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Si bien esta
crisis es un episodio más de la pandemia que sufrimos desde los años setenta,
sí es cierto, sin
embargo, que es especialmente destacable y singular
por su magnitud y extensión, rasgos que no creo que sea necesario
documentar ahora pues son bien sabidos los efectos tan dramáticos que ha tenido
sobre el conjunto de la economía mundial. En realidad, esta mayor dimensión es
la consecuencia de que se exacerban día a día dos grandes circunstancias que están
en la base de la crisis y a las que a menudo no se concede el lugar principal
que tienen. La primera es el extraordinario incremento de la desigualdad
que, desde cualquier punto de vista que se considere, alcanza hoy día los
niveles más altos desde la Gran Depresión. La segunda es el desorbitado
aumento de la deuda asociada a la expansión de la actividad especulativa y
a la innovación
financiera constantemente alimentada por la banca.
La desigualdad
es el motor que alimenta y da fuerza a los flujos de capital especulativo que
desestabilizan constantemente
los mercados y que, al mismo tiempo, debilitan la actividad productiva. Por eso, como ha señalado, es la variable
clave sobre la que habría que actuar para
poder cambiar de rumbo a la economía internacional y, más concretamente, para poder erradicar la dinámica de crisis
recurrentes en la que se inserta la que estamos viviendo. Por su lado, el incremento de la deuda se ha convertido ya en una bomba de relojería
que no solo ha dado a esta crisis la dimensión tan extraordinaria que ha
alcanzado, sino que amenaza con detonar
en otros ámbitos (deuda soberana,
crisis alimentaria, quiebras bancarias de momento disimuladas con artimañas
contables, creación constante de burbujas...) produciendo nuevos episodios de crisis. Y en este sentido no se
puede olvidar que el origen de este
incremento constante de la deuda no es otro que el privilegio de creación de dinero que tiene la banca privada gracias
al sistema de reservas fraccionarias, de modo que sin limitar o ponerle fin será
inevitable que sigamos sufriendo nuevos episodios de crisis, o que la salida de la actual sea
prácticamente imposible si entendemos por salir de ella el alejar con seguridad un nuevo ramalazo
de perturbaciones financieras.
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CAUSAS ESTRUCTURALES Y RESPUESTAS ALTERNATIVAS
A LA CRISIS.
*****
Juan
Torres López.
Rebelión
viernes 18 de enero del 2013.
Resumen
de la intervención en la Jornada REPENSAR LA CRISIS DESDE ANDALUCIA organizada
por el Centro de Estudios Andaluces. Málaga 18 de enero del 2013.
Para
poder dar respuestas eficaces a las crisis entiendo que es fundamental partir de un diagnóstico lo más acertado posible
de sus causas, no solo de las más inmediatas sino de las estructurales, es
decir, de las que tienen relación con los procesos socioeconómicos más
profundos, con las variables enraizadas en lo más hondo de las relaciones
económicas y que, precisamente por eso, suelen quedar más ocultas al análisis
que se necesita para poner en marcha las soluciones políticas.
En mi opinión, y como he tratado de demostrar en
otros trabajos [1] , lo que viene siendo habitual en el tipo de análisis
dominante sobre la crisis es que se pase por alto una serie de circunstancias
que a mi juicio son precisamente las determinantes de lo que ha ocurrido y, por
tanto, fundamentales para poder acertar con el tratamiento que realmente
permita superar sus efectos más negativos para la inmensa mayoría de la
población.
Por
ello, me gustaría dedicar mi intervención a señalar diez aspectos que me parecen esenciales en relación con los problemas que
viene sufriendo la economía española
en el contexto de la crisis internacional en el que nos desenvolvemos.
1. La actual crisis no es la crisis, como generalmente nos
referimos a la crisis. En
realidad es una crisis más, de otras muchas, y eso me parece que es muy
importante que lo tengamos en cuenta. El
hecho de que desde los años setenta hasta
aquí haya habido alrededor de 130
crisis, perturbaciones graves o situaciones de stress financiero refleja que está en la que estamos forma parte de
una etapa en la que la inestabilidad financiera es casi un estado habitual.
Algo particularmente relevante si se compara con lo sucedido en los treinta
años anteriores en los que prácticamente no
hubo crisis financieras de ningún tipo.
