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El Estado crea las infraestructuras ( de
comunicación, de información, de energía.), las fronteras y la legalidad que
necesita el capitalismo. Tiene además el monopolio de la violencia, que le permite garantizar el
orden interno centrado en la propiedad privada ( policía) como la competencia
por los mercados ( ejército) . Pero
también se dedica a socializar las pérdidas de los oligopolios y los monopolios
a través de subvenciones, los beneficios fiscales o simplemente inyectándoles
el dinero que necesitan para seguir acumulando capital. Hoy más que nunca me parece que es evidente esta última afirmación. Otro
elemento fundamental en el planteamiento de este gran sociólogo es la división entre países
centrales y países periféricos. No
se trata de algo contingente o accidental sino de algo sustancial. Hay un
intercambio desigual que hace que las clases trabajadores de los países
centrales recojan una parte del beneficio del excedente de esta relación de
dominio de unos países sobre otros. Aunque aquí hay que decir que no es justo
atribuir a Wallerstein la sustitución de la lucha de clases por la lucha entre
países. Son dos aspectos del sistema que hay que entender de manera
entrelazada como manifestaciones de la lucha de clases. La
realidad es compleja, aunque sea más fácil verla de manera simplificada.
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Reseña
de “El capitalismo histórico” de Inmanuel Wallerstein.
Un
lúcido y brillante análisis del capitalismo.
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Luis Roca Jusmet.
Rebelión Lunes 15 de octubre del 2012.
Luis Roca Jusmet.
El capitalismo histórico, de Inmanuel Wallerstein,
traducción de Pilar López Mañez, Madrid, Siglo XXI, 2012.
Immanuel Wallerstein es un analista clave para entender la sociedad en que vivimos. Lo es
desde la perspectiva rigurosa, clara y crítica de un científico social que
niega la división de las dos culturas, la científica y la humanística. Y que
plantea una concepción integrada de todas las ciencias sociales: lo que él
llama la sociología histórica. Esta sociología no sólo no está separada de la
historia sino que además rompe las barreras entre la antropología, la
sociología, la economía y la política. Porque esta división lo que marca una
concepción del saber que se corresponde con el tipo de sociedad que emerge a
partir del siglo XV y que ya está globalizada el siglo XIX. Esta sociedad es lo
que Wallerstein llama un Sistema-Mundo. Con este término se refiere a un tipo
de sociedad que tiende a la máxima expansión, a un dominio global. Hasta ahora
estos sistemas eran los Imperios, que estaban basados en un poder político
absoluto. Pero el Sistema-Mundo moderno es una Economía-Mundo. Esto quiere
decir que su dominio no es político sino económico. Este dominio económico es
impersonal, es la lógica que rige el funcionamiento del sistema, que es el de
la acumulación de capital. Todo se ha ido ordenando alrededor de esta
finalidad, que es totalmente irracional.
En contra de
otros planteamientos, Wallerstein no cree que lo esencial del capitalismo sea
su naturaleza de economía de mercado. En este sentido sigue la línea del
historiador Fernand Braudel y el economista Karl Polanyi al considerar que el
capitalismo es, en cierta forma, una economía anti-mercado. Lo es en la medida
en que la lógica del sistema tiende al oligopolio o al monopolio y no a la
libre competencia. Aunque lo que sí es cierto es que esta acumulación de
capital la realiza a partir de una mercantilización progresiva de todos los
elementos sociales. Otra cosa es lo que dice el liberalismo, que es una
ideología que oculta más que muestra el funcionamiento real del capitalismo.
Aquí es fundamental entender el papel del Estado, pieza fundamental para
garantizar este mecanismo. El Estado es ambivalente. Aunque pueda recoger los
frutos de los movimientos reivindicativos ( a los que él llama antisistémicos)
y ser así un elemento de redistribución de los recursos, no hay que olvidar su
papel fundamental.
El Estado
crea las infraestructuras ( de comunicación, de información, de energía..), las
fronteras y la legalidad que necesita el capitalismo. Tiene además el monopolio
de la violencia, que le permite garantizar el orden interno centrado en la
propiedad privada ( policía) como la competencia por los mercados ( ejército) .
Pero también se dedica a socializar las pérdidas de los oligopolios y los
monopolios a través de subvenciones, los beneficios fiscales o simplemente
inyectandoles el dinero que necesitan para seguir acumulando capital. Hoy más
que nunca me parece que es evidente esta última afirmación. Otro elemento
fundamental en el planteamiento de este gran sociólogo es la división entre
países centrales y países periféricos. No se trata de algo contingente o
accidental sino de algo sustancial. Hay un intercambio desigual que hace que
las clases trabajadores de los países centrales recojan una parte del beneficio
del excedente de esta relación de dominio de unos países sobre otros. Aunque
aquí hay que decir que no es justo atribuir a Wallerstein la sustitución de la
lucha de clases por la lucha entre países. Son dos aspectos del sistema que hay
que entender de manera entrelazada como manifestaciones de la lucha de clases.
