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Dos escenarios diferentes y
contradictorios, dos grupos de actores, uno en crisis estructural
multidimensional, y el
otro en una etapa de crecimiento económico,
debilidad y fracturas permanentes del sistema
democrático, pero ambos escenarios y
actores con un alto nivel de desigualdad
económico social, situación que hoy profundiza la crisis y debilita aún más
la democracia. Ambos escenarios también como dos sociedades en riesgo permanente, por al alto grado de desempleo, sub-empleo, pobreza, pésimos
servicios públicos y recortes permanentes en los Derechos Sociales – educación, salud, salarios -. Pero los dos también en un escenario global del calentamiento
planetario, sin asumir las responsabilidades que corresponde como Estados. Ambos escenarios ante la “crisis final” de
la política, hoy los medios de
comunicación asumen responsabilidades de intermediación política e incluso hasta poner la Agenda de gobierno, precisamente
por el peso e importancia que tienen los
poderes fácticos locales y globales.
América
Latina y el Caribe, hoy presente en la CELAC - Comunidad de Estados
latinoamericanos y del Caribe -; y la Unión Europea, la
zona-euro, la troika y el gobierno político-financiero-especulativo, la “bancocracia”,
es decir, la Unión Europea. Pero
además es necesario señalar, ambos
escenarios hoy expresan realidades diferentes: Uno, los ayer, desarrollados, democracias de lata
intensidad, países del Primer Mundo, representan en el epicentro de su
crisis estructural multidimensional – para
otros Poli-crisis y crisis de civilización – la exportación violenta en
este “cambio de
época, histórica”, de un nuevo Modelo
del capitalismo, el nuevo proceso de acumulación mundial o el capitalismo del despojo, el saqueo y el
pillaje de los recursos naturales
– materias primas – la biodiversidad y
los conocimientos ancestrales, que precisamente están en el otro escenario en crecimiento económico,
pero – en la mayoría de Estados - con una debilidad, falta de confianza, desacreditación
social y pérdida de legitimidad e institucional del sistema democrático.
América latina y el Caribe hoy
son los territorios depositarios de
la más extraordinaria biodiversidad, diversidad cultural – países megadiversos como Perú – reservorios históricos
de nuestra cultura popular, escenario de potencialidades
de una sociedad de habilidades y semillero de talentos. En ese escenario
múltiple, complejo, turbulento, multipolar, irán a la Cumbre
de Mandatarios (as) de la CELAC y la U:E. Cuidado que el resultado más
espectacular – cien por ciento favorable - de la cumbre sea la “oficialización” de que América Latina y el Caribe sean
precisamente el escenario del camino más
seguro de para “salir de la crisis”, pero a costa sin temor a equivocarnos
de una “segunda,
nueva -.más sofisticada, “moderna” – neo-colonización. “Nuestra América”,
aún nos sigue esperando, en especial a
las Nuevas generaciones.
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Señores Presidentes (as) de América Latina y el Caribe. El Gran Libertador de América Latina, Simón Bolívar, está en plena observación política. Que hacemos en estos tiempos políticos cuando nuestros territorios han sido declarados, parte de la "salvación de la crisis del Primer Mundo".
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HACIA LA CUMBRE CELAC-UE: Estado de la
relación política ¿nuevos actores? ¿nuevos escenarios?.
*****
Gloria Teresita Almaguer.
Rebelión Domingo 20 de enero del 2013.
En vísperas de la VII Cumbre Unión Europea América Latina Caribe, devenida Ira UE
CELAC, el balance acerca del estado actual de los vínculos entre los dos grandes grupos de actores resulta
estratégico, mucho más si se relaciona con el creciente interés e impacto de la
presencia del bloque comunitario en esta región.
Sin embargo, todo indica que estas relaciones se
encuentran en un momento de bajo perfil, sobre todo en lo político; mientras, en
la esfera económica y propiamente comercial tampoco se cumplen las
expectativas, especialmente las del bloque
europeo, principal artífice y promotor del complejo entramado de lazos que
persigue como principal objetivo la construcción de lo que ha sido identificado
como una Asociación Estratégica
Birregional entre ambos grupos de actores.