El
hecho de que fases temporales tan extensas tengan propiedades y manifestaciones
financieras tan diferentes obliga a considerar las circunstancias en que cada
una de ellas se desarrolló porque éstas no pueden ser ajenas al hecho de que o
no se produzcan crisis financieras o
que se multipliquen como auténticas pandemias.
Como
acaba de poner de relieve Alan M. Taylor
en un trabajo reciente [2] , las diferencias entre el periodo comprendido entre
1945 y mediados de los años setenta y entre éstos años y la actualidad son muy significativas y si las
ponemos de relieve podremos deducir, por tanto, cuáles son las circunstancias
que están asociadas a la multiplicación de las crisis financieras o incluso a
su propia existencia.
En
el primer periodo hubo una gran disciplina del sector bancario, control de los movimientos de
capital, estricta regulación doméstica, bajo crecimiento del crédito, muy poca
innovación financiera y, asociado a todo ello, mayor ahorro, alta inversión y
tasas de crecimiento de la actividad
económica más elevadas. Justo lo contrario de lo que ha ocurrido desde los
años setenta a la actualidad, cuando se ha relajado la disciplina en grado
extremo, cuando hay plena libertad de movimientos de capital, una innovación
financiera constante orientada a la especulación y, como consecuencia de ello,
una derivación permanente del ahorro hacia la esfera de las finanzas puramente
especulativas que desfavorecen el crecimiento de la actividad productiva.
Por
tanto, sabemos que esta crisis no es una
excepción ni un hecho aislado sino
una manifestación más de los males que produce un determinado régimen
financiero bajo la desregulación y liberalización. Y, en consecuencia,
sabemos, pues, que es esto mismo lo que se debería evitar si queremos que las
crisis dejen de producirse.
2. Si
bien esta crisis es un episodio más de la pandemia que sufrimos desde los años setenta, sí es cierto, sin
embargo, que es especialmente destacable y singular por su magnitud y
extensión, rasgos que no creo que sea necesario documentar ahora pues son bien
sabidos los efectos tan dramáticos que ha tenido sobre el conjunto de la
economía mundial.
En
realidad, esta mayor dimensión es la consecuencia de que se exacerban día a día
dos grandes circunstancias que están en la base de la crisis y a las que a
menudo no se concede el lugar principal que tienen. La primera es el extraordinario
incremento de la desigualdad que, desde cualquier punto de vista que se
considere, alcanza hoy día los niveles más altos desde la Gran Depresión [3] . La segunda es el desorbitado aumento de la deuda asociada a la expansión de la
actividad especulativa y a la innovación financiera constantemente
alimentada por la banca [4] .
La desigualdad es el motor que alimenta y da fuerza
a los flujos de capital especulativo que desestabilizan constantemente los
mercados y que, al mismo tiempo, debilitan la actividad productiva. Por eso,
como ha señalado, es la variable clave sobre la que habría que actuar para
poder cambiar de rumbo a la economía internacional y, más concretamente, para poder
erradicar la dinámica de crisis recurrentes en la que se inserta la que estamos
viviendo.
Por
su lado, el incremento de la deuda se ha convertido ya en una bomba de
relojería que no solo ha dado a esta crisis la dimensión tan extraordinaria que
ha alcanzado, sino que amenaza con detonar en otros ámbitos (deuda soberana,
crisis alimentaria, quiebras bancarias de momento disimuladas con artimañas
contables, creación constante de burbujas...) produciendo nuevos episodios de
crisis.
Y
en este sentido no se puede olvidar que el origen de este incremento constante
de la deuda no es otro que el privilegio de creación de dinero que tiene la
banca privada gracias al sistema de reservas fraccionarias, de modo que sin
limitar o ponerle fin será inevitable que sigamos sufriendo nuevos episodios de
crisis, o que la salida de la actual sea prácticamente imposible si entendemos por salir de ella el alejar
con seguridad un nuevo ramalazo de perturbaciones financieras.
La crisis económica provocó más del 25% de desempleo general. Millones de trabajadores españoles perdieron su trabajo. El gobierno con su política de austeridad hunde aún más la situación actual y cada día aumenta el desempleo. Es una sociedad en riesgo social y político inminente.