La realidad es compleja, aunque sea más fácil verla de manera simplificada.
En este
denso resumen que Immanuel Wallerstein hace en este libro de sus propias
teorías hay otros aspectos que vale la pena remarcar. En primer lugar su noción
de estructura dinámica, de crisis y de bifurcación. Estos
conceptos los extrae de un científico que es Ilya Prigogine. Como él mismo este
Premio Nobel de Química quiso trazar un puente entre las ciencias naturales y
las sociales. Una estructura dinámica es un sistema ordenado de una determinada
manera. Cada estructura tiene un inicio, una desarrollo, una crisis y dos
salidas posibles. Aplicado a la sociedad humana la historia es la
transformación de estructuras (larga duración) o lo que ocurre en cada
estructura ( corta duración). En este proceso no se contempla la idea de
revolución porque un sistema se acaba por sus propias contradicciones internas y es en este momento cuando la acción
humana decide cual será la salida.
El
capitalismo no fue resultado de una revolución burguesa, que según Wallerstein
nunca existió, sino de una salida favorable a los grupos más poderosos del
feudalismo, que se transformaron en la nueva burguesía. Otra opción hubiera
sido la formación de comunidades más igualitarias de pequeños propietarios. El
capitalismo llegará pronto a su fin porque es incapaz de resolver sus
contradicciones internas. Será la lucha entre las élites económicas y los
movimientos antisistémicos la que decidirá lo que vendrá después, que puede ser
mejor o peor en función de quien gane la lucha. Sí se le puede criticar a
Wallerstein la poca precisión de este término, por lo menos tal como aparece en
el libro al situar en un mismo plano el nacionalismo y el socialismo ( que por
otra parte tiene un contenido muy poco matizado).
Desde el
punto de vista ideológico el capitalismo es paradójico porque vive la tensión
entre el universalismo y el particularismo. Su universalismo es el del mercado
y el de la ciencia. Su particularismo es el del nacionalismo, el racismo y el
sexismo. Wallerstein es contundente: el racismo es un invento del capitalismo
para justificar las desigualdades económicas. Antes del capitalismo existió
xenofobia, no racismo. Respecto al sexismo también sostiene que nunca fue tan
claro como con el capitalismo, donde se convierte a la mujer en un ser
improductivo y se forma una familia nuclear patriarcal. Aquí, evidentemente,
habría mucho que discutir porque en lo que respecta al sexismo lo cierto es que
el capitalismo ha sobrevivido a la crisis del patriarcado en los países
centrales. Respecto al racismo habría aquí toda una reflexión sobre si hay un
racismo cultural que es herencia del racismo genético.
Wallerstein
no es marxista. Respeta a Marx pero considera que tuvo sus aciertos y sus
errores, como podemos comprobar por los comentarios anteriores. Pero quizás la
diferencia básica es que para Wallerstein el capitalismo no tuvo un carácter
progresivo. Es un sistema totalmente irracional, sin ninguna función histórica
y que ha empobrecido a la mayor parte de los habitantes del planeta, que viven
peor que antes. Tampoco es comunista, ya que para él el llamado socialismo real
no fue nunca una alternativa a la Economía-Mundo capitalista. Esta es una de
las contradicciones de los movimientos antisistémicos : al tomar el poder del
Estado se acaba convirtiendo en una pieza más dentro del sistema global. Esta
afirmación es, sin duda, un escándalo para muchos sectores de la izquierda.
Quizás esta
reseña sea un resumen del propio resumen que es en sí mismo el libro, sobre
todo de su monumental estudio El moderno sistema mundial. Pero no puedo
evitar dar a conocer en estas líneas la teoría del quizás más importante
analista crítico del capitalismo en el momento actual. Nacido en Nueva York en
1930 Immanuel Wallernstein completa su inmenso trabajo teórico ( con una
indudable base empírica) con artículos y entrevistas sobre el momento presente.
Comprometido en una posición claramente de izquierdas nos proporciona un
material que es, bajo mi punto de vista, imprescindible para cualquiera que
quiera entender lo que estamos viviendo hoy a nivel mundial. No es desde lo más
simple como vamos entendiendo lo más complejo (los ilusorios “hechos” del
positivismo) sino
construyendo un marco global dinámico como podemos ir situando y entendiendo lo
más concreto.
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Rebelión ha
publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
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1 comentario:
Muy interesante el artículo.
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