“EL SALARIO DEL MIEDO. Estados Unidos habría
jugado una segunda carta para colocar en situación desventajosa a México: la asimetría salarial
disfrazada bajo el título de “justicia
laboral”. Según los reportes de prensa, a regañadientes de México Lighthizer logró meter en las
conversaciones un “salario mínimo
equiparable” para los trabajadores de Norteamérica. Pero, las autoridades y los
empresarios mexicanos se niegan a revisar el piso salarial; lo consideran una
“política interna”.
“Según Jerry Dias, presidente de Unifor, uno de los sindicatos
más influyentes de Canadá, no se puede tener un acuerdo trilateral “donde
el salario mínimo de México es de 0,90
dólares la hora; no podemos tener un acuerdo por debajo de cuatro dólares la hora”. Un documento
del Colegio de México ilustra el
diferencial salarial entre los países del TLCAN:
en 2016, en la industria automotriz por cada dólar la hora que ganó un
trabajador mexicano en las empresas armadoras, un estadounidense ganó 9,1 dólares y un canadiense 8,4. En la
industria de partes automotrices la brecha fue mayor: de 11,8 y 12,8 dólares, respectivamente. “Si cae la renegociación, será por culpa de México”, dijo Dias”.
“Es
previsible que en la mesa de negociaciones Estados Unidos y Canadá presionarán a México con los convenios
pactados con la Organización Mundial de
Comercio, firmados por el ex presidente Felipe Calderón en 2012 para
ingresar al frustrado Acuerdo
Transpacífico de Asociación Económica. En particular el Convenio 98, conocido como convenio de sindicalización y negociación colectiva, que protege la libertad
de afiliación sindical y prohíbe los llamados “contratos de protección” tan
comunes en México, de sindicatos
que aceptan limitar las garantías de los contratos laborales para favorecer la
causa patronal a cambio de sobornos. En México, el
98 por ciento de las empresas maquiladoras carecen de sindicatos, al igual que
las armadoras de automóviles de reciente llegada. Asimismo, en ninguna de las
firmas de tercerización existentes en el país existe la
posibilidad de sindicalizarse, lo que viola la ley federal del trabajo vigente”.
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MÉXICO: EL FLAUTISTA DE
WASHINGTON.
Peña Nieto a merced de Trump en la Renegociación del TLCAN.
*****
Carlos
Fazio.
Brecha
(Uruguay).
Lunes
4 de setiembre del 2017.
La multipublicitada
renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Canadá,
Estados Unidos y México emerge en la coyuntura como una tragicomedia en la que
un bravucón y volátil TRUMP está resuelto a imponer sus condiciones mientras
que su par mexicano responde con entrega y mansedumbre.
Aunque el contenido de las conversaciones entre Canadá, Estados Unidos y México para la
renegociación del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés) permanecerá
secreto durante al menos cuatro años luego de una eventual entrada en vigor, ya
se puede entrever que las recién iniciadas conversaciones entre las partes
serán posicionales y asimétricas.
Posicionales, porque el presidente estadounidense, Donald Trump, puso a México como adversario a derrotar y a quien
demandará concesiones sin querer ceder en nada. Canadá se cuece aparte. Y
asimétricas, porque las economías que participan en la renegociación tienen
distintos tamaños que juegan al momento de determinar qué entra o no al debate.
Lo que genera aún mayor complejidad es que la
renegociación del tratado tiene un alto contenido político y también un aspecto
mediático, lo cual presentará contradictorios picos de exacerbación y tirantez,
dadas las características personales de Trump.
En su inmensa mayoría, los expertos y comentaristas mexicanos ven las
conversaciones sobre el TLCAN como
un problema técnico-económico; Trump
las ve como un asunto político.
Fiel a su estilo bravucón y pendenciero, desde su campaña electoral, con la bandera “Estados Unidos primero”, Trump impuso
su agenda a los gobiernos de Canadá y México bajo el falaz argumento de que o
bien se renegociaba el “peor tratado”
suscrito por Estados Unidos en su
historia o Washington se salía de este. Ya desde el despacho oval, y por
decisión autoritaria, el jefe de la Casa Blanca elevó a sus contrapartes un
pliego petitorio en función de los intereses de las corporaciones de su país.