***
3. Como ya he anticipado, las
circunstancias que actuaron como detonador directo de la actual crisis (la difusión de hipotecas sub
prime y la posterior quiebra del
sistema bancario que suscribió y difundió sus derivados) es el resultado de la desregulación, de la
falta de disciplina y de vigilancia por parte de los supervisores, de la
complicidad de ciertos poderes públicos con los intereses de la banca privada
internacional, o del fundamentalismo con que se ha gestionado la política
financiera [5] . Por tanto, resultará también imposible salir de la crisis y
evitar otras próximas, sucesivas e incluso lógicamente de mayor envergadura, si
no se establece un nuevo tipo de
regulación financiera, mucho más severa, disciplinada, represiva y autónoma
respecto a los intereses privados, tanto de los bancos, grandes fondos de
inversión y empresas multinacionales como de las agencias de calificación y, en
general, de los grandes polos de poder económico que en los últimos treinta y
cinco años se han erigido en las referencias que establecen lo que se puede
hacer o no en los mercados financieros.
La
falta de pasos decisivos en este campo, dadas las servidumbres indisimuladas de
los gobiernos respecto a los grandes poderes financieros, impiden que se
recobre el sistema financiero mundial, de modo que existiendo una abundancia
impresionante de capital financiero no hay financiación, sin embargo, para las
empresas y la actividad productiva, porque los recursos se derivan
constantemente hacia la especulación, lo que materialmente impide la
recuperación y la salida de la crisis.
Las
reformas financieras que se han propuesto han sido tímidas y apenas si se han
llevado a la práctica porque se han dilatado tanto los plazos y las exigencias
que, en la práctica, no han tenido efecto alguno de cara a resolver los
problemas de financiación que aún siguen padeciendo las economías.
4.
Las políticas que los gobiernos han tomado frente a la
crisis han sido insuficientes,
inicialmente, y en algún caso, como especialmente en Europa, totalmente contrarias a lo que puede permitir que se recupere
el ingreso, la actividad y el empleo.
La política de salvar a
la banca considerando
que los bancos afectados eran demasiado grandes para caer ha provocado un gasto
ingente de recursos, una mayor concentración financiera y a la postre, como
acabo de señalar, que ni siquiera se haya resuelto el problema bancario que dio
lugar a la crisis. En su lugar, la inmensa mayoría de los bancos siguen siendo
bancos verdaderamente zombies, cuya verdadera situación solo se disimula
gracias a estratagemas y mentiras contables consentidas por los gobiernos en
beneficio en su único beneficio.
Los primeros planes de
estímulo permitieron
evitar una verdadera debacle pero finalizaron antes de tiempo, consumieron
menos recursos de los necesarios y los aplicaron a actividades que simplemente
lograron mantener cierto nivel de empleo pero sin ser capaces de modificar la
lógica o el modelo productivo, de combatir la desigualdad o de proporcionar las
bases para un nuevo uso más equilibrado y sostenible de los recursos.
Para
colmo, el contumaz fundamentalismo con que se están aplicando en Europa las
llamadas políticas de austeridad (realmente, solo encaminadas a que Alemania
pueda asegurar la mayor cantidad posible de retornos en la deuda que los bancos
de la periferia tienen con los suyos) está provocando una nueva recesión en el
seno de la Unión Monetaria, algo inevitable cuando a todos los países de la
eurozona se les impone una estrategia deflacionista que mengua los ingresos de
todos ello y, por tanto, su capacidad de contribuir al sostenimiento
cooperativo de los demás mercados, que es la base que puede hacer exitosa una
zona monetaria auténtica.
Sin
un cambio radical de orientación, sin poner en marcha un autentico plan de
estímulo de las economías, basado no solo en la acumulación de mayor cantidad
de recursos sino en el cambio del modelo productivo imperante en la UE y en el
seno de sus naciones integrantes, será igualmente imposible modificar la tónica
nuevamente recesiva en la que nos encontramos y encaminarnos a una salida
efectiva de la crisis.
Una situación dramática, y un futuro desolador el que recoge el último
informe de Intermón Oxfam sobre "Crisis, desigualdad y pobreza". La
ONG advierte que si se siguen aplicando medidas de austeridad y recortes
sociales la pobreza en España podría llegar a afectar al 40 por ciento de la
población en los próximos diez años. Advierte además que si en España no se
cambian este tipo de políticas el país necesitaría 25 años para recuperar el
bienestar social. Según Intermón Oxfam, el porcentaje de pobreza se sitúa en el
27% de la población, afecta ya a cerca de 13 millones de personas, En estos
cuatro años de crisis, España encabeza el nivel de desigualdad en la Unión
Europea. Intermón insiste además en la necesidad de proteger a los más
vulnerables y blindar derechos sociales básicos como la educación y sanidad
pública.
