“En
un mundo ideal, todos deberíamos poder poner en pausa lo político hasta que la
emergencia haya pasado. Luego, cuando todo el mundo estuviera a salvo,
tendríamos un largo, meditativo e informado debate público acerca de las implicaciones para las políticas de la
crisis que acabábamos de presenciar. ¿Qué
debería implicar para el tipo de infraestructura que construimos? ¿Qué debería
implicar para el tipo de energía de la que dependemos? (Una pregunta con
tremendas consecuencias para la industria dominante en la región, a la que le
está pegando más duro el huracán: la
petrolera y la del gas). La hipervulnerabilidad a la tormenta de los
enfermos, los pobres y los de la tercera edad, ¿qué nos dice acerca del tipo de
redes de seguridad que tejemos, dado el escabroso futuro que ya aseguramos?”.
“Dado que
hay miles de desplazados, podríamos incluso discutir los innegables vínculos entre la alteración climática y la migración
–desde el Sahel a México– y
aprovechar la oportunidad para debatir la necesidad de una política de
migración que comience con la premisa de que Estados Unidos tiene una buena
parte de la responsabilidad de las principales fuerzas que sacan a millones de
sus hogares”.
“Pero
no vivimos en un mundo que permite ese tipo de debate serio y mesurado. Vivimos en
un mundo en el cual los poderes gobernantes se han mostrado demasiado
dispuestos a explotar el desvío de atención de una crisis de gran escala; y
muchos están dispuestos a usar las emergencias de vida o muerte para imponer
sus políticas más regresivas, políticas que nos llevan más por el camino
correctamente descrito como una forma de apartheid climático. Lo vimos después del huracán Katrina,
cuando los republicanos no perdieron el tiempo y promovieron un sistema de
educación completamente privatizado, debilitaron la legislación laboral y
fiscal, incrementaron las perforaciones petroleras y de gas y la industria de
la refinación, y abrieron las puertas a compañías mercenarias como Blackwater. Mike Pence fue un
artífice clave de ese proyecto inmensamente cínico y no deberíamos esperar
menos después de Harvey,
ahora que él y Trump están al mando”.
/////
ESTADOS UNIDOS: HARVEY NO
SALIÓ DE LA NADA.
*****
Naomi
Klein.
Público
martes 5 de setiembre del 2017.
Ahora es el momento de hablar sobre el cambio
climático y todas las demás injusticias sistémicas –desde realizar detenciones
e interrogatorios basados en el perfil racial hasta la austeridad económica–
que transforman desastres como Harvey en catástrofes humanas.
Busquen la cobertura mediática sobre el
huracán Harvey y las inundaciones en Houston, y oirán acerca
de cómo este tipo de lluvia no tiene precedente. Escucharán acerca de cómo
nadie lo vio venir, así que nadie se podía preparar adecuadamente.
De lo que oirán muy poco es acerca de por qué estos
eventos climáticos sin precedentes históricos ocurren con tanta regularidad,
que decir histórico ya se volvió un cliché meteorológico. En otras palabras, no
escucharás hablar mucho, si es que algo, sobre el cambio climático.
Esto, nos dicen, es porque se busca no politizar
una tragedia humana que todavía está en desarrollo, lo cual es comprensible,
pero aquí está el detalle: cada vez que hacemos como que un suceso
meteorológico nos llega de la nada, como alguna acción de Dios que nadie pudo
predecir, los reporteros toman una decisión extremadamente política. Es la
determinación de no herir sentimientos y evitar la controversia, a costa de la
verdad, por más difícil que sea. Porque la verdad es que estos eventos fueron
predichos desde hace mucho tiempo por los científicos climáticos. Los cada vez
más cálidos océanos crean tormentas más poderosas. Los cada vez más altos
niveles de los océanos implican que esas tormentas entran a sitios que antes no
alcanzaban. Las temperaturas cada vez más calientes ocasionan precipitaciones
pluviales cada vez más extremosas: largos períodos de sequía interrumpidos por
masivas tormentas de nieve o lluvia, en vez de los estables y predecibles
patrones con que la mayoría de nosotros crecimos.
Los récords que se rompen año con año –ya sea de
sequía, de tormentas, fuegos incontrolados o simplemente calor– ocurren porque
el planeta está notablemente más caliente, más que nunca desde que comenzaron a
llevarse registros. Cubrir sucesos como Harvey mientras se
ignoran esos hechos, no ofrecer una plataforma para que los científicos
climáticos puedan explicarlo con sencillez, mientras no se menciona la decisión
del presidente Donald Trump de retirarse de los acuerdos climáticos de París,
implica fracasar en el más básico deber del periodismo: ofrecer hechos
importantes y contexto relevante. Deja al público con la falsa impresión de que
estos desastres no tienen un origen, lo cual también implica que no se pudo
haber hecho algo para prevenirlos (y que no se puede hacer algo para evitar que
en el futuro sea peor).
