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Luego de analizar la génesis del teatro cubano, para proseguir
a reconocer en el mismo su expresión tradicional e
identitaria debemos partir de qué entender por
tradición, lo que se define como el “conjunto
de valores culturales que transmitidos de generación en generación,
forman el substrato básico de una colectividad” y qué
entender por identidad cultural, llámese identidad cultural de un grupo social
determinado(o de un sujeto determinante de la cultura) a la producción
de respuestas y valores que como heredero y transmisor, actor y autor de su cultura, éste realiza en un contexto histórico dado como consecución del principio socio
psicológico de diferenciación identificación con otro(s) grupo(s) o sujeto(s)
culturalmente definido(s). A partir de estas
definiciones es que podemos considerar entonces como el esbozo del teatro cubano a seguir va adquiriendo una
expresión tradicional e identitaria, con el paso de los años y el devenir histórico teatral.
Ha habido mucha especulación acerca de nuestro primer título
teatral, pero no es hasta la segunda mitad del siglo XVII que
podemos hablar de un título cierto, pues ya el regocijo popular fue separando al teatro como manifestación
artística de las fiestas religiosas. Tenemos que aceptar como nuestra
primera obra a El Príncipe Jardinero y fingido Cloridano de Santiago Pita y Borroto, publicada 1733
en Sevilla. Aunque la obra no
constituyó un reflejo de la nación, sino
una historia de galanteos caballerescos, se convirtió en nuestro
primer texto dramático y antecedente de nuestra escena popular. A propósito de la obra en general, pero de
hecho a partir de los personajes, afirman algunos estudiosos de Pita
que: «…no es delirio, creemos, vislumbrar
anticipos del género bufo ni advertir un erotismo ingenuo, ligeramente
obsesivo, que nos parece vernáculo...». «…con El
príncipe jardinero nace
el choteo en el teatro cubano…». Los aciertos formales y la creación de
caracteres y personajes en Pita hablan de un artista con creatividad y la
suficiente capacidad de asimilación de valores tradicionales y de su momento,
ejemplo único en el siglo XVIII en Cuba
o al menos de lo que ha llegado hasta nuestros días. El teatro cubano tiene
en ese comienzo un digno representante del género, una obra de
arte trabajada con· plena conciencia, si bien su influencia parece haber sido
prácticamente inexistente
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En el Teatro del Viejo Mercado, se suceden los ensayos
EL
TEATRO CUBANO. EXPRESIÓN DE LO TRADICIONAL E IDENTITARIO.
*****
Universidad
de Málaga. Eumet-ned Julio del 2012.
Área
de Ciencias Sociales.
RESUMEN
El teatro es una
manifestación artística que tiene sus orígenes en las primeras representaciones
mágico—religiosas del hombre primitivo. Sus antecedentes en Cuba parten
del período precolombino y constituyen un legado primordial para las
actuales generaciones de teatristas, en las cuales predomina y se funde una
mezcla de tradición e identidad que reside en los valores y aportes que el
teatro cubano viene forjando a través del paso de los años, teniendo siempre en
consideración, las características típicas de cada época o contexto que
matice su desarrollo y tipología. Por lo anteriormente descrito nos
proponemos analizar diversos elementos que demuestran como con el paso de
los años el teatro cubano ha sido expresión de lo tradicional e
identitario.
PALABRAS CLAVE: Teatro,
Cuba, identidad, tradición, identidad cultural.
Piedra Sarría, Y. y Chang
Ramírez , J.: "El teatro cubano. Expresión de lo
tradicional e identitario", en Contribuciones a las
Ciencias Sociales, Julio 2012, www.eumed.net/rev/cccss/21/.
El término teatro
viene del griego theatron,
que significa lugar donde se mira. Cuando se habla de teatro, se debe
comprender que el “hecho teatral” surge en la representación, la cual une un
complejo entramado de actor-texto-público, por esto, considerar el
contexto se hace fundamental.
