AMÉRICA LATINA RENACE LA ESPERANZA DE UNA NUEVA
INTEGRACIÓN DEMOCRÁTICA Y NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES PROGRESISTAS EN NUESTRA
AMÉRICA, LA PATRIA GRANDE.- Nuevamente consideramos necesarios – dado el carácter
multipolar – del sistema mundo actual – ante la crisis de la Unipolaridad
global, producto de la gran crisis
económico-financiera del 2008,(La crisis de la burbuja inmobiliaria o de
las hipotecas subprime) aún no recuperada – y el surgimiento político –
básicamente – de la Multipolaridad mundial (Multilateralismo global) y
nuevos ejes regionales, así como el proceso de
forja y construcción de “los dos” Nuevos
Orden Mundial – dentro de la misma política neoliberal mundial, la
hegemonía del capital corporativo global (Occidente
Estados Unidos y Unión Europea y Oriente
Chino-ruso-indo-iraní) -, hoy en lo fundamental encontramos: desde una mirada local-mundial –
tomando en consideración las políticas
del proteccionismo nacionalista del Presidente Trump en Estados Unidos, la
crisis de la Unión Europea, el Brexit,
el rápido ascenso político de la ultra-derecha nacionalista y la profundización
de la crisis económico-financiera, el Estado Islámico y la crisis migratoria, el
avance del terrorismo, las consecuentes políticas xenofóbicas, así como la
acentuación de los procesos independentistas regionales, – nos presentan, un panorama incierto y generalizado (crisis y Decadencia de Occidente)
en sí, crisis geopolítica de la
globalización neoliberal, (la muerte
de la globalización neoliberal, causada por sus propios actores
económico-financieros y protagonistas políticos
de ultraderecha y proteccionismo nacionalista.)
Una nueva mirada hacia América latina, realidad compleja, turbulenta y multipolar, una vez más nos brinda, está presente, estamos en el escenario – ante el evidente fracaso político de las burguesías empresariales-neoliberales – crisis absoluta de la llamada “Democracia Empresarial” – en las principales economías del continente: México, Brasil, Argentina, Chile, impuestas por políticas de la propia “marca” neoliberal, los reajustes económicos, la corrupción, la concentración de la riqueza en la élites empresarial-financieras-exportadoras – hoy tenemos, un escenario de escenarios marcados fuertemente por las clases y la lucha de clases y como resultado de su propia estructura – va surgiendo el Nuevo Poder Local Popular – Una Nueva Sociedad Civil Latinoamericana, La Ciudadanía Política, trabaja, se organiza y lucha, desde sus propias raíces y fuentes históricas, patrimoniales, de la Democracia Asociacionista – trabajo, participación, obras comunales, fiestas populares, derechos sociales, bienestar social, formas de resistencia cultural, etc. -, forja una vez más un Nuevo Liderazgo Comunitario, huella y firma de la cultura y de la Identidad cultural local - y renace la esperanza, compromiso político histórico, construir alternativas primero, el de trabajar por una Integración Democrática Continental de Nuestra América y segundo desde el pensamiento crítico, mirando fuertemente, el actual panorama continental las condiciones a mediano y largo plazo del resurgimiento – en condiciones totalmente diferentes liberados absolutamente del veneno neoliberal de la corrupción que ha destruido temporalmente a muchos de los movimientos y sus dirigentes, por ello ratificamos en “condiciones diferentes”, un panorama, atacado profundamente a la imposición y violencia, pero, también dinámico y alternativo, realidad de la mayor Desigualdad Económico-social-laboral del mundo, pero acendrado en la vida cotidiana, con la población continental más joven del globo, la insurgencia de los Movimientos Democráticos, Progresistas de la Nueva Izquierda Latinoamericana, Democrática, Ciudadana, Participativa, Sustentable, en Nuestra América, la Patria Grande. Pablo Raúl. Presentamos un Comentario el día Sábado 4 de marzo del 2017. Situación actual que aún es más violenta, compleja y turbulenta, y ratifica la mirada local-continental desde el pensamiento crítico latinoamericano.