En virtud de la asimetría entre las partes, Trump quiere todo para Estados Unidos y sus empresas, y para sus
“socios” prácticamente nada, una lógica suma cero.
En el caso mexicano, bajo presión y a la defensiva,
sin estrategia ni alternativa propias, un
pusilánime Enrique Peña Nieto respondió atándose a la mesa de negociaciones,
aceptando acabar cuanto antes (en febrero o marzo de 2018) el proceso de “modernización” o “actualización” de un
acuerdo que, de concluir, derivará sin duda en una mayor dependencia y pérdida
de soberanía nacional del eslabón más débil de esa “sociedad de amigos” conformada hace 23 años en Norteamérica,
concebida como un espacio geopolítico bajo el paraguas militar del Pentágono y
el control económico-financiero de las corporaciones trasnacionales e
instituciones bancarias con casa matriz en Estados Unidos.
Colisión automotriz.
Después de meses de bravatas de Trump y de un febril cabildeo por parte
de corporaciones industriales de su país, el 16 de agosto inició en Washington
la primera ronda de conversaciones trilaterales.
De entrada, el representante de
Comercio de la Casa Blanca, Robert Lighthizer, alabó la agenda económica
proteccionista de Trump y advirtió
que el TLCAN “ha fallado a muchos
estadounidenses y necesita mejoras importantes, no sólo un simple retoque o
actualización”, como proponen Canadá y México. Dijo que el tratado ha generado
a su país un enorme déficit comercial, el cierre de empresas y la pérdida de
700 mil empleos.
Trump mismo ha
señalado que, desde la firma del TLCAN
en 1994, el déficit de la balanza comercial de Estados Unidos con México
pasó de un excedente de 1.300 millones de dólares a un déficit anual de 64.000
millones. El mandatario ha criticado la pérdida de empleos de calidad por el
cierre de fábricas que se instalaron en México para aprovechar la mano de obra
barata. La industria automotriz representa casi la totalidad de ese déficit (55
mil millones de dólares), y a México le preocupa que Washington pudiera tratar
de requerir que una cierta cuota de la manufactura se realizara dentro del territorio
estadounidense.
Otro punto clave de la renegociación tiene que ver
con las “reglas de origen”,
particularmente en automóviles y refacciones. Según la vigente en el TLCAN, cada automóvil producido en la
región de América del Norte debe contener al menos 62,5 por ciento de partes
fabricadas y producidas dentro del área, para que los tres países le otorguen
preferencia comercial; es decir, que pueda comerciarse libre de aranceles.
Según TRUMP
las “reglas de origen” del tratado
son “obsoletas” y han contribuido a
una migración de la manufactura a México.
De acuerdo con versiones periodísticas, Estados Unidos exige actualmente en las
negociaciones que aumente el contenido mínimo de piezas fabricadas en la región
hasta un 70 u 80 por ciento, con una mayor cuota de producción en Estados
Unidos.
Estados
Unidos pretende así que se establezcan reglas de origen particulares y no
comunes a todos los países miembros, algo ajeno a la ortodoxia, que ningún
acuerdo comercial ha contemplado y que México habría rechazado, según el
presidente de la Asociación de Distribuidores de Automóviles de México,
Guillermo Prieto Treviño. Y en promedio, todos los automóviles que México
exporta a Estados Unidos llevan entre 40 y 45 por ciento de piezas y
componentes estadounidenses. Pero “ellos
quieren más, quieren sacar a México de la jugada”, aseguró Prieto.
El factor chino.
Según el
columnista estadounidense Roger Jordan, citado por el influyente diario
mexicano El Financiero, el enfoque
agresivo y la dura retórica del jefe negociador de Estados Unidos, Lighthizer,
no están dirigidos principalmente a Canadá
y México, sino a sus rivales
geopolíticos y económicos: China y Alemania.
