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Hoy
en el epicentro de la crisis global, multidimensional, - crisis
económica-financiera, crisis social, crisis política – la democracia está en su nivel más bajo de
desconfianza y falta de legitimidad de la ciudadanía, producto de que ha sido
absolutamente secuestrada en beneficio completo de los poderes fácticos
mundiales, los verdaderos ejes centrales de la política nacional, continental y mundial, teniendo a su servicio a
los sectores dominantes internos, aquellos que se creen o consideran los predestinados
de tener todo el poder en sus manos. Las políticas del Consenso de Washington en la década de los 90’, ingresan en América Latina en un tiempo histórico de crisis total del
reformismo, del parlamentarismo, del populismo y sus políticas de subsidios
generalizados, así como en un tiempo
político cuando el neoliberalismo
como ideología y política de la globalización se presentó ante nosotros como
la salvación, ofreciéndonos el Paraíso celestial, para ello “destruyo”, liquidó,
absolutamente todas las teorías políticas del socialismo, de la izquierda y
todo lo que tuviera olor a progreso. Entró triunfante con la Gobernabilidad, como políticas de “solución”
de las crisis políticas, con políticas viables, oportunas, democráticas -. Fiel
al informe de la Comisión Trilateral del Maestro Samuel Huntington y los objetivos
estratégicos que en ese tiempo
neoliberal perseguía.
Posteriormente
se habló de ingobernabilidad, en especial para referirse
al hermano país de Bolivia, que por
entonces tenía Presidentes, cada vez que la
COB – Confederación Obrera Boliviana.- se movilizaba, o también con las
luchas, movilizaciones y llegadas –caminatas de varios días – hacia la Capital,
La Paz de los mineros y sus
organizaciones sindicales. Se habló también de ingobernabilidad, como la peor herencia y lastre que dejaron las
dictaduras militares y civiles de América latina en los 80’. Crisis total de la política, ausencia
de salida política, desastre político de las clases dominantes y sus partidos
políticos. Hiper-inflación, terrorismo, contrabando, corrupción, como a finales
de los 80’ en el Perú. Precisamente contra
todos estos males del populismo, del paternalismo reformista, se presentó el neoliberalismo, y dos décadas después
que tenemos como resultado. Ingobernabilidad
en varios países donde la democracia
llegó a su nivel más bajo de confianza institucional, democracia secuestrada
por los poderes fácticos locales, democracia
ciega y sorda con los derechos y reclamaciones del pueblo y los ciudadanos,
pero democracia elitizada, millonaria y
novelada con los sagrados derechos de los de arriba, los verdaderos
responsables de la crisis por su avaricia,
sed absoluta e inmediata de codicia,
corrupción generalizada. La salida
no está por la vía de los partidos
políticos – de acuerdo al informe de Latinobarómetro – más del 80% de la población no cree y no tiene confianza en los partidos políticos, y la juventud aún es más elevada la desconfianza, al final dejémoslos que “mueran”
con su propio cáncer.
La juventud en el mundo, se moviliza y lucha por una Nueva Democracia.
