sábado, 9 de septiembre de 2017

HISTORIA DEL MOVIMIENTO OBRERO MUNDIAL. SACCO Y VANZETTI DOS REVOLUCIONARIOS ANTE LA SILLA ELÉCTRICA.

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SACCO Y VANZETTI: LA FUERZA DE LA TRADICIÓN OBRERA. UN DÍA HISTÓRICO PARA LA LUCHA POLÍTICA DE LOS PROLETARIOS DEL MUNDO.- Hace 90 años eran electrocutados SACCO Y VANZETTI, culpables de un crimen nunca cometido y por tanto, imposible de probar. Después de 50 años, reconocieron su inocencia. Ayer como hoy un símbolo del internacionalismo de la tradición obrera. El 15 de abril del año 1920 tuvo lugar un robo cuidadosamente planeado y despiadadamente ejecutado en la localidad de South Braintree Massachusetts. En el curso de este robo fueron muertos por los bandidos, un pagador y un guardia de la empresa. Posteriormente dos hombres NICOLA SACCO, obrero zapatero y BARTOLOMEO VANZETTI ex panadero y peón en un horno de ladrillos y en ese momento vendedor ambulante de pescado, fueron detenido acusados de haber cometido este robo y doble asesinato. De acuerdo con las Leyes del Estado de Massachusetts, se escuchan las peticiones y se interponen los recursos antes de que el Juez dicte sentencia en el caso. En el caso Sacco y Vanzetti, esos recursos, peticiones y mociones se extendieron a lo largo de más de siete años. El día 9 de abril de 1927, el Juez que entendía la causa, condenó a muerte a los dos hombres y ordenó que esa sentencia fuera ejecutada el día 10 de julio de 1927. Sin embargo, por distintas causas, la ejecución de esa sentencia fue postergada hasta el día 23 de agosto de 1927.

Nicola Sacco (n. 22 de abril de 1891) y Bartolomeo Vanzetti (n. 11 de junio de 1888) emigraron a Estados Unidos con 17 y 20 años respectivamente. Ambos provenientes de Italia y seguidores del anarquista Luigi Galleani (anarquista italiano, promotor de sabotajes y atentados en Estados Unidos).
El polémico e injusto proceso judicial y el trágico final de estos hombres no puede entenderse por fuera del contexto mundial. Cuando fueron detenidos, hacía poco que había concluido la Primera Guerra Mundial. Trajo una atmósfera saturada, y fomentada por las potencias imperialistas, de odio y xenofobia contra los extranjeros en general y contra los militantes anarquistas, comunistas o socialistas, en particular. La Revolución Rusa hacía poco más de tres años que había triunfado y había una gran moral en la clase obrera mundial. La burguesía tenía pánico por el “terror rojo” y la justicia obrera. Prueba de esto fue que días antes de la detención de Sacco y Vanzetti, fue encontrado el cadáver del militante anarquista Andrea Salsedo, destrozado e irreconocible, en la acera del edificio del Ministerio de Justicia, en Nueva York.
Como recordaba A. Felicani, amigo íntimo de Vanzetti, al ser detenidos junto con Nicola, sin poner ningún tipo de resistencia, las primeras preguntas policiales no fueron relativas al supuesto delito sino a sus filiaciones políticas: “¿son ustedes socialistas? ¿Son comunistas? ¿Son anarquistas?” demostraron el estado de ánimo de los burgueses y sus chacales protectores del capital.
El fiscal y el juez Webster Thayer –a cargo del proceso- totalmente impregnados de la atmósfera xenófoba y anti-obrera, fueron acusados reiteradas veces que sus sentimientos antiinmigrantes y anti-anarquistas predispusieran al jurado y la sentencia final: culpables del robo y los asesinatos, condenados a la silla eléctrica, en la Casa de la Muerte de la prisión del Estado de Massachusetts.
El proceso mismo fue cuestionado, las pistas del crimen eran que los asaltantes “tenían aspecto de italianos". Los testigos incluso no pudieron reconocerlos. Antiguos compañeros de trabajo de Sacco y Vanzetti fueron a declararon que a uno lo vieron trabajando y al otro en la embajada tramitando un nuevo pasaporte, el mismo funcionario de la embajada declaró la veracidad de ese hecho. Pero no bastó. Estaban condenados por ser trabajadores, por ser pobres –como dijo Sacco en su sentencia final.

Un grito sin fronteras.