Washington ha
denunciado que México exporta a su
país productos supuestamente “hechos en
México” que no cumplen con el mínimo de producción regional de “las reglas
de origen”, sino que en cambio contienen un alto grado de componentes
producidos por empresas chinas y asiáticas, algo que favorece a las economías
de esa región.
Trump ha acusado a China de manipular su moneda y ha iniciado
investigaciones por el supuesto dumping
de acero en el mercado estadounidense. Para Estados Unidos las negociaciones del TLCAN son la oportunidad de asentar en su principal tratado de
libre comercio las cláusulas y normas que luego implementará en futuros
tratados con China, que representa
una amenaza mucho más importante para su economía. Estados Unidos plantea además en las actuales negociaciones limitar
la posibilidad de que empresas de propiedad del Estado compren productos y servicios
de empresas chinas.
Trump y
Lighthizer esperan que el nuevo TLCAN siente las bases para la proyección del poderío económico
estadounidense en el mundo, en especial competencia con los otros dos megabloques regionales: la región
Asia-Pacífico y Europa, que se han beneficiado del tratado vía las
importaciones de bienes intermedios que realiza México.
Según Jordan, pese a los conflictos por el descarado intento de Trump de renegociar el TLCAN
en función de los intereses de las corporaciones estadounidenses, “es un hecho
que el imperialismo canadiense y la clase gobernante en México están de acuerdo
con la agenda proteccionista de Trump”,
en aras de evitar que China siga siendo
el “cuarto socio” furtivo del tratado.
El salario del miedo.
Estados
Unidos habría jugado una segunda carta para colocar en situación desventajosa
a México: la asimetría salarial
disfrazada bajo el título de “justicia
laboral”. Según los reportes de prensa, a regañadientes de México Lighthizer logró meter en las
conversaciones un “salario mínimo
equiparable” para los trabajadores de Norteamérica. Pero, las autoridades y los
empresarios mexicanos se niegan a revisar el piso salarial; lo consideran una
“política interna”.
Según Jerry Dias, presidente de Unifor, uno de los sindicatos
más influyentes de Canadá, no se puede tener un acuerdo trilateral “donde
el salario mínimo de México es de 0,90
dólares la hora; no podemos tener un acuerdo por debajo de cuatro dólares la hora”. Un documento
del Colegio de México ilustra el
diferencial salarial entre los países del TLCAN:
en 2016, en la industria automotriz por cada dólar la hora que ganó un
trabajador mexicano en las empresas armadoras, un estadounidense ganó 9,1 dólares y un canadiense 8,4. En la
industria de partes automotrices la brecha fue mayor: de 11,8 y 12,8 dólares, respectivamente. “Si cae la renegociación, será por culpa de México”, dijo Dias.
Es previsible que en la mesa de negociaciones Estados Unidos y Canadá presionarán a
México con los convenios pactados con la Organización Mundial de Comercio, firmados por el ex presidente
Felipe Calderón en 2012 para ingresar al frustrado Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica. En particular el Convenio 98, conocido como convenio de sindicalización y negociación colectiva, que protege la libertad
de afiliación sindical y prohíbe los llamados “contratos de protección” tan
comunes en México, de sindicatos
que aceptan limitar las garantías de los contratos laborales para favorecer la
causa patronal a cambio de sobornos.
En México, el 98 por
ciento de las empresas maquiladoras carecen de sindicatos, al igual que las
armadoras de automóviles de reciente llegada. Asimismo, en ninguna de las
firmas de tercerización existentes en el país existe la posibilidad de
sindicalizarse, lo que viola la ley federal del trabajo vigente.
Las Maquilas en México. Mujeres jóvenes - en su amplia mayoría - salarios que no pasan del 0.80 a 1 dólar la hora, con jornadas de 12 a 14 horas continuadas, sin sindicato y sin derechos sociales.
***
Apuros.