*****
5.
A los problemas de caída de la actividad y desempleo que
produjeron en casi todo el mundo
la falta de financiación a empresas y
consumidores y la caída subsiguiente de la demanda, se siguió en la mayoría
de los países otro igualmente grave provocado por el incremento vertiginoso de
la deuda soberana de los estados, como
consecuencia, al mismo tiempo, de la caída de los ingresos públicos y del
aumento del gasto público.
Pero
hay que tener en cuenta que los problemas de prima de riesgo que algunos
países, como España, están sufriendo
no tienen que ver tanto con la magnitud de la deuda (la de España sería aún
llevadera incluso con el volumen que tiene en estos momentos) sino con la
presión especulativa que hizo subir artificialmente los intereses con los que
se ha financiado.
Y,
sobre todo, hay que considerar otras dos circunstancias que igualmente se están
soslayando a la hora de hacer frente a este problema de deuda.
La primera, que el
problema principal no radica en la deuda pública sino en la privada, que es la que realmente resulta
impagable, no ya en las condiciones de falta de actividad e ingreso actuales
sino en las que previsiblemente se darán en el futuro.
Lo
que en realidad se está produciendo es una reconversión de la deuda privada en
otra pública, para que sea el conjunto de la población la que se haga cargo de
la que han generado, principalmente y en beneficio propio, las grandes empresas
financieras. En 2008, cuando comenzaba la crisis, la deuda pública representaba
un 19,1% del total (pública y privada) de la española, la de las familias un
20,6%, la de las Pymes un 3% y la de las grandes empresas un 57% (de ellas, el
95% correspondía a las de más de 250 trabajadores). Y eso teniendo en cuenta
que el 64,7% de la deuda de las familias correspondía al 10% más rico de todas
ellas.
Lo
que se trata de hacer cuando los propios mercados han puesto en jaque al Estado
español haciendo que artificialmente suba la prima de riesgo es justificar un rescate
de la economía española en su conjunto para rescatar en realidad a los
bancos que son deudores de las entidades europeas, principalmente alemanas y
francesas, convirtiendo así en pública su deuda privada.
La segunda circunstancia a tener en cuenta tiene que ver con
el origen de la deuda total española y cuya cuantía es hoy día tan preocupante
(aunque preocupante, como he señalado, más por la presión de los tipos de
interés que por su volumen total, todavía relativamente manejable y, desde
luego, asumible al empezar la crisis, cuando era el segundo menor de la Unión
Europea).
Habitualmente
se señala que su origen está en supuestos excesos en sector público, en grandes
gastos sociales y en un Estado de Bienestar que se considera desmesurado, de
donde se deduce que para combatirla es preciso recortar gastos en educación,
sanidad, pensiones, dependencia, administración pública, etc. [6]
Sin
embargo, así se falsea la realidad porque no se tiene en cuenta que el
verdadero origen de la deuda pública española es otro: el hecho de que España
(como los demás países europeos de la zona euro) no haya podido disponer de un
banco central que financiara los gastos públicos sin interés o a un interés
super reducido y, en lugar de ello, haya tenido que hacerlo mediante
financiación bancaria privada a los intereses de mercado.
Una
simulación elemental permite comprobar que si España hubiera dispuesto de una
financiación al 1% procedente de un banco central desde 1989, la deuda
acumulada por los sucesivos saldos primarios acumulados desde esa fecha hasta
la actualidad representaría un 14% del PIB, y no estaríamos, por tanto
prácticamente en el 90%, como en la actualidad [7] .
El grueso de la deuda,
por tanto, es el resultado de una decisión asumida en Europa claramente en contra de los intereses
de los pueblos, de cuyas consecuencias nunca se le ha hablado y que, por tanto,
puede decirse que ha sido impuesta claramente contra su voluntad, es decir, que
es una deuda odiosa o ilegítima.
Desde
el año 2000, España ha pagado unos 227.000 millones en concepto de intereses y
eso es lo que ha ido acumulando una deuda cada vez mayor, porque de haber sido
financiada como deben ser financiados los gastos de los estados no habría
alcanzado nunca el volumen de ahora. Téngase en cuenta que solo en 2008, 2009 y
2010 España ha tenido que pagar 120.842 millones de euros para hacer frente a
la deuda en estas condiciones que le imponen los mercados [8] .
