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“Dada la disminución de sus
reservas de gas y petróleo, Bolivia importa
la mayor parte de su combustible y
subvenciona su costo, pero gracias a las restricciones fiscales ya no puede hacerle frente al pago de la
deuda y a las subvenciones. Bolivia
destinó más de 3000 millones de dólares a subvenciones al gas el año pasado.
Su deuda externa se situaba en 13 300 millones de dólares a finales de
2024, con unas reservas de divisas en un mínimo histórico. La falta de dólares se debe a la fuerte caída de las exportaciones de hidrocarburos,
cuyos beneficios constituían la base del programa económico redistributivo
del MAS durante las dos últimas décadas.
El tipo de cambio informal del dólar ronda ahora los quince
bolivianos, más del doble del tipo oficial de 6,97.
“El proceso electoral puso de manifiesto dos problemas subyacentes. Una, la desarticulación del movimiento popular,
que perdió su capacidad histórica para marcar la agenda política e incorporar sus
reivindicaciones al debate electoral
público, algo que la desintegración del MAS no hizo más que agravar al fragmentar aún más sus bases. Por otro lado, ante una crisis económica creciente, la única solución que surge es la exacerbación de un capitalismo extractivo
centrado en el litio, la exploración
de nuevos hidrocarburos y, sobre todo, la profundización del modelo agroindustrial y minero.
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Fuentes: CLAE – Rebelión.
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LA CRISIS DEL MAS Y LO QUE VENDRÁ: ¿20 AÑOS NO ES NADA?
El Movimiento al Socialismo
(MAS) enfrenta su mayor crisis en dos décadas.
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Por | 21/08/2025 | Bolivia.
Fuentes. Revista Rebelión jueves 21 de agosto del 2025.
El Movimiento al Socialismo (MAS) enfrenta
su mayor crisis en dos décadas, marcado por la fragmentación interna y
acusaciones de corrupción, que salieron virulentamente a la intemperie justo
antes de las elecciones presidenciales, donde sus diferentes candidatos fueron
holgadamente derrotados por los candidatos de derecha y ultraderecha.
Mientras Bolivia
celebraba la semana pasada el bicentenario
de su independencia, el ambiente en las calles y en el campo distaba mucho
de ser festivo. El hundimiento de uno de los programas progresistas más
radicales de cuantos surgieron en los primeros años de este siglo en América Latina debe ser motivo de
reflexión y de autocrítica no solo para el progresismo
boliviano, sino para fuerzas
democráticas de América Latina.
El colapso del MAS obedece a múltiples factores y su análisis tomará tiempo, pero no es de ninguna manera sorpresivo. Llevaba años alejándose de las bases sociales que lo llevaron al poder, mientras la crisis económica erosionaba su propuesta y la derecha intentaba –vía destabilización económica e incluso golpes y tentativas de golpe de Estado- recuperar el poder.
Arce y Morales. Los responsables de haber destruido un Movimiento Político como el MAS y un Proyecto Histórico Democrático al Socialismo como el Estado Plurinacional de Bolivia.
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Si bien la descomposición interna del
MAS
era inocultable en noviembre de 2019,
cuando, Evo Morales pretendía
reelegirse por cuarta ocasión, se desencadenó un violento golpe de Estado –respaldado por la Organización de Estados Americanos–, que instauró un régimen de facto, interrumpió durante
tres años las políticas masistas y dislocó la mayor parte de los logros
económicos, políticos y sociales conseguidos en los años anteriores.
Cuando el MAS recuperó la presidencia, en
los comicios de 2020, con Luis Arce Catacora al frente, era ya
una fuerza política carcomida por los disensos internos, las pugnas por el
poder y el agotamiento de su programa y el cansancio de sus bases ante el egoísmo
¿o egocentrismo? de sus dirigentes.
Para los analistas, el
colapso interno del MAS plantea
preguntas acuciantes sobre el futuro de los movimientos indígenas dentro del Estado plurinacional boliviano. El 41 % de
la población boliviana es indígena,
la segunda más alta de América Latina, con una historia de 500 años de marginación y opresión racial. Morales, que gobernó entre 2005 y 2019, fue el primer
presidente indígena de Bolivia, y el MAS se constituyó históricamente en
torno a movimientos indígenas y campesinos.
Lo evidente es que el éxito del MAS, y
a la vez su mayor error, fue centrar todo un proyecto político en torno a una
sola figura: Evo Morales, lo que
significó el debilitamiento y desarticulación del movimiento indígena, pero
también abrió la desperdiciada oportunidad de repensar un proyecto político indígena al margen de la tutela partidista y
caudillista.
El resultado de las elecciones últimas es
una tragedia para el futuro del movimiento
popular en general y del indígena en particular. En los años de esplendor
del gobierno masista –con Evo presidente
y Arce ministro de Economía- el programa popular consiguió reactivar
la economía con tasas promedio de 5 por
ciento, disminuyó la pobreza extrema de 36.7 a 16.8 por ciento de la población.
Asimismo, reivindicó con firmeza la soberanía
nacional y concretó muchos e importantes
avances en materia de derechos.
El declive del MAS no se puede entender
sin reconocer la desconexión entre los movimientos sociales y sus propias bases», explica Roger Adán Chambi, abogado e
investigador aimara.
«El
movimiento social dejó de ser un movimiento y se convirtió en un brazo más del
poder, a menudo cegado por el clientelismo y el reparto de cargos».
