martes, 22 de diciembre de 2015

FETICHISMO DE LA MERCANCÍA PORNOGRÁFICA. EROTISMO Y MISERIA MERCANTILIZADA.

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Fetichismo.- El fetichismo de la mercancía es un concepto creado por Karl Marx en su obra El Capital que lo denomina como algo mental donde, en una sociedad productora de mercancías, éstas aparentan tener una voluntad independiente de sus jefes, es decir, fantasmagórica. Es la ocultación de la explotación que son objeto los obreros, al presentarse las mercancías ante los consumidores sin que ellos lo vean. El resultado del fetichismo es la apariencia de una relación directa entre las cosas y no entre las personas, lo cual significa que las cosas (en este caso, las mercancías) asumirían el papel subjetivo que corresponde a las personas (en este caso, los productores de mercancías).

Marx también argumenta que la economía política clásica no puede salir del fetichismo de la mercancía, pues considera a la producción de mercancías como un hecho natural y no como un modo de producción histórico y, por lo tanto, transitorio. De este fetichismo que se da prácticamente en la producción y el intercambio de mercancías viene la sobreestimación teórica del proceso de intercambio sobre el proceso de producción. De ahí el culto al mercado de parte de algunos economistas, que consideran a la oferta y la demanda como determinaciones fundamentales del movimiento de la economía

Fetichismo, (Del latín: “facticino”, de “facere”, hacer). Fetichismo significa la divinización de diversas cosas y objetos (fetiches), atribuyéndoles fuerzas misteriosas, sobrenaturales, inasequibles para la comprensión humana. En la fase primera, inferior, del desarrollo religioso, el fetiche (el ídolo) era un objeto de adoración para los creyentes. Sin embargo, ninguna religión, de una u otra manera, es ajena al fetichismo, a la divinización grosera de los cosas. Bajo el capitalismo se atribuye a la mercancía, al dinero y al capital, como objetos materiales, ciertas propiedades (por ejemplo, la propiedad de trocarse y de crear ganancia para el capitalista) que en realidad no son sus propiedades naturales, sino expresión de las relaciones capitalistas de producción. Bajo el capitalismo, “la relación entre las personas se manifiesta... como una relación entre cosas” (Engels). Con ello se ha creado el fetichismo mercantil que desaparece bajo el socialismo.

Fetichismo.- (portugués feitiço: magia): relación social (económica, ideológica, &c.) y la concepción, correspondiente a ella, que atribuye a las cosas de por sí cualidades específicamente sociales y toma por algo natural las propiedades creadas por la cultura humana. El materialismo metafísico veía en el fetichismo tan sólo una consecuencia del engaño, &c. En cambio, el marxismo puso de relieve el contenido objetivo del fetichismo. La forma históricamente inicial del fetichismo fue engendrada por el nivel bajo en extremo de la cultura del hombre primitivo y se expresaba en atribuir a los objetos-fetiches una capacidad mágica de influir premeditadamente sobre la vida del mismo (Magia, Totemismo). Elementos del fetichismo se han conservado en casi todas las religiones de nuestra época. La producción mercantil, sobre todo la capitalista, introduce el fetichismo en la práctica diaria. Su forma elemental es el carácter fetichista de la mercancía, su personificación y, a la vez, la cosificación de los productores de mercancías. Las relaciones de estos últimos no les parecen relaciones directamente sociales entre las personas mismas en su trabajo, sino relaciones de cosas entre los individuos y relaciones sociales entre las cosas. El fetichismo se manifiesta en el culto al dinero y al oro, en la atribución al capital de la capacidad de auto-crecimiento independiente del trabajo, en una adoración fanática de los símbolos de poder y las instituciones políticas y en dotar de influencia mágica a las representaciones y consignas ideológicas. En todos estos casos, los resultados (materiales o espirituales) de la actividad humana reciben una independencia mística y un poder sobre los individuos. Las raíces del fetichismo radican en la tergiversación objetiva y en volcar las relaciones entre el sujeto y el objeto, en la enajenación y la cosificación de las relaciones sociales, es decir, en reducir al hombre hasta el nivel de cosa o de ejecutor de funciones de ésta. En el curso de edificación del socialismo y el comunismo se superan todas las fuentes y formas del fetichismo y se afianzan las relaciones entre los hombres como personalidades.


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El fetichismo del cuerpo de la mujer, convertido en negocio, en objeto en el mercado. Adoración del cuerpo como adoración del mercado. El fetichismo se manifiesta si la mujer es botín y esclava de la voluptuosidad y sólo es "placentero" si es negocio, para ellos mismos. El fetichismo en el negocio del cuerpo de la mujer - como en la explotación de la fuerza de trabajo de los obreros - se convierte, se transforma en fantasmagórica, cuando se niega, se oculta la explotación del cuerpo de la mujer- la globalización de la trata de personas: mujeres. La prostitución como fuerte agente ilegal de la economía criminal, ocultada, super-protegida en tiempos de la globalización neoliberal. (La moral burguesa en acción, adorando el negocio)

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FETICHISMO DE LA MERCANCÍA PORNOGRÁFICA. EROTISMO Y MISERIA MERCANTILIZADA.
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Fernando Buen Abad Domínguez.