Por
tanto, hay que concluir que España tiene derecho a revisar la naturaleza de su
deuda, a repudiar la ilegítima u odiosa, y que debe plantearse las
consecuencias tan negativas que ha tenido y que va a tener mantenerse en una
zona monetaria mal diseñada, o mejor dicho, diseñada para favorecer el negocio
de la banca privada a costa de crear
innecesariamente un problema ingente de deuda soberana en algunos de sus
estados miembros.
6. Como es bien sabido, España
tiene una situación económica y financiera más difícil que otras economías de
su entorno. Esto es
el resultado del problema de deuda al que acabo de hacer referencia (más
concretamente a la gran presión especulativa de los mercados) pero, sobre todo,
a otras circunstancias que es preciso tener en cuenta para poder actuar sobre
ellas, al contrario de lo que viene ocurriendo cuando se soslayan.
En primer lugar, que la gran influencia de la banca y los grandes grupos de poder económico ha
favorecido en los últimos decenios un tipo de especialización muy negativa de
nuestra economía, basada en el desarrollo de un modelo productivo ineficiente,
insostenible, depredador, desigualitario, desvertebrado y muy dependiente [9] .
En segundo lugar, el entorno de la eurozona que, como ya he señalado, fue diseñado de modo muy
imperfecto, sin disponer de los instrumentos que son imprescindibles para que
una unión monetaria no cree más problemas de los que viene a resolver y que,
así, perjudica mucho a los espacios periféricos o más dependientes, como el de
España.
Por último, el gran
poder del que disponen en nuestro país la banca y los grandes grupos
oligárquicos, proveniente
de los extraordinarios privilegios que adquirieron en la dictadura fascista y
la mayoría de los cuales no solo no han desaparecido sino que incluso se han
agrandado, y, por otro lado, de la gran desigualdad que hay en nuestra sociedad
no solo en términos de ingresos sino a la hora de tomar decisiones políticas.
Eso es lo que ha permitido que se haya desarrollado una burbuja inmobiliaria
tan peligrosa sin control ni vigilancia (obviando las demandas que hacían
técnicos, funcionarios cualificados o cientos de especialistas o personalidades
independientes, como las que hicieron en varias ocasiones los inspectores del
Banco de España cuando denunciaban la actitud "pasiva" de los órganos
de dirección del Banco de España con su gobernador al frente [10 ).
Millones de ciudadanos se movilizan en contra de la crisis y la incapacidad política del gobierno de no tener una Política de Estado en contra del desempleo generalizado, la perdida de los servicios públicos, así como la destrucción de los derechos sociales y políticos.
***
7.
Todas estas circunstancias son las que han provocado la
particular gravedad de la crisis española que (con independencia de otras de carácter más estructural)
tiene tres manifestaciones
inmediatas y principales y que son las que con carácter de urgencia habría que
resolver y no se están resolviendo: la
gran destrucción de empleo, al haberse venido casi completamente abajo el sector de la construcción y la
disminución subsiguiente de la demanda
interna, la presión de los mercados sobre la financiación de la deuda
pública, y la crisis bancaria que impide financiar adecuadamente a las empresas
y consumidores.
Lamentablemente,
las medidas que se han venido adoptando siguiendo las preferencias de los
grandes grupos oligárquicos y las imposiciones de la Unión Europea no solo no
los resuelven sino que los han venido agravando.
Las políticas de
austeridad hunden aún más la demanda interna, la inactividad del Banco Central
Europeo, dedicado a
proporcionar dinero fácil a la banca privada para que ésta haga negocio
financiando a interés más elevado a los gobiernos, fomentan y no evitan la
actividad de los especuladores contra España
(como contra Grecia, Irlanda, Italia o Portugal), y las sucesivas reformas
financieras, en lugar de dirigirse a garantizar de verdad la existencia de un
auténtico sector financiero que proporcione recursos a la economía, se han
limitado a reforzar el poder de las grandes entidades y a ponerles en bandeja
el mercado (sobre todo el que venían teniendo las cajas de ahorros) para que
así puedan salir de la insolvencia generalizada en la que prácticamente todas
ellas se encuentran de facto.
En
lugar de afrontar los problemas que realmente agudizan la crisis en nuestro
país para salir definitivamente de ella, se ha aprovechado la situación de
debilidad para poner en marcha reformas y recortes cuyo único fin es el de
facilitar la entrada de negocios privados en los servicios públicos, para mejorar
aún más la capacidad negociadora de las grandes empresas y para ahorrarles
impuestos a los niveles más elevados de renta [11] .