También vale la pena señalar que la cobertura
mediática de Harvey ha estado altamente politizada desde mucho antes de que la
tormenta tocara tierra. Ha habido eternas conversaciones acerca de si Trump se
tomaba suficientemente en serio la tormenta, largas especulaciones acerca de si
este huracán será su “momento Katrina” y se han ganado puntos
políticos (con justificada razón) con el hecho de que muchos republicanos
votaron contra el apoyo a Sandy pero ahora sí atienden a Texas. Eso se llama
hacer política de un desastre –es el tipo de política partisana que está en la
zona de confort de los medios convencionales, una política que, de forma
oportunista, no toma en cuenta el hecho de que anteponer los intereses de las
empresas de combustibles fósiles a la necesidad de un decisivo control de la
contaminación es un asunto profundamente bipartisano.
En un mundo ideal, todos deberíamos poder poner en
pausa lo político hasta que la emergencia haya pasado. Luego, cuando todo el
mundo estuviera a salvo, tendríamos un largo, meditativo e informado debate
público acerca de las implicaciones para las políticas de la crisis que
acabábamos de presenciar. ¿Qué debería implicar para el tipo de infraestructura
que construimos? ¿Qué debería implicar para el tipo de energía de la que
dependemos? (Una pregunta con tremendas consecuencias para la industria
dominante en la región, a la que le está pegando más duro el huracán: la
petrolera y la del gas). La hipervulnerabilidad a la tormenta de los enfermos,
los pobres y los de la tercera edad, ¿qué nos dice acerca del tipo de redes de
seguridad que tejemos, dado el escabroso futuro que ya aseguramos?.
Dado que hay miles de desplazados, podríamos
incluso discutir los innegables vínculos entre la alteración climática y la
migración –desde el Sahel a México– y aprovechar la oportunidad para debatir la
necesidad de una política de migración que comience con la premisa de que
Estados Unidos tiene una buena parte de la responsabilidad de las principales
fuerzas que sacan a millones de sus hogares.
Pero no vivimos en un mundo que permite ese tipo de
debate serio y mesurado. Vivimos en un mundo en el cual los poderes gobernantes
se han mostrado demasiado dispuestos a explotar el desvío de atención de una
crisis de gran escala; y muchos están dispuestos a usar las emergencias de vida
o muerte para imponer sus políticas más regresivas, políticas que nos llevan
más por el camino correctamente descrito como una forma de apartheid climático.
Lo vimos después del huracán Katrina, cuando los republicanos no
perdieron el tiempo y promovieron un sistema de educación completamente
privatizado, debilitaron la legislación laboral y fiscal, incrementaron las
perforaciones petroleras y de gas y la industria de la refinación, y abrieron
las puertas a compañías mercenarias como Blackwater. Mike Pence fue un artífice
clave de ese proyecto inmensamente cínico y no deberíamos esperar menos después
de Harvey, ahora que él y Trump están al mando.
Ya vimos a Trump usar como tapadera al
huracán Harvey para lograr el muy controvertido indulto de Joe
Arpaio y una mayor militarización de las fuerzas policiales estadounidenses. Se
trata de movimientos especialmente ominosos, en el contexto de que los puestos
de control migratorios siguen operando aún con las carreteras inundadas (un
serio desincentivo para que los migrantes evacuen), así como en el contexto de
los funcionarios municipales hablando acerca de aplicar las penas máximas a los
saqueadores (vale la pena recordar que después de Katrina, varios
residentes afroestadounidenses fueron tiroteados por la policía en medio de
este tipo de retórica).
HURACÁN
KATRINA.- En EE.UU. conmemoran hoy una fecha muy triste. Hace
exactamente 12 años, el 29 de agosto de 2005, el huracán “Katrina”, uno de
los más mortíferos y destructivos en la historia meteorológica del hemisferio
occidental, arrasó la costa sureste del país. El mayor daño ocurrió en la
ciudad de Nueva Orleans (Luisiana), cuyo territorio resultó inundado en un 80
por ciento.
***
En pocas palabras, la derecha no desperdiciará el
tiempo para explotar a Harvey y ningún otro desastre como ese
para diseminar ruinosas y falsas soluciones, como la policía militarizada, más
infraestructura petrolera y de gas y sistemas privatizados. Lo cual significa
que la gente informada y a la que le importa tiene el imperativo moral de
nombrar las verdaderas raíces de esta crisis –conectar los puntos entre la
contaminación climática, el racismo sistémico, los reducidos fondos de los
servicios sociales y los excesivos fondos para la policía. También necesitamos
aprovechar el momento para proponer soluciones intersectoriales, que
dramáticamente reduzcan las emisiones mientras batallamos contra toda forma de
desigualdad e injusticia (algo que hemos intentado plantear en The
Leap y que grupos como la Alianza por la Justicia Climática han
impulsado durante mucho tiempo).