La
democracia participativa, reconociendo la inmensa diversidad de formas
originarias de organización, movilización, lucha, representación existentes en el mundo originario, en las tierras –
ahora territorios culturales – de las comunidades históricas y de los pueblos
originarios, aún hoy invisibilizados por
intereses absolutamente de poderes centralistas, tradicionales, oligárquicos,
se mantienen como no vistos, han sido históricamente marginados, olvidados, excluidos,
formas originarias que siempre han estado presentes en las Redes Sociales originarias, tradicionales, históricas. Somos una sociedad de las habilidades, somos un semillero de
talentos, porque el conjunto de todas nuestras potencialidades, hoy están en el Reservorio de nuestra Cultura Popular, nuestra cultura local,
nuestra identidad cultural colectiva, y hoy en los principales países de
América latina, son los Nuevos
Movimientos Sociales anti-globalización – etiquetados por la derecha y sus
poderosos medios, como Conflictos Sociales – con Nuevos Sujetos Sociales
Históricos, en el “Cambio de Época, Histórica” que surge como
producto de la crisis del capitalismo financiero-especulativo y el nuevo
modelo, el proceso de acumulación mundial del capitalismo del
despojo, del saqueo y del pillaje de nuestros recursos naturales – materias primas – agua, tierras de cultivo,
biodiversidad, conocimientos ancestrales, etc, hoy representan su objetivo
estratégico como camino hacia “su salida” de la crisis sistémica. Los Movimientos
Sociales, la Democracia Participativa, la sociedad civil local –
base principal de las formas asociativas – junto a la nueva ciudadanía
multicultural –ciudadanía diferenciada - hoy representa un camino, una
alternativa a trabajar y construir desde el poder local, una nueva, diferente y distinta Gobernabilidad Democrática. El pueblo,
los trabajadores, desempleados y sub-empleados, amas de casa, juventud, es
decir, los ciudadanos también sabemos
construir Gobernabilidad
Democrática, como Democracia de calidad, participativa, solidaria, dialogante,
descentralizada – permanente mecanismo ciudadano de rendición de cuentas, transparencia, diversidad en la representación,-
guerra total a la corrupción, el terrorismo, el contrabando, la economía
criminal y la propia economía de la guerra. Democracia del trabajo, forjada en plena
convivencia de respeto a la Madre Naturaleza.
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COSTA
RICA: La globalización neoliberal como causa de ingobernabilidad.
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Columna “Pensamiento
Crítico”.
José Luis Vega
Carballo.
El País.cr
Jueves 24 de enero del 2013
Una
globalización desenfrenada ha puesto en jaque al sistema político
En la fase superior de su crisis de desempeño, los políticos
neoliberales de Costa Rica a cargo del actual régimen presidencialista se
empeñan en echar mano a consejeros, tecnócratas y otros “iluminados” en busca
de salvación y para esconder su incapacidad e irrelevancia. Quieren que tales
personajes los ayuden a evitar el naufragio en que se hallan metidos, aferrados
para peor de males al decadente buque de un Estado-Nación fallido.
Incapaz de cumplir con sus funciones elementales,
nuestro Estado –otrora un pujante Estado de Bienestar- yace ahora enfrentado a
una incontrolada globalización y a una prolongada crisis económica (de ella
derivada), que desde sus inicios en el 2008 pareciera no tener cura, al fallar
todas las medicinas tradicionales; excepto la acostumbrada receta de descargar
los costos de la misma sobre las clases trabajadoras y los sectores de la
población más débiles: la “Ley de Traslación de la Pena” (José Figueres Ferrer
en su libro “La Pobreza de las Naciones”). En esto la clase gobernante sí se ha
cuidado de cumplir la tarea, inspirada y asistida por los poderes externos ya
conocidos: FMI, BM, OMC, Davos, BCE, etc.
El desorden es global e incontrolable.
Nuestra clase gobernante ignora en su extravío que
por hoy no hay agente -sea persona, grupo, organización o Estado nacional- que
pueda controlar y mitigar con autoridad y efectividad los impactos globales y
el desorden; y que, por tanto, allí se hallan las causas principales de lo que
algunos llaman la “crisis de
ingobernabilidad” de nuestro régimen político que va dando tumbos de un lado
hacia otro, presionado y en buena medida inutilizado por esos potentísimos
embates provenientes del exterior y que diversos actores internos tratan de
paliar en vano; otros los reproducen y así empeoran el caos.
Cuanto más intentan ellos poner orden, peor les va.
Por eso, el gobierno se muestra agobiado todo el tiempo porque debe, por un
lado, atender las exigencias de los organismos financieros y los mercados
internacionales, y por otro, resolver con escasos recursos públicos
innumerables problemas locales derivados de los globales y acarrear con sus
costos. Debe proceder en condiciones de gran nulidad y hasta de insolvencia, lo
cual le obliga a tener que renegar de sus antiguas competencias y obligaciones,
especialmente en materia de política de bienestar social. Esta inoperancia se
trata de disimular lo más posible ante el electorado, las clientelas
partidarias y la opinión pública con múltiples cortinas de humo, inventos y
falsedades. Pero al final, se termina proclamando en voz baja que lo mejor es que
cada persona o familia resuelva sus problemas a como pueda, sin esperar una
salvadora providencia estatal, aunque con esto se esté generando un gran estrés
y descontento ciudadano. Y eso es lo que ha venido sucediendo bajo los
resonantes nombres de “individualización” y “libertad de elección”. No
obstante, la clase gobernante sigue confiando en los expertos como salvadores.
