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Las diferencias, sin
embargo, eran visibles. Dilma disputó la sucesión de Lula cuando Lula
estaba en la presidencia y en el auge de su popularidad. Pero, en la ciudad de
San Pablo, fue derrotada por Serra. Ahora,
lanzar el nombre de Fernando Haddad sin Lula en la presidencia, y en la
ciudad que lo derrotó hace dos años, sería una temeridad casi suicida en
términos políticos. En 2010, y con la fuerza
que tenía, se decía en Brasil que Lula lograría elegir hasta un poste. Y
ese poste llamado Dilma logró
elegirse. Ahora sería el intento de elegir otro poste, pero en otras
condiciones. La respuesta del PT a los
críticos más ácidos ha sido corta y directa: de poste en poste Lula iría
alumbrar el país. No es para tanto,
desde luego. Pero lo de ayer ha sido una victoria personal
incontestable de Lula, una reivindicación del PT
luego del desastre que es el resultado esdrújulo del juicio en el Supremo Tribunal Federal, y una lección
clara a la oposición. Y a los aliados que se sintieron fortalecidos por los
resultados en la primera vuelta, cuando al PT
parecía restarle nada más que conquistar San Pablo o evaluar todo otra vez, el
resultado les sirve como alerta y advertencia.
Luiz Inácio
“Lula” da Silva siguió ayer la segunda vuelta de las municipales en 50 ciudades
de Brasil desde
su departamento en Sao Bernardo do Campo, en las afueras de San Pablo. Cauto, después del mediodía
vio las bocas de urna sobre la ciudad, que daban una victoria de 10 por ciento
de diferencia a Fernando Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores a la
intendencia paulista, mientras seguía la marcha de las elecciones en los
municipios contiguos a la capital del estado. Anoche, temprano, la victoria ya era definitiva y un Haddad eufórico y
electo prometía su gran meta: “Derribar
el muro de la vergüenza que separa a ricos y pobres en una de las ciudades más
ricas del mundo”. Para Lula, Sao
Bernardo es su lugar en la Tierra. O su lugar de
crecimiento y madurez. La B de Bernardo es la B del ABC paulista,
junto a la A de Santo André y la C de Sao Caetano do Sul, el cinturón
industrial de San Pablo. A veces se le
agrega la D de Diadema. Es el sitio donde, como dirigente sindical
metalúrgico, condujo la gran huelga de 1978, en plena dictadura. Mañana, 30, se cumplirán 34 años del día en
que la huelga llegó a contar con 200 mil trabajadores adheridos. Mientras Lula y otros dirigentes combativos,
entre los metalúrgicos, los obreros rurales y los bancarios, afirmaban su
popularidad y su representatividad, ya planeaban la construcción de un partido de los
trabajadores. El PT se fundaría poco después, en 1980.
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Lula y Dilma - hace 12 horas - El P.T. Conquistó la Alcaldía de San Pablo, un triunfo de Lula y Dilma.
BRASIL: El PT
conquistó la Alcaldía de San Pablo. La Izquierda recorre nuevamente América Latina.
Fue un gran triunfo
para el oficialismo de Lula y Dilma. Funeral Político para Serra.
*****
Los once puntos de ventaja
frente al adversario dieron a la victoria de Haddad un sabor de revancha
personal para Lula, confirmando una vez más la increíble intuición política del
ex presidente y reordenando el tablero de cara al 2014.
Eric
Nepomuceno
Desde Río de Janeiro. Página/12 Lunes 29 de octubre del 2012.
Al
conquistar la alcaldía de San Pablo, la mayor ciudad brasileña, principal
reducto electoral y financiero del país, el Partido de los Trabajadores, el PT de
Lula y Dilma Rousseff, impuso una derrota implacable a su mayor adversario
político, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), y confirmó su
pleno predominio en el escenario político del país.
