LO que nos
pasó, es que el neoliberalismo nos envenenó ideológica y políticamente. La década del 90’ veníamos de
una etapa muy difícil, turbulenta y muy complicada, no solo por la Caída del Muro de Berlín y lo que significó
para el movimiento socialista y comunista internacional y su influencia directa
a nivel nacional; la poderosa influencia – e imposición vertical y autoritaria –
de las políticas del Consenso de
Washington; la crisis política e
institucional de Izquierda Unida, “asesinada
políticamente” desde su interior, por sus propios actores, porque en general,
la gente de izquierda hemos heredado, una “cualidad política” muy importante y
que está profundamente metida en nuestra vida de militancia, cual es que somos “campeones”, hemos batido todos
los records como división del movimiento y desde dentro, hemos hecho pedazos
toda la izquierda en 1990; igualmente la década “pérdida del 80’ al 90’ no
supimos aprovechar positivamente, para consolidar el proceso de “unificación de la izquierda”, como
resultado del gran avance que se experimentó durante la participación en los comicios ediles y parlamentarios. No olvidemos que en l985 a 1988 – durante el fracaso
del alanismo – nos constituimos en la “primera
fuerza política”. Es el momento histórico y político 1989-1990, cuando el
deseo incontrolable de muchos aventureros de la política, de varios sectores de
la izquierda, piensan y creen que “ganaron
todo”, y los “caudillitos” aparecieron (in)surgieron “en mancha”, todos
querían ser “presidentes”, a costa
de sacrificar la “unidad”. Coyuntura en
la cual, nos toma en su totalidad el neoliberalismo y nos destroza
políticamente.
La Rebelión juvenil de los 60. París 68. América Latina y la Revolución Cubana. Perú las grandes jornadas universitarias por la democratización universitaria y la educación pública.
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Que pasó, la
década del 90’ al 2,000 – deambulamos políticamente, como hacer frente al “buldócer”
neoliberal que
generó un “terremoto” político en toda la izquierda nacional y en general en
los partidos políticos de la democracia liberal, parlamentaria de entonces. El FREDEMO, el propio fujimorismo,
introducen el dinero, el comercio, la informalidad, el aventurero en la
política, el oportunismo – el invitado, que terminó con el voto preferencial – proceso político
que terminó liquidando a los partidos políticos. En el escenario nacional y continental emerge, nace una “nueva clase
política”, precisamente NO preparada en el “mundo” de la militancia, de la ideología, de
la política – se acabaron los partidos políticos de ciudadanos
militantes – ahora tienen preferencia los que aportan al “partido”, los que “compran” un buen lugar en la “plancha
congresal”. Se acabó la “batalla de las ideas”, con
quien puedes polemizar NO existen – somos absolutamente minoría, los que
quedamos como recuerdo político de las grandes jornadas sociales – huelgas,
paros y movilizaciones nacionales –
contra la dictadura militar de Morales Bermúdez – y como la derrotamos políticamente.
Quedamos muy pocos, lo que fue la “izquierda
política” a la que pertenecimos como herederos de la Revolución Cubana, de aquella Generación
Histórica de París 68, la Generación Política,
forjada en las aulas universitarias, años después enriquecida en la lucha sindical, universitaria y política
nacional. Esa Izquierda ilustrada, preparada, educada en la batalla de las
ideas, se acabó, llegó a su final, en los primeros años
de la segunda década del siglo XXI.
Hoy tenemos
una “izquierda” electoral aún inyectada con el veneno “comercial neoliberal” – por supuesto, con muy pocas
excepciones y respetables – lo mayoritario, están en el mundo de la ganancia, del lucro, como “hacer dinero” –
igual que el neoliberal de derecha, de centro o emergente provinciano
capitalista –Esa realidad hoy la tenemos profundamente incrustada en toda la
política – la izquierda no es la excepción -, ahora es tiempo como “la muerte política de los dinosaurios”
es tiempo valioso, importante, decisivo,
para forjar, construir un nuevo “movimiento político” en Democracia –
fundado, sostenido y asegurar su crecimiento y desarrollo – el mundo de la ideología
y la política. Nuestra Democracia, realmente será democracia, hoy si
la rescatamos del poder de la lujuria, el comercio, el mundo del negocio – ese no es el mundo de la política -. Participación comunitaria y Ciudadana,
diálogo democrático permanente – enriquecido en el mundo de la “batalla de las
ideas”, rescatemos la Confianza en la política y las
Instituciones, forjemos desde sus raíces nuevos Liderazgos Comunitarios, para las próximas generaciones, no para el próximo proceso
electoral – que difícil será en la presente coyuntura, aun envenenada de
neoliberalismo salvaje e inhumano – encontrar o formar una “generación de jóvenes” con “amor”, entrega y militancia en la Política como Ciencia, Pedagogía, Gobierno,
Gobernabilidad, Gobernanza, el tiempo político e histórico está a nuestro
favor. La
esperanza y nuestra utopía por un Mundo
mejor, es la base de nuestro futuro por forjar un Perú Nuevo en Nuestra
América, la Patria Grande en un Mundo
Nuevo.
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Juventud peruana del presente siglo, muy pocos en las luchas sociales, la inmensa mayoría en las redes sociales y los de arriba gozando del crecimiento macro-económico.