Un proyecto que viera la luz en 1999 como el más importante resultado de la I ra Reunión Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de
América Latina y el Caribe y la Unión
Europea -la Cumbre de Río-, y que se debe desarrollarse en tres grandes
esferas: el “diálogo político”; la
controvertida “cooperación para el
desarrollo”; y las relaciones económicas, esencialmente comerciales, a
través de la firma de los llamados Acuerdos
de Cuarta Generación o Acuerdos de Asociación Económica, en la praxis,
Tratados de Libre Comercio de amplio alcance, al transcender las disposiciones
de la OMC al respecto.
Una iniciativa en la que si bien no caben duda de
que se han dado pasos importantes, en realidad transita con más
sombras que luces: continúa siendo simplemente un proyecto cuya conclusión
definitiva se muestra todavía lejana, explicable entre otros aspectos por las
realidades que hoy cualifican a ambos grupos de actores, bien diferentes a las
de hace más de una década, cuando fuera aprobada la iniciativa.
Un
escenario en el que el bloque comunitario
parece haber perdido tanto su capacidad de convocatoria para las regiones latinoamericanas y caribeñas, como
su pretendido papel de referente de un modelo de integración y construcción
social que al presente muestra descarnadamente las profundas
incongruencias que siempre le caracterizaron, dadas las propias e insalvables
inconsistencia del sistema que le engendró y a cuyos centros de poder responde.
Y es que según se reconoce en el propio bloque,
desde que detonara la crisis económica, la situación de la Unión Europea ha venido sufriendo un proceso de deterioro que ha
llegado a amenazar incluso la propia “construcción
institucional”, de hecho, de acuerdo con el conocido experto José Antonio Sanahuja, “puede hablarse de una crisis existencial, sin
duda la más grave desde su creación”.
Y es que
para Sanahuja, “…en vez de ser fuente de soluciones, esta vez la UE es vista
como origen y causa de problemas para la región, y, según afirman sus propios
dirigentes, América Latina debería “blindarse” frente al posible contagio de la
recesión y de las turbulencias financieras procedentes de Europa”, con lo cual,
el posible poder e influencia que haya podido alcanzar el bloque europeo en
este espacio, “se desvanecen”.
Lo cierto es que realmente el proyecto de
integración europeo se encuentra lejos de su mejor momento. En primera instancia, porque hoy son
sus propios cimientos los que se tambalean, justamente en parte de lo que
define su esencia misma: la necesaria unidad y espíritu integracionista, lo que
si bien no tiene por qué conducir necesariamente al debacle total, sí le
debilita y pone en entredicho el modelo, acentuando las llamadas “dos velocidades” en el desarrollo –que
hoy ciertamente pudieran ser al menos tres o más-, con repercusiones que como
se observa, trascienden el marco de lo puramente institucional.
Una situación que si bien ha sido potenciada por
los impactos de la crisis económica
global, no constituye solo el resultado de ésta, sino sobre todo de la
acumulación y agravamiento de problemas o factores internos y externos que le
han venido afectando desde hace varios años; entre éstos, la crisis
institucional que se generara alrededor del llamado Tratado Constitucional y
que su sucesor, “el de Lisboa”, no
ha logrado aún solucionar. Una situación que ha acentuado el llamado “déficit
democrático” del que ya adolecía el proyecto, y que resulta objeto de crítica
de una parte importante de la ciudadanía, que le identifica justamente como un
proyecto neoliberal de las élites y grupos de poder, la “UE del capital”.
