El contexto económico
internacional viene dado por una crisis deflacionaria motorizada por el
desinfle de las grandes potencias económicas.
Estados Unidos, la Unión Europea y Japón navegando entre el
crecimiento anémico, el estancamiento y la recesión, China desacelerando su crecimiento y Brasil en recesión sobredeterminan
una coyuntura marcada por el enfriamiento de la demanda global lo que deprime
los precios de las materias primas y estanca o achica los mercados de productos
industriales. En suma un panorama
mundial negativo para un país como la Argentina principalmente exportador
de materias primas y en menor escala de productos industriales de mediano-bajo
nivel tecnológico. Ante ese ciclo
internacional adverso, desde el punto de vista teórico la economía Argentina para no caer
en la recesión debería apoyarse cada vez más en la expansión y protección de su
mercado interno, su tejido industrial, su autonomía financiera. Sin embargo el gobierno de Macri inicia su
mandato haciendo todo lo contrario: achicando el mercado interno mediante
la reducción drástica en términos reales de salarios y jubilaciones, aumentando
el endeudamiento externo, desprotegiendo al grueso de la estructura industrial.
A ello apuntan sus decisiones económicas iniciales como la megadevaluación, la eliminación o disminución de impuestos a las
exportaciones, la suba de las tasas de interés, la liberalización de
importaciones, y pronto la eliminación de subsidios a los servicios públicos con
el consiguiente aumento de sus tarifas. Se trata de una gigantesca transferencia de ingresos hacia los grupos económicos más concentrados (grandes exportadores agrarios, empresas y especuladores financieros
poseedores de fondos en dólares, etc.), de un saqueo descomunal que se irá
prolongando en el tiempo al ritmo de las subas de precios, las depresiones
salariales, las devaluaciones y los tarifazos. Crecerá la desocupación, la
pobreza y la indigencia, la concentración de ingresos avanzará (ya está avanzando) rápidamente, el
crecimiento económico nulo o negativo serán inevitables.
/////
El Presidente Macri y la derecha político-empresarial argentina. Ingresan a un escenario altamente convulso, turbulento y de crisis general.
***
ARGENTINA OSCILANDO ENTRE LA CRISIS DE
GOBERNABILIDAD Y LA DICTADURA MAFIOSA.
*****
*****
Jorge Beinstein.
ALAI.- Martes 22 de diciembre del
2015.
ALAI
AMLATINA, 22/12/2015.- Ha
sido señalado hasta el hartazgo que por primera vez en un siglo el 10 de
Diciembre de 2015 la derecha llegó al gobierno sin ocultar su rostro, sin
fraude, sin golpe militar, a través de elecciones supuestamente limpias, se
trataría de un hecho novedoso.
Es necesario aclarar tres cosas:
Es necesario aclarar tres cosas:
En
primer lugar resulta
evidente que no se trató de “elecciones limpias” sino de un proceso asimétrico,
completamente distorsionado por una manipulación mediática sin precedentes en
Argentina activada desde hace varios años pero que finalmente derivó en un
operativo muy sofisticado y abrumador. Consumada la operación electoral la
presidenta saliente fue destituida unas pocas horas antes de la transmisión del
mando presidencial mediante un golpe de estado “judicial” demostración de
fuerza del poder real que establecía de ese modo un precedente importante, en
realidad el primer paso del nuevo régimen.
Esto
nos lleva a una segunda aclaración: el kirchnerismo no
produjo transformaciones estructurales decisivas del sistema, introdujo
reformas que incluyeron a vastos sectores de las clases bajas, reclamos
populares insatisfechos (como el juzgamiento de protagonistas de la última
dictadura militar), implementó una política internacional que distanció al país
del sometimiento integral a los Estados Unidos y otras medidas que se
superpusieron a estructuras y grupos de poder preexistentes. Pero no generó una
avalancha plebeya capaz de neutralizar a las bases sociales de la derecha
quebrando los pilares del sistema (sus aparatos judiciales, mediáticos, financieros,
transnacionales, etc.) desarticulando la arremetida reaccionaria. La
alternativa transformadora radicalizada estaba completamente fuera del libreto
progresista, la astucia, el juego hábil y sus buenos resultados en el corto y
hasta en el mediano plazo maravilló al kirchnerismo, lo llevó por un camino
sinuoso, acumulando contradicciones marchando así hacia la derrota final. Nunca
se propuso transgredir los límites del sistema, saltar por encima de la
institucionalidad elitista-mafiosa de las camarillas judiciales apuntaladas por
el partido mediático componentes de una lumpenburguesía que aprovechó el
restablecimiento de la gobernabilidad post 2001-2002 para curar sus heridas,
recuperar fuerzas y renovar su apetito.