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LA DISYUNTIVA DE AMÉRICA
LATINA Y EL CARIBE: UNIDAD O POSTRACIÓN.
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Roberto
M. Yepe*.
ALAI
jueves 11 de mayo del 2017.
ALAI
AMLATINA, 11/05/2017.- Vivimos una
época caracterizada por la aceleración de los cambios económicos, sociales y
políticos a nivel global, en la que asombrosos y prometedores avances científicos y tecnológicos coexisten
con una desigualdad indignante y la permanente amenaza del fin de la vida
civilizada en el planeta, ya sea como resultado de un súbito apocalipsis nuclear
o de un gradual pero inexorable cambio climático con efectos catastróficos y
cuya existencia es cada vez más innegable.
Las nuevas tecnologías y los medios de
comunicación pueden servir tanto para empoderar como para someter más a los pueblos y a los individuos. Vastas
porciones de la población latinoamericana y caribeña, carentes de una adecuada
educación que promueva el pensamiento dignificante y emancipador, son víctimas
cotidianas del totalitarismo mediático alienante y promotor de un modo de vista
materialista y hedonista a ultranza.
Pese a los significativos avances
alcanzados por los gobiernos
revolucionarios y reformistas anti-neoliberales durante las dos últimas
décadas, América Latina y el Caribe
sigue siendo la región más desigual del mundo y la pobreza sobrepasa
bochornosamente los 175 millones de habitantes. La reciente involución en esta
materia es notoria en países de gran peso a nivel continental. Una gran mayoría
de la población latinoamericana y caribeña tampoco puede ejercer el derecho básico
de acceder a servicios de salud integrales y de calidad.
El orden internacional basado en una
sola superpotencia parecería estar dando paso a una configuración más amplia y
diversificada de centros de poder. Este proceso de restructuración del poder mundial
agudiza las contradicciones y las disputas entre las principales potencias,
conformando un contexto que presenta tanto oportunidades como renovadas
amenazas para nuestra región, pero los países latinoamericanos y caribeños son
más espectadores que actores en este reordenamiento del sistema de relaciones
internacionales, dadas sus graves limitaciones en los más diversos recursos de
poder nacional.
A corto y mediano plazo, los Estados Unidos seguirán siendo la única
nación con capacidad para desplegar su poderío de manera efectiva a escala
global y de manera multidimensional. A su superioridad militar suman una
supremacía sin paralelo en los ámbitos ideológico y cultural que representa un
bastión fundamental y cada vez más importante para el sostenimiento, la
reproducción y la recreación de su hegemonía sobre los países de América Latina y el Caribe. En todas
las corrientes de pensamiento existentes dentro del establishment de política
exterior de los Estados Unidos se
considera como indispensable y se da por sentado el mantenimiento de la
hegemonía de ese país en el continente americano.
La intensificación de las relaciones
con potencias extra-continentales es de gran importancia estratégica en sí
misma y contribuye a contrarrestar y erosionar gradualmente dicha hegemonía que
se pretende perpetuar y que ya ha durado demasiado. No obstante, es preciso
tener conciencia de que esos nexos, en situaciones límites, no constituirán una
garantía frente a la agresión imperial. Para los Estados Unidos, América Latina y el Caribe es y seguirá siendo su
“patio trasero”. En cambio, para otras grandes potencias en ascenso,
nuestra región es muy importante, pero no representa una zona geográfica vital.
La seguridad de los países latinoamericanos y caribeños solo puede garantizarse
con sistemas de defensa nacional multidimensionales, asimétricos y con un
profundo arraigo popular.
Los
gobiernos populares de la región enfrentan la renovada
agresión de los enemigos de siempre de la justicia social: el imperialismo y
las oligarquías criollas cada vez más divorciadas de cualquier proyecto
nacional o de alcance latinoamericano.
