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Aun si fuera erróneo concluir que ha terminado la
crisis del euro, los últimos meses marcaron avances significativos en dirección de un mayor federalismo, pero el proceso así engendrado sigue siendo
muy incierto. Estos nuevos procedimientos europeos o intergubernamentales
se presentan como soluciones técnicas en respuesta a la urgencia de la
situación, pero distan de tener el aval
de las opiniones públicas nacionales. En efecto, las ayudas aportadas se
sometieron a la imposición de reformas a
menudo drásticas y por lo tanto impopulares, independientemente o a veces
contra la expresión democrática de los ciudadanos. Las propuestas de retorno al Estado-nación de una fracción de la
soberanía delegada a Europa se multiplican, ya que las opiniones públicas nacionales tienen la impresión de que ya no son
defendidas correctamente en ese nivel, y que hay que volver al imperativo de una democracia que se
expresa esencialmente en el nivel nacional.
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Hacia una gran
bifurcación.
Debate qué futuro le deparará la crisis económica a la Unión Europea.
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En un texto escrito para Página/12, Boyer afirma que para el
bloque se abren trayectorias contrastadas: exclusión o retiro de uno o varios
miembros, reconocimiento de la divergencia entre el Norte y el Sur y evolución
hacia una Europa donde coexistirían acuerdos parciales
Por Robert Boyer *
Opinión. Página /12
lunes 21 de enero del 2012.
El fin de 2012 estuvo marcado
por una notable calma: los pronósticos de un estallido de la Zona Euro ya no
son mayoritarios, ya que poco a poco los responsables políticos terminaron por
evaluar los problemas y bosquejar un aggiornamiento de los procedimientos
comunitarios e intergubernamentales. El vuelco aparece en el verano europeo de
2012, cuando Mario Draghi anuncia que el Banco Central Europeo está dispuesto a
sostener el euro por todos los medios posibles; de hecho, el rescate en los
bancos de los títulos de la deuda pública de los Estados más amenazados, como
España e Italia, hizo bajar las primas de riesgo y tranquilizó a la comunidad
financiera internacional, más allá de las reticencias de las autoridades
alemanas.
En el último trimestre del año pasado se decidió que el Fondo Europeo
de Estabilidad Financiera, que era transitorio, dejará su lugar al Mecanismo
Europeo de Estabilidad, un fondo permanente que apunta a responder a futuras
crisis financieras. De manera similar, la interdependencia entre crisis de las
deudas soberanas y crisis bancaria alcanzó tal amplitud en España que se
decidió instituir una agencia europea de regulación de los bancos e
instituciones financieras más grandes. Al término de un proceso relativamente
complejo, esta agencia podrá intervenir directamente inclusive movilizando
fondos europeos.
La nueva delegación a Europa
de atributos altamente simbólicos de la soberanía nacional presenta fuertes
resistencias, pero la estabilidad financiera se reconoce finalmente como
objetivo comunitario, complemento necesario y descuidado por demasiado tiempo
de la estabilidad monetaria. Finalmente, más allá de una “regla de oro” que
limita los déficit públicos –que es un endurecimiento del PSC para el que la
última década mostró las dificultades estructurales de aplicación–, se abre
camino un esbozo de coordinación de las políticas económicas nacionales aun si
no existe mayoría para contemplar un gobierno económico de la Zona Euro en
debida forma.
Aun si fuera erróneo concluir
que ha terminado la crisis del euro, los últimos meses marcaron avances
significativos en dirección de un mayor federalismo, pero el proceso así
engendrado sigue siendo muy incierto. Estos nuevos procedimientos europeos o
intergubernamentales se presentan como soluciones técnicas en respuesta a la
urgencia de la situación, pero distan de tener el aval de las opiniones
públicas nacionales. En efecto, las ayudas aportadas se sometieron a la
imposición de reformas a menudo drásticas y por lo tanto impopulares,
independientemente o a veces contra la expresión democrática de los ciudadanos.
Las propuestas de retorno al Estado-nación de una fracción de la soberanía
delegada a Europa se multiplican, ya que las opiniones públicas nacionales
tienen la impresión de que ya no son defendidas correctamente en ese nivel, y
que hay que volver al imperativo de una democracia que se expresa esencialmente
en el nivel nacional.
Se manifiesta sí el avance de
los partidos y movimientos de extrema derecha, de los que es la propuesta
central, en contra del consenso de hecho entre partidos conservadores y
socialdemócratas. La tentación de un retorno del “cada quien por su cuenta” se
manifiesta claramente en la discusión sobre la evolución a mediano plazo del
presupuesto europeo. ¿Por qué gobiernos acosados por demandas sociales,
vinculadas por ejemplo con la amplitud y duración de un desempleo masivo, y
sometidos a medidas de austeridad fiscal, de reducción de los servicios
públicos de salud y educación, aceptarían transferir una parte de su recaudación
fiscal al presupuesto europeo que, hasta el momento, resultó incapaz de aportar
una contribución a un retorno del crecimiento?
Así, en 2013 es claro que los
tratados europeos mostraron sus límites, de manera que queda excluido volver a
su aplicación. Sin embargo, los países miembros de la UE distan de ponerse de
acuerdo sobre la reconfiguración de sus instituciones. Para el gobierno
británico, es importante salirse de las obligaciones europeas que no
corresponden a los intereses del país. Para el gobierno alemán, se trata, por
el contrario, de construir nuevas reglas de juego, más sofisticadas y
restrictivas que en el pasado, para caminar hacia una forma original de
federalismo. La mayor parte de los otros gobiernos ven su poder de negociación
limitado por la acumulación de desequilibrios mayores dentro de su economía, a
lo largo de la última década.
A partir de esta constatación,
se abren para la UE trayectorias muy contrastadas: retiro/exclusión de uno o
varios Estados miembro, reconocimiento de la divergencia entre Europa del Sur y
del Norte, evolución hacia una Europa à la carte en la que coexistiría toda una
gradación de acuerdos parciales, en torno de una Zona Euro en marcha hacia un
real federalismo. Como afirmaba un filósofo francés, “el futuro dura mucho
tiempo”. Los años por venir nos reservarán muchas sorpresas, ya que son los
movimientos políticos y sociales nacionales, en su confrontación con las fuerzas de la
globalización económica y financiera, los que decidirán el futuro de la UE.
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* Economista, Institut des
Amériques, París, Francia.
Traducción: Irene Brousse. CEIL Conicet.
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