Como
era previsible las clases medias, grandes beneficiarias de la prosperidad
económica de los años del auge progresista, no se volcaron de manera agradecida
hacia el kirchnerismo sino todo lo contrario, azuzadas por el poder mediático
retomaron viejos prejuicios reaccionarios, su ascenso social reprodujo formas
culturales latentes provenientes del viejo gorilismo, del desprecio a “la
negrada” enlazando con la ola regional y occidental en curso de aproximaciones
clasemedieras al neofascismo. No se trató entonces de una simple manipulación
mediática manejada por un aparato comunicacional bien aceitado sino del
aprovechamiento derechista de irracionalidades ancladas en los más profundo del
alma del país burgués.
La tercera observación es que el fenómeno no es tan novedoso. Si bien es cierto que el proceso de manipulación electoral se inscribe en el marco del declive del progresismo latinoamericano y que fue realizado de manera impecable por especialistas de primer nivel seguramente monitoreados por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos, no deberíamos olvidar que antes de la llegada del peronismo en 1945 la sociedad argentina había sido moldeada por cerca de un siglo de república oligárquica (que no fue abolida durante el período de gobiernos radicales entre 1916 y 1930) dejando huellas culturales e institucionales muy profundas atravesando las sucesivas transformaciones de las elites dominantes como una suerte de referencia mítica de una época donde supuestamente los de arriba mandaban mediante estructuras autoritarias estables. Constituye una curiosa casualidad cargada de simbolismo pero lo cierto es que fue el presidente “cautelar-instantáneo” Federico Pinedo impuesto por la mafia judicial el encargado de entregar el bastón presidencial a Macri. Federico Pinedo: nieto de Federico Pinedo, una de la figuras más representativas de la restauración oligárquica de los años 1930, bisnieto de Federico Pinedo Rubio intendente de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX y luego diputado nacional durante un prolongado período como representante del viejo partido conservador. Seguir la trayectoria de esa familia permite observar el ascenso y consolidación del país aristocrático colonial construido desde mediados del siglo XIX. El lejano descendiente de aquella oligarquía fue el encargado de entregar los atributos del mando presidencial a Mauricio Macri, por su parte heredero de un clan familiar mafioso de raiz italo-fascista [1], instaurador de un “gobierno de gerentes”. Los avatares de un golpe de estado instantáneo establecieron un simbólico lazo histórico entre la lumpenburguesía actual y la vieja casta oligárquica.
La tercera observación es que el fenómeno no es tan novedoso. Si bien es cierto que el proceso de manipulación electoral se inscribe en el marco del declive del progresismo latinoamericano y que fue realizado de manera impecable por especialistas de primer nivel seguramente monitoreados por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos, no deberíamos olvidar que antes de la llegada del peronismo en 1945 la sociedad argentina había sido moldeada por cerca de un siglo de república oligárquica (que no fue abolida durante el período de gobiernos radicales entre 1916 y 1930) dejando huellas culturales e institucionales muy profundas atravesando las sucesivas transformaciones de las elites dominantes como una suerte de referencia mítica de una época donde supuestamente los de arriba mandaban mediante estructuras autoritarias estables. Constituye una curiosa casualidad cargada de simbolismo pero lo cierto es que fue el presidente “cautelar-instantáneo” Federico Pinedo impuesto por la mafia judicial el encargado de entregar el bastón presidencial a Macri. Federico Pinedo: nieto de Federico Pinedo, una de la figuras más representativas de la restauración oligárquica de los años 1930, bisnieto de Federico Pinedo Rubio intendente de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX y luego diputado nacional durante un prolongado período como representante del viejo partido conservador. Seguir la trayectoria de esa familia permite observar el ascenso y consolidación del país aristocrático colonial construido desde mediados del siglo XIX. El lejano descendiente de aquella oligarquía fue el encargado de entregar los atributos del mando presidencial a Mauricio Macri, por su parte heredero de un clan familiar mafioso de raiz italo-fascista [1], instaurador de un “gobierno de gerentes”. Los avatares de un golpe de estado instantáneo establecieron un simbólico lazo histórico entre la lumpenburguesía actual y la vieja casta oligárquica.
