El neoliberalismo impuesto en América Latina,
desde finales de la década de los 70’ (Chile, Argentina, Brasil) por lo general en tiempos de violencia
política profunda crisis económica y violencia, descomposición de la organización
gremial, sindical y política. El común denominador político era la imposición
de dictaduras militares que acabaron con las organizaciones sociales, los
derechos políticos, sociales y laborales de los Ciudadanos. Hicieron tabla raza de los Derechos Humanos,
se profundizó la crisis del capitalismo dependiente, aumento considerablemente
la deuda externa – ello generó que
la corrupción iniciara su camino
hacia su institucionalización – se abrieron las puertas de las finanzas ilegales y corruptas, narcotráfico,
evasión de impuestos, lavado de activos,
todos con destino a los Paraísos Fiscales.
Pero también este proceso de dictaduras en América Latina, sepultó los
pequeños o tímidos avances hacia la
industrialización que se había planteado en la década de los 60’ como respuesta a los procesos de Reforma Agraria, respuesta política a
los intereses continentales de La
Alianza para el Progreso –(Kennedy hacia A.L.), el modelo del proceso de Industrialización
por Sustitución de las Importaciones, ISI (la CEPAL) y principalmente, presentar una
alternativa de solución a mediano y largo plazo ante la “gran e histórica
revolución del campo hacia la ciudad” como fue los procesos migratorios, que al
final se dieron sin industrialización y con un proceso de crecimiento urbano
caótico, anárquico, ilegal, informal, propio de las invasiones urbanas. El neoliberalismo fracasó, pero se
mantenía con el fusil y los militares imponiendo esta violencia política en un
escenario muy complejo y turbulento. (In) surgen los movimientos sociales anti-dictadura,
anti-crisis del capitalismo y movimientos sociales por la recuperación histórica
y política de la Democracia, surgen
nuevas formas de hacer política, con verdaderos protagonistas políticos, nuevos actores sociales, nuevos liderazgos
políticos en la lucha contra las dictaduras.
La década perdida – 1980 – los procesos
políticos en América Latina fueron sumamente débiles, no enfrentaron
los grandes y estructurales problemas que dejaban las dictaduras – en unos
países el neoliberalismo y en otros el
reformismo y el populismo en bancarrota política, crisis económica, elevada
deuda externa, derechos humanos destruidos, proceso productivo tradicional, no
competitivo (fracasó el ISI) la
corrupción, fue intocable. La democracia recuperada estaba sentada encima de un
inmenso barril de pólvora o en otros casos al filo de un precipicio y no tener
una raíz y estructura que sostuviera el inmenso edificio, llamado Democracia. La Caída del Muro de Berlín, la desaparición del
socialismo realmente no existente, generó en América latina, profundas
consecuencias negativas: entró “triunfante”
en neoliberalismo y se posicionó en todos los países, la izquierda
– en varios países muy fuerte, parte de gobierno, o su compromiso total en la
recuperación de la Democracia, se le presentó un terreno sumamente peligroso,
fangoso, generó su ingreso a un abismo de descomposición, destrucción (Prohibición
y cierre) de sus organizaciones y tiempos
después total abandonó de la lucha política, se refugian en buenas
condiciones en las ONGs que les
sirven a los intelectuales de una plataforma salvavidas de sobrevivencia y pronta reubicación total en el escenario de
la Democracia. La democracia nos cautiva a finales del siglo XX, pero
las contradicciones de clase –el escenario de escenarios de las clases y la
lucha de clases, sigue vigente a pesar de
los intereses nefastos del neoliberalismo, sus TLC, – en Nuestra América, comienza a estallar, asumir una posición contestataria básicamente
desde los movimientos sociales anti-globalización. (Continua…. )
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EL CLUB DE LOS “ATEMPERADOS”: DERECHAS Y NUEVAS
DERECHAS EN AMÉRICA LATINA.
Transformaciones, novedades y continuidades.
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Esteban De Gori.
Gisela Brito.
ALAI. Miércoles 13 de mayo
del 2015.
Ese lenguaje político no marcado políticamente se caracteriza por la
retórica de la imparcialidad, a su vez marcada por los efectos de simetría,
equilibrio y término medio, y apoyada por un ethos de las buenas maneras y la
decencia que evita las formas más violentas de la polémica, la discreción, el
respeto explicito hacia el adversario, en suma, todo lo que pone de relieve el
rechazo de la lucha política en tanto que lucha.” Pierre Bourdieu
El neoliberalismo y
el capitalismo globalizador durante los años 90 introdujeron algunas novedades
a destacar en el universo político.
La primera: propusieron un conjunto de
medidas para las crisis de deuda en América Latina y una propuesta alternativa
a los Estados de Compromiso (pensemos en Brasil, Argentina, México, Perú,
Ecuador, Venezuela, entre otros). Estas medidas, estabilizaron la economía
produciendo una profunda transferencia de recursos de los trabajadores a los
sectores del capital.