Los trabajadores sabían que todo era una mentira, que esos dos hijos del pueblo eran inocentes, como también lo habían sido los mártires de Chicago. Su crimen era pelear por un mundo mejor y gritarlo a los cuatro vientos, negarse a pelear en la Primera Guerra Mundial y huir a México. A decir de Sacco en una de sus declaraciones “trabajé junto a judíos, irlandeses y alemanes y por todos ellos siento afecto ¿por qué pues había de combatir contra ellos? la guerra fue desatada por capitalistas ávidos de ganancias”. Por eso, muchos trabajadores del mundo salieron a las calles a conseguir la justicia que no podían esperar de las instituciones burguesas.
Miles se manifestaron, marcharon, protestaron y armaron Comités Pro Sacco y Vanzetti no sólo en Nueva York, Boston, Chicago, San Francisco, sino también en Londres, París, Buenos Aires y África del Sur.
El 9 de agosto de 1927 en Chicago la huelga general es seguida por 16.000 obreros. En Nueva York, por 150 mil personas, según la policía. En Montevideo, Uruguay la huelga de 24 horas fue multitudinaria, al igual que en Asunción, Paraguay. En Argentina también, miles de trabajadores fueron reprimidos por manifestarse, pidiendo justicia para Sacco y Vanzetti. En la noche de su ejecución, miles se manifestaron en Charlestown, en la Casa de la Muerte, pero fueron mantenidos lejos de la prisión por una multitud de policías. Fueron arrestados varios manifestantes. Había ametralladoras en las azoteas y grandes reflectores barriendo la escena. Una gran muchedumbre se congregó en Union Square el 23 de agosto de 1927. Pero el escarmiento final había llegado.
Cincuenta años después, en 1977, en un increíble acto de cinismo, el gobernador de Massachusetts se excusó públicamente por las graves fallas cometidas durante el proceso a Sacco y Vanzetti, y proclamó su total y absoluta inocencia y pidió disculpas, salvando el” buen nombre y honor de los mártires”. Demasiado tarde para Nicola y Bartolomeo. Pero también demasiado tarde para los chacales y sus protegidos: Sacco y Vanzetti ya eran una bandera.
Como se ve, más allá de las pruebas y contrapruebas, defensas y contra defensas, lo que más dilató el final de estos valientes luchadores fueron las grandes movilizaciones internacionales de la clase obrera, que sin embargo no lograron evitar el final, pero marcaron un antes y un después en la conciencia y tradición del movimiento obrero.
Nos quedan sus cartas y mensajes como el de Sacco para su hijo: “[...] recuerda siempre Dante, que en el juego de la felicidad no tienes que usarlo para ti solo, sino mirar un paso detrás de ti, ayudar a los mas débiles que piden ayuda, ayudar a los perseguidos, a las víctimas que son tus mejores amigos. Son los camaradas que luchan y caen, como cayeron ayer tu padre y Bartolo, por la conquista de la alegría, de la libertad para todos y para los trabajadores pobres. En esta lucha por la vida encontrarás amor y serás amado”.

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Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti anarquistas, italianos, migrantes hacia Estados Unidos, fueron acusados de un crimen jamás cometido. Murieron electrocutados. Mártires de la Clase obrera Mundial al igual que los Mártires de Chicago y la lucha por las 8 Horas de Trabajo.
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HISTORIA DEL MOVIMIENTO OBRERO MUNDIAL.
SACCO Y VANZETTI DOS REVOLUCIONARIOS ANTE LA SILLA ELÉCTRICA.
Se cumplen el 90 Aniversario de la ejecución de los dos inmigrantes Anarquistas en Estados Unidos.
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Enric Llopis.

Rebelión viernes 8 de setiembre del 2017.

En el verano de 1919 explotó una bomba frente a la casa de A. Mitchell Palmer, ministro de Justicia de los Estados Unidos. Sólo seis meses después Palmer comenzó su embestida contra los inmigrantes que residían en este país. Para ello, recuerda el historiador y activista libertario Howard Zinn en “La Otra historia de los Estados Unidos” (Las Otras Voces, 1997), se apoyó en la legislación aprobada por el Congreso al final de la Primera Guerra Mundial. En diciembre de 1919, fueron deportados a su país de origen –la Rusia soviética- 249 inmigrantes. Muchos otros corrieron la misma suerte. Un año después 4.000 personas fueron detenidas y expulsadas tras pasar por juicios secretos. En Boston, el Ministerio de Justicia y la Policía Local practicaron 600 detenciones, después de redadas en hogares particulares y centros de reunión. Otro ejemplo citado por Zinn es el de Andrea Salsedo, impresor anarquista arrestado en 1920 por el FBI en el edificio Park Row de Nueva York; su cadáver apareció destrozado en la acera. Según la versión oficial, se trataba de un suicidio: Salsedo se habría supuestamente arrojado por la ventana del piso decimocuarto. 