No
se trató solamente de la mayor derrota histórica de José Serra, el Candidato
del PSDB a la alcaldía de San Pablo. Tampoco de una victoria tan histórica como
oportuna de Fernando Haddad, del PT. No: computados los votos, los once puntos
de ventaja frente al adversario dieron a la victoria de Haddad un sabor de
revancha personal para Lula da Silva. El triunfo confirmó una vez más la
increíble intuición política del ex presidente y reordenó el tablero, no sólo
frente a las presidenciales del 2014, sino también frente a la alianza de base
del gobierno de la presidente Dilma Rousseff.
El
resultado significa, en primera instancia, el funeral político de José Serra,
el ex dirigente estudiantil, luego exiliado, que tuvo los cargos de secretario
provincial, diputado, senador, dos veces ministro, alcalde de San Pablo,
gobernador de San Pablo. Serra fue además dos veces derrotado por el PT en sus
aspiraciones presidenciales. Luego de una campaña electoral rabiosa, plagada de
posiciones conservadoras que contradicen su propia biografía, Serra, que a
principios de la campaña aparecía como franco favorito, terminó siendo
derrotado de manera indiscutible por Haddad.
El
ganador, en cambio, viene de una trayectoria opuesta: profesor universitario,
funcionario en niveles menores durante el primer gobierno de Lula, surgió a la
opinión pública cuando fue nombrado ministro de Educación. Tuvo una gestión
marcada por varias polémicas, fue acusado de poco eficiente, y sorprendió a
todos cuando Lula impuso su nombre para disputar la alcaldía de San Pablo,
neutralizando a la ex alcaldesa, ex y actual ministra y senadora Marta Suplicy.
La
imposición de su nombre por Lula causó profundo malestar en el partido,
despertó la vena crítica más virulenta de los adversarios, y abrió espacio para
que se pusiese bajo sospecha la proverbial intuición política del ex
presidente, configurándose, hasta las mismas vísperas de la primera vuelta,
como el diseño exacto de un fracaso retumbante. Luego de haber surgido en los
primeros sondeos con 3 por ciento de los votos, de haberse estacionado largamente
en la marca del 10 por durante casi toda la campaña, a última hora logró pasar
a la segunda vuelta, pero perdiendo frente a José Serra. A partir de ese punto,
para Lula y para el PT ganar en San Pablo pasó a ser algo crucial.
Tanto
Lula como su partido sufrieron derrotas significativas en Recife, capital de
Pernambuco, ciudad natal del ex presidente, y en Belo Horizonte, capital de
Minas, ciudad natal de Dilma. En Porto Alegre, capital de Rio Grande do Sul,
tradicional reducto del PT, el candidato del partido amargó un humillante
tercer lugar, con menos de 10 por ciento de los votos, en una marca histórica.
Siquiera el consistente crecimiento del electorado del partido (4,5 por ciento
en la primera vuelta) parecía suficiente para aplacar el sabor de derrota en
aquellas ciudades.
Haber
pasado a la segunda vuelta en San Pablo fue una victoria personal de Lula y un
consuelo para el partido, pero sólo de forma parcial. Si a eso se suma el
desarrollo, en plena campaña, de un juicio por corrupción en la Suprema Corte
que desangró a figuras históricas del PT, en especial a José Dirceu, el cuadro
sólo parecía poder ser revertido con una muy difícil victoria en San Pablo. Y más: frente a Serra y al PSDB. Y fue
exactamente lo que ocurrió.
Fernando Haddad saluda
triunfante junto a su hija, después de votar en la elección municipal de San
Pablo.
Bajo
control de los auto intitulados social demócratas, en los últimos años, San Pablo es, además de muchas otras
características, un bastión del conservadurismo en Brasil. Al imponer el nombre
de Fernando
Haddad, que jamás había sido elegido para nada, Lula corrió un
riesgo de dimensiones olímpicas. Su argumento no convenció a nadie, dentro o
fuera del partido. Decía que era hora de renovar, de buscar nombres nuevos y
descartar figuras harto conocidas, como la misma Marta Suplicy. Había intentado la misma jugada una vez, y con éxito
indiscutible: Dilma Rousseff tampoco
había disputado elección alguna y derrotó al mismo José Serra en 2010.
