El
Triunfo del sr. Trump en Estados Unidos – y primero su triunfo como Outsiders
político en el propio partido Republicano -, el
triunfo del Brexit en Inglaterra –el abandono del Reino Unido de la Unión
Europea, así como el avance peligroso de la extrema derecha en Francia, Grecia, Holanda, tiene para nosotros dos
fundamentos centrales: el fracaso de la globalización que atenta contra
los derechos fundamentales de la clase
trabajadora y pone en serio riesgo de crisis a la clase media tradicional y tampoco está en condiciones de ofrecer
mejores condiciones de trabajo – profesionales – a la nueva clase media emergente, todos ellos, son víctimas directa de
la terrible e incontrolable Desocupación.
Y una segunda realidad, fría, violenta y proceso de descomposición
institucional es la CORRUPCIÓN como
ha logrado atrapar, capturar la Política, la Representación
Política, los Partidos Políticos y en sí ha destruido a la propia “clase
política”. El Ciudadano “medio”, el
Ciudadano de a pie, ha logrado establecer una relación profunda entre la política, el político y la corrupción,
proceso que lo conduce inexorablemente hacia su propia destrucción. Estas dos
realidades, sumadas a otras como el Desempleo, el Terrorismo, la crisis económica, los procesos independentistas
(separatistas) la crisis migratoria, transformada en crisis Humanitaria, ha
producido un escenario sumamente complejo, múltiple, turbulento – agitan además
las políticas xenofóbicas y homofóbicas – La
Unión Europea, no solo está produciendo una Crisis de Legitimidad Política –inestabilidad, violencia, desempleo, xenofobia muy
radical –genera que encontremos un escenario continental donde la globalización neoliberal, se “juega el
tiempo suplementario”, su crisis estructural es evidente – principalmente lo
está liquidando el crecimiento astronómico e incontrolable de la Desigualdad Económico Social laboral,
política, sistematizando dialécticamente esta realidad nos enseña que el
proceso de Bancarrota
de Occidente es evidente, pero principalmente de la Unión Europea.
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Emmanuel Macrón el nuevo Presidente de Francia, elegido ampliamente en la Segunda Vuelta electoral. Él representa la candidatura de los sin partido. Su movimkiento En MARCHA solo es electoral coyuntural y los viejos y tradicionales partidos fueron enterrados políticamente. Quién votó a favor de Macron y quienes defendieron la candidatura hasta el final de la sra. Le Pen. Ambos candidatos originan "un terremoto político" - anti-sistema. NO, pero sí con ideas y programas que cuestionan el sistema vigente, liquidan el sistema político actual, fracasado de principio a fin, hoy en crisis estructrural profunda. La crisis de Legitimidad Política es evidente y ello se manifiesta en la crisis de la Democracia, inestabilidad política, profundo descontento de la clase obrera, sindicalizada, cuestionan en todos los niveles y desde todos los "angulos" de la Política.
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UNA CRISIS DE LEGITIMIDAD POLÍTICA.
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Ignacio Escañuela Romana.
Rebelión martes 16 de mayo del 2017.
Algo está pasando y da la impresión de que no hay
voluntad, ni ideas, de dar una respuesta a los problemas de fondo. Lo que
sucede es evidente: hay una profunda
crisis de legitimidad en los sistemas de democracia liberal. Los sistemas
en los que el principio democrático se ejerce a través de un principio liberal de legitimidad, en el
sentido en que Rawls lo expone. Es
decir, el uso del poder, aunque sea expresión democrática, debería ejercerse en
un modo que podría ser aceptado por todos los ciudadanos/as en el uso de la
razón.
Sin embargo, elección tras elección ganan
relevancia las opciones políticas ajenas a los sistemas ideológicos y de
partido que eran tradición. Y lo hacen en medio de una división cada vez más
profundas. Trump triunfa, en gran
parte contra el propio partido republicano. Los candidatos en Francia que han alcanzado la segunda
vuelta han representado a un nuevo partido, o a uno que recuerda poderosamente
al discurso fascista clásico. El Brexit
se elige en contra de los discursos oficiales de los grandes partidos. En Holanda el Partido de la Libertad, en Grecia Amanecer Dorado. Y un largo
etcétera. Hay un lugar común que reúne a propuestas ideológicas enfrentadas: una especie de populismo, o apelación
directa al pueblo, en contra de los privilegiados, del poder político y
económico, que habrían perjudicado al ciudadano medio. Una identidad entre gobernantes actuales y corrupción, que daña a
todas las instituciones. Un discurso que ha venido para quedarse: pero tiene
difícil encaje en un sistema que busca el consenso potencial de todas las
personas.