El presente año se cumple el 90 aniversario de la ejecución de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, extranjeros en Estados Unidos y militantes anarquistas. Fueron amigos de Andrea Salsedo. Tras el juicio, la condena y pasar siete años en prisión acusados de atraco a mano armada y asesinato, Sacco y Vanzetti fueron ajusticiados por electrocución el 23 de agosto de 1927, en Massachusetts. El caso trascendió a otros países, pero los jueces, la fiscalía y el jurado no atendieron a las protestas en Estados Unidos (Boston, Chicago, Nueva York o San Francisco) ni en otros países (París, Londres, Argentina, Suecia o Sudáfrica); tampoco a huelgas y disturbios; ni a los recursos y apelaciones ante la Corte Suprema de Massachusetts y la Corte Suprema de los Estados Unidos. “Tanto las anotaciones del juicio como las circunstancias que lo envolvieron indican que Sacco y Vanzetti fueron condenados a muerte por ser anarquistas y extranjeros”, explica Zinn. El juez Thayer estuvo a cargo del proceso que, en 1921, sin las debidas garantías les sentenció. Sobre sus afinidades, Howard Zinn revela unas palabras con las que se refirió a Saco y Vanzetti en una conversación privada: “Esos anarquistas mal nacidos”.





La Primera Guerra Mundial había terminado sólo dos años antes. 

“Ellos habían protestado contra la guerra, se habían negado al reclutamiento y vieron cómo crecía la histeria contra los radicales”, añade Zinn en el libro “A Power Governments Cannot Suppress” y reproducido por el periódico La Jornada. La noche de la ejecución se manifestaron miles de personas en Charlestown; un enorme contingente policial los mantuvo alejados de la prisión, recuerda el historiador fallecido en 2010. “Fueron arrestados muchos manifestantes; las ametralladoras estaban emplazadas en las azoteas y los reflectores barrían el escenario”.

Pero hubo una historia previa. Cuando Bartolomeo Vanzetti abandonó Italia rumbo a Estados Unidos, estaba pensando en arribar a la tierra de promisión. Llegó, al igual que Sacco, en 1908, y en este país los dos abrazaron La Idea. La emigración tenía en el caso de Vanzetti un componente de fuga y liberación personal. En el libro “Sacco & Vanzetti. El enemigo extranjero” (Txalaparta, 1999), el periodista y escritor alemán Helmut Ortner explica que Vanzetti huía de “una fétida panadería y de la autoridad omnipotente de su padre”. Recorrió durante dos días Francia en ferrocarril y decidió embarcarse en el Puerto de Le Havre (Normandía), añade el periodista, a partir de los escritos del militante anarquista. El viaje por mar rumbo a Estados Unidos duró una semana, “en unas condiciones a bordo catastróficas; la carencia de instalaciones higiénicas y un estado de ánimo tenso desembocaban –no raramente- en agresiones”. Vanzetti viajaba hacinado con otros refugiados en la sección de entrecubiertas. Todos con el deseo de llegar a la patria de la libertad.

El libro de Ortner atiende a los pormenores de la estancia de Bartolomeo Vanzetti en Nueva York; pronto halló un trabajo como pastelero en un restaurante de Broadway, en el que sólo permaneció ocho meses. El siguiente empleo fue en la cocina de un hotel en la Séptima Avenida, del que le despidieron a los cinco meses. El inmigrante anarquista conoció las Empresas de Trabajo Temporal (ETT) de la época. Estas agencias actuaban de acuerdo con los jefes de cocina (compartían comisiones), de manera que a estos les interesaba no interrumpir el flujo de despidos y nuevas contrataciones.

Vanzetti se marchó de Nueva York, donde había conocido la realidad de la supuesta tierra prometida: los pobres dormían en los portales, y por la mañana revolvían los cajones de basura (“buscaban una hoja de repollo o alguna patata podrida”). Pasó cinco meses sin poder trabajar, hasta que encontró empleo en la construcción de una línea de ferrocarril, en Springfield (Massachussets); allí laboraba entre 10 y 12 horas al día. También trababajó en el sector de la construcción, en varias fábricas, en el carbón, vendiendo pescado o como cortador de hielo.

En el caso de Nicola Sacco, ya en Estados Unidos quiso aprender un oficio cualificado: sus conocimientos de mecánica –adquiridos en Italia- servían de muy poco. Se apuntó, por 50 dólares, a un curso de acabador de calzados que durante tres meses impartía la Milford Shoe Company. Fue un trimestre en el que no percibía un salario. Terminada la etapa formativa, la empresa le contrató, de modo que empezó a cobrar entre 60 y 70 dólares semanales. Participaba además en un curso de inglés, al que estaban obligados todos los trabajadores extranjeros de la compañía, en la que permaneció siete años. “Sus lecturas se limitaban a los periódicos y a los obligatorios panfletos anarquistas; era más un hombre de acción; participaba en discusiones políticas en círculos anarquistas, y tomaba parte en fiestas y actos de la colonia italiana”, recuerda el libro “Sacco & Vanzetti. El enemigo extranjero”.




