Fetichismo.- El fetichismo de la mercancía es
un concepto creado por Karl Marx en su obra El Capital que lo denomina como algo
mental donde, en una sociedad productora de mercancías, éstas aparentan tener una voluntad
independiente de sus jefes, es decir,
fantasmagórica. Es la ocultación de la explotación que son objeto los
obreros, al presentarse las mercancías ante los consumidores sin que ellos lo
vean. El resultado del fetichismo es
la apariencia de una relación directa entre las cosas y no entre las personas,
lo cual significa que las cosas (en este caso, las mercancías) asumirían el
papel subjetivo que corresponde a las personas (en este caso, los productores
de mercancías).
Marx también
argumenta que la economía política clásica no puede salir del fetichismo de la
mercancía, pues considera a la producción de mercancías como un hecho natural y
no como un modo de producción histórico y, por lo tanto,
transitorio. De este fetichismo que se da prácticamente en la producción y el
intercambio de mercancías viene la sobreestimación teórica del proceso de
intercambio sobre el proceso de producción. De ahí el culto al mercado de parte
de algunos economistas, que consideran a la oferta y
la demanda como determinaciones fundamentales del
movimiento de la economía
Fetichismo,
(Del latín: “facticino”, de “facere”, hacer). Fetichismo significa la
divinización de diversas cosas y objetos (fetiches), atribuyéndoles fuerzas
misteriosas, sobrenaturales, inasequibles para la comprensión humana. En la fase primera, inferior, del
desarrollo religioso, el fetiche (el ídolo) era un objeto de adoración para los
creyentes. Sin embargo, ninguna religión, de una u otra manera, es ajena al
fetichismo, a la divinización grosera de los cosas. Bajo el capitalismo se atribuye a la mercancía, al dinero y al capital,
como objetos materiales, ciertas propiedades (por ejemplo, la propiedad de
trocarse y de crear ganancia para el capitalista) que en realidad no son sus
propiedades naturales, sino expresión de las relaciones capitalistas de
producción. Bajo el capitalismo, “la relación entre las personas se
manifiesta... como una relación entre cosas” (Engels). Con ello se ha
creado el fetichismo mercantil que desaparece bajo el socialismo.
Fetichismo.- (portugués feitiço: magia): relación social (económica,
ideológica, &c.) y la concepción, correspondiente
a ella, que atribuye a las cosas de por sí cualidades específicamente sociales
y toma por algo natural las propiedades creadas por la cultura humana. El
materialismo metafísico veía en el fetichismo tan sólo una consecuencia del
engaño, &c. En cambio, el marxismo puso de relieve el contenido objetivo
del fetichismo. La forma históricamente inicial del
fetichismo fue
engendrada por el nivel bajo en extremo de la cultura del hombre primitivo y se
expresaba en atribuir a los objetos-fetiches una capacidad mágica de influir
premeditadamente sobre la vida del mismo (Magia, Totemismo). Elementos del fetichismo se han
conservado en casi todas las religiones de nuestra época. La producción
mercantil, sobre todo la capitalista, introduce el fetichismo en la práctica
diaria. Su
forma elemental es el carácter fetichista de la mercancía, su personificación y, a la vez, la cosificación
de los productores de mercancías. Las relaciones de estos últimos no les
parecen relaciones directamente sociales entre las personas mismas en su
trabajo, sino relaciones de cosas entre los individuos y relaciones sociales
entre las cosas. El fetichismo se manifiesta en el culto al
dinero y al oro, en la atribución al capital de la capacidad de auto-crecimiento
independiente del trabajo, en una adoración fanática de los
símbolos de poder y las instituciones políticas y en dotar de influencia mágica a las
representaciones y consignas ideológicas. En todos estos casos, los resultados
(materiales o espirituales) de la actividad humana reciben una independencia
mística y un poder sobre los individuos. Las raíces del fetichismo radican en
la tergiversación objetiva y
en volcar las relaciones entre el sujeto y el objeto, en la enajenación y la cosificación de las
relaciones sociales, es decir, en reducir al hombre hasta el nivel de cosa o de ejecutor de
funciones de ésta. En el curso de edificación del socialismo y el comunismo se
superan todas las fuentes y formas del fetichismo y se
afianzan las relaciones entre los hombres como personalidades.
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El fetichismo del cuerpo de la mujer, convertido en negocio, en objeto en el mercado. Adoración del cuerpo como adoración del mercado. El fetichismo se manifiesta si la mujer es botín y esclava de la voluptuosidad y sólo es "placentero" si es negocio, para ellos mismos. El fetichismo en el negocio del cuerpo de la mujer - como en la explotación de la fuerza de trabajo de los obreros - se convierte, se transforma en fantasmagórica, cuando se niega, se oculta la explotación del cuerpo de la mujer- la globalización de la trata de personas: mujeres. La prostitución como fuerte agente ilegal de la economía criminal, ocultada, super-protegida en tiempos de la globalización neoliberal. (La moral burguesa en acción, adorando el negocio)
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FETICHISMO DE LA MERCANCÍA PORNOGRÁFICA.
