¿Fin del siglo progresista
de izquierda?. Crisis coyuntural SI, crisis de perspectivas de forjar y construir
una Nueva Democracia –
que vaya más allá de la democracia electoral, dominante y hegemónica -. El ejemplo de Argentina debe servir, para “romper”
las estructuras del viejo estado en el modelo neoliberal, es decir, en primer lugar, que las políticas de
Estado que implemente el Proceso Política
del Nuevo Liderazgo – tener como fundamento ideología y política de una Proyecto Político Histórico – No convivir con las políticas neoliberales para tratar de
satisfacer a los viejos poderes facticos que están al asecho y de traerse abajo
– hacer leña – en días o semanas de
todo lo avanzado, cuando el proceso política progresista de izquierda
democrática, no ha tenido como
protagonistas centrales, principales a las organizaciones representativas
de la Sociedad Civil – los Movimientos Sociales, deben
ser la columna vertebral del proceso político que va más allá de las políticas
neoliberales. En segundo lugar, el progresismo de
izquierda latinoamericano, debe obligadamente romper absolutamente con todas
las formas – visibles e invisibles – de Corrupción. Miren hoy el combate de la corrupción que ha capturado a los principales líderes de la “izquierda”, donde la derecha política –
incluso la derecha golpista – ha tomado
las calles y plazas públicas – nos arrebató, está apunto de expropiarnos nuestro
verdadero e histórico recinto social donde hemos nacido al calor de ese “don “divino” – LA CONFIANZA que
nos otorga nuestro pueblo, la
Ciudadanía. Tercero, Amigos, todo lo demás es ilusión y fantasía que creamos espacios
sociales para la gran prensa conservadora de la SIP, nos haga “pedazos” en minutos, si el trabajo “político” lo hemos realizado gracias a la “obra divina” de los Nuevos Caudillos
– No son Líderes salidos de las entrañas
de los pueblos y saben porque luchan. La
revolución no es copia, ni calco, es creación heroica de los pueblos. En homenaje a todos ellos terminados con las
vibrantes palabras de uno de los grandes Intelectuales europeos, Bertold Brecht.
« Hay hombres que luchan un día y son
buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos
años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son
imprescindibles ». B.B.-
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LA GUERRA POR LOS
CORAZONES Y LAS MENTES Y EL “FIN DE CICLO”.
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Silvina M. Romano.
ALAI.- martes 22 de diciembre del 2015.
Hace un par de semanas en una de las Comunas de
Caracas, una integrante afirmó “Nosotros no somos lo que tenemos en la mano
sino lo que tenemos en la cabeza y el corazón”, refiriéndose a su compromiso
con la Revolución Bolivariana. Esta alusión va a la médula de la guerra
“por los corazones y las mentes” que desde hace décadas han librado el sector
privado y público estadounidense con el apoyo de las elites y clases medias
locales. El objetivo es imponer qué es lo que deben “contener” los
corazones y las mentes en América Latina. Hoy por hoy, esta batalla se
encarna en el poder blando –pilar fundamental de las estrategias de
desestabilización para justificar la injerencia– encargado de generar y anclar
la idea de caos, de incertidumbre total para crear el escenario propicio que
justifique una intervención para la “estabilización” (generalmente en el marco
de una fachada legal), a través de una coalición de actores externos e internos
que se auto-atribuyen el rol de garantes del orden.
No se trata de una
“vil conspiración”, sino de una red de poder conformada por instituciones
gubernamentales, fundaciones, think-tanks, ONGs, organismos internacionales,
empresas y trayectorias personales que contribuyen a la construcción de sentido
sobre instituciones y prácticas específicas, por ejemplo, las referidas a la
democracia. De esta forma, tales sentidos, conceptos, definiciones, se
propagan a través de la prensa, la presión-asistencia económica, los
intercambios estudiantiles, el financiamiento de ONGs y la producción
académica.
En el contexto del ascenso de los gobiernos
progresistas esta discusión ha sido una de las más destacadas, teniendo como
eje las críticas al populismo, al clientelismo, al “abuso” del poder estatal, etc.,
y resurge en un escenario en el que se vislumbra una rearticulación de las
derechas a nivel regional. El epicentro sobre la “democracia” ha sido y
es Venezuela. Varios think-tanks estadounidenses “independientes” pero
vinculados de modo directo o indirecto al gobierno estadounidense, empresas,
ONGs y medios de comunicación, han trabajado permanentemente para fortalecer
diversas concepciones negativas sobre Venezuela. Por ejemplo, el concepto
difundido por Levitsky & Way (2002) de “régimen autoritario competitivo”
para definir la democracia venezolana, señalando que si bien se trata de un
gobierno elegido por la mayoría, tiende a “desestabilizar las instituciones
democráticas mediante abusos selectivos”. Esto fue publicado en el Journal
on Democracy, financiado por la National Endowment for Democracy y
la John Hopkins University y luego reproducido por la academia
latinoamericana. La NED es un organismo del gobierno estadounidense cuya
participación en procesos de desestabilización en la región es bien conocida.