Conjuntamente, la crisis ha demostrado la
inconsistencia de lo que pretendió ser un “modelo económico de eficiencia y
competitividad”, con el cual la Unión Europea aspiraba a
convertirse de cara al 2020, en “la economía basada en el conocimiento más
dinámica y competitiva del mundo”. Modelo construido sobre los fundamentos de
la hoy desmoronada ideología neoliberal –lo que de hecho le condenaba al
fracaso-, y que lejos de ese propósito acentúo las profundas asimetrías existentes
al interior del bloque, debilitándole tanto desde la perspectiva económica como
social, y reduciendo con ello su credibilidad, legitimidad y posicionamiento en
el complejo internacional.
“Se trata
-en opinión de Sanahuja- de una crisis en gran medida auto-inducida, a partir
de un diseño institucional inadecuado, y de políticas basadas en gran medida en
la superstición neoliberal y discursos políticos del momento. El diseño del
banco Central Europeo, en particular, se ha mostrado inadecuado al no poder
asumir el papel de prestamista de última instancia. Ello sitúa a los Estados
miembros en un difícil dilema: sus propios bancos centrales no pueden jugar ese
papel, y no hay nada a nivel europeo que lo sustituya, por lo que terminan
estando inermes frente a los mercados de bonos. En ese marco, la solidaridad
intraeuropea se disuelve cuando los líderes se enfrentan a narrativas políticas
domésticas —cuando no las alientan ellos mismos por razones electorales—
marcadas por el nacionalismo y los estereotipos”.
Pero además, el bloque europeo resultó fallido en
otros de los “modelos” que como se ha dicho, intentó extrapolar hacia América
Latina y el Caribe: el llamado “modelo de
cohesión social”, un intento
de vincular los aspectos distintivos y calificadores de dos teorías económicas mutuamente excluyentes en cuanto a la
concepción del papel del Estado en
el tratamiento a la cuestión social, aunque dentro de los principios de la
economía de mercado: el keynesianismo y
el neoliberalismo, utilizando para ello dos grandes espacios de acción, que
debieron complementares mutuamente, los espacios nacionales y supranacionales.
Objetivo para el cual fue institucionalizado un mecanismo dirigido a lograr un
presunto equilibrio entre la liberalización económica y sus efectos sociales.
Un proyecto contradictorio y engañoso desde sus
inicios, que en realidad priorizó la estabilidad macroeconómica en detrimento
de las llamadas políticas de cohesión. Pero además, que incumple con
determinados principios de lo que parece ser una especie de “teoría del
federalismo fiscal”, según la cual un Estado prefederal –lo que en la práctica
vendría a representar la Unión Europea- deberá utilizar el 2,5% del Producto
Interno Bruto de sus finanzas para el gasto público, como límite inferior. Sin
embargo, entre 1988-1993, el Fondo de Cohesión representaba solo el 0,27% del
PIB de la entonces Comunidad Económica Europea; de 1994 a 1999 el 0,46%, una
proporción que mantuvo en el periodo del 2000 al 2006; mientras que para el
período 2007-2013 se redujo al 0,31% del PIB de la UE de los 15, con el
agravante de que producto de la última ampliación el número de países a recibir
estos recursos aumentó.
Un proyecto en definitiva hoy totalmente fracasado,
si se toma en consideración que son precisamente los llamados, “países de la
cohesión”, España, Grecia, Irlanda y Portugal, los más afectados por la crisis
económica que afecta el bloque, con los significativos y muy peligroso impactos
sociales que se conocen. Así, el propio Sanahuja, otrora defensor de la
iniciativa, afirma actualmente que el llamado “…modelo de cohesión también
parece estar en crisis. Ahora los recursos son menores y parece que se ha
aceptado una UE caracterizada por una marcada desigualdad, donde la
convergencia de rentas será más lenta, o se deja básicamente al albur del
mercado”.