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PERÚ ¿QUÉ NOS PASÓ? LA PREGUNTA ES ACTUAL Y ACUCIANTE. EL
CIUDADANO CONSTATA DÍA A DÍA.
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Otra Mirada. Miércoles 10 de febrero del 2016.
Osmar Gonzáles Alvarado.
Osmar Gonzáles Alvarado.
La pregunta es actual y
acuciante. El ciudadano constata día a día, especialmente en este tiempo de
campaña electoral, que la vida política carece de ideas y que, peor aún, parece
no necesitarlas. Desde los años noventa, tiempos del fujimorismo, se disoció a
la política del pensamiento, al mismo tiempo que se la degradaba
conscientemente. En consecuencia, se dio forma a una sociedad despolitizada,
iletrada, y darwinianamente competitiva.
El joven de ahora ha sido
socializado en esta atmósfera, y parece asumir como inevitable que la lucha
política sea un conjunto de engaños y de hechos mediáticos espectaculares;
siempre superficial. Pero es fundamental recordar que no siempre fue así.
En el Perú existe una rica
tradición de vinculación entre pensamiento y política. El momento más
emblemático son los años 20 del siglo pasado. José Carlos Mariátegui y Haya de
la Torre expresan esta vinculación del modo más nítido. Especialmente el
primero fue consciente de que una política preñada de pensamiento estaría cargada
de trascendencia temporal. Curiosamente, Haya de la Torre, quien también fue un
poderoso productor de ideas, buscaba deslegitimar a Mariátegui acusándolo de
ser “solo un intelectual”. (Más irónico aún es que algunos mariateguistas
repiten el anatema de Haya contra el Amauta aun en contra de sus propios
compañeros). En ambos, la producción ideológica era consustancial a sus
aspiraciones políticas. Así, unían proyección temporal, producción de discursos
generales y conocimiento preciso del momento histórico del cual derivaban sus
acciones.
Esta relación entre ideas y
política se mantuvo durante algunas décadas más. La aparición de partidos
programáticos (Democracia Cristiana, Movimiento Social Progresista, Acción
Popular, los integrantes de la llamada nueva izquierda) son expresión de ello.
Los debates de alto vuelo producidos durante la Asamblea Constituyente de 1978
son constatación relevante de esa vinculación, la misma que se fue extinguiendo
durante los años 80 y definitivamente quebrada en la década posterior. Por eso
es que volvemos a la pregunta: ¿qué nos pasó?
Ahora, al no ser relevantes
la ideología ni el programa, las discusiones de fondo pierden sentido de
tiempo, se disuelven rápidamente y, como en los talk-shows, los asomos
de argumentos pierden sustancia en el instante mismo en el que son
pronunciados. La imagen es solo una máscara superficial que no permite más que
un episódico paso por la fama, que ha suplantado a la legitimidad. El lenguaje
político se vacía de contenido, ya no se habla de clases sociales, por ejemplo,
sino de sectores según el alfabeto. En consecuencia, la política carece de
trascendencia, solo es el manejo “técnico y ascético” de información. Si no hay
tiempo futuro no se puede dar forma a un debate público, programas políticos ni
utopías razonables.
Esto también es derivación
de la lógica económica que impone sus condiciones –la ganancia, el lucro, la
mercancía–, que al final degenera en codicia incrementando los niveles de corrupción
y delincuencia. En este escenario, el prestigio deja de ser un
valor, aunque incrementa su precio: es una mercancía que se puede comprar…hasta
cierto punto, pues todavía hay bolsones de ciudadanos que se empecinan
noblemente en rechazar esta corrupción.
Los casos de plagio del
candidato César Acuña y del plan de Alianza Popular, y las tramposas
atribuciones de falsos doctorados ejemplifican muy bien la lógica
prevaleciente: se pretende revestir de prestigio trayectorias que no lo
merecen, y para eso están el dinero y la estafa. Salvo algunas excepciones, los
candidatos, presidenciales y congresales, despliegan sus estrategias de campaña
por predios que nada tienen que ver con la pedagogía cívica, la educación
ciudadana ni con la preocupación por el bien común.
En este marco, el reclamo
de Mario Vargas Llosa por una cultura humanista bajo un modelo económico que
legitima termina siendo esquizofrénico. Son conceptos antagónicos e
irreconciliables.
Generacionalmente, también
ocurre un desfase, pues aquellos que aún nutren sus ideas de doctrina,
pertenecen a otras cohortes de edad que no saben comunicarse con los jóvenes
(despolitizados e individualistas) de hoy, socializados en un mundo lleno de tecnología
que los lleva a entender la vida como un presente continuo, sin historia ni
futuro. No basta acceder al facebook, al twitter ni a otras plataformas
virtuales para comunicarse con las nuevas generaciones; son los diferentes
estilos de pensamiento, de escritura e incluso de importancia que se le asignan
a diversos temas lo que los distancia.
No son muchos los jóvenes
de hoy que, siendo parte de este universo, se preocupan por los dilemas
políticos e ideológicos. Parte de la escasez de identificación política
proviene de este aspecto: la política de ayer ni de hoy es cautivadora para los
jóvenes de la actualidad, pero son estos los que en el futuro deberán redefinir
las funciones sociales del sujeto de ideas y las formas de hacer política.
Todo lo mencionado pone al intelectual y al
político ante un conjunto de cuestiones que deberán resolver para seguir siendo
socialmente relevantes.
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