8.
Cuando se plantea la necesidad de hacer frente a todos
estos problemas que
afectan a la economía española,
además de afirmar que "no hay
alternativas" (un juicio que en realidad no es argumento y que hemos
tratado de desmontar en el libro anteriormente citado Hay alternativas. Propuestas para crear
empleo y bienestar social en España, se suele argumentar
que España no tiene capacidad de
maniobra alguna en el seno de la unión monetaria.
Es cierto que nuestra
pertenencia a la eurozona
la limita en grado sumo en cuanto a instrumentos que serían esenciales para
hacer frente a una crisis como esta, sobre todo, en política monetaria y de
cambio que posibilitase la devaluación, y que impone severas restricciones en
otras políticas como la presupuestaria. Eso es así, y de ahí, como he señalado,
que debiera ser obligado poner sobre la mesa las ventajas e inconvenientes
reales que tiene para España pertenecer a una unión monetaria diseñada mal y,
digámoslo así, en su contra, en beneficio exclusivo de los grandes grupos
financieros y empresariales y particularmente de los de Alemania. Pero dicho eso, no es del todo cierto que España carezca por completo de
autonomía y que nuestro gobierno no pueda hacer nada que no sea lo dictado por Bruselas, como suele decirse. Por el
contrario, ha dispuesto y dispone de más capacidad de maniobra de la que ha
utilizado y esa es la causa de una parte importante de los males y sufrimientos
que estamos padeciendo.
La pertenencia a la
unión monetaria no obliga a financiar
a la Iglesia Católica, por poner un
ejemplo, con más recursos de los que paralelamente se recortan en servicios sociales, o a eliminar
impuestos como el de sucesiones o patrimonio, que, incluso en su moderada
conformación anterior, permitirían ingresar cantidades que hubieran podido
evitar gran parte de esos recortes. Como tampoco ha obligado a realizar las
contrarreformas fiscales de años atrás que han mermado ingresos públicos y
fomentado la evasión, o a ser tan contemplativos con la economía sumergida.
Incluso
en el marco de la unión monetaria se podrían tomar medidas, como las fiscales que proponen los técnicos del
Ministerio de Hacienda, que permitieran multiplicar los ingresos del Estado; o las
que se vienen haciendo, por poner un ejemplo, para liberar demanda efectiva mediante la rebaja en la deuda
tributaria, para crear nuevos tipos de contratos de trabajo que permitieran
anticipar la creación de empleo a las empresas; o la nacionalización de bancos en condiciones menos onerosas y
mucho más efectivas para relanzar la economía que las medidas que se han
tomado.
9.
Por todo ello, es muy importante desechar la idea tan
intensamente asumida por una gran parte de la población (en gran parte porque se insiste
mucho en difundirla desde los medios de comunicación ligados a los grandes
intereses financieros y empresariales, es decir, desde prácticamente todos los
privados), que tiende a hacer creer que
la crisis es una especie de fatalidad, una
circunstancia inapelable frente a la que apenas si se puede hacer nada que no
sea lo que desde fuera se nos dice que hay que hacer. Como tampoco se puede
admitir la idea que alternativamente se difunde a veces desde otros puntos de
vista, según la cual todo es el resultado de un poder omnímodo de
los mercados, de una dictadura financiera frente a la que no se puede
hacer nada si no es provocando una especie de cambio universal que modifique todas
y cada una de las condiciones de nuestra existencia.
Ninguna
de esas dos versiones soporta una contrastación rigurosa con la realidad. Lo
que nos ha sucedido no es el fruto de un imponderable, de una catástrofe
inevitable, sino de que los gobiernos
han dejado de hacer, que ellos mismos han establecido las condiciones que
han permitido que se produzcan los hechos que han dado lugar a la crisis. Los gobiernos tienen en sus manos las
medidas que pueden permitir que los asuntos económicos se desenvuelvan de otro
modo y, particularmente, que pueden hacer que ni siquiera se tengan por qué dar
las crisis financieras recurrentes que están destrozando a la economía mundial
en los últimos años.
10.
Teniendo en cuenta factores como los que he tratado de
analizar en esta intervención
creo se puede tener enfrente una dimensión diferente de la crisis con la que
resulta más fácil pensar en alternativas y ponerlas en marcha.
