“Veo algunos elementos que tiran a la
baja, a pesar de que el consumo se muestra sólido. El empleo no crece tanto como se esperaba. Las exportaciones se pueden
frenar, si hay que cumplir con el déficit habrá tres o cuatro décimas menos de
crecimiento. España estará entre el 2% y
el 2,7%, un avance razonable”, pronostica. El turismo también puede
frenarse pero lo peor, a su juicio, es qué ocurrirá más allá del 2017 si el
país continúa teniendo lo que califica como “un pírrico nivel de productividad.
El Gobierno no pone este tema en el
centro del debate, y es fundamental”. Porque, tras la depresión por la que
ha pasado el país, la recuperación sigue sustentándose en los mismos pilares
que se desmoronaron en 2008.
“No me extrañaría que creciésemos un 2,7%
este año y generaremos más de 300.000 empleos. Pero la economía española es una economía de impulsos, o crece al 3% o
cae. Con nuestro sector exterior no tengo nada de autocomplacencia. Después de siete años de crisis, 18 puntos
de incremento de tasa de paro, hemos conseguido llevar la balanza por
cuenta corriente a un +1% del PIB, teniendo en cuenta que la deuda con el resto
del mundo es del 120% del PIB, si calculásemos el ratio deuda/Ebitda, —que es
lo que hacemos en las empresas—, necesitaríamos 120 años para devolver esa deuda”.
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ESTAS SON LAS AMENAZAS PARA
EL CRECIMIENTO GLOBAL EN 2016.
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Sábado
27 de febrero del 2016.
El FMI pronostica que el mundo avanzará este año un
3,4%, pero ni su propia directora, Christine Lagarde parece creérselo cuando
dice que el planeta se enfrenta a un crecimiento “decepcionante”. Las dudas
sobre la desaceleración de China; la caída del precio del petróleo; la amenaza
del Brexit en Europa; el éxodo migratorio provocado por las guerras y el
terrorismo... nada a lo que el mundo no se haya enfrentado antes, pero un
cóctel explosivo si todo ocurre al mismo tiempo.
EL PAÍS ha
reunido a cinco expertos en un encuentro patrocinado por el Banco Sabadell para
analizar la situación de la economía en 2016. Ven muchas curvas y pocas
certezas en el horizonte.
“Los riesgos globales son todos a la baja, la desaceleración de China
parece que será más profunda, la apreciación del dólar puede tener un impacto
sobre los emergentes... tenemos a países como Brasil, Rusia o China en una
situación muy delicada. Hay un riesgo de pánico global, que bajen las Bolsas...
todo junto no va a ocurrir, pero nos conduce al pesimismo”, resume Paulina Beato, catedrática de Análisis
Económico y economista del Estado.
Sofía
Rodríguez, directora de Macroeconomía y Entorno Financiero del Banco Sabadell, apunta a
que la principal preocupación está en el endeudamiento de las economías
emergentes. “Con el dólar en máximos, las condiciones de financiación para
muchas economías son más duras, están obligadas a un desapalancamiento que
puede ser desordenado... las consecuencias financieras no son positivas. Nos
preocupa el incremento de deuda derivado de las políticas monetarias en países
emergentes y cómo ese desapalancamiento va a avanzar con consecuencias
severas”.
Para Ángel
Pascual-Ramsay, director de Global Risks de Esadegeo, los
mercados pueden estar descontando un deterioro futuro. Le preocupa que la
economía esté agotando las herramientas para responder a una nueva crisis
global. “La última ancla de estabilidad, la FED, tiene un riesgo de dejarse
llevar demasiado por los mercados. Es peligroso que tarde en subir los tipos de
interés, que responda a las presiones”.
El
economista se define como “moderadamente pesimista”. “China ha
dado muestras en 30 años de que es capaz de gestionar un proceso complejo. Pero
tiene problemas serios con las burbujas que se han creado. Hay estimaciones de
que la deuda sobre el PIB puede rondar el 250%... Siempre hay un riesgo de que
acabe exportando deflación al resto del mundo. Pero veo otros dos focos de
inestabilidad: EE UU, con una actividad (empleo) de menor calidad, unida a un
año electoral. Donald Trump, alguien con unas tendencias proteccionistas
exacerbadas, puede ser un candidato real a la presidencia. Europa, por su
parte, tiene dos problemas: el de los refugiados y el estancamiento económico”.