Otro ejemplo es un evento organizado hace un par de
semanas por la Brookings Institution y el Wilson Center de EEUU,
en el marco del Inter American Dialogue y del IDEA (Instituto
Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, organismo sueco)
sobre las elecciones que se llevarán a cabo el 6 de diciembre en Venezuela,
advirtiendo que (según ellos) está en duda la transparencia y la justicia del
proceso eleccionario. Vale recordar que el Inter American Dialogue
es un organismo del que forma parte lo más selecto de las elites
técnico-académicas y políticas latinoamericanas y estadounidenses, como: Moisés
Naím, Mario Vargas Llosa, Fernando Henrique Cardoso, Enrique Iglesias, Jesús
Silva-Herzog, etc. Los dos primeros, son figuras de gran impacto en la
opinión pública, con tribunas privilegiadas en medios de comunicación de
importante alcance entre las clases medias del mundo hispano, como El
País. Cardoso e Iglesias tienen amplia trayectoria en organismos
internacionales y Silva-Herzog es un reconocido académico. De este modo,
lo que se decide en esos foros, puede fluir con facilidad hacia organismos internacionales
y plantearse en la academia a la vez que se difunde en la prensa.
Por otra parte, en el encuentro se hizo alusión a
las dificultades económicas y al descontento en Venezuela, que podrían llevar a
trastornos políticos en un futuro cercano, así como a “la posibilidad
de violencia luego de las elecciones…”. Esto es una evidente
provocación que alimenta ideas y escenarios de caos generando en la ciudadanía
la necesidad de “más seguridad”, “orden” y “estabilidad” (léase: apertura del
mercado, normalización de las relaciones con organismos internacionales,
alineamiento con la Seguridad Hemisférica y privatismo civil). Recordemos
que en los procesos de desestabilización-estabilización del gobierno de Arbenz
en Guatemala (1954), de Goulart en Brasil (1964), de Allende en Chile (1973),
las principales herramientas utilizadas fueron de guerra psicológica y guerra
económica.
Vemos entonces que la red de poder como materialización
del poder blando opera de modo permanente, solo que a veces obtiene éxitos
inmediatos y otras encuentra una fuerte oposición y avanza lentamente, pero no
se retira (caso Venezuela y Bolivia). Del otro lado, la lucha por la
emancipación en América Latina, al menos desde una perspectiva de mediano plazo
y considerando incluso esta búsqueda en el marco de la democracia
liberal-procedimental, es un proceso en constante construcción, con avances y
estancamientos, no hay un “principio” o un “final”. Hay momentos de mayor
fortaleza y unión latinoamericana –con mayor o menor intensidad, homogeneidad y
visibilidad– frente al imperialismo y al capital; y momentos de mayor
arremetida de las fuerzas del mercado y el capital anclado en las decisiones de
unas elites locales y transnacionales que se reorganizan y refuerzan.
Colocar fechas de inicio o de finalización puede
llevarnos a falsas simplificaciones como considerar que un gobierno o una
persona son los responsables últimos y hacedores de un largo proceso
colectivo. No se trata de negar la incidencia de los liderazgos y la
contundencia de las decisiones de tal o cual gobierno, sino de rescatar los
múltiples actores, factores y correlaciones de fuerza que trabajaron en
conjunto para un reforzamiento de los mecanismos emancipatorios. Por otro
lado, sentenciar el “inicio o fin” puede ser parte del entramado de
construcción de sentido desde los sectores hegemónicos, que tratan de
ir-haciendo-realidad-la-idea de que el impulso latinoamericanista, la búsqueda de
justicia social y dignidad soberana “llegó a su fin” (recordemos “el fin de la
historia” luego de la desarticulación de la Unión Soviética) y no sólo eso,
sino que “se terminó porque ‘fracasó’”. Cuando triunfó el No al ALCA,
desde los sectores hegemónicos no se habló de “fracaso”, sino que hubo una
rearticulación de estrategias para seguir adelante, luego materializadas en los
TLCs. Desde la visión imperial está prohibido hablar de “fracaso”.
Así, desde la perspectiva Nuestroamericana, –enfatizando la necesidad de una
permanente autocrítica–, insistimos en que es igual de importante evaluar estos
procesos desde nuestros parámetros, sin caer en la tentación de medirnos con
los indicadores y conceptos elaborados por la red de poder, que busca legitimar
concepciones de “democracia y libertad” siempre respaldadas por un poder duro
(militar) que
pone los límites reales y deja en evidencia la enorme brecha entre discurso y
prácticas imperiales.
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- Silvina M. Romano es
investigadora del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, UBA,
CONICET, Argentina.
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