Latinoamérica registrará recesión del 0,4% en 2015 y crecerá 0,2% en 2016.
***
La crisis.
El
contexto económico internacional viene dado por una crisis deflacionaria
motorizada por el desinfle de las grandes potencias económicas. Estados Unidos,
la Unión Europea y Japón navegando entre el crecimiento anémico, el
estancamiento y la recesión, China desacelerando su crecimiento y Brasil en
recesión sobredeterminan una coyuntura marcada por el enfriamiento de la
demanda global lo que deprime los precios de las materias primas y estanca o
achica los mercados de productos industriales. En suma un panorama mundial
negativo para un país como la Argentina principalmente exportador de materias
primas y en menor escala de productos industriales de mediano-bajo nivel tecnológico.
Ante
ese ciclo internacional adverso, desde el punto de vista teórico la economía
Argentina para no caer en la recesión debería apoyarse cada vez más en la
expansión y protección de su mercado interno, su tejido industrial, su
autonomía financiera. Sin embargo el gobierno de Macri inicia su mandato
haciendo todo lo contrario: achicando el mercado interno mediante la reducción
drástica en términos reales de salarios y jubilaciones, aumentando el
endeudamiento externo, desprotegiendo al grueso de la estructura industrial. A
ello apuntan sus decisiones económicas iniciales como la megadevaluación, la
eliminación o disminución de impuestos a las exportaciones, la suba de
las tasas de interés, la liberalización de importaciones, y pronto la eliminación
de subsidios a los servicios públicos con el consiguiente aumento de sus
tarifas. Se trata de una gigantesca transferencia de ingresos hacia los grupos
económicos más concentrados (grandes exportadores agrarios, empresas y
especuladores financieros poseedores de fondos en dólares, etc.), de un saqueo
descomunal que se irá prolongando en el tiempo al ritmo de las subas de
precios, las depresiones salariales, las devaluaciones y los tarifazos. Crecerá
la desocupación, la pobreza y la indigencia, la concentración de ingresos
avanzará (ya está avanzando) rápidamente, el crecimiento económico nulo o
negativo serán inevitables.
Según
ciertos expertos estaríamos embarcados en una vorágine completamente
irracional marcada por la declinación del grueso de la industria y
la desintegración de la sociedad resultado de la aplicación ortodoxa de recetas
neoliberales “equivocadas”. Pero el gobierno no se equivoca, actúa según la
dinámica de una lumpenburguesía portadora de una racionalidad instrumental cuyo
fin no es otro que el de la acumulación rápida de riquezas saqueando todo lo
que se le cruza en el camino. La racionalidad de los bandidos dueños del poder
no es la del desarrollo económico armonioso y general que anida en la cabeza de
ciertos economistas.
Así es como hemos pasado de una versión suave de la política económica contra-cíclica (desde el punto de vista de la tendencia de la economía global) a una política pro-cíclica que se incorpora con notable ferocidad a la degeneración general (financiera, institucional, ideológica, etc.) del mundo capitalista.
El progresismo gobernó entre 2003 y 2015 restableciendo la gobernabilidad del sistema, todo anduvo bien mientras la bestia lamía sus heridas en un contexto de relativa prosperidad recomponiéndose del terremoto de los años 2001-2002, pero desde 2008 las cosas fueron cambiando: el achatamiento del crecimiento económico exacerbó su voluntad por acaparar una porción mayor de la torta, en ese sentido el 10 de diciembre de 2015 puede ser visto como el punto de inflexión, como un salto cualitativo del poder draculiano de las elites dominantes inaugurando una etapa de decadencia de la sociedad argentina. Las fuerzas entrópicas, devastadoras, lograron imponer su dinámica.
Así es como hemos pasado de una versión suave de la política económica contra-cíclica (desde el punto de vista de la tendencia de la economía global) a una política pro-cíclica que se incorpora con notable ferocidad a la degeneración general (financiera, institucional, ideológica, etc.) del mundo capitalista.
