John Maynard
Keynes, primer
barón Keynes (5 de junio de 1883
– 21 de abril
de 1946) fue
un economista británico,
considerado como uno de los más influyentes del siglo XX, cuyas ideas tuvieron
una fuerte repercusión en las teorías y políticas económicas. La principal
novedad de su pensamiento radica en considerar que el sistema capitalista no tiende al pleno empleo
ni al equilibrio de los factores productivos, sino hacia un
equilibrio que solo de forma accidental coincidirá con el pleno empleo.
Keynes y sus seguidores de la posguerra
destacaron no solo el carácter ascendente de la oferta
agregada, en contraposición con la visión clásica, sino además la
inestabilidad de la demanda agregada, proveniente de los shocks
ocurridos en mercados privados, como consecuencia de los altibajos en la
confianza de los inversores. La
principal conclusión de su análisis es una apuesta por la intervención
pública directa en materia de gasto público
que permite cubrir la brecha o déficit de la demanda
agregada. Está considerado también como uno de los fundadores de la macroeconomía
moderna.
Keynes fue un personaje muy polifacético, que además de ser un
economista teórico que cambió la
consideración de la macroeconomía en el siglo XX, desempeñó también
múltiples puestos en el mundo económico, fue
profesor en la Universidad de Cambridge desde 1908,
editor del Economic Journal desde 1912, secretario de la Royal Economic Society, alto funcionario
de la Administración británica y negociador internacional en nombre de Inglaterra
en diferentes ocasiones; trabajó también en el sector empresarial, en la
dirección de inversiones de una compañía de seguros, y de asesor financiero del King's College, del Banco de Inglaterra
y del propio gobierno británico. Dentro también del mundo de la economía fue
gran aficionado a la historia económica y biógrafo de grandes
economistas. Fuera del mundo económico, durante sus estudios en la Universidad
de Cambridge se interesó por las matemáticas,
estadística,
filosofía,
literatura
y solo finalmente por la economía. Fue también director y principal accionista del Teatro de las Artes
de Cambridge y mecenas del grupo de Bloomsbury, coleccionista de pintura
moderna y bibliófilo de literatura científica.
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John Maynard Keynes, economista británico. En 1906 fue nombrado funcionario público del Home Civil Service, siendo
destinado a la Indian Office donde acumuló un profundo conocimiento del sistema
financiero indio, producto de su estancia en este departamento escribió en 1913
Moneda y finanzas en la India. Después de considerar decepcionante su
trabajo en esta oficina, renunció a su puesto en junio de 1908, para trabajar
en la Universidad de Cambridge en teoría de probabilidades. En 1909 consiguió
una plaza de profesor en la cátedra de Pigou de esta universidad. En 1911 fue
nombrado editor de la revista económica Economics Journal y durante los
años 1913-14 fue miembro de la Royal Commission on Indian Finance and Currency.
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LA TEORÍA GENERAL DE KEYNES A SUS 80 AÑOS.
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Robert Skidelsky.
Sábado 27 de febrero del 2016.
En
1935, John Maynard Keynes escribió a George Bernard Shaw: “Creo estar
escribiendo un libro sobre teoría económica que revolucionará en gran medida –
supongo que no enseguida, pero sí en el curso de los próximos diez años – el
modo de pensar del mundo acerca de los problemas económicos”. Y, de hecho, la
obra más destacada de Keynes, La teoría general del empleo, el interés y el
dinero, publicada en febrero de 1936, transformó la economía y la formulación
de políticas económicas. Ochenta años más tarde planteo la siguiente pregunta:
¿Se mantiene aún viva la teoría de Keynes?
Dos
elementos del legado de Keynes parecen estar asegurados. En primer lugar,
Keynes inventó la macroeconomía – la teoría de la producción en su conjunto.
Denominó a su teoría con la palabra “general” para distinguirla de la teoría
pre-keynesiana, que asumía un nivel único de producción – el pleno empleo.
Al
mostrar cómo la economía podría permanecer atrapada en un equilibrio de
“subempleo”, Keynes desafió la idea central de la economía ortodoxa de su
tiempo: que indicaba que los mercados de todas las materias primas,
incluyéndose entre ellas a la mano de obra, se equilibran de forma simultánea y
automática mediante los precios. Además, el desafío planteado por Keynes
implicó una nueva dimensión para la formulación de políticas: los gobiernos
pueden tener la necesidad de incurrir en déficits para mantener el pleno
empleo.
Las
ecuaciones agregadas que sustentan la “teoría general” de Keynes aún están
ampliamente presentes en los libros de texto de economía y dan forma a la
política macroeconómica. Incluso aquellos que insisten que las economías de
mercado gravitan hacia el pleno empleo se ven obligados a defender su posición
dentro del marco teórico que Keynes creó. Los banqueros de los bancos centrales
ajustan las tasas de interés para garantizar un equilibrio entre la demanda
total y la oferta total, ya que gracias a Keynes, se sabe que el equilibrio
podría no producirse de manera automática.
El
segundo gran legado de Keynes es la noción de que los gobiernos pueden y deben
prevenir las depresiones. La aceptación generalizada de este punto de vista se
puede ver en la diferencia entre la fuerte respuesta en la forma de políticas al
colapso ocurrido durante el período 2008-2009 y la reacción pasiva que se dio
ante la Gran Depresión de 1929-1932. Tal como el premio Nobel Robert Lucas,
quien es contrario a Keynes, admitió en el año 2008: “Supongo que en la
trinchera todo el mundo es keynesiano”.
