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¿No asusta ese
conflicto a sectores empresarios nacionales que el gobierno boliviano quiere
cerca?. Hay
reglas del juego. El Estado va a
intervenir en ciertas áreas: hidrocarburos, energía eléctrica, parte en minería
y sectores claves de industrialización de minería y de hidrocarburos. Y ya.
Acordó las áreas de participación de actividad privada nacional y extranjera. El sector privado se beneficia si el
excedente generado en el país se internaliza. Puede ofrecer servicios, mejorar sus inversiones, acceder a contratos
del Estado. Hay momentos en que se cruza el interés del empresario con el
del trabajador. Entre el empresario extranjero y el trabajador, el Estado opta por el
trabajador. Cuando el conflicto
se da entre trabajador y empresario boliviano, buscamos mecanismos de diálogo para
distribuir áreas o conciliar entre los intereses de ambos.
¿Cómo juega para
Bolivia la clave sudamericana?. Nunca
habíamos vivido un momento tan excepcional de construcción de una base material
de integración. En los últimos diez años
el comercio intrarregional casi se duplicó. Bolivia, no sólo en gas, sino en
productos manufacturados, vende a
América latina el 50 por ciento de sus exportaciones: madera, gas, soja...
Brasil y Argentina cooperan en la producción automovilística, ¿no? Cada uno de nuestros países ha tomado con
mayor o menor radicalidad planes posneoliberales. No sólo hay gobiernos progresistas y revolucionarios como nunca en la
historia pasada. Sus medidas aminoran los efectos de la crisis sobre la región,
que crecerá este año a una tasa de entre 3 y 5 por ciento mientras el mundo
desarrollado llegará en el mejor de los casos al 1 o 2 por ciento. Tienes CELAC, UNASUR, ALBA, como iniciativas de
construcción común. Dejamos de vernos con
ilusiones en Europa, cuando el premio era llevar a sus hijos allí. Hoy cambia incluso
el ideario de lo deseable para la clase media.
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ÁLVARO GARCÍA
LINERA: “No hay un modelo exclusivo”. Vicepresidente Boliviano.
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A
horas de las elecciones venezolanas, y en una corta visita a Argentina, dialogó
con Página/12 sobre la región y lo que llamó “tensiones creativas del proceso
revolucionario”.
Martín
Granovsky.
Página
/12 domingo 7 de octubre del 2012.
Matemático de formación
original, investigador en ciencias sociales, Alvaro García Linera es el
vicepresidente de Evo Morales y su mano derecha en la conducción del actual
proyecto político boliviano.
–A las puertas de las
elecciones presidenciales en Venezuela, ¿hay un proyecto común en Sudamérica?
–Lo interesante es que
nuestros procesos no amarran a un modelo exclusivo. Son búsquedas plurales con
velocidades y densidades diferenciadas para desmontar la maquinaria neoliberal
que acumuló expropiando lo público. Respeto lo que pueden hacer la Argentina,
Ecuador, Venezuela... En Bolivia trabajamos a partir de nuestras posibilidades
materiales, de nuestra realidad. Inicialmente cada proceso era un hilo de agua.
Ahora se juntan unos con otros y forman un torrente que converge.
–A corto plazo, ¿cómo se
construye la vía democrática al socialismo que ustedes vienen pregonando?
–Pensemos en el potenciamiento
del Estado, que ha logrado conservar recursos económicos, ámbitos de
intervención en la economía, y pensemos en la comunidad. Conversión de
propiedad del Estado en propiedad pública: la clave es el reforzamiento de lo
común, la participación directa de la gente en la toma de decisiones. Es
imposible imaginar sin esto que lo estatal devenga en público y sea rebasado,
como queremos, por lo común. Hablo desde el concepto de Antonio Gramsci del
Estado integral. Cómo hacen el indígena, el transportista, el campesino, para
intervenir en la decisión de qué se hace con el excedente, con la propiedad,
con los minerales, con el agua. La sola propiedad estatal no es socialismo. Es
una buena herramienta para centralizar, para controlar, para registrar.
–¿Y la gestión concreta?