Durante los últimos
dos años, las bases del MAS se
vieron envueltas en amargas y prolongadas divisiones entre las facciones
«evista» y «arcista». La primera apoya a Morales y la segunda al actual presidente, Luis Arce, a quien Morales
nombró como su sucesor.
La disputa llevó a un estancamiento
político, con los representantes evistas bloqueando la
legislación del Gobierno de Arce
relacionada con el gasto financiero, lo que agravó el panorama económico.
Evo Morales
anunció el lunes que respeta los
resultados electorales, pero destacó la candidatura de Edman Lara y le atribuyó la victoria electoral del PDC, por sobre la figura de Rodrigo Paz.
“Soy muy sincero: no es que
Rodrigo Paz ha ganado. Yo diría, ha ganado el capitán Lara”, indicó. Lara es
un expolicía, estrella de TikTok y fue el candidato a vicepresidente de Paz.
En el período previo a las elecciones, los partidarios de Evo emprendieron una serie de bloqueos, principalmente en su bastión de la tropical Cochabamba, que impidieron la circulación de vehículos y alimentos en todo el país. Morales no podía presentarse a las elecciones porque carecer de un partido oficial bajo el cual presentarse y porque se lo prohíben los límites constitucionales que impiden la reelección indefinida.
Los enfrentamientos por los bloqueos culminaron en junio
con un violento enfrentamiento en la localidad de Llallagua, un estratégico centro minero urbano con conexiones con la zona cocalera del Chapare
y con los ayllus (comunidades
indígenas) del Norte de Potosí. Tres
policías y un campesino murieron en los enfrentamientos cuando los bloqueadores evistas protestaban por el
rechazo a la candidatura de Morales
definido por la autoridad electoral.
En medio de una creciente reacción pública
contra los impopulares bloqueos, la
decisión de Arce de enviar unidades
especiales de la policía para sofocar las
protestas marcó un punto de inflexión.
Dada la disminución de sus reservas de
gas y petróleo, Bolivia importa la mayor parte de su combustible y subvenciona su costo,
pero gracias a las restricciones
fiscales ya no puede hacerle frente al pago de la deuda y a las
subvenciones. Bolivia destinó más de
3000 millones de dólares a subvenciones al gas el año pasado. Su deuda externa se situaba en 13 300 millones de dólares a finales de
2024, con unas reservas de divisas en un mínimo histórico.
La falta de dólares se
debe a la fuerte caída de las
exportaciones de hidrocarburos, cuyos beneficios constituían la base del
programa económico redistributivo del MAS
durante las dos últimas décadas. El tipo de cambio informal del dólar ronda
ahora los quince bolivianos, más del doble del tipo oficial de 6,97.
El proceso electoral
puso de manifiesto dos problemas subyacentes. Una, la desarticulación del movimiento popular, que perdió su capacidad
histórica para marcar la agenda
política e incorporar sus reivindicaciones al debate electoral público, algo que la desintegración del MAS no hizo más que agravar al fragmentar
aún más sus bases.
Por otro lado,
ante una crisis económica creciente,
la única solución que surge es la exacerbación
de un capitalismo extractivo centrado en el litio, la exploración de nuevos hidrocarburos y, sobre todo, la profundización del modelo agroindustrial y
minero.
Ganó la Derecha-. La Democracia Cristiana. y La ultra derecha. el neoliberalismo.
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A partir de 2026, y
dependiendo del resultado de la segunda
vuelta a realizarse en octubre, el gobierno estará en manos del centroderechista Rodrigo Paz, beneficiario de la pérdida de apoyo popular al MAS, o del neoliberal Jorge Quiroga, abanderado opositor a las políticas sociales y de
inclusión del periodo masista.
No es de descartar que estos exponentes de la oligarquía boliviana adopten una política persecutoria y represiva en
contra de los sectores populares.
Con la derecha (o
ultraderecha) en el poder, la
reestructuración económica parece inevitable. Los préstamos del FMI y del Banco
Mundial podrían implicar duras
medidas económicas que traerían recuerdos
de los brutales años de ajuste neoliberal de la década de 1980.
La eliminación de los subsidios a los
combustibles y los alimentos,
de los que dependen los más pobres de
Bolivia, probablemente desencadenaría
un nuevo ciclo de agitación social. Sean cuales sean los resultados de las elecciones, está claro que
la era dorada del MAS terminó en
una amarga discordia y que el Estado plurinacional se enfrenta a un
futuro sombrío.
Nada bueno se puede
esperar de Tuto Quiroga,
representante de los intereses del
capital estadounidense y de las élites
tradicionales de Bolivia, quien ya
ocupó la presidencia durante un año, de 2000 a 2001, y fue vicepresidente de 1997 a 2001 en el gobierno del exdictador Hugo Banzer.
Sus propuestas incluyen recortes del
gasto para reducir el
déficit fiscal y planes para estabilizar el tipo de cambio del dólar,
financiados por un programa de rescate
internacional de 12.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
Casi 20 años atrás, el domingo 18 de
diciembre de 2005, una misión de la Organización de Estados Americanos (OEA)
presidida por el exmandatario colombiano
Andrés Pastrana, intentó imponer el imaginario
de un triunfo del derechista Jorge Quiroga sobre el líder indígena Evo Morales, en base a cómputos paralelos realizados
por la ONG venezolana Súmate,
presidida por María Corina Machado. La
maniobra fue neutralizada por la veeduría de la misión del Observatorio en Comunicación y Democracia.
La incógnita está en boca de todos: ¿Por
quién votarán los masistas en la segunda vuelta? Paz espera que sea por él,
pero…
ARAM AHARONIAN. Periodista y comunicólogo
uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la
Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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