La libre circulación de personas, uno de los
cimientos de la Europa contemporánea, se está rompiendo, y eso unido al peligro
de que Gran Bretaña se descuelgue del proyecto comunitario añade tensiones. “El crecimiento global lo sitúo en torno al
2%. Estará caracterizado por una demanda débil, una montaña de deuda que va a
ser difícil de pagar, con un petróleo en 30 dólares y una guerra de divisas con
un montón de países intentando devaluar su moneda”, cree el analista de Esade.
El terrorismo contra Europa, en especial contra Francia. París. es una de las mayores amenazas mundiales.
Cumbre del clima.
Santiago
Carbó, director de Estudios de Funcas y profesor de Cunef, añade al
panorama la delicada situación en la que están las empresas energéticas. “La
pérdida de valor que se ha producido es evidente, entre otras cosas por los
acuerdos de cambio climático que han hecho que determinados activos valgan cero
para siempre, y eso se tiene que recoger en los libros. Nos estamos quedando
sin medidas de política monetaria para hacer frente a la situación. Y el
recorrido de la política fiscal es limitado. Donde sí veo que puede haber una
tormenta perfecta es si volvemos a tener una crisis financiera si no se
resuelve bien la situación de la banca europea. Italia no reconoce los
problemas que tiene, algo que le pasó a España desde 2008 a 2011”.
Sin embargo
Ángel Berges, vicepresidente de AFI, sí detecta mecanismos para combatir la situación.
“Hay una volatilidad brutal, en algunos casos injustificada. El problema
con China no es si crece al 9% o al 6%, sino la opacidad. Aunque pienso que
tienen los suficientes mecanismos para gestionar la situación. Hay un problema
de gestión de los valores de los activos y otro problema que es la banca. No
sabemos lo que puede haber en la banca china, habría que hacer un verdadero
ejercicio de transparencia. Y al no saber con exactitud el verdadero alcance no
sabemos si solo hay desaceleración o hay un abismo”. Como solución, apunta
entre otras a que los bancos centrales apliquen tipos de interés negativos: “El
problema es que añaden inestabilidad financiera: los bancos no aguantan un
entorno de tipos negativos porque son incapaces de generar márgenes”.
En Europa apuesta por
reactivar el Plan Juncker para
invertir en infraestructuras, “y no solo líneas de AVE y aeropuertos”, matiza.
La liquidez provocada por la política monetaria
expansiva de los bancos centrales no se ha extendido a todos los agentes por
igual. La responsable del Sabadell recuerda que Europa lleva muchos
años
“en un proceso de recuperación de balances bancarios, ratios de
liquidez, control de apalancamiento, e incluso trabajando en la gran
arquitectura europea de control bancario. No hay vulnerabilidad en la banca,
todo el endeudamiento ha ido a parar a otros agentes que son inversores a largo
plazo. ¿Es la banca la que está en el foco? Una cosa es quién está expuesto al
riesgo de crédito de esta política expansiva, y no es la banca. Otra cosa es
esa actuación es propicia para la actividad bancaria, y no lo es, sobre todo si
se combina con exigencias regulatorias cambiantes”.
El campo plagado de minas que parece dibujarse en
las principales economías del globo hace difícil hacer previsiones en el caso
español. De hecho, los organismos oficiales se han equivocado una y otra vez en
los pronósticos de crecimiento del país. El
FMI, por ejemplo, tuvo que revisar hasta seis veces el PIB alza en 2015.
¿Cuánto le va a durar a España el viento de cola de los bajos precios del
petróleo y de la recuperación tras la abrupta caída de la crisis? ¿Qué papel
jugará la inestabilidad política? Paulina
Beato estima que el crecimiento quedará este año por debajo del 2,7%, el consenso
en Funcas.