Las
diferencias, sin embargo, eran visibles. Dilma disputó la sucesión de Lula
cuando Lula estaba en la presidencia y en el auge de su popularidad. Pero, en
la ciudad de San Pablo, fue derrotada por Serra. Ahora, lanzar el nombre de
Fernando Haddad sin Lula en la presidencia, y en la ciudad que lo derrotó hace
dos años, sería una temeridad casi suicida en términos políticos. En 2010, y
con la fuerza que tenía, se decía en Brasil que Lula lograría elegir hasta un
poste. Y ese poste llamado Dilma logró elegirse. Ahora sería el intento de
elegir otro poste, pero en otras condiciones. La respuesta del PT a los
críticos más ácidos ha sido corta y directa: de poste en poste Lula iría
alumbrar el país.
No
es para tanto, desde luego. Pero lo de ayer ha sido una victoria personal
incontestable de Lula, una reivindicación del PT luego del desastre que es el
resultado esdrújulo del juicio en el Supremo Tribunal Federal, y una lección
clara a la oposición. Y a los aliados que se sintieron fortalecidos por los
resultados en la primera vuelta, cuando al PT parecía restarle nada más que
conquistar San Pablo o evaluar todo otra vez, el resultado les sirve como alerta
y advertencia.
Finalmente, a la oposición, que reside esencialmente en los grandes
conglomerados de Brasil, le queda un aviso: se puede manipular la información a
grados de indecencia inauditos. Pero no
siempre funciona. Lo de San Pablo es una prueba clara de eso.
La propia construcción de la candidatura de Haddad,
que ayer ganó su primer cargo electivo, revela la forma colectiva de trabajo
del PT y el formidable compromiso personal de Lula.
SUDAMERICA: Mala época política para las
derechas.
*****
Martín Granovsky
Luiz Inácio “Lula” da Silva siguió ayer la segunda vuelta de las
municipales en 50 ciudades de Brasil desde su departamento en Sao Bernardo do
Campo, en las afueras de San Pablo. Cauto, después del mediodía vio las bocas
de urna sobre la ciudad, que daban una victoria de 10 por ciento de diferencia
a Fernando Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores a la intendencia
paulista, mientras seguía la marcha de las elecciones en los municipios
contiguos a la capital del estado. Anoche, temprano, la victoria ya era definitiva
y un Haddad eufórico y electo prometía su gran meta: “Derribar el muro de la
vergüenza que separa a ricos y pobres en una de las ciudades más ricas del
mundo”.
Para
Lula, Sao Bernardo es su lugar en la Tierra. O su lugar de crecimiento y
madurez. La B de Bernardo es la B del ABC paulista, junto a la A de Santo André
y la C de Sao Caetano do Sul, el cinturón industrial de San Pablo. A veces se
le agrega la D de Diadema. Es el sitio donde, como dirigente sindical
metalúrgico, condujo la gran huelga de 1978, en plena dictadura. Mañana, 30, se
cumplirán 34 años del día en que la huelga llegó a contar con 200 mil
trabajadores adheridos. Mientras Lula y otros dirigentes combativos, entre los
metalúrgicos, los obreros rurales y los bancarios, afirmaban su popularidad y
su representatividad, ya planeaban la construcción de un partido de los
trabajadores. El PT se fundaría poco después, en 1980.
Para
Lula, el PT, la presidenta Dilma Rousseff y la coalición de partidos que
acompaña al PT en el gobierno desde el 1º de enero de 2003, el triunfo de ayer
en San Pablo tiene varios sabores al mismo tiempo.
-
Consagra una victoria del oficialismo en la principal ciudad de Brasil.
-
La victoria corresponde directamente a un candidato de la fuerza hegemónica de
la coalición, el PT.
-
Retoma el control de la megalópolis siete años después de haberla perdido, en
2005, cuando terminó su intendencia la actual ministra de Cultura, Martha
Suplicy.