Todo esto en un complejo escenario caracterizado
por una crisis de los sistemas políticos, con la derechización creciente de las
principales fuerzas en el poder que mantienen la defensa y aplicación del
modelo neoliberal, cuyas políticas de ajuste ante la severa crisis económica
que enfrenta el bloque actúan en detrimento de la calidad de vida de la mayor
parte de las clases y grupos sociales, sobre todo de los más vulnerables, entre
los que se destaca la juventud. Así, los mercados laborales se deterioran de
manera galopante, cuantitativa y cualitativamente en la mayoría de los Estados
miembros: el desempleo crece aceleradamente y con él, la inseguridad, la falta
de oportunidades y la desesperanza; en respuesta, crecen también las
manifestaciones de descontento y conflictividad social, situación agravada por
el inadecuado tratamiento a una inmigración necesaria pero no deseada, que
exacerba los sentimientos ultra
nacionalistas xenófobos, manipulados por una ultraderecha que también se
fortalece.
En
síntesis, un escenario en el que al deslegitimarse el modelo de construcción
social defendido por el liderazgo del bloque, se debilita la proyección
exterior de éste y su supuesto papel de “potencia civil” y “actor
normativo basado en valores”, el que ha sido reconocido como una
especie de “identidad internacional” con la que sus grupos de poder intentan
presentarse, “fuente a la vez de de su “poder blando” y su influencia como
“global player”. Un escenario asimismo, en el que cada vez resulta más
difícil enmascarar el carácter imperialista de un proyecto de integración que
responde a los intereses del gran capital trasnacionalizado de los grupos de
poder, por demás, concentrados en un número muy reducido de Estados miembros,
los que en realidad lideran la Unión. Una controvertida “Unión”, cuyas
políticas, estrategias y acciones de relaciones exteriores, esencialmente
aquellas que propugnan con el “Sur geopolítico”, más allá de la profusa
retórica que les disfraza, se encuentran también en función de estos intereses
que buscan posicionar y salvaguardar a través de articulaciones asimétricas,
que en gran número de casos tienden a nuevas y sofisticadas formas de
dependencia y neocolonialismo.
Un escenario al mismo tiempo, en el que las
relaciones con América Latina y el Caribe se ven afectadas por la difícil
situación que enfrentan España y Portugal, en especial el primero, que funge de
facto como interlocutor directo entre el bloque y esta subregiones; gravado
por el ascenso al poder de las fuerzas de derecha que ya han dado muestras de
incongruencias en el manejo de dichas relaciones.
Sin dudas un escenario muy complejo para el avance
de la llamada Asociación Estratégica, y de las relaciones en general, las que
todo indica, tiende a ganar en horizontalidad y carácter simétrico; sobre todo
porque a lo anterior se une un panorama muy diferente en el otro interlocutor,
las partes latinoamericanas y caribeñas, esencialmente las primeras.
Se trata de que, hasta el momento, los análisis y
la praxis misma de las relaciones Unión Europea-América Latina Caribe,
reconocían como una gran insuficiencia el hecho de que a diferencia de la UE,
estas subregiones, identificadas para el proceso como su contraparte, no
constituían en realidad un actor racional, y ni siquiera una suma de ellos,
sino simplemente, para el caso en cuestión, una denominación geopolítica bajo
la cual se identifican los Estados y grupos establecidos en ambas subregiones,
con grandes diferencias y contradicciones entre sí en importantes esferas de la
actividad social en general, a pesar de una cierta unidad histórica y cultural.
Aspectos tradicionalmente evaluados, sobre todo por el propio bloque europeo,
como lastres para la concreción y de hecho el feliz término de una proyecto de
asociación que hoy realmente pudiera tambalear, al menos en los términos en que
se encuentra planteado.
Y es que a inicios de la segunda década de la
presente centuria, la América Latina y el Caribe que se relaciona con el mundo
es otra, demostrado tanto por hechos objetivos como subjetivos. Así, de acuerdo
con la CEPAL, resulta destacable la aceleración del crecimiento en estas
subregiones entre el 2004 y 2007, así como “su relativa resiliencia ante la
reciente crisis económica mundial” y su rápida recuperación durante 2010, con
una tasa de crecimiento del 6% en el 2010, y de 4,7% en el 2011, en este último
caso, superando incluso los pronósticos; crecimiento que se sostuvo en el 2012,
dado el favorable desempeño de las economías de la región.