Pese al secretismo de las negociaciones, trascendió
que las tres partes establecieron un ambicioso calendario para que la
renegociación del TLCAN culmine a
principios del próximo año. La razón principal de ese apremio es política, y
tiene que ver con los comicios mexicanos de julio de 2018 y las elecciones de
medio mandato en Estados Unidos, de noviembre de ese año.
Según The Financial Times, los negociadores de Estados Unidos y México están preocupados, en particular, por
las encuestas que muestran al dirigente centroizquierdista
Andrés Manuel López Obrador liderando la carrera presidencial. Si las
conversaciones del TLCAN se
retrasan, los funcionarios mexicanos temen que puedan verse envueltas en la
campaña electoral. A su vez, el equipo de Robert
Lighthizer preferiría no tener que negociar con López Obrador, quien ha acusado a Trump de conducir una “campaña
de odio” contra México y “abusar” de la debilidad de Enrique Peña Nieto.
A su vez, sobre las prisas de México, el ex canciller Jorge G Castañeda –quien afirmó haber
conversado con personas bien informadas del curso de las negociaciones– dijo
que si éstas no terminan en muy corto plazo (inicios del año próximo), el
gobierno mexicano cree que Trump
será capaz de recurrir al capítulo de salida del tratado o de planear
exigencias desorbitadas que obligarían a México
a invocar la misma cláusula.
La
“contaminación” recíproca de la renegociación del TLCAN y la campaña electoral local sería otra razón para que el
gobierno mexicano acelerara el proceso. Si
gana López Obrador y su partido o alianza consigue un tercio en el Senado, podría bloquear la aprobación del tratado
renegociado. Lo mismo podría ocurrir si los
republicanos pierden su mayoría en la Cámara de Representantes o el Senado
estadounidenses. De este modo, cualquier firma protocolaria sin valor jurídico
realizada durante 2018 podría ser revertida.
Cordero de los inocentes.
El 19 de
agosto, al término de la primera ronda de conversaciones en Washington, los tres países pactaron
que América del Norte irá a “ritmo
acelerado” por un TLCAN actualizado. En su comunicado conjunto no revelaron
detalles de lo discutido, ni dieron a conocer los temas que se trataron durante
los cinco días de negociaciones.
Tres días después, en Phoenix, en
el estado de Arizona, el presidente Trump
volvió a vociferar: “Personalmente, pienso que no podremos llegar a un
acuerdo porque ambos países han tomado tanta ventaja, especialmente México, que creo que daremos por
terminado el TLCAN en algún momento.
Dije desde un principio que o renegociábamos el TLCAN o nos vamos”. El hecho es que Trump puede abandonar el tratado sin complicaciones, pues el
artículo 2205 establece que una de las partes podrá renunciar a este, seis
meses después de notificar por escrito a las otras su intención de hacerlo.
Peña Nieto sigue
mostrando mansedumbre frente al catálogo de Trump y su odio contra México.
El mandatario mexicano insiste en “modernizar”
el actual modelo de integración subordinada con Estados Unidos. Apuesta a
Norteamérica como la región más “competitiva” y “dinámica” del mundo.
Los “representantes” de México han disfrazado su parálisis negociadora con la
explicación de que “no revelarán sus estrategias, porque no se deben mostrar
las cartas a la contraparte”. Y la recomendación a los medios fue que no hay
que hacer caso a los discursos ni a los twits
de Trump, sino a lo que se dice en la mesa de negociaciones y en los
documentos oficiales. Sólo que el 24 de agosto se conoció que los tres países
firmaron un acuerdo de confidencialidad con el que pretenden evitar
filtraciones y mantener en reserva por cuatro años, a partir de la entrada en
vigor de los resultados, los documentos del
TLCAN II.
Con ese pacto de silencio en curso, el jefe de los
negociadores mexicanos, el secretario de
Economía Ildefonso Guajardo, declaró que “el gobierno cuenta con un ‘plan B’ sobre EL TLCAN. No podemos descartar que pueda haber alguna situación
donde tengamos que hacer uso de esa alternativa (…) México tiene un plan de
respaldo”.