Como manifestación artística
figura dentro del espectro de las artes escénicas, es concebido como un género
del arte escénico basado en la composición, interpretación y representación de
una realidad, mediante la combinación de discurso, gestualidad,
escenografía, música, sonido y espectáculo que crea un sistema de
relaciones significativas que influyen en la comunidad. También es un género
literario concebido para la representación e interpretación propia de una
determinada época, país, estilo o autor; que a su vez defiende diversas
tipologías.
Se dice que el teatro nace en Grecia, pero lo cierto es que tiene sus
antecedentes en los cultos a través de ceremonias en forma de
representaciones a los dioses y otros aspectos mediante bailes y danzas. “Estas primeras
manifestaciones dramáticas son las prehistóricas danzas mímicas que ejecutaban
los magos de las tribus, acompañándose de música y de masas corales en sus
conjuros con objeto de ahuyentar los espíritus malignos, y otras pantomimas y
mascaradas” (De Jonvent, 199?).
En distintos países o
regiones del mundo los orígenes del teatro estuvieron matizados por las
características propias del lugar de desarrollo independientemente de sus
antecedentes comunes. De ahí que en el III milenio a.C. los
egipcios ya representaban escenas en honor del dios Osiris; en China los
orígenes del teatro se remontan al II milenio a.C. y su mayor florecimiento
tuvo lugar durante la dinastía Ming; mientras que en el Japón el teatro se
inició en el siglo VII d.C, y uno de sus mayores logro artísticos
teatrales fue el género Nō1 .
En la India, el teatro
también surge como culto a los dioses, para ser posteriormente reglamentado de
modelo convencional por la corte. En el caso de Europa el teatro
nace con los griegos, donde el culto a Dioniso propició espectáculos
sacros, en los que un coro y un único actor, previsto de la máscara del dios,
recitaban ante la divinidad el ditirambo
o composición poética en su loor. Sus autores más representativos
fueron Esquilo, Sófocles y Eurípides, en la tragedia, y Aristófanes y Menandro,
en la comedia en su etapa más importante (500-400 a.C). El teatro romano
por su parte copió el modelo griego, pero con una temática propia, vale
destacar entre sus autores a Séneca, Plauto y Terencio.
En la Edad Media, la iglesia
se opuso al teatro y no fue hasta a partir del siglo X cuando se origina
el drama litúrgico con un tropo pascual de tres versos y un diálogo entre
las tres Marías y los ángeles en la tumba de Cristo, que toleró la
representación de temas sacros (misterios, de Navidad, de la Pasión, de Corpus
de la vida de la Virgen, etc.). Al mismo tiempo en este período de la historia
europea se venía desarrollando el mimo, el teatro popular, y la farsa
satírica, con personajes sacados de la realidad. Este teatro medieval era
representado por estudiantes, cofrades y miembros de gremios y por compañías
ambulantes.
“El teatro español, como
el europeo, surge vinculado al culto religioso. La misa, celebración litúrgica
central en la religión cristiana, es en sí misma un ‘drama’, una representación
de la muerte y resurrección de Cristo. Serán los clérigos los que, en su afán
didáctico por explicar los misterios de la fe a los fieles mayoritariamente
incultos y analfabetos, creen los primeros diálogos teatrales: los tropos, con
los que escenificaban algunos episodios relevantes de la Biblia. Estas
representaciones, que tenían lugar dentro de las iglesias, en el coro o parte
central de la nave, se fueron haciendo más largas y espectaculares dando lugar
a un tipo de teatro religioso que fue el teatro medieval por excelencia.”(De
Jonvent, 199?).
Poco a poco, con el decursar
del tiempo se fueron añadiendo elementos profanos y cómicos a este tipo
de representaciones que por razones de decoro, terminaron por abandonar las
iglesias y comenzaron a realizarse en lugares públicos como: los pórticos y
atrios de las iglesias, plazas, calles y cementerios.
En España, los actores
profesionales aparecieron en el siglo XV, actuando en ferias y hospederías;
ya durante el siglo XVII el teatro español llega a su siglo de oro,
influenciado por circunstancias sociales y políticas que determinaron una
situación excepcional donde la representación pública se convierte en el eje de
la moral y la estética, con autores como Lope de Vega, Miguel de
Cervantes, Pedro Calderón de la Barca, Tirso de Molina, etc.