–Se me viene a la mente el
concepto de Michel Foucault de gobernanza. Solución flexible y negociada de
estructuras estatales y no estatales, sin centro a veces. Fijémonos en el
sector minero. Está el recurso y hay buenos precios. ¿Cómo se tomaba antes una
decisión? Sin conflictos, porque no había mineros, no había cooperativistas, no
había industriales. El Banco Mundial, la empresa, el presidente y seguramente
la embajada resolvían sin democracia la suerte del mineral, y no se
beneficiaban ni Bolivia ni el empresario. Hoy los trabajadores quieren más ingresos
y más asalariados. El Estado quiere que el excedente sea redistribuido entre
todos. Los cooperativistas, artesanos de la minería, dicen que ni todo para los
asalariados ni todo para el Estado. Tienes que articular. En lenguaje plebeyo
es paro, la marcha, la amenaza, la reconciliación. Y sale una solución más
complicada, más conflictiva, más riesgosa, pero es el pueblo decidiendo sobre
un recurso común.
–¿En qué punto de esa síntesis
está Bolivia?
–En la primera época se
contraponían dos proyectos de economía, de Estado y de sociedad. Como en una
estrategia de guerra de posiciones, había dos bloques, hasta territorialmente
divididos, y dos proyectos de sociedad. Eso se acaba después del intento
violento de golpe de Estado, del magnicidio frustrado y de la derrota política
y moral de los conservadores. Seguramente se modificará de acá a un lustro, una
década, pero hoy hay un solo horizonte de época, incluso para los opositores,
que se imaginan el porvenir en torno de este escenario. Entonces las tensiones
surgen no desde la oposición, sino desde el usufructo al interior del proyecto
hegemónico, y en el ciclo de expansión más importante de Bolivia en los últimos
50 o 60 años. Hemos reducido la desocupación al 2 por ciento en un país
golpeado y muy pobre. La internalización de la riqueza está generando reducción
de pobreza y gradual bienestar de la población. Son siempre cifras modestas,
pero significativas para nosotros los bolivianos. En este marco el Estado debe
velar para que el excedente tenga carácter universal y no corporativo.
–¿No se da la paradoja de un
movimiento indígena que al triunfar, porque llegó a controlar el Estado,
también pierde fuerza como tal?
–Mi hermano, ésas son
tensiones creativas del proceso revolucionario. Pasó con los mineros. Algunos
nos pedían intervención militar. Los conflictos, aunque tardemos un mes o seis
meses, aunque hasta haya dinamitadas, deben resolverse democráticamente. Lo
mismo con el petróleo. Y así será con la electricidad. Las sociedades
revolucionarias no les pueden temer al conflicto y al disenso. Es más
complicado y riesgoso, pero es la forma de mantener más viva la democracia.
–¿No asusta ese conflicto a
sectores empresarios nacionales que el gobierno boliviano quiere cerca?
–Hay reglas del juego. El
Estado va a intervenir en ciertas áreas: hidrocarburos, energía eléctrica,
parte en minería y sectores claves de industrialización de minería y de
hidrocarburos. Y ya. Acordó las áreas de participación de actividad privada
nacional y extranjera. El sector privado se beneficia si el excedente generado
en el país se internaliza. Puede ofrecer servicios, mejorar sus inversiones,
acceder a contratos del Estado. Hay momentos en que se cruza el interés del
empresario con el del trabajador. Entre el empresario extranjero y el
trabajador, el Estado opta por el trabajador. Cuando el conflicto se da entre
trabajador y empresario boliviano, buscamos mecanismos de diálogo para
distribuir áreas o conciliar entre los intereses de ambos.
–¿Cómo juega para Bolivia la
clave sudamericana?
–Nunca habíamos vivido un
momento tan excepcional de construcción de una base material de integración. En
los últimos diez años el comercio intrarregional casi se duplicó. Bolivia, no
sólo en gas, sino en productos manufacturados, vende a América latina el 50 por
ciento de sus exportaciones: madera, gas, soja... Brasil y Argentina cooperan
en la producción automovilística, ¿no? Cada uno de nuestros países ha tomado
con mayor o menor radicalidad planes posneoliberales. No sólo hay gobiernos
progresistas y revolucionarios como nunca en la historia pasada. Sus medidas
aminoran los efectos de la crisis sobre la región, que crecerá este año a una
tasa de entre 3 y 5 por ciento mientras el mundo desarrollado llegará en el
mejor de los casos al 1 o 2 por ciento. Tienes Celac, Unasur, Alba, como
iniciativas de construcción común. Dejamos de vernos con ilusiones en Europa,
cuando el premio era llevar a sus hijos allí. Hoy cambia incluso el ideario de
lo deseable para la clase media.