EROTISMO Y MISERIA MERCANTILIZADA.
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Fernando Buen Abad Domínguez.
Rebelión/Universidad de la Filosofía.
Martes 22 de diciembre del 2015.
“En
el comportamiento hacia la mujer, botín y esclava de la voluptuosidad común, se
manifiesta la infinita degradación en que el hombre existe para sí mismo… Del
carácter de esta relación se desprende en qué medida el hombre ha llegado a ser
y se concibe como ser genérico, como ser humano: la relación entre hombre y
mujer es la más natural de las relaciones entre uno y otro ser humano”. Marx
Todas las formas de la humillación humana están
vigentes bajo el capitalismo, especialmente aquellas que han convertido en
mercancía los cuerpos femeninos (aunque no exclusivamente) y aquellas que la
ideología dominante convirtió en formas del “placer” basadas en alquilar
personas para exhibirse, parcial o totalmente, desnudas. Esto, desde luego, es
un problema moral y ético para las sociedades actuales porque es principalmente
un problema económico y político. Se ha dejado crecer una industria de
la humillación que transita zonas de clandestinidad relativa bajo el tapete de
la doble moral burguesa que todo lo esconde y todo se lo perdona. Sólo si es
“placentero” y si es negocio. Que para ellos es lo mismo.
El colmo es usar a “los pobres”, (es decir a los empobrecidos)
que el capitalismo fabrica, para auto-complacer las exigencias de una moralidad
enferma de esclavitud y de aberraciones. La ya paupérrima educación sexual que
la moral burguesa genera, admite en sus entrañas mercantiles el uso de los
cuerpos femeninos como territorio liberado para la exposición impúdica del
sometimiento y la enajenación a cambio de unos pesos. Para esos fines son
capaces de correr los velos de la invisibilidad de clase y mostrar reales o
falsificadas, las imágenes de personas que no sólo muestran su desnudez sin que
muestran algunas de las heridas más terribles de la lucha de clases. No les
haremos aquí publicidad.
Alguien puso en de moda -la web- el erotismo de la
miseria. Pagan por fotos de mujeres que se desnudan en los escenarios más
obvios del empobrecimiento para humillar más a las mujeres su condición de
mercancías para la masturbación. En este género pornográfico que circula
impunemente por Internet los escenarios para el cuerpo desnudo tienen una carga
ideológica terrible cuyo poder devastador radica en confirmar cuánto placer le
produce a la mentalidad burguesa masturbarse con el despojo. Aunque lo
consuman, incluso, los menos burgueses.
Es violencia de género convertida en “deleites”
utilitarios. Es humillación convertida en mercancía de morbo cargada con
moralejas de consumo en donde todo entra, todo se vende, todo encuentra una
manera de ser usado y todo se rinde al poder del dinero. Es el “glamour” de una
violencia de clase convertida en cuadros para una masturbación que entre otras
cosas anula las culpas burguesas. Es la barbarie icónica puesta en circulación
por un negocio que tiene ganancias no sólo en lo “financiero” y no sólo en lo
ideológico. Es, en suma, el capitalismo descomponiéndose en el uso de los cuerpos
como representación de la putrefacción de mercado.
En todas las modalidades burguesas que ha tenido el
tratamiento “plástico” de los cuerpos humanos, está presente también un
dispositivo ético-estético que recorrió la obviedad o la sublimación a granel a
lomos de lo “explícito” y de lo “obsceno”. Hoy la corriente de la
mercancía pornográfica, que exige como escenario los escenarios cotidianos de
la vida empobrecida, toca un límite que desnuda íntegramente la estética
explicita de una burguesía cada día más alevosa y perversa.
No habrá emancipación completa si no nos
emancipamos, también, del estercolero estético a que la burguesía nos ha
arrojado como solución de entretenimiento para las masas empobrecidas en lo
material tanto como en lo espiritual. Es un estercolero del que suele no
percibirse el vaho porque nos han convencido -mediáticamente- de que es perfume
de pueblo ignorante, holgazán y adicto a lo mediocre.
Como en todos lo objetivos de la guerra ideológica,
financiada por la burguesía, el plan no es sólo oprimirnos y deprimirnos sino
obligarnos a que estemos agradecidos y ahora excitados. Obligarnos a que
aplaudamos a rabiar y les compremos todas sus mercancías envenenadas,
convencidos de que siempre han tenido la razón y de que debemos capitular ante
ellos convencidos que son el mejor “modelo” y “guía” para nuestras vidas.
Uno no puede recurrir a los bastiones de la moral
burguesa para defenderse de su basura mercantil. Por ese camino no hay salidas.
Eso explica por qué toda revolución ha de serlo también en su ética y en su
moral de lucha que, apoyadas en la crítica de las relaciones de producción
capitalistas, sepa ofrecer a la humanidad los valores transformadores que serán
guías y programa de las nuevas conductas sociales, incluidas las conductas
sexuales. Eso atañe a la búsqueda colectiva de la felicidad y eso atañe a la
salud mental que ha de garantizar fortaleza de principios y de fines. Sin amos, sin
clases sociales y sin humillaciones burguesas.
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