la banca.
/////
Pablo Iglesias. Secretario General de PODEMOS. Politólogo. Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Trabaja políticamente hacia la "refundación" de la política, el fin de la casta y el bipartidismo.
***
PODEMOS, LA OTRA IZQUIERDA.
*****
Jorge Aleman *
Página /12 viernes 6
de marzo del 2015.
El recurso táctico utilizado por parte de
Podemos de situarse fuera de la clásica oposición izquierda-derecha no debe
confundirse con esa posición, característica de la ahora vieja posmodernidad,
que apelaba a un terreno neutro, posideológico, incluso poshistórico, propio de
la llamada globalización. Normalmente lo que solía sostenerse en aquella
postura era que las categorías izquierda y derecha ya se habían vuelto
anacrónicas y no nos permitían acceder a la nueva realidad. O que se reducían a
su estricto sentido electoral y parlamentario, con el fin de disputar
exclusivamente un consenso con idénticas reglas de juego. Todo este escenario
se acompañaba de pequeñas agrupaciones de izquierda marxista –de filiación
distinta a la del PCE–, que de un modo testimonial, a su vez asumían que nunca
iban a llegar al gobierno. Pero, en Podemos, se trata más bien de un gesto de
refundación y de separación de ese apego melancólico que las izquierdas
históricas y sus avatares posteriores no lograron disolver a partir de la caída
de la Unión Soviética.
Ahora bien, esta reformulación demandaba
asumir por parte de Podemos un análisis de cómo los distintos dispositivos de
dominación han provocado una verdadera homogeneización del espacio político
constituido por las derechas y las izquierdas históricas. Es lo que se suele
denominar el “capital-parlamentarismo”. Aceptar, en definitiva, que detrás de
los conflictos entre partidos que se disputan el resultado electoral se esconde
una neutralización de lo político que conlleva anular su capacidad
transformadora e instituyente. Lo que Podemos ha sabido interpretar en su
acción política y en la lectura que ha realizado de la situación histórica es
que no se trataba de sumarse a lo ya constituido, sino que había que producir
un corte, un acontecimiento, una diferencia, y fue el 15-M ese evento oportuno
en el que se presentó la posibilidad de efectuar dicho corte con la
homogeneidad del espacio socio-simbólico capturado por los dispositivos
neoliberales. Un corte que sólo podía ser realizado por la nueva izquierda
instituyente que emerge con Podemos y los movimientos ciudadanos que permiten,
al fin, la construcción de esta nueva izquierda.
Pero efectuar un corte instituyente,
reordenar las significaciones de la transición y generar el espacio (la
superficie de inscripción de nuevas prácticas de izquierda) debe tener en
cuenta el problema más serio: que esto intenta realizarse en la época en que ya
no se puede nombrar el exterior del capitalismo y, por lo tanto, exige una
asunción “populista” de la experiencia del 15-M.
Populismo implica, en este caso, aceptar que
ya no existe un sujeto histórico ideal que sabe siempre en qué dirección debe
ir la historia y que no hay un “nosotros” esencial ya construido de antemano
para la izquierda, sino que éste debe ser plasmado políticamente a partir de la
única materia que lo puede hacer posible: el lugar desde donde una nueva
izquierda puede brotar, configurándose como una unión entre el malestar
generado por el neoliberalismo y las subjetivaciones de ese mismo malestar
engendradas por los movimientos sociales emergentes. Esta es la materia a
partir de la cual anudó su aparición Podemos: el 15-M, el malestar generalizado
y los movimientos sociales organizados en sus diferentes demandas específicas.
Podemos es el ejercicio político que introduce en esta materia prima la “razón
populista”, esa razón que nos permite pensar que si bien no hay un exterior
nombrable en relación con el capitalismo, sin embargo en determinadas
condiciones, siempre contingentes, una experiencia “contrahegemónica” puede
advenir.
El populismo, en el sentido expresado por
Ernesto Laclau, es la operación discursiva y por tanto política (ya que ambos
términos son equivalentes en relación con la constitución de la realidad) que
permite traducir a esta materia antes aludida en la invención de un pueblo, de
una voluntad colectiva contra-hegemónica, que se constituye justamente en
aquellos lugares que la izquierda histórica había reprimido y que ahora con
Podemos retornan. Por ejemplo, cuando Podemos traza una frontera antagónica
ajena a las lógicas homogeneizantes del capital parlamentarismo: casta o
pueblo, un antagonismo que ya no puede ser pensado en los términos de la lucha
de clases como si se tratara de un automatismo que funciona como ley. En este
aspecto, el populismo es más radical que esto, porque en lugar de funcionar
como un supuesto teórico, se organiza con el deseo del 15-M convertido en
voluntad colectiva cuando se asume el antagonismo y la fractura que el mismo
implica.
Por otro lado, al abandonar la idea de que la
sociedad funciona como una totalidad que gestiona sus conflictos a partir del
orden jurídico, institucional, parlamentario o administrativo-económico, el
populismo siempre implica que la llamada sociedad está atravesada por
antagonismos irreductibles, que ninguna etapa histórica cancelará, y que esos
antagonismos son constitutivos de la experiencia política, ya que son
anteriores a la subdivisión del llamado sistema social. Por esta razón, Pablo
Iglesias, el pasado 31 de enero, enumeró un linaje histórico y mínimo de los
antagonismos: el levantamiento del 2 de mayo, la República, que sólo fue
aludida indirectamente, y el 15-M. Esta genealogía en la que Podemos se
reconoce es aquella donde esos datos históricos son arrancados de su carácter
de efemérides y desean ser recuperados en su potencial transformador. Potencial
que las izquierdas constituidas no poseen porque se han alejado de la dimensión
del acto instituyente implícito en los episodios nombrados.
Por ello, en esta refundación de la
izquierda, el antagonismo y la soberanía (las distintas apariciones de la
palabra “patria” en el discurso de Iglesias) constituyen el núcleo determinante
del trazado de la frontera antagónica. Ese punto de partida es inmanejable para
las lógicas parlamentarias actuales. La soberanía se ha constituido en un
espacio instituyente por una praxis colectiva, separada del juego conflictivo
de los partidos, y se nutre de la encrucijada que ha hecho que la sociedad no
pueda repartir sus partes como si formaran una totalidad homogénea.
La verdad que ha retornado a la política, a
partir de Podemos, es que el corte que se ha efectuado sobre España, que no es
un comienzo absoluto, se asienta en el linaje libertario del pueblo español,
que impide a partir de ahora agotar el todo de la sociedad en el consenso, los
dispositivos mediáticos o los conflictos intrapartidarios. La condición de
posibilidad de otra izquierda es que ésta surja del ejercicio soberano del
antagonismo por parte de todos los sectores sociales concernidos por la
ausencia radical de justicia e igualdad. Esta dimensión de la experiencia
implica un afuera y un adentro al mismo tiempo. La izquierda popular es
“éxtima”, habita en el interior de todos los dispositivos de dominación mientras
acepta el desafío de que las demandas diferentes que vehiculiza se extienden
“equivalencialmente” en un proyecto colectivo, que incluye los resultados
electorales, porque no pretende nunca un “afuera” del horizonte democrático y, sin embargo, anhela dejar la huella del paso por la historia de una
izquierda popular y soberana.
*****
* Psicoanalista y escritor. Consejero
cultural de la embajada argentina en España.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario