Londres 1864. La
Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) -conocida hoy como I
Internacional- fue
fundada exactamente hace 153 años, en 1864, en Saint-Martin´s Hall en Londres
por un Congreso obrero europeo convocado por los sindicatos ingleses. El Consejo Central elegido en aquella
ocasión pidió a Karl Marx redactar su Llamamiento inaugural, discurso y
documento fundador del movimiento obrero moderno. Texto que concluye con la
célebre fórmula: “La emancipación de los
trabajadores será obra de los trabajadores mismos”. Las corrientes libertarias, en particular proudhonianas,
formaron parte de la AIT desde el
principio, y sus relaciones con los socialistas marxistas no fueron solo
conflictivas. Entre los partidarios de
Marx y los representantes de la
izquierda del proudhonismo, como Eugéne Varlin y sus amigos, se llevaron a
cabo algunas convergencias contra los
proudhonianos más de derechas, partidarios del “mutualismo”, proyecto
económico fundado en “intercambio igual” entre pequeños propietarios. En 1868, en el Congreso de Bruselas de la AIT, la alianza de estas dos corrientes
condujo a la adopción -bajo la égida del
militante libertario belga César de Paepe- de un programa “colectivista”,
es decir que defendía la propiedad
colectiva de los medios de producción: la tierra, los bosques, las minas,
los medios de transporte y las máquinas /1. Retrospectivamente,
la resolución sobre los bosques aparece como una de las más actuales: Años más tarde los anarquistas -
libertarios, proudhonianos, colectivistas - salieron del seno de la
Internacional y fundaron sus “propia
internacional libertaria, anarquista” o “internacional negra”, por el papel
divisionista que desarrollaron en el Movimiento Internacional.
/////
Por la Internacional. El heroísmo de los Comuneros: "la clase obrera era capaz de tomar el cielo por asalto". Carlos marx.
El Himno de la Internacional y de los Trabajadores del mundo, escrito, cantado en los días gloriosos de La Comuna de París, (marzo a mayo) de 1871, tiempo histórico y político, cuando el proletariado francés toma el Poder, el gobierno de Francia ante la traición de las clases dominantes y su entrega del país al imperio de Prusia.
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LA INDISPENSABLE
RECONSTRUCCIÓN DE LA INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES Y DE LOS PUEBLOS.
A 150 años de la Publicación
del Primer Tomo de El Capital de Carlos
Marx.
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Samir Amin.
ALAINET.
Miércoles 20 de setiembre el 2017.
1.- El sistema instaurado desde hace una
treintena de años se caracteriza por la extrema centralización del poder en
todas sus dimensiones, locales e internacionales, económicas, políticas y
militares, sociales y culturales.
Unas cuantas miles
de empresas gigantescas y algunos centenares de entidades financieras, asociados en alianzas cartelizadas, han
reducido los sistemas productivos nacionales y globalizados a la condición de
subcontratados.
De esta manera, las oligarquías financieras acaparan una parte creciente del producto
del trabajo y de la empresa, convertido en renta para su exclusivo beneficio.
Una vez domesticados los principales partidos
políticos tradicionales de “derecha” y
de “izquierda”, los sindicatos y las organizaciones de la llamada sociedad
civil, estas oligarquías ejercen ahora un poder político absoluto y el clero mediático a su servicio fabrica
la desinformación necesaria para despolitizar las opiniones públicas.
Las
oligarquías han suprimido el alcance antiguo del
pluripartidismo y lo han sustituido prácticamente por un régimen de partido único del capital monopolista. Privada de
sentido, la democracia
representativa pierde su legitimidad.
Este sistema del capitalismo tardío contemporáneo,
perfectamente cerrado, cumple los criterios del “totalitarismo” que, sin embargo, bien se cuidan muchos de
aplicárselo.
Un
totalitarismo que de momento todavía es “blando”, pero que siempre está dispuesto a recurrir a la violencia
extrema cuando las víctimas – la mayoría de trabajadores y pueblos –, con su
posible revuelta, llegan a cuestionarlo.
Las
transformaciones múltiples asociadas a este llamado proceso de “modernización” deben valorarse a la
luz de la evolución principal caracterizada en las líneas precedentes.
Así sucede con los grandes desafíos ecológicos (en particular la cuestión del cambio climático), a los que el
capitalismo no es capaz de responder (y el acuerdo de París en torno a este problema no es más que arena lanzada a los
ojos de las opiniones ingenuas), del mismo modo que los avances científicos y las innovaciones tecnológicas (la
informática, entre otras) están estrictamente sometidos a las exigencias de
rentabilidad financiera que deben reportar a los monopolios.
El elogio de
la competitividad y de la libertad de los mercados, que los medios de comunicación sumisos
califican de garantes de la expansión de las libertades y de la eficacia de las
intervenciones de la sociedad civil,
constituye un discurso que se halla en las antípodas de la realidad, animada
por los conflictos violentos entre fracciones de las oligarquías dominantes y
reducida a los efectos destructivos de su gobernanza.
2.- En su
dimensión planetaria, el capitalismo contemporáneo sigue
actuando con la misma lógica imperialista que ha caracterizado todas las etapas
de su despliegue globalizado (la
colonización del siglo XIX constituyó una forma evidente de globalización).
La
“globalización” contemporánea no es ninguna excepción a esta regla: se trata de
una forma nueva
de globalización imperialista y no de
otra cosa. Este término comodín, sin calificativo, oculta la gran realidad: el
despliegue de estrategias sistemáticas
desarrolladas por las potencias imperialistas históricas (Estados Unidos, países de Europa occidental y central, Japón), encaminadas al
objetivo de saquear los recursos naturales del Gran Sur y explotar sus fuerzas de trabajo de acuerdo con las
exigencias de la deslocalización y la subcontratación. Dichas potencias
pretenden conservar su “privilegio
histórico” e impedir que todas las demás naciones abandonen su condición de
periferias dominadas.
La historia
del siglo pasado fue precisamente la de la revuelta de los pueblos
de las periferias del sistema mundial, comprometidos con la desconexión
socialista o con las formas atenuadas de la liberación nacional, que
actualmente se hallan en compás de espera.
De ahí que
la recolonización en curso, privada de legitimidad, no deje de
ser frágil. Por esta razón, las
potencias imperialistas históricas de la tríada han instaurado un sistema
de control militar colectivo del
planeta, dirigido por Estados Unidos.
La pertenencia a la OTAN,
indisociable de la construcción europea, al igual que la militarización de
Japón, traducen esta exigencia del nuevo imperialismo colectivo que ha tomado el relevo de los imperialismos nacionales
(de Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón,
Alemania, Francia y algunos más), antaño enfrentados en conflicto
permanente y violento.
En estas
condiciones, la construcción de un frente internacionalista de los trabajadores
y de los pueblos de todo el planeta debería constituir el eje principal del
combate frente al desafío que representa el despliegue capitalista imperialista
contemporáneo.
3.- Frente
al desafío definido en los apartados precedentes, la magnitud
de las insuficiencias de las luchas protagonizadas por las víctimas del sistema
es apabullante.
Los puntos débiles de estas respuestas populares
son de naturaleza diversa y las clasificaré bajo las rúbricas siguientes:
(a) La
extrema dispersión de las luchas, del plano local al mundial, siempre específicas,
circunscritas a lugares y ámbitos particulares (ecología, derechos de las
mujeres, servicios sociales, reivindicaciones comunitarias, etc.). Las
escasas campañas de alcance nacional o siquiera mundial apenas han obtenido
éxitos significativos que hayan comportado un cambio de las políticas aplicadas
por los poderes; y muchas de estas luchas han sido absorbidas por el sistema y
alimentan la ilusión de la posibilidad de reformarlo.
El periodo, sin embargo, se caracteriza por una fuerte aceleración de
procesos de proletarización generalizados: casi la totalidad de las poblaciones de los centros están
sujetas ya a la condición de trabajadores asalariados vendedores de su fuerza
de trabajo, la industrialización de regiones del Sur ha dado pie a la constitución
de proletariados obreros y de clases
medias asalariadas, al tiempo que los campesinados
están plenamente integrados en el sistema mercantil.
No obstante, las estrategias políticas aplicadas
por los poderes han logrado dispersar a este gigantesco proletariado en fracciones diferenciadas, a menudo
enfrentadas entre sí. Es preciso superar esta contradicción.
(b) Los
pueblos de la tríada han renunciado a la solidaridad internacionalista
antiimperialista, sustituida en el mejor de los casos por campañas “humanitarias” y programas de “ayuda” controlados por el capital
monopolista.
Las fuerzas políticas europeas herederas de las
tradiciones de izquierda se adhieren de este modo, en gran medida, a la visión
imperialista de la globalización.
(c) Una nueva
ideología de derechas ha obtenido la adhesión de los pueblos.
En el Norte se ha abandonado el tema central de la
lucha de clases anticapitalista – que ha quedado reducido a su expresión más
parcelaria – en beneficio de una pretendida redefinición de la “cultura social de izquierda”,
comunitarista, que separa la defensa de derechos particulares del combate
general contra el capitalismo.
En algunos países del Sur, la tradición de las luchas que asociaban el
combate antiimperialista con el progreso social ha cedido el puesto a ilusiones
retrógradas y reaccionarias de expresión pararreligiosa
o pseudoétnica.
En otros países del Sur, los logros de la aceleración del crecimiento
económico en el transcurso de los últimos decenios alimentan la ilusión de que
es posible construir un capitalismo
nacional “desarrollado”, capaz de imponer su participación activa en la
configuración de la globalización.
Dr. Samir Amin, reconocido y prestigiado Eonomista Egipcio-francés, Marxista, es hoy uno de los grandes pensadores del Socialismo Científico. Sus aportes intelectuales constituyen hoy una rica "biblioteca marxista" en la lucha que sugiere por la Formación de una "Nueva" Internacional de Trabajadores y de los Pueblos, como mecanismo de defensa, como herramienta de lucha política ante la crisis del capitalismo.
***
4.- El
poder de las oligarquías del imperialismo contemporáneo parece indestructible,
en los países de la tríada e incluso a escala mundial (el “fin de la historia”). La opinión pública
acepta su disfraz de “democracia de
mercado” y lo prefiere a su adversario del pasado – el socialismo
–, denigrado con los calificativos más odiosos (autocracias criminales, nacionalistas, totalitarias, etc.). Sin
embargo, este sistema no es viable por muchas razones:
(a) El
sistema capitalista contemporáneo se muestra “abierto” a la crítica y la
reforma, inventivo y flexible. Empiezan a manifestarse voces que pretenden poner
fin a los abusos de sus finanzas incontroladas y a las concomitantes políticas
de austeridad permanente, para de este modo “salvar el capitalismo”.
Claro que estos llamamientos no tendrán respuesta:
las prácticas actuales están al servicio de los intereses de las oligarquías de la tríada – los únicos
que cuentan –, a las que garantizan el crecimiento continuo de su riqueza a
pesar del estancamiento económico en que se halla la tríada.
(b) El
subsistema europeo es parte integrante de la globalización imperialista. Fue
concebido dentro de un espíritu reaccionario, anti-socialista, pro-imperialista, sometido a la dirección militar
de Estados Unidos. Alemania ejerce
en él la hegemonía, en particular en el marco de la zona del euro y en la
Europa oriental anexionada como lo está América Latina por Estados Unidos. La “Europa alemana” sirve a los
intereses nacionalistas de la oligarquía germana, expresados con arrogancia,
como se ha visto en la crisis griega.
Esta Europa
no es viable y su implosión ya ha comenzado.
(c) La
paralización del crecimiento en los países de la tríada contrasta
con su aceleración en las regiones del Sur que han sabido sacar provecho de la globalización. Se ha concluido con
excesiva precipitación que el capitalismo está vivo, pero que su centro de
gravedad se desplaza de los viejos países del Occidente atlántico hacia el Gran Sur, especialmente el asiático.
En realidad, los obstáculos a la continuación de
este proceso correctivo de la historia
están llamados a adquirir cada vez más amplitud en la violencia de su
movilización, por medio, entre otras cosas, de agresiones militares. Las
potencias imperialistas no están dispuestas a permitir que un país cualquiera
de la periferia – grande o pequeño – se libere de su dominación.
(d) Las
devastaciones ecológicas, necesariamente asociadas a la expansión
capitalista, vienen a reforzar los motivos por lo que este sistema no es
viable.
El momento actual es el del “otoño del capitalismo”, sin que este se vea intensificado por
el advenimiento de la “primavera de los pueblos”
y de la perspectiva socialista. La posibilidad de amplias reformas
progresistas del capitalismo en su estadio actual no es más que una ilusión. No hay otra alternativa que la que haría
posible un repunte de la izquierda radical internacionalista, capaz de
implementar, y no solo de imaginar, avances socialistas.
Hay que
salir del capitalismo en crisis sistémica y no intentar la imposible salida de
esta crisis del capitalismo.
En una
primera hipótesis, no parece que nada decisivo vaya a afectar a la
adhesión de los pueblos de la tríada
a su opción imperialista, particularmente en Europa.
Las víctimas del sistema seguirán siendo incapaces
de concebir al abandono de los caminos trillados del “proyecto europeo”, la desconstrucción necesaria de este proyecto,
indispensable paso previo a su reconstrucción posterior con una visión
distinta.
Las experiencias de Syriza, de Podemos, de Francia
Insumisa, las vacilaciones de Die Linke y otras formaciones son una muestra de
la amplitud y la complejidad del desafío.
La acusación fácil de “nacionalismo” lanzada contra los críticos de Europa no se
sostiene. El proyecto europeo se reduce cada vez más visiblemente al del
nacionalismo burgués de Alemania.
No hay alternativa, en Europa
ni en todas partes, a la implementación paso a paso de proyectos nacionales populares y democráticos (no burgueses, sino
anti-burgueses) que procedan a la desconexión de la globalización imperialista. Es preciso deconstruir la
centralización a ultranza de la riqueza y del poder asociado al sistema
imperante.
En esta hipótesis, lo más probable será un remake
del siglo XX: avances emprendidos exclusivamente en algunas periferias del
sistema.
Claro que entonces hay que ser conscientes de que
estos avances serán frágiles, como lo han sido los del pasado, y por esa misma
razón – a saber, la guerra permanente
que los centros imperialistas han lidiado contra ellos – se caracterizarán
por sus limitaciones y derivas. *En
cambio, la hipótesis de una progresión de la perspectiva del internacionalismo
de los trabajadores y de los pueblos abriría la vía a otras evoluciones, necesarias
y posibles.*
La primera
de estas vías es la de la “decadencia de la civilización”. Esta implica que nadie controla el devenir de los
acontecimientos, que se abren camino por la mera “fuerza de las cosas”. En nuestra época, teniendo en cuenta el potencial
destructivo de que disponen los poderes (destrucciones ecológicas y militares),
el riesgo – denunciado por Marx en su
momento – de que los combates destruyan a todos los bandos enfrentados es
real.
La segunda vía, en cambio, exige la intervención lúcida
y organizada del frente internacionalista de los trabajadores y los pueblos.
5.- La
puesta en marcha de la construcción de una nueva Internacional de los
trabajadores y los pueblos debería constituir el objetivo principal de la
labor de los mejores militantes convencidos del carácter odioso y abocado al
fracaso del sistema capitalista imperialista mundial.
La
responsabilidad es enorme y la tarea exigirá años de esfuerzo
antes de dar resultados tangibles. Por mi parte planteo las siguientes
propuestas:
(a) El
objetivo es crear una Organización (la nueva Internacional) y no simplemente un
“movimiento”. Esto implica que debemos ir más allá de la
concepción de un foro de debates. Implica asimismo que se calibren debidamente
las insuficiencias asociadas a la idea, todavía dominante, de “movimientos” pretendidamente
horizontales, hostiles a las llamadas organizaciones verticales, so pretexto de
que estas últimas son por su propia naturaleza antidemocráticas. La organización nace de la acción que segrega por
sí misma los círculos “dirigentes”. Estos últimos pueden aspirar a dominar e
incluso manipular a los movimientos, pero también cabe protegerse frente a este
peligro mediante unos estatutos
apropiados. Un tema a debatir.
(b) Hay que estudiar en serio la experiencia de
la historia de las Internacionales obreras, por mucho que se piense que
forman parte del pasado. No para “escoger” un modelo entre ellas, sino para inventar la forma más apropiada en las
condiciones actuales.
(c) La invitación debe dirigirse a un buen
número de partidos y organizaciones en lucha. Conviene crear lo antes
posible un comité encargado de la puesta en marcha del proyecto.
(d) No he
querido sobrecargar este texto, pero me remito a textos complementarios (en
francés e inglés):
i) un texto fundamental sobre la unidad y la diversidad en la historia
moderna de los movimientos socialistas;
ii) un texto relativo a la implosión del proyecto europeo;
iii) varios textos relativos a la audacia requerida
en la perspectiva del relanzamiento de las izquierdas radicales, a la lectura de Marx, a la nueva
cuestión agraria, a las lecciones de Octubre
de 1917 y la del maoísmo, así como al necesario relanzamiento de
proyectos nacionales populares.
Artículo
publicado en el boletín Nº 11 del Grupo de Trabajo de CLACSO “Crisis y Economía
Mundial”.
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