Independientemente de
las diferentes modalidades desarrolladas por algunos países con respecto
al origen del teatro, se aprecia como tronco común que los antecedentes del
mismo están muy ligados a representaciones que nacen en épocas
prehistóricas con los ritos mágico-religiosos que eran efectuados en favor de
los dioses, el clima, la abundancia de alimentos, etc.
Cuba no escapa de estos
orígenes y sus primeras manifestaciones de arte teatral fueron los areítos- mezcla de
poesía, música y danza con magia y religión-, vocablo antillano proveniente del
arahuaco airin
que significa ensayar o recitar, estos constituyeron a decir del destacado
investigador y crítico teatral cubano Rine Leal (1978) “la máxima expresión de
nuestra cultura aborigen”.
"Los areítos
eran, una compleja manifestación de la cultura aborigen donde se mezclaban el
canto, el baile, la poesía, la coreografía, la música, el maquillaje y la
pantomima, dirigidos por el tequina o coreuta, donde hemos de ver a los
primeros poetas, actores y músicos cubanos, en una apretada síntesis artística
que expresa la liturgia religiosa, los ritos mágico de la vegetación, la
epopeya e historias tribales, y la identidad colectiva." (Leal, 1980)
Constituían una verdadera
creación colectiva, un rico espectáculo coreográfico y cohesionador de la
comunidad; era su más perfecta representación de la política, la cultura y su
cosmovisión. Al carecer de conflicto el areíto
no se consideraba todavía drama pero si una representación, ya
que narraba o relataba los principales hechos y hazañas de caciques y
señores, así como sucesos de la vida diaria relacionados con la fertilización.
Una de las leyes de Burgos
el 27 de diciembre de 1512, prohíbe los areítos. Los que desafortunadamente
vieron frenada por la conquista, su resistencia cultural. Estos desaparecieron
al no poder compartir un espacio que les pertenecía por derecho con la cultura
española, cultura que estaba basada en la destrucción de la estructura
económica y social aborigen, imponiendo no solo su dominio y explotación sino
también sus imágenes teatrales. Con la conquista “nada de ellos quedó, y cuando sus ecos se apagaron, sobre este
silencio de sangre comenzó el nacimiento del teatro cubano” (Leal, 1980)
El llamado Arte Popular de
la Región Central de Cuba es uno de los fenómenos de las Artes Plásticas más
singulares e importantes del país gracias a su trayectoria consolidada por
décadas de creación y a la persistencia de creadores e instituciones por
mantenerlo.
Con la colonización española
se heredaron también sus rasgos culturales, se afirma que el teatro cubano
comenzó siguiendo los patrones de la escena española a través de las
festividades cristianas del Corpus
Christi 2. Iniciada la época colonial, la primera referencia teatral de
que se tiene noticia data de 1520 fue una danza relacionada con las fiestas
cristianas ya mencionadas realizada en Santiago de Cuba por Pedro
de Santiago. Precisamente, con esta herencia se vincula el primer autor
“a la europea” conocido, en 1570, Pedro de Castilla, el cual realiza una danza
del Corpus y posteriormente domina la vida teatral durante seis años con la
realización de nuevos Corpus ya incorporando a los mismos a negros libres y
artesanos, sastres, zapateros, herreros, carpinteros, calafateadores,
escenografía y vestuario, además de maquinaria teatral e invenciones de
tramoya, de gran importancia en los actos sacramentales debido a su espíritu
religioso.
Durante estos años las
representaciones realizadas tenían como núcleo el Corpus Christi, colocándonos ya en un terreno
literario pues las “obras” debían ser revisadas por el Obispo y
Señor Teniente, para la posterior aprobación o no de la misma; con
el paso del tiempo se fueron incorporando a las misma farsantes o actores y se
comienza a hablar de farsa; vale destacar en este período a autores como
Juan Pérez de Bargas, Francisco de Mojica, Jorge Ortíz. Ya 1599 se
estrenan dos comedias de Juan Bautista Siliceo, las cuales
lamentablemente no han llegado a nuestros días.