Rebelión/Universidad de la Filosofía.

Martes 22 de diciembre del 2015.

 “En el comportamiento hacia la mujer, botín y esclava de la voluptuosidad común, se manifiesta la infinita degradación en que el hombre existe para sí mismo… Del carácter de esta relación se desprende en qué medida el hombre ha llegado a ser y se concibe como ser genérico, como ser humano: la relación entre hombre y mujer es la más natural de las relaciones entre uno y otro ser humano”. Marx


Todas las formas de la humillación humana están vigentes bajo el capitalismo, especialmente aquellas que han convertido en mercancía los cuerpos femeninos (aunque no exclusivamente) y aquellas que la ideología dominante convirtió en formas del “placer” basadas en alquilar personas para exhibirse, parcial o totalmente, desnudas. Esto, desde luego, es un problema moral y ético para las sociedades actuales porque es principalmente un problema económico y político. Se ha dejado crecer una industria de la humillación que transita zonas de clandestinidad relativa bajo el tapete de la doble moral burguesa que todo lo esconde y todo se lo perdona. Sólo si es “placentero” y si es negocio. Que para ellos es lo mismo.

El colmo es usar a “los pobres”, (es decir a los empobrecidos) que el capitalismo fabrica, para auto-complacer las exigencias de una moralidad enferma de esclavitud y de aberraciones. La ya paupérrima educación sexual que la moral burguesa genera, admite en sus entrañas mercantiles el uso de los cuerpos femeninos como territorio liberado para la exposición impúdica del sometimiento y la enajenación a cambio de unos pesos. Para esos fines son capaces de correr los velos de la invisibilidad de clase y mostrar reales o falsificadas, las imágenes de personas que no sólo muestran su desnudez sin que muestran algunas de las heridas más terribles de la lucha de clases. No les haremos aquí publicidad.

Alguien puso en de moda -la web- el erotismo de la miseria. Pagan por fotos de mujeres que se desnudan en los escenarios más obvios del empobrecimiento para humillar más a las mujeres su condición de mercancías para la masturbación. En este género pornográfico que circula impunemente por Internet los escenarios para el cuerpo desnudo tienen una carga ideológica terrible cuyo poder devastador radica en confirmar cuánto placer le produce a la mentalidad burguesa masturbarse con el despojo. Aunque lo consuman, incluso, los menos burgueses.

Es violencia de género convertida en “deleites” utilitarios. Es humillación convertida en mercancía de morbo cargada con moralejas de consumo en donde todo entra, todo se vende, todo encuentra una manera de ser usado y todo se rinde al poder del dinero. Es el “glamour” de una violencia de clase convertida en cuadros para una masturbación que entre otras cosas anula las culpas burguesas. Es la barbarie icónica puesta en circulación por un negocio que tiene ganancias no sólo en lo “financiero” y no sólo en lo ideológico. Es, en suma, el capitalismo descomponiéndose en el uso de los cuerpos como representación de la putrefacción de mercado.

En todas las modalidades burguesas que ha tenido el tratamiento “plástico” de los cuerpos humanos, está presente también un dispositivo ético-estético que recorrió la obviedad o la sublimación a granel a lomos de lo “explícito” y de lo “obsceno”. Hoy la corriente de la mercancía pornográfica, que exige como escenario los escenarios cotidianos de la vida empobrecida, toca un límite que desnuda íntegramente la estética explicita de una burguesía cada día más alevosa y perversa.

No habrá emancipación completa si no nos emancipamos, también, del estercolero estético a que la burguesía nos ha arrojado como solución de entretenimiento para las masas empobrecidas en lo material tanto como en lo espiritual. Es un estercolero del que suele no percibirse el vaho porque nos han convencido -mediáticamente- de que es perfume de pueblo ignorante, holgazán y adicto a lo mediocre.

Como en todos lo objetivos de la guerra ideológica, financiada por la burguesía, el plan no es sólo oprimirnos y deprimirnos sino obligarnos a que estemos agradecidos y ahora excitados. Obligarnos a que aplaudamos a rabiar y les compremos todas sus mercancías envenenadas, convencidos de que siempre han tenido la razón y de que debemos capitular ante ellos convencidos que son el mejor “modelo” y “guía” para nuestras vidas.

Uno no puede recurrir a los bastiones de la moral burguesa para defenderse de su basura mercantil. Por ese camino no hay salidas. Eso explica por qué toda revolución ha de serlo también en su ética y en su moral de lucha que, apoyadas en la crítica de las relaciones de producción capitalistas, sepa ofrecer a la humanidad los valores transformadores que serán guías y programa de las nuevas conductas sociales, incluidas las conductas sexuales. Eso atañe a la búsqueda colectiva de la felicidad y eso atañe a la salud mental que ha de garantizar fortaleza de principios y de fines. Sin amos, sin clases sociales y sin humillaciones burguesas.


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