Un crecimiento, si bien asimétrico, muy concentrado
en el cono sur que ha sido altamente beneficiado por la alta demanda china y la
evolución favorable de sus términos de intercambio, tiende a revertirse en toda
el área, entre otros aspectos, por el importante dinamismo del comercio
intra-regional, con tendencia ascendente. De hecho, Brasil constituye el cuarto
socio comercial de la región –por detrás de la Unión Estados Unidos, la UE y
China-, al cubrir el 4,3% de su comercio, una participación todavía modesta, si
se toma en consideración la de los socios que ocupan las 3 primeras posiciones,
pero que tiende a elevarse. Conjuntamente, otros 4 países latinoamericanos
Argentina, México, Chile y Colombia califican entre las 10 primeras plazas.
Una situación favorable que se combina con un
renovador panorama político, el que no sin contradicciones, se encuentra
signado por la emergencia y consolidación de fuerzas en el poder, si bien muy
disímiles en términos propiamente ideológicos, sí con determinado grado de
convergencia en cuanto a la necesidad de buscar caminos propios para el
desarrollo social a través del fortalecimiento del intercambio y la integración
regional. Proceso ciertamente tortuoso en el que pueden identificarse dos
momentos de inflexión:
- El surgimiento de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, el 23
de mayo de 2008, con el objetivo de lograr la mayor integración posible
entre los Estados miembros del MERCOSUR y la Comunidad Andina de Naciones,
a los que se sumaron Chile, Guyana y Surinam, y Venezuela, que no forma
parte de ninguno de estos bloques. En consecuencia integrada por las doce
naciones de Sudamérica: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia,
Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.
- El nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños, CELAC, el 2 de diciembre de 2011, que integra a los 33 Estados
latinoamericanos y caribeños, excluyendo obviamente a Estados Unidos y
Canadá, países del continente americano que no forman parte de estas
subregiones. Un acto mayoritariamente considerado como reivindicativo ante
el “Norte geopolítico” y sus instituciones de poder.
En consecuencia, una región mucho más unida y
fortalecida, que todo indica camina hacia una visión renovada cerca de su papel
en el mundo, sobre todo en su diálogo con las potencias imperiales. Una
posición igualmente muy matizada, y que ha venido construyéndose no sin
escollos y retrocesos, pero que hoy parece emerger con determinada fuerza. Un
proceso también tortuoso, en el que se identifican además dos grandes momentos
relacionados con las mal llamadas “cumbres de las Américas”, las de 2005 en Mar
del Plata, Argentina y la del pasado 2012, en Cartagena de Indias, Colombia,
cuyos resultados demostraron la creciente solidez de la nueva América Latina
Caribe que se presenta la mundo.
En resumen, un interlocutor internacional que a
pesar del déficit que representa al no constituir un actor racional, en la
definición exacta del término, hoy muestra una asombrosa unidad en su
diversidad -aún cuando sea sorteando muchas y muy marcadas diferencias-, se
presenta distinto en la comunidad de naciones y comienza a exigir a los
poderosos un tratamiento de igual a igual.
Así, esta Ira Cumbre UE-CELAC
podría constituir un importante punto de inflexión en las relaciones entre el
bloque europeo y los países latinoamericanos y caribeños, y mostrar quizás un
nuevo camino para su rediseño, en el que desde posiciones de mayor simetría se
logre replantear el proyecto de construcción de una Asociación Estratégica real y
verdadera, que resulte ventajosa para todas las partes por igual.
*****
La
Habana, enero de 2013
i
Sanahuja, José Antonio, 2012. América Latina y la crisis europea: ¿una
relación más equilibrada?, Artículo de opinión en el
website de Nueva Sociedad; 10 de marzo de 2012.
*****
Gloria Teresita Almaguer González colabora
en el Centro de Investigaciones de Política Internacional de La Habana
Rebelión ha publicado este artículo con el
permiso de la autora mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
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