“De esta manera podemos
observar el desarrollo de nuestra escena partiendo de modestas danzas, y
llegando a la comedia a través de invenciones, autos, entremeses, farsas,
fiesta de carros, juegos, y «obra buena». En realidad, el surgimiento del
teatro en Cuba repite el mismo proceso que en España, y no es más que una
prueba del carácter colonial de nuestra escena inicial, el trasplante del arte
europeo a las nuevas tierras conquistadas.” (Leal, 1980)
A la par de la naciente
burguesía y sus creaciones escénicas, los esclavos y negros libres también
tenían la suyas, a pesar de que estas no eran aprobadas por los blancos, ni
podían realizarse en espacios oficiales, sino en fiestas, ceremonias religiosas
y sobre todo en el Día de Reyes.
“De la misma manera que
aceptamos que los areítos fueron la representación de la cultura
aborigen con indudables raíces teatrales, las ceremonias afrocubanas deben ser
tomadas como la representación de las luchas, anhelos y sincretismo
cultural de los negros y esclavos discriminados” (Leal, 1980)
La vigencia de estas
manifestaciones está dada gracias a la constante persecución de los negreros y
al interesado olvido en que los tuvo la historiografía burguesa de la época
hasta que diferentes etnólogos y antropólogos pudieran analizarlas
científicamente, a partir de ahí se puede decir que estas manifestaciones
pueden ser analizadas como una clase práctica del origen del teatro.
Luego de analizar la
génesis del teatro cubano, para proseguir a reconocer en el mismo
su expresión tradicional e identitaria debemos partir de qué
entender por tradición, lo que se define como el “conjunto de valores
culturales que transmitidos de generación en generación, forman el
substrato básico de una colectividad” (Grijalbo, 1997) y qué entender por
identidad cultural, llámese identidad cultural de un grupo social determinado(o
de un sujeto determinante de la cultura) a la producción de respuestas y
valores que como heredero y transmisor, actor y autor de su cultura, éste
realiza en un contexto histórico dado como consecución del principio socio
psicológico de diferenciación identificación con otro(s) grupo(s) o sujeto(s)
culturalmente definido(s). (García Alonso, 1996).
A partir de estas definiciones es que podemos considerar entonces como el esbozo del teatro cubano a seguir va adquiriendo una expresión tradicional e identitaria, con el paso de los años y el devenir histórico teatral.
A partir de estas definiciones es que podemos considerar entonces como el esbozo del teatro cubano a seguir va adquiriendo una expresión tradicional e identitaria, con el paso de los años y el devenir histórico teatral.
Ha habido mucha especulación
acerca de nuestro primer título teatral, pero no es hasta la segunda mitad del
siglo XVII que podemos hablar de un título cierto, pues ya el regocijo
popular fue separando al teatro como manifestación artística de las
fiestas religiosas. Tenemos que aceptar como nuestra primera obra a El Príncipe Jardinero y fingido
Cloridano de Santiago Pita y Borroto, publicada 1733 en Sevilla.
Aunque la obra no constituyó un reflejo de la nación, sino una historia de
galanteos caballerescos, se convirtió en nuestro primer texto dramático y
antecedente de nuestra escena popular. A propósito de la obra en general, pero
de hecho a partir de los personajes, afirman algunos estudiosos de Pita
que: «…no es delirio, creemos, vislumbrar anticipos del género bufo ni advertir
un erotismo ingenuo, ligeramente obsesivo, que nos parece vernáculo...»
(Smith, 1978), «…con El
príncipe jardinero nace el choteo en el teatro cubano…» (Leal,
1980).
Los aciertos formales y la
creación de caracteres y personajes en Pita hablan de un artista con
creatividad y la suficiente capacidad de asimilación de valores tradicionales y
de su momento, ejemplo único en el siglo XVIII en Cuba o al menos de lo que ha
llegado hasta nuestros días. El teatro cubano tiene en ese comienzo un digno
representante del género, una obra de arte trabajada con· plena conciencia, si
bien su influencia parece haber sido prácticamente inexistente.