-
En 2005 comenzó la crisis conocida como “mensalao”, el escándalo que siguió a
los errores del PT en el financiamiento de la política. Los grandes medios, la
elite que había gobernado hasta el 31 de diciembre de 2002 y una parte de la
Justicia buscaron cortar a Lula el camino a su reelección en los comicios de
2006. Aunque Lula ganó en 2006, el PT no había podido retener San Pablo.
-
El triunfo de Haddad, con una Licenciatura en Economía y un Doctorado en
Ciencias Sociales, se produce justo en medio de la condena del Superior
Tribunal Federal (STF) al entonces jefe de la Casa Civil de Lula, José Dirceu,
con el cargo de haber comandado una banda de financiamiento ilegal de la
política y haberse asociado ilícitamente para ello. Coordinador de la campaña
de 2002 y presidente del PT, Dirceu renunció justamente en 2005. El STF falló
de manera dividida, por seis a cuatro. La división fue tan nítida que ayer uno
de los cuatro, el magistrado Ricardo Lewandowski, que votó la absolución de
Dirceu por falta de pruebas y también achacó a la acusación fiscal
imprecisiones jurídicas, fue atacado en su mesa de votación paulista.
-
La victoria de San Pablo completa el triunfo de partidos aliados en ciudades
importantes como Porto Alegre, Curitiba, Río de Janeiro y Recife. En el último
caso hubo un chisporroteo con Eduardo Campos, gobernador de Pernambuco e
impulsor de un candidato propio del Partido Socialista de Brasil en Recife.
Pero la fricción no llegó a la ruptura entre el PT y el PSB. En todo caso
formará parte del recuento posterior y eventuales cambios en posiciones de
poder dentro de la alianza gobernante.
-
Aunque las de ayer fueron elecciones municipales, el hecho de que la elite
brasileña eligiera de candidato a un presidenciable como José Serra elevó el
nivel de la confrontación paulista. Antiguo exiliado en Chile durante el
gobierno de Salvador Allende (1970-1973), casado con una chilena de izquierda,
ministro de Salud de Fernando Henrique Cardoso e impulsor de un régimen de
medicamentos genéricos, Serra fue dos veces candidato a presidente. Perdió con
Lula en 2002 y con Dilma en 2010. En la segunda vuelta con Dilma, sus
antecedentes personales y su agnosticismo no le impidieron aceptar la
demonización de Rousseff por parte de fundamentalistas que quisieron convertirla
en una bruja inflamable porque años atrás declaró que el aborto debía ser
discutido como un derecho civil. “San Pablo es Brasil”, dijo Haddad en
declaraciones después de su voto.
-
El ex senador por San Pablo y actual ministro de Educación, Aloizio Mercadante,
dijo al votar que si los resultados finales se parecían a las bocas de urna, el
estado de San Pablo vería “la peor derrota” del Partido de la Socialdemocracia
Brasileña, la fuerza neoliberal de Cardoso y Serra, que incluye en su interior
el ala ligada al Opus Dei, la de Geraldo Alckmin.
La
propia construcción de la candidatura de Haddad, que ayer ganó su primer cargo
electivo, revela la forma colectiva de trabajo del PT y el formidable
compromiso personal de Lula por cerrarles filas a los tucanos del PSDB no bien
remitió su cáncer y quedó en condiciones de hacer política activa. Haddad fue
ministro de Educación primero de Lula y más tarde de Dilma, pero no era un
político de gran popularidad. Cuando empezó la campaña, Serra lo superaba en
conocimiento e intención de voto. El PT ya se había topado con ese mismo
fenómeno en febrero de 2010, cuando un congreso partidario en Brasilia consagró
como candidata a Dilma Rousseff. Igual que Haddad, era menos conocida y, según
las encuestas, sería menos votada que Serra. En octubre del mismo año las
tendencias se habían invertido y Dilma le ganó a Serra en primera y en segunda
vuelta.
Antes,
Lula había rechazado la mera posibilidad de reformar la Constitución para
habilitarse el derecho a una re-re, que en Brasil no existe.
