¿Nos salvaremos los miles de millones de
seres humanos, de la destrucción del Planeta Tierra, por el sistema capitalista (la era
de la globalización neoliberal?, la irresponsabilidad de los "líderes políticos" (gobernantes
del mundo) más el poder mundial de los poderes facticos globales, así como unieron
intereses nocivos, e hicieron fracasar el Protocolo
de Kioto de 1997, también fracasó la Cumbre
de Copenhague del 2009, ahora por la coyuntura mundial que se debate en una
poli-crisis estructural sistémica y el ataque artero del terrorismo
internacional, la consentida y silenciada violencia de las potencias imperiales
contra poblaciones de Siria, Irak, Libia
y otros, también fracasará la Cumbre del París 2015?. El tiempo lo dirá
todo.
¿POR QUÉ FRACASÓ EL
PROTOCOLO DE KIOTO.- Ulrich Brand * El
Protocolo de Kioto, así como el sistema europeo de comercio de derechos de
emisión, están en vigor desde 2005, pero el consumo de combustibles fósiles, en
especial de carbón, ha aumentado en total. La razón de ello son los precios
baratos para carbón, gas y petróleo debido, entre otras cosas, la explotación
–problemática desde el punto de vista medioambiental– de fuentes de energía “no
convencionales” procedentes de arenas bituminosas o mediante fracturación
hidráulica. El comercio de derechos de emisión y los otros dos mecanismos
“flexibles” de Kyoto fueron una falacia desde el principio. En las
negociaciones del Protocolo de Kioto de 1997 la Unión Europea se había
pronunciado a favor de límites máximos claros para las emisiones, pero los
EE.UU. y Japón se impusieron. Los principales partidarios del comercio de
derechos de emisión fueron BP y Shell, dicho sea de paso.
No
debemos olvidar que al final de las arduas negociaciones del Protocolo de
Kyoto, el comercio de derechos de emisión fue visto como una solución
transitoria que debería ser reemplazada a partir de 2020. Ahora se declara como
única opción. Esto no debe quedar así. La UE instaló, al mismo tiempo, un
sistema parecido. Pero dado que se expidieron demasiados certificados a las
empresas, el comercio de derechos de emisión no ha servido como incentivo para
inversiones en tecnologías con emisiones menores o libres de emisiones de CO2.
Así, los precios para una tonelada de CO2 deberían estar entre 20 y 30 euros. A
mediados de noviembre de 2015 el precio está en 8 euros. Pero lo que es aún
peor: estudios para el año 2012 muestran que la mayor parte del comercio con
certificados de emisión fue realizado por inversores financieros que comercian
por motivos de ganancia. Estos inversoren sacan mayores beneficios en la
compraventa si hay grandes fluctuaciones. Y no tienen un interés directo en la
reducción de emisiones de CO2. El sistema, sin embargo, se basa precisamente en
que no sólo haya precios bastante elevados, si no que éstos también sean
estables y las empresas puedan planificar.
Los
otros dos llamados “mecanismos flexibles” del Protocolo de Kioto permiten a los
contaminadores en los países industriales liberarse de los esfuerzos en política
climática invirtiendo en otros países del Norte Global o del Sur Global. A esto
se le llama “aplicación conjunta” o “mecanismos de desarrollo limpio”. De cara
a los países en desarrollo esto es descaradamente imperial, porque los
proyectos climáticos a menudo están en contra de los intereses de la población
local. Es por ello que en muchos lugares han surgido resistencias locales. El
investigador de política climática Achim Brunnengräber habla con mayor
precisión de “comercio moderno de indulgencias”, porque las empresas más ricas
y poderosas del Norte pueden seguir contaminando gracias a que apoyan proyectos
muchas veces dudosos en otras partes. Lo último en política climática
internacional, las “contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional”
(en inglés INDC, a mediados de este mes todos conoceremos el término), es una
nueva ronda de voluntariedad no vinculante. Lo que significa “voluntariedad” lo
podemos ver actualmente en Alemania en el escándalo relacionado con Volkswagen.