No
todos los países tienen los mismos problemas, ni han padecido los mismos males,
de modo que sería cuestión de seguir su camino y no, como está sucediendo, el
que nos lleva en dirección contraria. Y
la naciones que han llegado más lejos en progreso y en estabilidad social,
incluso las que son más competitivas, si es que se quiere recurrir a este
criterio convencional, muestran caminos por donde se supone que deberían
transitar las que tratan de emularlos, luego lo que debería ser objeto de
reflexión es que se nos impongan otros bien diferentes. Y, como he dicho, si hemos vivido largas épocas sin crisis financieras,
lo significativo es el empeño en huir de las condiciones políticas y
regulatorias que se daban entonces, para insistir, por el contrario, en las que
sabemos que están asociadas a la perturbación financiera constante y a la
crisis.
Las propuestas de
políticas y medidas alternativas
son muy abundantes, e incluso algunas de ellas han pasado ya la simple
formulación teórica para aplicarse en
otros países con éxito. Por ello me parece que resulta obligado concluir
que si economías como la española se
debaten en una situación tan frágil, incapaces de salir de la crisis y de resolver los problemas de la deuda, del empleo
o de la generación de ingresos que otras
economías han resuelto, incluso en el mismo marco deteriorado del
capitalismo especulativo de esta etapa neoliberal
en la que estamos, lo que ocurre no es que no existan alternativas sino que se
carece de la decisión, de la voluntad y del poder político suficientes como
para ponerlas en marcha.
No
debe olvidarse una cuestión elemental que se quiere ocultar: los problemas económicos no tienen soluciones técnicas, sino
políticas. Y siendo así, sabiéndolo, quizá quede más claro que
el deterioro de la situación económica de España,
o de Europa en general, no es el resultado de que no existan soluciones
alternativas sino de que se ha debilitado tanto la democracia que es imposible que se impongan las que desea
la mayoría de la población y que, en su lugar, se apliquen las políticas
que solo benefician a una parte muy
minoritaria, cuyo bienestar y riqueza es ajeno a la estabilidad económica y a
la buena marcha general de los asuntos económicos.
*****
[1] Juan Torres López y
Lina Gálvez Muñoz, Desiguales.
Mujeres y hombres en la crisis financiera, Icaria, Barcelona 2010; Juan
Torres López. La crisis de las hipotecas basura. ¿Por qué se ha caído todo y
no se ha hundido nada? Sequitur, Madrid 2011.
[2] Alan M. Taylor, The great leveragin. NBER Working Paper
18290, 2012,
[3] Un análisis reciente sobre sus consecuencias de todo tipo
Joseph Stiglitz, El precio de la desigualdad. Taurus, Madrid 2012.
[4] Vid Vicenç Navarro y
Juan Torres López, Los
amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero. Espasa, Madrid 2012.
[5] Vid. Joseph E. Stiglitz, Caída
libre: El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial, Taurus,
Madrid, 2010
[6] Hemos
demostrado la
falsedad de estas argumentaciones en Vicenç
Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón, Hay alternativas.
Propuestas para crear empleo y bienestar social en España. Sequitur, Madrid
2011.
[7] Eduardo Garzón
Espinosa. Situación de las arcas públicas si el Estado español no pagara intereses de deuda pública.
[8] Agustín Turiel. Informe sobre la legitimidad de la
deuda pública de la Administración Central del Estado de España.
[9] Vid. Albert Recio, Capitalismo
Español: La
inevitable crisis de un modelo insostenible . Revista de Economía crítica, nº 9, 2010; Emmanuel
Rodríguez López e Isidro López Hernández. Del auge al colapso. El modelo
financiero-inmobiliario de la economía española (1995-2010). Revista de
Economía crítica, nº 12, 2011; Albert
Puig Gómez , El modelo productivo español en el período
expansivo de 1997-2007: insostenibilidad y ausencia de políticas de cambio. Revista
de Economía crítica, nº 12, 2011.
[10] Juan Torres López. Las responsabilidades del Banco de
España .
[11] Sobre estas medidas en la etapa de gobierno del Partido
Popular, vid. Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón. Lo que
España necesita. Una réplica con propuestas alternativas a la política de
recortes del PP. Deusto, Madrid 2012.
Rebelión ha publicado este artículo
con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para
publicarlo en otras fuentes.
*****
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