Las expresiones de Guajardo
sobre la presunta existencia de un plan B resultaron más que novedosas y
atractivas, porque los mexicanos aún no conocen el plan A. Menos saben sobre
las presiones de Estados Unidos para
abrir un capítulo en el tratado de lo que llaman “la seguridad energética e
independencia de Norteamérica”. Trascendió que en la primera ronda no se
negociaron asuntos del sector energético. Y es que los tres gobiernos todavía
están buscando una manera de “asegurar”
que “no se modifique” la reforma energética de Peña Nieto que terminó con el monopolio de Pemex (véase Brecha
10-III-17) y abrió el mercado petrolero mexicano a extranjeros. Los países del TLCAN quieren que se “protejan” las
inversiones de los socios (como el gigante Exxon Mobil) en México, ante un
probable cambio de gobierno que podría renacionalizar el petróleo.
El canciller
mexicano, Luis Videgaray, sostuvo que las “advertencias” de Trump sobre
EL TLCAN
“son una estrategia de negociación. No hay sorpresa, porque está
negociando con su muy particular estilo. Tenemos que reaccionar con serenidad,
con cabeza fría, entender que este es un proceso de negociación. Si el
presidente Trump quisiera hacerlo
(abandonar el TLCAN), no creo que
desperdiciaría ocho meses en un proceso complejo”.
Videgaray parece no
tomar en cuenta que el jefe de la oficina oval es también volátil, mercurial y
de mecha corta, y que dado que tiene un caos en su gobierno y está herido,
necesita obtener victorias a corto plazo.
Esa situación habría moldeado su beligerante
discurso anti TLCAN en Phoenix y los
mensajes en su cuenta de Twitter del
domingo 27 de agosto, a cuatro días de que empezara la segunda ronda de
negociaciones en México.
Mexico's 'maquiladora' labor sistem Keeps workens in poverty.
***
¿Adiós a la maquiladora?
La falta de detalles específicos en México sobre los contenidos de la
primera ronda de Washington contrasta con los relatos de la prensa en Canadá y Estados Unidos sobre la
posición radical de Lighthizer,
quien representa de la manera más pura los deseos de Trump: reducir el déficit comercial a partir de la manufactura, a
través de medidas radicales aplicadas a la industria automotriz. Negociadores
canadienses dijeron al corresponsal de The
Globe and Mail de Toronto que no se puede descartar la posibilidad de que
todo el sector automotriz saliera del Tlcan. Lo que significaría el fin del
sueño del “México maquilador” en el
traspatio de Estados Unidos, papel que por cierto se le asignó en las
negociaciones del tratado en 1992,
cuando el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari prometió a los
mexicanos llevar el país al “primer
mundo”.
El TLCAN no es un simple tratado de libre comercio, sino un
documento que conlleva una entrega sin precedente de la economía nacional
mexicana. El tratado comprometió la salida del Estado de la economía, la privatización de los bienes públicos y
de los recursos de la nación, la desarticulación industrial del país y su
reconfiguración maquiladora por el capital extranjero, la desnacionalización de
la banca y de todo el sistema de pagos, incluyendo el gigantesco ahorro social
de las afores (régimen de pensiones), y la privatización y extranjerización de
todo (o casi todo) lo valioso, incluyendo el tequila y la cerveza, el petróleo
y la energía.
Cabe concluir que la “seguridad energética” que impulsa Trump es la de Estados Unidos, ya que aunque producen
10 millones de barriles diarios de petróleo, consumen 20 y quieren los
hidrocarburos mexicanos (petróleo y gas) para procesarlo y venderle a México, en el mejor de los casos, los
petrolíferos que requiere, como ocurre actualmente, y que en buena parte no se
producen aquí por una política desnacionalizada de los últimos cinco gobiernos
neoliberales.
Para
el caso de México cabría glosar ¡Estúpidos! ¡Es la energía!, y recordar que
Trump es una fiera herida que no cumple compromisos, que sólo genera
incertidumbres y que tiene una mano muy dura que le gusta usar.
Fuente: http://brecha.com.uy/
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