Desde
un punto de vista político no se trata de negociar eternamente límites máximos,
si no de terminar con métodos de producción destructivos. Por eso hay que
constatar: el comercio de derechos de emisión y los otros dos “mecanismos
flexibles” cimientan con su lógica neoliberal el sistema económico basado en
fuentes de energía fósiles (y nucleares). Las alternativas están siendo
bloqueadas. Mientras en la política climática existan mecanismos flexibles y
presuntamente conformes al mercado, estará asegurada ante todo una cosa: el
poder de las empresas mineras, de los grupos energéticos e industriales así
como de los gobiernos que los sostienen.
Una
reforma fundamental de la economía energética y de la economía en general no
debe ser sometida a los intereses de actores con poder de mercado. Los éxitos
reales en política climática y contra el cambio climático como la ley de
promoción de las energías renovables en Alemania fueron implementados contra la
resistencia inicial de la industria. El abandono de la energía del carbón
actualmente en la agenda política en Alemania necesita un debate político
concreto en Alemania. Por eso son importantes los debates críticos públicos y
los movimientos locales de resistencia contra las iniciativas de fracturación
hidráulica o la construcción de centrales térmicas de carbón. El movimiento
Ende Gelände (Terreno Final) a favor del cese de la extracción y explotación de
carbón se está perfilando como el sucesor legítimo del movimiento antinuclear.
Y
existen muchas iniciativas que ya hoy viven un modelo de prosperidad diferente:
abandonando el automovilismo, los alimentos procedentes de fábricas de carne y
de la agricultura industrializada y otras muchas. Se trata de reconstruir
fundamentalmente el modelo de producción y el estilo de vida, se trata de una
transformación social y ecológica. Que esta transformación no se haga a
expensas de los débiles, si no que se piense en lo social y lo ecológico
conjuntamente con las cuestiones de poder y de propiedad es el punto de
inserción específico de la política progresista. En el ámbito internacional
esto significa ofrecer alternativas a medio plazo para los países cuyas
economías se basan en la extracción y venta de petróleo, gas y carbón. Se trata por lo
tanto de una economía mundial ecológica y solidaria. Traducción del alemán: Olivia van Riesen.
* Catedrático de
Política Internacional en la Universidad de Viena.
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PARÍS EL ENCUENTRO DEL SIGLO.
La Cumbre del Clima medirá la capacidad de encarar retos existenciales.
*****
Rafael Poch.
La Vanguardia. Miércoles 2 de diciembre del 2015.
La Cumbre del Clima que se abrió ayer en París, con
la participación de 150 jefes de Estado y de gobierno y entre grandes medidas
de seguridad, añade un punto de urgencia y ansiedad sin análogos en anteriores
reuniones globales.
Desde que el consenso científico estableciera hace
unos años que la actividad humana se ha convertido en factor de cambio
geológico, el antropoceno, las cumbres sobre el clima, estrenadas en Río de
Janeiro en 1992, podrían ser reconocidas por un observador marciano como el
evento global humano de mayor importancia. Una especie de clave para medir la
capacidad humana de asumir los retos del siglo. Un siglo que pide una nueva
civilización para ser viable. Desde entonces, las emisiones globales han
aumentado más de un 40% y el consenso científico avisa que la humanidad está en
el umbral de cambios globales irreversibles sin precedentes históricos.
El tope de 2 grados de aumento de la temperatura
media global para fin de siglo, con respecto a la época preindustrial, que debe
situar los riesgos en un nivel teóricamente manejable, tiene que lograrse
después de que el planeta haya batido, en 2014, “todos los récords en materia
de temperaturas registradas, concentración de CO2 y número de fenómenos
climáticos extremos”, dijo el Presidente francés, François Hollande, anfitrión
del evento en una capital traumatizada por un reciente atentado yihadista
planeado en Siria que ha dejado 130 muertos en la ciudad de la luz.
“Somos la primera generación que siente los efectos del calentamiento
global, y la última que puede hacer algo para remediarlo”, dijo el Presidente
Barack Obama, líder de la nación más poderosa y más emisora (per cápita) del
mundo.
Anteriores cumbres alcanzaron acuerdos que no
fueron suscritos (Kioto, 1997), o idearon conceptos cuya principal virtud era
eludir responsabilidades y compromisos claros y concretos. La cumbre de París
es heredera de ambas cosas. Con todos sus problemas cuenta con una mayor determinación
declarativa hacia ese “acuerdo ambicioso” del que hablan EE.UU y China, los dos
principales. Pero esa “estrategia de equilibrios en la cuerda floja ya no
sirve”, dijo el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, en su solemne
discurso inaugural.