La situación anteriormente descrita
plantea, como nunca antes, la necesidad de que las fuerzas políticas y sociales
patrióticas y anti-hegemónicas de América
Latina y el Caribe emprendan un proceso acelerado de unión emancipadora,
estableciendo como una meta estratégica explícita la unificación política y la
constitución de un polo de poder internacional propio. La actual coyuntura
internacional y su probable evolución en las próximas décadas demandan que los
esfuerzos unitarios pasen decididamente de lo declarativo a las acciones
concretas.
La constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC) fue posible gracias a la coincidencia temporal de una
pléyade de líderes extraordinarios al frente de una masa crítica de gobiernos
de nuestra región. Como tal, representa un espacio multilateral que debe ser
defendido y fortalecido, y que pudiera ser el germen de una construcción
institucional unitaria mucho más ambiciosa, que fomente el establecimiento de
relaciones estratégicas de mutuo beneficio y en pie de igualdad con el resto
del mundo.
El Sistema Interamericano, con su
núcleo en la infame Organización de
Estados Americanos (OEA), es incompatible con el proceso de unidad regional
y tendría que ser reconstituido desde sus cimientos. Si bien está en el interés
de América Latina y el Caribe contar con un régimen jurídico-institucional
multilateral que en alguna medida contribuya a contrarrestar la propensión de
los Estados Unidos a actuar de manera unilateral y violentando el derecho
internacional, dicho marco regulatorio tendría que ser reconstituido sobre
bases radicalmente diferentes y respetuosas de la soberanía de los países
latinoamericanos y caribeños, así como no tener su sede en Washington.
Por su parte, corresponde a la Alianza Bolivariana para las Pueblos de
Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) profundizar
su actuación como la punta de lanza de la unidad latinoamericana y caribeña,
avanzando al máximo en la medida de las posibilidades de sus Estados miembros y
logrando resultados que sirvan de ejemplo e incentivo al resto de los pueblos
de la región.
Se requiere así de un proceso
unificador que se apoye en el acervo de esfuerzos concertaciones e integracionistas
construidos hasta el presente y en el trabajo de los expertos técnicos
comprometidos políticamente con la unidad regional, pero libre de visiones y
vicios tecnocráticos que solo retardarían los avances y resultados que los
pueblos latinoamericanos y caribeños demandan, cada vez con más urgencia.
De esta manera, el proceso unitario
debería convertirse en el eje movilizador para acometer proyectos y acciones
concretas en los ámbitos económico, social, político y cultural con la
finalidad de construir una gran nación latinoamericana y caribeña respetada por
el resto del mundo, con un Estado de nuevo tipo -que ya se vislumbra en algunas
de nuestras naciones- firmemente apoyado en el conjunto de las fuerzas políticas
y sociales patrióticas de la región, defensor de la soberanía, articulador del
desarrollo económico con justicia social, protector de los recursos naturales y
de la sostenibilidad ambiental, y promotor permanente de la fortaleza cultural
y de la profundización del poder popular como garantías de defensa últimas
frente a la agresión imperialista y de sus aliados oligárquicos. Solo de esa
manera se podrá impedir la consumación del designio hegemónico de la élite
gobernante estadounidense.
Por separado, los Estados
latinoamericanos y caribeños estarán condenados a la irrelevancia y el
sometimiento en un mundo cada vez más dominado por potencias gigantes armadas
hasta los dientes y sedientas de esferas de influencia y recursos naturales. Es
la hora de abrir, definitivamente, la época del supra-nacionalismo y de la
constitución de un polo de poder propio en América Latina y el Caribe, por el
bien de nuestros pueblos y del equilibrio del mundo. Iniciemos la “época dichosa de nuestra
regeneración” con la que soñaba Bolívar en su Carta de Jamaica.
* Roberto M. Yepe
Coordinador académico de la Red Cubana
de Investigaciones sobre Relaciones Internacionales. (RedInt).
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