La segunda: reconfiguraron los
sistemas políticos. Por un lado, borraron las fronteras ideológicas que
existían entre partidos. Tanto el comunismo, como la estrategia revolucionaria
armada ya no oficiaban de contrabalanceo, ni de promesas de futuro. Partidos
reformistas y socialdemócratas en América Latina y Europa se apropiaron de los
valores y propuestas neoliberales (por ej.: el peronismo, el priismo, la
socialdemocracia brasileña, el torrijismo panameño, los adecos venezolanos,
etc.) y se confundieron con partidos de derecha que se incluyeron en esta
transformación política y tecnológica. De esta manera, espacios enfrentados por
décadas compartieron un universo común de preocupaciones y medidas económicas
(entre ellas, la estabilización macroeconómica, la reducción de la inversión
pública, las privatizaciones, etc.).
Pero debemos advertir que
este nuevo tiempo no solo empujó la transformación de los partidos de derechas
o socialdemócratas, sino que a algunos de ellos los desplazó de la escena
política. Aparecieron nuevos partidos de derecha que pudieron conducir los
requerimientos del capital financiero y de la globalización. Estas agrupaciones
se incorporaron en el sistema político con cierta fuerza, como Cambio 90 en
Perú; Cambio Democrático en Panamá; Sociedad Patriótica en Ecuador y luego,
Primero Colombia. A su vez, tenemos la experiencia de Brasil donde un partido
minoritario de derecha accedió al Estado (Partido de la Reconstrucción
Nacional, con Collor de Mello), o como la UDI, que gracias a su despliegue
territorial llevo a la presidencia –varios años después--‐ a Piñera en Chile.
La tercera: partidos y líderes que se
enrolaron en el neoliberalismo se transformaron en espacios y agentes
neoconservadores con importante apoyo electoral (Menem, Salinas de
Gortari/Zedillo, Fernando Henrique Cardoso, Gaviria/Samper, Wasmosy/Cubas
Grau). Con dicha legitimidad transformaron el Estado, privatizaron bienes
públicos, empoderaron a los bancos y desarrollaron medidas económicas y
políticas que a mediano y largo plazo diagramaron sociedades excluyentes
(pobreza, desigualdad, migración). No solo eso, recrearon una cultura de
consumo que atravesó a todos los sectores y clases sociales. La hegemonía
cultural y política fue relevante en la mayoría de los países y la aparición de
movimientos sociales no logró erosionarla, como sí lo hicieron las condiciones
políticas (disensiones internas, luchas entre elites gubernamentales) y
económicas que los mismos gobiernos neoconservadores desencadenaron.
Cuarta: la desarticulación de los
actores tradicionales que organizaban el conflicto social o que tenían cierto
peso en el mismo (sindicatos, campesinos, cooperativas, etc.). Muchos de estos
actores perdieron peso específico en la compulsa política y quedaron relegados
frente al crecimiento y acción de los movimientos sociales. Este proceso estuvo
signado por la “desafiliación” institucional y partidaria, poniendo en crisis
viejas identidades políticas, con lo cual el lazo político se tornó más débil y
pragmático.
Quinta: las derechas nuevas y viejas
–como las izquierdas que reivindicaban la lucha armada--‐ encontraron en la democracia un orden viable
para desarrollar sus intereses. La democracia
–como forma de regular la competencia política--‐ se transformó en un bien común entre actores. Ésta, durante estos años,
se asoció al “mercado” y a su crecimiento. Por tanto, el proteccionismo y los
derechos sociales fueron expulsados de la agenda discursiva del neoliberalismo.
“Mercado” y “Democracia”, no solo
fueron parte de una retórica, sino es la fórmula que permitió a viejas derechas
asociadas a sectores desestabilizadores o golpistas competir en el sistema
político y, paradójicamente, ayudar a consolidar la democracia.
Sexta: se fortalecieron y crearon
nuevos actores económicos. Entre ellos, los vinculados a las empresas
privatizadas y a las instituciones bancarias. Los bancos asumieron un lugar preponderante en el sistema económico,
como algunos grupos vinculados a la importación y a ciertas exportaciones
específicas. Estos actores empoderados por los nuevos modelos económicos se
incluyeron en la lucha de intereses y en la definición de decisiones políticas.
Inclusive, acumularon un fuerte poder económico y político que se mantiene
hasta la actualidad. A otros tantos actores empresariales, el proyecto
neoliberal los perjudicó y –según cada país--‐ podemos observar cómo los gobiernos neoconservadores optaron por
subsidiarlos en algunos casos. Unos quebraron y otros debieron subsistir a
costos muy altos.
Séptima: el neoliberalismo no fue
un bloque de medidas que se realizaron de manera homogénea en los diversos
países. En cada país se produjeron acuerdos, negociaciones y presiones de diversos grupos
que dieron forma al sistema político y económico.
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- Esteban De
Gori @edegori, Dr. en Ciencias Sociales Subdirector Ejecutivo CELAG
Gisela Brito @giselabrito Licenciada en Sociología Investigadora CELAG.
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