Desde principios de los años noventa, cuando
concluyó el mundo bipolar y arrancaron las cumbres de la Tierra, el petróleo
está en el centro de la irracional crematística del beneficio que precisa de
una caótica e irresponsable geopolítica belicista para sobrevivir. Países
enteros han sido, o están siendo, destruidos por el pulso imperial por esos
recursos y sus rutas de transporte, y han sido convertidos en agujeros negros;
Afganistán, Iraq, Libia, Yemen, Siria… Realizada bajo la sombra del Estado
Islámico, la cumbre del clima París tiene que ver con la más básica seguridad y
viabilidad de este mundo petrolero, que a diferencia del anterior en el que se
formaron las actuales mentalidades, está repleto de armas y recursos de
destrucción masiva, lo que convierte sus pulsos y conflictos en algo parecido a
una ruleta rusa.
“El calentamiento anuncia conflictos, como las nubes traen tormentas”,
dijo Hollande en su discurso. “No es una coincidencia que justo antes de la
guerra civil en Siria, el país registrara la peor sequía jamás vivida en el
país”, ha dicho el secretario de Estado John Kerry. Esa sequía produjo un
enorme desplazamiento de población del norte al sur, en un país multiétnico y
multiconfesional en el que la estrategia occidental indujo un nuevo y fatal proyecto
de cambio de régimen, que se suma a los que han producido más de un millón de
muertos en la región desde la primera guerra de Iraq.
El rápido retroceso de los glaciares del Himalaya
anuncia grandes emergencias. Alimentan los grandes ríos de Asia Oriental
(Ganges, Amarillo, Yangtzé, Brahmaputra, Irrawady, Mekong…) y garantizan su
caudal en época seca. Sin su aporte esos ríos de civilización se convertirían
en estacionales: solo con gran caudal en época de lluvias. Y eso cuando el 80%
de la cosecha china y el 60% de la India dependen de la irrigación. Siendo
China e India los dos primeros productores mundiales de grano, es obvio que las
consecuencias serían globales.
William R. Cline, un especialista en contabilidad
agraria espera bruscas disminuciones “del 20% o 30%” atribuidas al cambio
global en la productividad agrícola de regiones como el Magreb, México, Etiopía
o Paquistán, país éste que es una potencia nuclear en tensión con su vecino. El
actual escenario de Siria, que incluye tensiones y tanteos entre grandes
potencias, puede ser fácilmente superado por otros en el siglo del cambio
global. Se impone, dijo ayer en su discurso el Presidente chino, Xi Jinping,
“reflexionar sobre el futuro de la gobernanza mundial, sobre la construcción de
una comunidad humana con un futuro compartido”. Un acuerdo sobre el clima,
jurídicamente vinculante y mínimamente realista en términos de la diferente
responsabilidad histórica de unos y otros, se inscribiría en eso y sería un
óptimo precedente para los demás retos del siglo, entre ellos la desigualdad
global y la proliferación de recursos de destrucción masiva.
“Desde la cumbre de Copenhague de 2009 el coste de la energía solar ha
disminuido un 50%”, explica Keya Chatterjee, portavoz de Uscan, una de las
muchas organizaciones no gubernamentales que participan en la cumbre. En su
prodigiosa encíclica del 24 de mayo (Laudato
si) el papa Francisco se puso muy por delante de los políticos al reconocer
la “deuda ecológica” entre el Norte y el Sur y relacionar la situación del
clima con, “un sistema de relaciones comerciales y de propiedad
estructuralmente perverso”. La conciencia social y la economía avanzan junto
con las emisiones y los riesgos. ¿Botella medio llena, o medio vacía?
“Respecto a Kioto, hemos cambiado de dimensión”,
dice Valérie Masson-Delmotte, coopresidenta del grupo encargado de establecer
los hechos científicos sobre causas y evoluciones del cambio climático
(GIEGC).Mucho depende de si en esta cumbre se alcanza un acuerdo jurídicamente
vinculante que obligue a los contaminadores a realizar profundos recortes en
sus emisiones y en el que los más ricos y responsables financien esa
“responsabilidad común pero diferenciada” que comunica al Norte con el Sur. En París hay mucho en
juego.
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