El progresismo gobernó entre 2003 y 2015 restableciendo la gobernabilidad del sistema, todo anduvo bien mientras la bestia lamía sus heridas en un contexto de relativa prosperidad recomponiéndose del terremoto de los años 2001-2002, pero desde 2008 las cosas fueron cambiando: el achatamiento del crecimiento económico exacerbó su voluntad por acaparar una porción mayor de la torta, en ese sentido el 10 de diciembre de 2015 puede ser visto como el punto de inflexión, como un salto cualitativo del poder draculiano de las elites dominantes inaugurando una etapa de decadencia de la sociedad argentina. Las fuerzas entrópicas, devastadoras, lograron imponer su dinámica.
Dos escenarios.
Nos
encontramos ante los primeros pasos de una aventura autoritaria de trayectoria
incierta. No se trata de un hecho producto del azar sino del resultado de un
prolongado proceso de maduración (degeneración) de las elites dominantes de
Argentina convertidas en jaurías depredadoras coincidentes con el fenómeno
global de financierización y decadencia. Basta con echarle una mirada al
gobierno y sus respaldos donde sobreabundan personajes acusados de ser
delincuentes financieros como Prat Gay, Melconian o Aranguren, o “padrinos”
como Cristiano Rattazzi, Paolo Roca, Franco Macri (y su hijo-presidente) o de
otros señalados como agentes de la CIA como Susana Malcorra o Patricia Bullrich [2], para percibir que la tragedia local no
es más que un apéndice periférico de un capitalismo global embarcado en una
loca carrera liderada por lobos de Wall Streeet, militares delirantes y
políticos corruptos destruyendo países enteros, triturando instituciones,
saqueando recursos naturales imponiendo un proceso de destrucción a escala
planetaria.
La
lumpenburguesía argentina, su articulación mafiosa en la cúpula del poder
(empresario, judicial, mediático) y sus prolongaciones institucionales y
abiertamente ilegales ha dejado de ser la fuerza dominante en las sombras,
jaqueando, condicionando, bloqueando, imponiendo, para asumir abiertamente el
gobierno. Esto puede ser atribuido a varios motivos entre otros a la
inexistencia de un elenco de “políticos” con capacidad de decisión como para
implementar el mega-saqueo en curso, entonces son los gerentes los que deben
hacerse cargo de manera directa del Poder Ejecutivo, es decir “técnicos”
completamente ajenos al embrollo electoral.
El nuevo esquema resulta sumamente eficaz a la hora de adoptar medidas contundentes contra la mayoría de la población pero aparece muy poco útil para amortiguar el inevitable descontento popular (incluido el de una porción significativa de incautos votantes de Macri). Las camarillas sindicales podrán durante un corto período generar inacción, algunos políticos provinciales empujarán en el mismos sentido, los medios masivos de comunicación buscarán distraer, confundir, justificar (ya lo están haciendo) intensificando la campaña de idiotización pero todo eso es insuficiente frente a la magnitud del desastre en curso.
El nuevo esquema resulta sumamente eficaz a la hora de adoptar medidas contundentes contra la mayoría de la población pero aparece muy poco útil para amortiguar el inevitable descontento popular (incluido el de una porción significativa de incautos votantes de Macri). Las camarillas sindicales podrán durante un corto período generar inacción, algunos políticos provinciales empujarán en el mismos sentido, los medios masivos de comunicación buscarán distraer, confundir, justificar (ya lo están haciendo) intensificando la campaña de idiotización pero todo eso es insuficiente frente a la magnitud del desastre en curso.
Por
otra parte el carácter lumpen, inestable del régimen macrista afectado por
previsibles disputas internas, golpes financieros, turbulencias exógenas de
todo tipo propias de un sistema global a la deriva y además (principalmente)
presionado por una base social cuyo descontento irá ascendiendo como una
avalancha gigantesca, va
dejando al descubierto la única alternativa posible de gobernabilidad mafiosa.