–Universitarios argentinos de
vacaciones en Bolivia.
–Cuando el presidente sale del
Palacio le gritan para la foto: “¡Evo, de Argentina!”. Es un momento
excepcional. La sociedad es la que nos empuja. El Estado debe saber mantener el
horizonte de lo universal. Pero la sociedad te da un empujón, te da un sopapo.
No hay otra manera de avanzar. El Estado no puede suplir a la sociedad.
–¿Cómo quiere hacerlo este
Estado boliviano?
–Esa es una de las bellas
riquezas contradictorias de un proceso revolucionario. El presidente lo
explicaba bien bonito. Antes, el sindicato era Estado. Antes el Estado no te
daba nada y te quitaba todo. Aparecía para matarte. Incursionaba, te saqueaba,
te destruía y luego se replegaba. Quedaba el sindicato. No tengo escuela. Está
el sindicato. No tengo camino. Vamos con el sindicato a hacer camino, una senda
y piedras encima. Se ha muerto el compañero y ha dejado cinco huérfanos. Los
compañeros aportan el ataúd y cuidan de sus hijos. En el agro y en los barrios
populares la escasez se supera de manera común a partir de la asociatividad.
Luego viene este proceso revolucionario. Nacionalizamos, se incrementa el
excedente y construimos escuelas, colocamos el césped en una cancha, el yerbero
atiende el parto, pero viene la posta sanitaria... El sindicato debe replantearse
qué hace. Se moviliza para pedir al Estado el cumplimiento de la satisfacción
de las necesidades básicas. O sea: se debilita el movimiento social por aumento
del Estado social. Entonces debatimos con los compañeros el tema. El sindicato
debe construir poder económico local o regional, en la elaboración de los
recursos.
–¿Poder económico incluye
participar de la gestión?
–Que el sindicato conduzca en
lo estatal y en lo privado. Luego de la discusión sobre el excedente, en la
gestión de la economía es al fin y al cabo donde va a definirse el socialismo
hacia el futuro. Hay experiencias positivas y negativas. En la zona aymara,
cerca del lago, los compañeros trabajan la tierra, tienen sus vaquitas y
siempre vendieron la leche a la empresa transnacional. Quieren que no los
exploten y que puedan coronar sus esfuerzos formando una pequeña empresa de
elaboración de leche que sea distribuida en la escuela donde van sus niños en
el pueblo donde gobierna el alcalde que eligieron. Es un bucle. Bien. En el
Chapare pusieron una fábrica y no funcionó. Tuvieron la voluntad de construir
el poder económico, pero conocieron los límites de gestionar comunitariamente
la economía. Hay comunitarismo para el agua y para las tierras de pastoreo,
pero nos cuesta el comunitarismo para el procesamiento. Todavía hay un límite
que debemos aprender a superar. Te doy otro ejemplo: Huanuni. Una mina con
cinco mil obreros. Formalmente el gobierno nombra al gerente, pero realmente la
gestión es el sindicato. Ellos definen gerencias, inversiones, salarios,
intensificación o reducción del trabajo. Propiedad estatal y gestión obrera. Es
la experiencia más avanzada y a la vez tiene un límite que te muestra hasta
dónde puedes avanzar en la gestión de lo comunista. El excedente generado no se
universaliza. Tienes compañeros mineros que ganan 50 mil bolivianos, 10 mil
dólares. El presidente gana 1500 dólares. Sólo el 10 por ciento del excedente
pasa al Estado. La victoria es la autogestión obrera. El límite, la no
universalización del excedente.
–¿Qué es lo comunista?
–La comunitarización de la
producción. La autogestión tiende a corporativizar los recursos generados. El
objetivo es universalizar los recursos generados. Y no tienes libros para estas
tensiones. No las reflexionó Lenin.
–¿Cuál es la importancia de la
figura de Evo en este proceso?
–El derrumbe del viejo sistema
de partidos se da por la emergencia de lo popular. Supongo que por la dinámica
de la crisis, cuando se derrumban los mecanismos de adhesión del gobernado al
gobernante, surge la necesidad de nuevos dirigentes. No hay una predestinación
de Evo. Pero está claro que estuvo en el momento preciso y en las
circunstancias precisas en que la sociedad corporiza lo que está haciendo y lo
que emerge. Campesino,
luchador, antiimperialista, indígena, aglutinador... Cada sublevado puede decir
en Evo “ése soy yo”.
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