Es
un simplismo ignorar que tanto Dilma como Haddad se beneficiaron del carisma de
Lula, que dejó el gobierno y mantuvo un nivel de popularidad de alrededor del
80 por ciento.
Pero
también sería un simplismo soslayar la preocupación de Lula y otros dirigentes
del PT, como el asesor presidencial Marco Aurélio García, por seguir edificando
un proyecto que no dependa sólo del carisma de uno de los políticos más
populares del mundo.
El
PT ya comenzó a debatir en público algo que sus dirigentes venían conversando
en privado. Más allá de su agradecimiento y a veces su devoción por Lula, ¿qué
valores sustentan los 40 millones de brasileños que se incorporaron al mercado
en los últimos nueve años, como trabajadores o pequeños comerciantes? ¿Qué
relación tienen con la política esas masas del interior paulista o del Nordeste
que accedieron a la electricidad, al aire acondicionado, a la tele, al agua e
incluso al auto? Más aún: ¿qué debe hacer el PT para que pasen de un lulismo
más o menos efímero, aunque en estos casos los efímero puede durar años, a una
identificación mayor con las posiciones petistas?
El
PT es una experiencia única en Sudamérica. Nació cuando ya no tenían peso
decisivo ni la Revolución Cubana ni la Unión Soviética. La matriz de su
creación no fue ni el partido de sello leninista ni un jacobinismo tardío. De
vanguardia esclarecida y lejana respecto del mundo real del trabajo, nada.
Tampoco se trató de un foco temerario con el objetivo autoproclamado de
encender la chispa de la revolución. Su base mayoritaria fueron los sindicatos
nuevos, cruzados con militantes de las comunidades cristianas de base, con
intelectuales de izquierda de distintas vertientes y con ex dirigentes
comunistas o trotskistas. Y, con sus diferencias internas, los dirigentes del
PT siempre apostaron a un marco amplio de alianzas políticas y sociales, ya
fuese para ganar como para gobernar.
Hay
otro elemento que parecen esquivar los petistas cada vez que pueden: la
tentación de extremar las contradicciones. No las eluden. El PT no tuvo
problemas en polarizar con el PSDB, por ejemplo. Tampoco en defenderse del
ataque de las elites brasileñas por la distribución del ingreso, la política
exterior de multilateralidad basada en la integración prioritaria con
Sudamérica, los planes sociales o la idea de que una mayor igualdad es la
condición económica del crecimiento y no sólo un imperativo de moral pública.
Pero acostumbran no extremar las situaciones de conflicto en sí mismas, más
allá de los conflictos que la puja política y social genera todos los días en
un país que se aproxima a ser la quinta economía del mundo.
El
ciclo de esa construcción es, aún, ascendente. Por lo pronto, Dilma tiene
mandato hasta el último día de 2014 –se habrán cumplido entonces 12 años
continuos de gobierno del PT y sus aliados– y derecho a la reelección.
Brasil
no determina la política interna en cada uno de los países de la región, pero
la tiñe con su paso de gigante. Marca una ola que hasta es útil para contener a
las experiencias conservadoras de Sudamérica, no tanto en el caso de Chile, más
integrado al Pacífico y a los Estados Unidos, pero sí en el de la Colombia de
Juan Manuel Santos.
En
las elecciones de 2010, Serra decía que el Mercosur era “una farsa”. Dilma, en
cambio, planteaba que el Mercosur tendría prioridad para ella y, el 31 de julio
último, Venezuela se convirtió en el quinto miembro pleno junto con la
Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.
El PT festejó el triunfo de Hugo Chávez el 7 de octubre. El Estado
brasileño se propone reforzar los vínculos con Venezuela. Lo mismo sucede con
la Argentina, socio privilegiado de Brasil, y con las fuerzas que gobiernan en
la Argentina. Es simple entender, entonces, por qué el avance del PT en San
Pablo fue tomado como propio ayer por el gobierno, el oficialismo y el Frente Amplio Progresista,
principal fuerza individual de oposición. Mala época para las derechas en
Sudamérica. Alguna vez tenía que pasar.
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