El ascenso de la meritocracia neoliberal y sus consecuencias.
El ascenso de la meritocracia neoliberal y sus consecuencias.
Realzados como “celebridades” y como los únicos que
saben cómo descifrar los tiempos y emprender la toma las decisiones con
propiedad, los expertos neoliberales han logrado elevarse por encima de una
masa ciudadana a la que ellos mismos califican de inepta e ignorante. No se
confía para nada en la ciudadanía, en su capacidad para participar en la toma
de decisiones, proceso que puede venir a estropear. Por tanto, recelan de la
democracia y solo la aceptan si es concebida como gobierno regido por expertos
tecnócratas o “notables”, ante los cuales el pueblo distante y enajenado debe
inclinarse reverente y agradecido. Esto
explica la pasividad, apatía y alienación de la ciudadanía, su retiro de la
política, del debate público y las decisiones. También la falta generalizada de
apoyo popular a la clase política, las políticas públicas y los partidos.
Esas
meritocracias –que a veces
surgen como consejos o grupos de “notables” de corte neoliberal- son
presentadas con ayuda de los poderes mediáticos como símbolos de sabiduría,
seguridad, imparcialidad y éxito (no así de equidad y justicia social). En Costa Rica han estado acumulando
poder desde los años de 1980; y vienen siendo recompensadas con jugosas
asesorías y consultorías a lo ancho y largo de la administración pública, con
las que se premia su costo de mercado, y se elevan su arrogancia y status
social. Demás está decir, que muchos de los meritócratas se creen verdaderas
celebridades como lo hemos visto entre los “notables” convocados a destiempo
por el gobierno de Chinchilla como tabla de salvación patria.
Aparentemente, solo en estas figuras se puede
confiar. Muchos ascendieron con el primer gobierno de los Arias, y son
quienes han reducido hasta extremos peligrosos la capacidad gubernamental de
control y regulación de la economía y la sociedad civil, para así hacer pasar a
primer plano los libres mercados y los acuerdos comerciales originados en la
Organización Mundial de Comercio (OMC), al impulso de los cuales debe reducirse
más y más la acción de los disminuidos Estados. No se sabe cuál será el límite
del recorte, aunque pensamos que lo fijarán los mercados y los poderes que los
mueven a escala global.
Por eso el Estado-Nación y el Estado de Bienestar yacen hoy muy abatidos.
Aquí debe tomarse muy en cuenta el debilitamiento progresivo del Estado, recortado y desmantelado por la propia clase gobernante que ahora se queja de un déficit de poder que ni siquiera sus expertos tecnócratas pueden subsanarle. Por años la reducción del Estado fue una cruzada neoliberal y de derechas lanzada contra el Estado de Bienestar, interventor y desarrollista, ejecutada mediante los programas de ajuste estructural y reforzada globalmente por la firma de tratados de libre comercio o TLCs, mediante los cuales se ha intentado forjar, sin éxito, una gobernabilidad extraterritorial o global, ni siquiera alcanzada en el campo de las relaciones económicas y las transacciones financieras. Insistimos, lo que sí se ha consumado es una reducción de la soberanía estatal y de los márgenes de maniobra de los gobiernos de los Estado-Nación, en especial para ordenar y dirigir los mercados de la economía local y la política social, entre otros factores.
Por eso el Estado-Nación y el Estado de Bienestar yacen hoy muy abatidos.
Aquí debe tomarse muy en cuenta el debilitamiento progresivo del Estado, recortado y desmantelado por la propia clase gobernante que ahora se queja de un déficit de poder que ni siquiera sus expertos tecnócratas pueden subsanarle. Por años la reducción del Estado fue una cruzada neoliberal y de derechas lanzada contra el Estado de Bienestar, interventor y desarrollista, ejecutada mediante los programas de ajuste estructural y reforzada globalmente por la firma de tratados de libre comercio o TLCs, mediante los cuales se ha intentado forjar, sin éxito, una gobernabilidad extraterritorial o global, ni siquiera alcanzada en el campo de las relaciones económicas y las transacciones financieras. Insistimos, lo que sí se ha consumado es una reducción de la soberanía estatal y de los márgenes de maniobra de los gobiernos de los Estado-Nación, en especial para ordenar y dirigir los mercados de la economía local y la política social, entre otros factores.