Según la prensa de la época,
entre las obras de teatro representadas en La Habana a partir de 1790 por
compañías españolas fundamentalmente, se destacan las comedias, dramas y
sainetes de Ramón de la Cruz, Francisco de Rojas Zorrilla, Agustín de Mareta,
Juan Crisóstomo Vélez de Guevara, José Cañizares, entre otros, además de obras
clásicas de Lope de Vega y Calderón de la Barca.
“De estos primeros intentos
nacionales, merece especial atención la obra de Francisco Covarrubias
(1775-1850), un extraordinario actor cuya extensa creación -en gran parte
desaparecida al paso de los años- se apoyó en la cubanización de los modelos
saineteros españoles, a partir de la reproducción de cuadros de costumbres
criollas y la inclusión de canciones y tipos populares, como el negrito, eje
vital del teatro bufo cubano. Dichos elementos -en los que radicó esencialmente
el mérito de Covarrubias-, junto a otros como el uso de un lenguaje
identificado con lo popular, han hecho reconocer en éste el nacimiento oficial
del teatro cubano” (Arcos,
2005).
Gracias a él comenzó a
hablarse "en cubano" en los escenarios de la isla. Introdujo además
el personaje del "negrito", que como el "chino" y el
"gallego" sería muy caro al teatro vernáculo. Fue también el mejor
caricato de su época y su popularidad creció porque solía intercalar canciones,
generalmente décimas, en sus obras. Tiene además la paternidad del género chico
cubano, que consistía en adaptar los
pasos, sainetes y entremeses españoles al ambiente local.
La Habana de la tercera década del siglo XIX era testigo del auge
económico de la burguesía esclavista que, heredera de una tradición teatral nacida hacia finales del XVIII,
asentaba paulatinamente su gusto por el espectáculo, lo cual se hacía
patente de año en año a través de una serie casi ininterrumpida de temporadas.
Quiere esto decir que, si bien alrededor de 1820 la literatura dramática cubana
se encontraba en un incipiente período formativo, la capital de nuestra isla
ya se podía situar entre las más promisorias plazas teatrales del Nuevo Mundo.
La esencia de este teatro,
sustentada en la necesidad de diferenciar lo cubano de lo español, sería la
génesis de una conciencia artística urgida de valores culturales más profundos,
los cuales propulsarían el surgimiento y desarrollo de una escena con identidad
propia que fuera expresión del sentimiento nacional.
Mientras estas concepciones
se afianzaban entre nuestros creadores, el teatro en la isla durante esta etapa
sigue una trayectoria desigual. La unión de varios elementos, entre los que
cuentan rencillas internas entre artistas y directores, trajo consigo algunos
momentos de crisis en que llegaron a cerrarse incluso varios locales. Esta
misma situación acarreó, alrededor de 1830, el traslado a Matanzas, Trinidad y
Santiago de Cuba de varias compañías de actores. Hacia mediados de la década
del 30 y luego de estos numerosos altibajos, producidos también por la
ausencia de algunas figuras y la excesiva repetición de otras
Paralelamente con este nuevo impulso tomado por la vida teatral, comienza a
sentirse con más fuerza en el teatro el influjo romántico, elemento
determinante en el quehacer cultural de esta etapa. Lo romántico da cauce a los
anhelos de libertad, a la distinción entre lo cubano y lo español, a
revoluciones, represiones, logias secretas, liberalismo, audacias políticas,
prisiones, destierros, de ahí su importancia como estímulo propulsor de la
libre expansión de los sentimientos nacionales.
El romanticismo nos llega
fuertemente ligado a Francia y a través de España, donde dicha tendencia tuvo
poca oposición y buena acogida. Recibimos como herencia, entre otros elementos
del romanticismo, la actitud de reacción -más o menos intensa- frente al
racionalismo establecido por los cánones clasicistas, el reconocimiento de la
imaginación como facultad especial del hombre, la preferencia por los temas
históricos del pasado medieval y también por la conquista y colonización
americanas, así como un nuevo interés por los problemas sociales que
circundaban al individuo. Un aspecto que exponen nuestros románticos, es la
división representativa que causaba esta corriente en la sociedad, pues una
clase (esclavos y campesinos) se divide entre la opresión colonial y la
otra (burguesía) en el temor de una sublevación esclava que destruya sus
riquezas.