“Veo algunos elementos que tiran a la baja, a pesar de que el consumo se
muestra sólido. El empleo no crece tanto como se esperaba. Las exportaciones se
pueden frenar, si hay que cumplir con el déficit habrá tres o cuatro décimas
menos de crecimiento. España estará entre el 2% y el 2,7%, un avance
razonable”, pronostica. El turismo también puede frenarse pero lo peor, a su
juicio, es qué ocurrirá más allá del 2017 si el país continúa teniendo lo que
califica como “un pírrico nivel de productividad. El Gobierno no pone este tema
en el centro del debate, y es fundamental”. Porque, tras la depresión por la
que ha pasado el país, la recuperación sigue sustentándose en los mismos
pilares que se desmoronaron en 2008.
No ha habido, creen los expertos, cambio en el
modelo productivo, y eso añade debilidad a una economía que suele moverse por
impulsos. Sofía Rodríguez apunta que
España es un buen ejemplo de la
falta de crecimiento crónico,
“es una economía que ha hecho los ajustes. El déficit por cuenta
corriente se ha convertido en superávit, ha mantenido su cuota de mercado
fuera, el déficit fiscal se ha ajustado en un momento en que estaba subiendo el
gasto por las prestaciones por desempleo. Pero una cosa es corregir equilibrios
y otra estar en condiciones de crecer”.
Berges cree
que la sostenibilidad de ese crecimiento es la clave.
“No me extrañaría que creciésemos un 2,7% este año y generaremos más de
300.000 empleos. Pero la economía española es una economía de impulsos, o crece
al 3% o cae. Con nuestro sector exterior no tengo nada de autocomplacencia.
Después de siete años de crisis, 18 puntos de incremento de tasa de paro, hemos
conseguido llevar la balanza por cuenta corriente a un +1% del PIB, teniendo en
cuenta que la deuda con el resto del mundo es del 120% del PIB, si calculásemos
el ratio deuda/Ebitda, —que es lo que hacemos en las empresas—, necesitaríamos
120 años para devolver esa deuda”, lamenta.
Como ejemplo habla de General Motors en Aragón: es la empresa que más exporta de toda
la provincia, pero también la que más productos importa.
“Nuestro modelo productivo es de transformación, con muy poco valor
añadido. Pero no nos engañemos, cambiarlo no es algo que vaya a suceder en 2016
ni en 2026. Hemos salido de la crisis gracias al turismo y al sector exterior,
pero cuando hemos empezado a crecer, la aportación del sector exterior al PIB
se ha vuelto negativa”.
La clave más
política la ofrece Ángel Pascual-Ramsay, que considera que España está
saliendo del pozo sin haber resuelto los problemas que tenía antes de entrar en
él. Considera, como el resto de los participantes en el debate, que una
recuperación débil sustentada en una cambiante confianza de los consumidores no
es la mejor forma en la que el país puede afrontar su futuro.
“No me preocupa la ausencia de un Gobierno a corto plazo. Más que eso, a
medio plazo veo en el sector privado español una incapacidad de aceptar la
realidad sociológico-política. Tenemos un país en el que Podemos ha sacado
prácticamente los mismos votos que el PSOE. Si a eso le sumamos los votos de
opciones cercanas ideológicamente, tenemos entre siete y ocho millones de
personas que están diciendo que el modelo de reforma laboral no es aceptable.
No entro a valorar si eso es lo más eficiente o no. Pero en España hay una
reacción de las élites contra esto. Las reformas van a ser más difíciles de
hacer si no hay una pedagogía”.
Soluciones.
A la espera de que un pacto o a que la convocatoria
de nuevas elecciones terminen con la situación de interinidad del Gobierno,
algunas voces ven oportunidades para mejorar la situación.
“Sí que hay una salida: la reforma institucional”, reflexiona Rodríguez:
“Se han hecho muchas reformas en materia de transparencia fiscal, de
pensiones... Pero hay otras encima de la mesa que podrían ayudar a fortalecer
las instituciones, mejorando la transparencia y contra la corrupción. Hablo de
la reforma del funcionamiento de las administraciones públicas, el Senado.
Tenemos una oportunidad histórica”. Para ella el país cuenta con una serie de factores de impulso. “Es una de las pocas economías que tiene una
sólida demanda interna y crece por encima del resto. Soy moderadamente
optimista”.
Resta por saber si Bruselas relajará las exigencias para el cumplimiento del
déficit. “Hay argumentos para la flexibilización”, señala Berges. Para Carbó, las reformas no han bastado para que Alemania saque al país
del grupo de incumplidores del sur de Europa.
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