Habiendo
dicho esto, se debe indicar que la teoría del equilibrio del “subempleo” de
Keynes ya no es aceptada por la mayoría de los economistas y formuladores de
políticas. La crisis financiera mundial del año 2008 lo confirma. El colapso
desacreditó la versión más extrema del enfoque que señala que la economía se
autoajusta óptimamente; sin embargo, no restauró el prestigio del enfoque
keynesiano.
Sin
lugar a dudas, fueron las medidas keynesianas las que detuvieron el
desplazamiento a la baja de la economía mundial. Sin embargo, también cargaron
a los gobiernos con grandes déficits, que pronto llegaron a ser vistos como
obstáculos para la recuperación – lo contrario de lo que Keynes enseñó. Ya que
el desempleo aún era elevado, los gobiernos volvieron a la ortodoxia
pre-keynesiana, recortando el gasto para reducir sus déficits – y socavaron la
recuperación económica en el proceso.
Hay
tres razones principales para este retroceso. En primer lugar, nunca se
invalidó completamente la creencia en el poder que tienen los precios dentro de
una economía capitalista para equilibrar el mercado laboral. Por lo tanto, la
mayoría de los economistas llegaron a considerar que la persistencia del
desempleo era una circunstancia extraordinaria que surge sólo cuando las cosas
van muy mal, y que ciertamente no es el estado normal de las economías de
mercado. El rechazo al concepto de incertidumbre radical de Keynes se
encontraba en el corazón de esta reversión hacia el pensamiento pre-keynesiano.
En segundo lugar, las políticas keynesianas de posguerra sobre la “gestión de
la demanda”, a las cuales se otorgó el mérito de haber producido el gran auge
posterior al año 1945, se encontraron con problemas de inflación a finales de
la década de 1960. Alertados sobre el empeoramiento del trueque entre inflación
y desempleo, los formuladores de políticas keynesianos trataron de sostener el
auge a través de la política de ingresos – controlar los costos salariales
mediante la firma de acuerdos nacionales con los sindicatos.
A partir de la década de 1960 hasta finales de la década de 1970, se intentó aplicar esta política de ingresos en muchos países. A lo sumo, se lograron éxitos temporales, pero las políticas siempre fallaron. Milton Friedman proporciona una razón que cuadraba con el creciente desencanto respecto a los controles de precios y salarios, y que reafirmó el punto de vista pre-keynesiano sobre cómo funcionan las economías de mercado. La inflación, dijo Friedman, sobrevino debido a los intentos de los gobiernos keynesianos por obligar a reducir el desempleo por debajo de su tasa “natural”. La clave para recuperar la estabilidad de los precios fue abandonar el compromiso de pleno empleo, debilitar a los sindicatos, y desregular el sistema financiero.
Y, de esta forma renació la vieja ortodoxia. El objetivo de pleno empleo fue sustituido por un objetivo de inflación, el desempleo fue dejado a que por sí solo busque su tasa “natural”, fuera la que fuese. Con este equipo de navegación defectuoso los políticos tuvieron que navegar a todo vapor para enfrentar a los témpanos del año 2008.
La última razón para que el keynesianismo caiga de su pedestal fue el desplazamiento ideológico hacia la derecha que comenzó con la primer ministro británica Margaret Thatcher y el presidente estadounidense Ronald Reagan. Este desplazamiento se debió más a la hostilidad existente hacia el Estado agrandado que surgió después de la Segunda Guerra Mundial y menos al rechazo de las políticas keynesianas propiamente dichas. La política fiscal keynesiana quedó atrapada en fuego cruzado, ya que muchos en la derecha la condenaron como una manifestación de la “excesiva” intervención del gobierno en la economía.
Dos reflexiones finales sugieren un papel renovado, aunque más modesto, para la economía keynesiana. Para la ortodoxia pre-2008, un shock aún mayor que el colapso per se fue la revelación del poder corrupto del sistema financiero y el grado en que los gobiernos posteriores al colapso permitieron que sus políticas sean redactadas por los banqueros. Controlar los mercados financieros en favor de los intereses de la justicia social y el pleno empleo se asienta directamente en la tradición keynesiana.
En
segundo lugar, para las nuevas generaciones de estudiantes, la relevancia de
Keynes puede situarse en menor magnitud en sus remedios específicos para el
desempleo en comparación con la mayor prominencia que pudiese tener la crítica
de Keynes a su profesión en cuando a modelados construidos sobre la base de
supuestos irreales. Los estudiantes de economía deseosos de escapar del mundo
esquelético de agentes optimizadores hacia un mundo de seres humanos plenos e
integrales que se sitúan dentro de sus historias, culturas e instituciones se
darán cuenta que la economía de Keynes es inherentemente comprensiva de dichos
deseos. Esa es la razón por la que espero que Keynes tenga presencia viva
dentro de 20 años, cuando se cumpla el centenario de la Teoría General, y que,
posteriormente, se mantenga por mucho tiempo más. Project
Syndicate. Traducción de Rocío L. Barrientos. -
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