¿Por qué
esta transformación?. ¿Cuáles son las fuerzas profundas, en el sentido
en que las buscaban Renouvin y Duroselle?. ¿Cuáles son los grandes movimientos
ideológicos, demográficos, sociales o tecnológicos que expliquen el cambio?. A
menudo se apela a la crisis de 2008, pero lo cierto es que se da un aire de
familia anterior. Trump recuerda a
Berlusconi y Ross Perot, y, por lo tanto, al recurso a millonarios que,
como grandes gestores privados de fortunas, podrían hacer milagros en la
política. Y continúa, sobre todo, con la tendencia a evitar el discurso
ideológico. El Brexit no parece
tampoco algo nuevo, sino la reafirmación de un discurso nacionalista de
tradición en el RU y otros países. Le Pen pertenece a un partido cuyas
opciones son las que más recuerdan al fascismo. El discurso antisistema parece
ya una tradición.
Quiero dar énfasis a uno de los elementos que une a
todos los nuevos populismos. Una característica común del nuevo discurso político
es el ultranacionalismo. Se defiende que los Estados retomen el control de su
moneda y de las herramientas arancelarias que sean necesarias para promover el
bienestar. Se culpa a la globalización de la pérdida de empleos y del aumento
de la desigualdad. Posiblemente ningún otro proyecto haya dado tantos votos a Trump como el programa proteccionista:
para defender a la industria norteamericana y promover así los empleos. Le Pen ha defendido, incluso, la
existencia de dos monedas, como instrumento para recuperar la soberanía
económica. El Brexit es justamento eso.
La
globalización es un factor negativo para los consensos sociales. No lo es en
su conjunto: la teoría económica indica que el comercio internacional aumenta
la capacidad de crecimiento y mejora el bienestar de los países. El proteccionismo es, en general,
dañino. Pero sí lo es en relación con los mercados financieros internacionales.
La evolución en las últimas décadas ha quitado soberanía a los Estados para
colocarla en los mercados de capitales. Ha desprovisto de valor a los votos
democráticos, transfiriendo, de hecho, las decisiones a los grandes fondos de
capital. La sensación de impotencia conduce directamente al populismo. Que no
es la cura, pero sí el síntoma.
Desde los
años 70 del siglo XX los Estados han tomado decisiones en dos sentidos: una furiosa
desregulación de los mercados de capitales y una pérdida de toda capacidad de
ordenación y control internacional, y coordinación efectiva entre países. El
problema, pues, estriba en que se han desregulado los movimientos financieros internacionales, mientras se desmontaba
dese 1971 toda la arquitectura de Bretton Woods que hubiera podido servir
para dar una política internacional coordinada. El FMI ha quedado, apenas, como una instancia internacional de apoyo
financiero, condicionado a la ejecución de políticas pro-cíclicas, contra toda
la teoría económica. Políticas que efectivamente, en nombre de la confianza, empeoran una y otra vez las
recesiones de economías nacionales y provocan mayor pobreza.
Los mercados
financieros son todas las transacciones cuyo objeto es sólo el
dinero, desde acciones, a bonos, divisas, y un largo etcétera. Los principales
Estados desmantelaron todo el control de esos capitales. La revolución
informática y de las telecomunicaciones interconectó en tiempo real a todas las
personas y lugares del mundo que participan. El resultado es que los grandes
fondos y fortunas pueden poner en serios problemas a cualquier país, tanto más
cuanto más pequeño sea. Pero es tal su volumen, que cada vez quedan menos
Estados cuyas economías sean lo suficientemente grandes como para ejercer
intervenciones eficaces.
Estas
transacciones internacionales pueden apostar en contra de cualquier divisa,
provocando costosas depreciaciones, o bien fuertes subidas de los tipos de
interés y recesiones. Pueden restringir la financiación de la deuda pública,
forzando al país a adoptar políticas fiscales recesivas que aseguren el pago de
intereses, pero produzcan depresiones económicas. Crisis latinoamericana de 1994, crisis asiática de 1997, crisis zona
euro desde 2009, etc. A lo que se añade la existencia de paraísos fiscales
que privan a los países de una importante capacidad fiscal, y les impiden
desarrollar una política fiscal racional.
El problema
es que los votantes pueden expresar su preferencia por una política
económica determinada y ver como esas estructuras de poder financiero cambian
sus decisiones. Esto mina la democracia porque resta legitimidad. Es, sin duda,
uno de los elementos centrales de la crisis política. ¿Soluciones?. Diseñar y establecer un sistema internacional
coordinado que evitase que los mercados puedan desencadenar las crisis que
afectan a los Estados y que estableciese un sistema de prohibiciones efectivas
a los paraísos fiscales. Este proyecto debería de ir entrando en las diferentes opciones
ideológicas, porque sólo así (condición necesaria, aunque no suficiente), puede
restablecerse el consenso.
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