El centro anarquista del que formaba parte en 1913 llevaba, por razones de seguridad, la denominación de “círculo social”. Allí Nicola Sacco contribuía a la organización de asambleas, repartía panfletos y recababa dinero entre los inmigrantes italianos. En 1916 resultó detenido en una asamblea y, junto a otros militantes, multado, con la coartada institucional de que no pidieron un permiso previo. Según Helmut Ortner, “estos permisos oficiales eran subterfugios para controlar ‘desagradables’ actividades políticas”. El escritor y periodista entrecomilla, en el libro de Txalaparta, algunas expresiones con las que la Administración y la ciudadanía norteamericana calificaban a los anarquistas: “agitadores maldecidos por Dios” o bien “hombres sin Dios ni ley”.

Poco antes que la ejecución en la silla eléctrica, a los 36 años, Sacco le escribió a su hijo Dante: “Ayuda al perseguido y a la víctima pues son tus mejores amigos…En esta lucha de la vida, encontrarás más. Ama y serás amado”. A pesar de estas palabras, concluye el escritor germano, desde hacía medio siglo “el anarquismo era el espectro terrorífico de todos los estadounidenses ‘íntegros y amantes de la libertad’”. Defendían consignas revolucionarias, apelaban a la huelga y el conflicto con el patrón; “todo aquel que guardaba simpatía por estas ideas era rápidamente registrado, detenido, perseguido o deportado a su país de origen”, explica Ortner. Lo corrobora Bartolomeo Vanzetti en sus escritos, cuando se refiere al “linchamiento periodístico” que siguió a su detención y la de Sacco, la noche del cinco de mayo de 1920. Los periódicos de Boston y Cap Code amanecieron con primeras planas espectaculares: “Se arrestó anoche a los bandidos de Braintree”.

Diferentes editoriales han publicado la vida, alegatos y cartas de Sacco y Vanzetti, por ejemplo la argentina Anarres o Ediciones Antorcha. Incluyen un texto de Aldino Felicani (“Cómo se urdió la trama”), amigo de Vanzetti y también proletario e inmigrante italiano en Estados Unidos; Felicani no sólo compartía militancia anarquista con los ejecutados, sino que participó de modo muy activo en el Comité de Defensa de Sacco y Vanzetti. Calificó el proceso contra los dos anarquistas como “un acto de intimidación” hacia las fuerzas progresistas. El texto no sólo analiza el modo en que se realizaron las identificaciones (“sin precedentes en los anales judiciales”), el proceso a Vanzetti ante el tribunal de Plymouth (el rol del fiscal de distrito, y la cuestión de los cartuchos); el proceso contra Sacco en el tribunal de East Norfolk y el que se desarrolló ante el Tribunal Superior de Dedham, que les declaró culpables el 14 de julio de 1921. El obrero inmigrante recuerda algunas de las preguntas que las autoridades judiciales y policiales plantearon a Sacco y Vanzetti: “¿Son ustedes socialistas? ¿Son comunistas? ¿Son anarquistas?”

Tipógrafo conocido como “Il Murator”, Aldino Felicani conoció a Vanzetti en Boston, y juntos proyectaron el lanzamiento de un periódico con el título de Cara Compagna. En “Cómo se urdió la trama” resalta la importancia que tuvo en los hechos A. Mitchell Palmer, ministro de Wilson, cuyo departamento pagaba a los periódicos para que insertaran determinados artículos. El fin era soliviantar a los ciudadanos contra “extranjeros” e “izquierdistas”. Menciona asimismo un escrito de la época (“El delirio de la deportación en 1920”) sobre el “reinado del terror” en Estados Unidos, que siguió a la Primera Guerra Mundial. “Millares de inocentes fueron sometidos a todo tipo de persecuciones y malos tratos; los derechos constitucionales fueron pisoteados”, afirma. En el 90 aniversario, aún resuenan las palabras de Sacco ante la audiencia de Dedham, iniciada en mayo de 1921: “Llega un día en que se necesita un poco más de pan y cuando (la madre) logra que el hijo lo traiga como producto del trabajo del muchacho, vienen los Rockefeller, los Morgan o alguna gente de esta laya, de las clases dirigentes, y los envían a la guerra”.

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