Se
trata de la formación de un sistema dictatorial con rostro civil y de
configuración variable. Tiene claros antecedentes internacionales recientes,
viene guiado por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y se apoya en
la llamada doctrina de la Guerra
de Cuarta Generación cuyo
objetivo central es la transformación de la sociedad objeto de ataque en una
masa amorfa, degradada, acosada por erupciones “desprolijas” de violencia
caótica y en consecuencia impotente ante el saqueo. Irak, Libia, Siria aparecen
como experiencias de manual extremas y lejanas, por el contrario México o
Guatemala son paradigmas latinoamericanos a tener en cuenta aunque la
especificidad argentina aportará seguramente rasgos originales. Tenemos que
pensar en una combinación pragmática de distintas dosis de represión directa
“clásica”, judicialización de opositores sindicales, políticos, etc., bombardeo
mediático (diversionista y/o demonizador), represión clandestina, incentivos a
la rivalidades intrapopulares (cuanto más sanguinarias mejor), irrupción de
bandas que aterrorizan a la población (como las “maras” en América Central o
los batallones de narcos de México), fraudes electorales, etc. De ese modo Argentina entraría de lleno en el
siglo XXI signado por el ascenso del capitalismo
tanático.
Sin
embargo esa estrategia no se puede instalar plenamente de un día para otro, requiere
tiempo y una cierta pasividad inicial de las bases populares, además
encontraría serias dificultades ante una sociedad compleja como la Argentina,
con un amplio abanico de clases bajas y medias portadoras de culturas,
capacidad de organización, de historias que desde la mirada superficial de los
gerentes financieros y de los expertos en control social no aparecen como
amenazas visibles (o aparecen como resistencias o nostalgias impotentes) pero
que constituyen latencias, bombas de tiempo de enorme poder que pueden
estallar en cualquier momento. Este desafío desde abajo converge con el temor
de los de arriba a puebladas inmanejables conformando grandes interrogantes
gelatinosos que generalizan la incertidumbre en las elites, deterioran su
psicología.
La
no viabilidad de ese escenario siniestro, su posible empantanamiento, dejaría
abierto el espacio para el desarrollo de un segundo escenario: el de una crisis
de gobernabilidad mucho más devastadora que la de 2001. En ese caso la fantasía
elitista de la recomposición dictatorial-mafiosa del poder político no habría
sido otra cosa que una ilusión burguesa acompañando al fin de la
gobernabilidad, al comienzo de un período de alta turbulencia, de
desintegración social de duración impredecible. El progresismo tan despreciado
por las elites y sus preservativos de clase media habría sido un paraíso
capitalista destruido por sus principales beneficiarios.
Como vemos el infierno mafioso no es inevitable aunque no deberíamos subestimar la capacidad operativa de sus ejecutores locales y su mega padrino imperial, los Estados Unidos están lanzados a la reconquista de su patio trasero latinoamericano.
Como vemos el infierno mafioso no es inevitable aunque no deberíamos subestimar la capacidad operativa de sus ejecutores locales y su mega padrino imperial, los Estados Unidos están lanzados a la reconquista de su patio trasero latinoamericano.
¿Hacia dónde va esta historia?: la resistencia popular tiene la
respuesta.
*****
Notas:
[1] Horacio Verbitsky, "A las Malvinas en subte. El rol de la P-2, los Macri, FIAT y TECHINT en la guerra de 1982",
Notas:
[1] Horacio Verbitsky, "A las Malvinas en subte. El rol de la P-2, los Macri, FIAT y TECHINT en la guerra de 1982",
[2]
ARGENTINA: la
nueva ministra de Exteriores pertenece a la CIA, según Diosdado Cabello.
-
El presidente de la Asamblea Nacional (AN) de Venezuela, Diosdado Cabello, declaró que la
canciller argentina, Susana
Malcorra, pertenece a la
Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés). “Estuvo
aquí, la recibí yo en mi oficina, es la CIA misma, se la nombraron de canciller
al señor (Mauricio) Macri”, presidente electo de Argentina, subrayó Cabello en
su programa semanal de los miércoles, transmitido por el canal estatal
Venezolana de Televisión (VTV).
-
También Patricia Bullrich reporta
a “la agencia” y probablemente lo hagan otros y otras, como Laura Alonso. El rumor que corre es que Macri prácticamente no conoce a Malcorra y que le fue impuesta telefónicamente
por el Departamento de Estado.
-
Jorge Beinstein es economista argentino, docente de la Universidad de Buenos
Aires.
*****
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