Durante todo el siglo
XIXse debe hablar de distintas figuras, que constituyeron exponentes claves
dentro del arte escénico de la Isla entre estas figuranJosé Jacinto Milanés
(1814-1863) es reconocido como uno de los primeros cultivadores del drama
romántico en lengua española, iniciado en la península en 1834. La obra que le
dio esa distinción es El
Conde Alarcos (1838), que lo hizo el escritor de moda de
entonces.
Otros nombres importantes de
esa centuria fueron Joaquín Lorenzo Luaces (1828-1867), considerado el mejor
comediógrafo. Como modalidad, los bufos habaneros, que debutan en 1868 y dan
inicio al teatro bufo cubano, movimiento que partiendo de modelos foráneos se
acriolla y llega a ser tan criollo que entre 1869 y 1879 la corona española
prohíbe su representación aquí. Resalta además el llamado Teatro Mambí hecho en
el exilio y cuyo principal exponente es la obra Abdala, escrita por José Martí.
En 1890, nace el Teatro Alhambra, sólo para
hombres, sede de subidos y eróticos bufos y sainetes. Por esos años hay una
explosión de grandes actores y se asegura que es el mejor momento de la crítica.
En la tercera década del
siglo XX, coincidiendo con un movimiento de renovación en la cultura y las
ideas cubanas, dramaturgos y actores comienzan a nutrirse de teatristas
europeos llegados a La Habana huyendo del fascismo. Surgen el Teatro
Universitario, la Academia de Arte Dramático, el Patronato del teatro, entre
otras instituciones. Se ensayan el drama psicológico, la comedia de fantasía,
el drama poético, y cambian asuntos, técnicas, ambientes.
Ya la década de los '40 ve
una explosión. Entre otras obras antológicas, sale a la luz "Electra Garrigó", de Virgilio Piñera,
considerado como la más alta figura de la dramaturgia cubana del siglo XX y que
sobresalió además en el cuento y la poesía. El teatro comenzaba a ver la realidad
nacional con una visión diferente y más problematizada.
En los '50, aparecen en la
palestra el director Vicente Revuelta y su compañía Teatro Estudio, que pese a
las estrecheces económicas y la desatención oficial hizo época. No obstante,
los signos y los puntos de fuerza eran escasos y aislados, situación que cambió
con el triunfo de la Revolución. En el propio 1959, se funda el Teatro
Nacional, se auspician concursos y se brinda gran apoyo a la dramaturgia local,
que sólo entre ese año y 1961 estrena 124 títulos.
Comienzan a escucharse
nombres como los de Abelardo Estorino (El robo del cochino); José Brene (Santa
Camila de la Habana Vieja); Héctor Quintero (Contigo pan y cebolla); Antón
Arrufat (El vivo al pollo); Nicolás Dorr (Las pericas); Piñera (Aire frío) y
Carlos Felipe (Réquiem por Yarini), que, desde una posición crítica ante el
pasado, asumían una voluntad de experimentación en una época en que el
teatro se expandió a todo el país y surgió el movimiento de aficionados en
miles de lugares.
En la década del '60, recién
terminada la lucha contra bandidos, surge el Teatro Escambray, otro
emprendimiento experimentador que llevó el teatro a los campos, exploró nuevos
temas, formas de comunicación con el público, y ha aportado mucho a la escena
cubana hasta la actualidad, cuando aún pervive.
Junto al Teatro Estudio y al
Escambray, convivieron durante estos años el teatro Político Bertold Brecht, el
grupo Rita Montaner, el Cabildo Teatral Santiago y muchos otros a lo largo de
la isla, sin que faltara un amplio movimiento de teatro infantil.
Concluyendo, la
esencia de la expresión tradicional e identitaria del teatro en Cuba reside en
los valores y aportes que este viene forjando a través del paso de los años,
teniendo siempre como base los antecedentes o la génesis del teatro cubano sin
dejar a un lado las características típicas de cada época o contexto que
caracterice su desarrollo y tipología.
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