En
síntesis: las élites neoliberales,
las llamadas “meritocracias”, han ido cediendo su capacidad local de gobernar a
los ciegos y anárquicos poderes del mercado global y las finanzas, ante los
cuales se muestran impotentes. Lo único que les queda es pregonar la necesidad
de liberalizar y desregular, lo que viene a alimentar el desorden y el caos
imperantes, a saber, la ingobernabilidad
contra la cual dicen luchar; por pura hipocresía, porque casi nada pueden
hacer, así llamen a decenas de “notables”. Eso sí, ante las pérdidas tan
fuertes de gobernabilidad, era esperable que haya quedado en sus manos el poder legal
represivo y el control policial del territorio, como principal función.
*****
La muerte de manifestantes, dice ser una forma concreta de ingobernabilidad.
El Problema es Político.
De cal y de arena.
*****
Álvaro Madrigal Castro.
A doña Laura le quedó grande la camisa de la
Presidencia de la República. Al grueso de los diputados también. En una
maniobra de distracción repetida e intensamente sostenida se procura desvanecer
esta realidad. Se quiere hacer creer que la nave del Estado se ha varado a
causa de lo que se describe como obsoleta estructura institucional y enmarañado
fardo de disposiciones constitucionales y legales, siendo la astenia política
la raíz del problema. Se predica, entonces, la necesidad de cambios de fondo en
la presencia y competencias de las instituciones del Estado y en el marco
jurídico, allí donde se segregan poderes y se reasignan facultades bajo una
concepción de frenos y contrapesos que hoy se tiene como perniciosa. Así, de un
modo tan artificioso, se crea la ficción de que basta con una reforma del
Estado, sus instituciones y las leyes que le gobiernan, para que el país
quede en la ruta de la salvación o, al menos, de la esperanza de que con
una nueva definición institucional y jurídica “se va a poder gobernar y se va a mejorar la calidad de nuestra
democracia”, como lo dijo la propia mandataria a la prensa. Se está evadiendo el problema político y sólo se habla de cambios institucionales y
jurídicos. ¿No estaríamos mejor con un Presidente de reconocida pericia
política y con una Asamblea reñida con la mediocridad y la impudicia? La
respuesta es obvia, mas no es este el punto en debate sino más bien demostrar
al costarricense que además del exorcismo en los partidos y de la depuración de
los mecanismos de elección popular, hay que modernizar mucho del aparato
estatal. Los valiosos aportes hechos por la Comisión de Notables y por otros movimientos igualmente preocupados
por sacar al país del marasmo institucional, son en muchos aspectos acertados.
Pero están expuestos, evidentemente, a la contaminación con el germen de la
desconfianza reinante entre los ciudadanos.
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El vacío político que vive Costa Rica
tiene su domicilio en los partidos
políticos; no es un problema de leyes. Son,
los partidos, la vía de acceso a la gobernación del país y en el tanto
estén sumergidos en crisis, cojearán las instituciones y la calidad de la
democracia y el ciudadano les hará el vacío. Resulta imperativo, entonces,
priorizar la depuración de los partidos,
sanearlos, devolverles su identidad esencial y su vocación legítima de
servicio. Será entonces cuando el ciudadano
recupere confianza en ellos y se apreste a dar cumplido al precepto
constitucional de una democracia
participativa. Tengo claro que las reformas modernizadoras del ordenamiento
jurídico y del aparato institucional del Estado van a ganar categoría de
viables cuando “el soberano” las de
por necesarias y pertinentes, no exclusivamente los desacreditados partidos.
Será de interés, entonces, para los promotores del cambio estimular la difusión
y el análisis de
las propuestas, sobre todo en los medios audiovisuales, para ampliar la base de
apoyos.
*****Abogado y periodista
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