Y tiene que ocurrir ahora mismo –justo cuando los
enormes costos humanos y económicos de la inacción están en plena luz pública.
Si fracasamos, si dudamos debido a una errónea idea de lo que es apropiado
durante una crisis, dejamos la puerta abierta a que despiadados actores
exploten este desastre para obtener predecibles y perversos fines.
También es una dura verdad que la ventana para
tener estos debates es cada vez más estrecha. No tendremos ningún tipo de
debate de política pública después de que pase esta emergencia; los medios
regresarán a cubrir obsesivamente los tuits de Trump y otras intrigas
palaciegas. Así que, si bien parecería ser indecente estar hablando acerca de
las causas primordiales mientras la gente aún está atrapada en sus hogares,
este es, siendo realistas, el único momento en que tenemos la atención de los
medios como para tratar el tema del cambio climático. Vale la pena recordar que
la decisión de Trump de retirarse del acuerdo climático de París –acción que va
a repercutir a escala global durante décadas– recibió más o menos dos días de
cobertura decente. Luego regresaron a hablar de Rusia las 24 horas.
Hace poco más de un año Fort McMurray, pueblo en el
corazón del auge de petróleo de arenas bituminosas en Alberta, casi quedó
reducido a cenizas. Durante un tiempo el mundo estuvo pasmado por las imágenes
de los vehículos que iban en fila, sobre una carretera, con las llamas
acercándose por ambos lados. En aquel momento nos dijeron que era insensible y
sólo se buscaban chivos expiatorios si se hablaba acerca de cómo el cambio
climático exacerbaba fuegos incontrolables como este. Era todavía más tabú
hacer cualquier conexión entre nuestro mundo, cada vez más caliente, y la
industria que da energía a Fort McMurray, que daba empleo a la mayoría de los
desalojados y que produce una forma de petróleo particularmente alta en
carbono. El momento no era el adecuado; era el de mostrar compasión, brindar
apoyo y no hacer preguntas difíciles.
Pero, claro, ya para cuando era apropiado plantear
esos asuntos los reflectores de los medios hace mucho que se habían ido. Y hoy,
mientras Alberta intenta conseguir al menos tres nuevos oleoductos para cubrir
sus planes de incrementar la producción a partir de bituminosas, ese terrible
incendio y las lecciones que podría haber aportado casi no se mencionan.
En ello hay una lección para Houston. La ventana
para proveer un contexto significativo y sacar conclusiones importantes es
reducida. No podemos arriesgarnos a echarla a perder.
Hablar con honestidad acerca de qué fomenta esta
época de desastres seriales –incluso mientras ocurren– no falta al respeto a la
gente que está en el sitio en cuestión. De hecho, es la única manera de rendir tributo de verdad a
sus pérdidas, y nuestra última esperanza para prevenir un futuro con
incontables más víctimas.
*****
* NAOMI KLEIN es autora de Esto cambia todo: el
capitalismo contra el clima. Su nuevo libro es No, no es
suficiente: Resistir las políticas del shock de Trump y obtener el mundo que
necesitamos.
Traducción: Tania Molina Ramírez
Este
artículo fue publicado en The Intercept y La jornada.
*****
HURACÁN HARVEY:
DE DESASTRE NATURAL A CATÁSTROFE HUMANA.
*****
Amy Goodman y Denis
Moynihan.
Democracy Now
Rebelión martes 5 de
setiembre del 2017.
Esta semana, el huracán Harvey, que finalmente se
convirtió en tormenta tropical, desató sobre territorio estadounidense la furia
de un planeta en pleno calentamiento. Tras su paso por Texas, en la Costa del
Golfo de México, cientos de miles de personas fueron desplazadas o quedaron sin
hogar, miles languidecen en refugios hacinados y al menos 28 han muerto. Se
prevé que será el desastre natural más costoso de la historia del país: se
registraron las lluvias más intensas registradas hasta el momento en Estados
Unidos, que provocaron la inundación de varias ciudades, entre ellas Houston,
la cuarta ciudad más grande y más diversa del país.
Houston, la metrópolis del petróleo, alberga una
cuarta parte de las refinerías de petróleo de Estados Unidos, y la mitad, si se
tiene en cuenta toda la costa del Golfo de México. En medio de esta terrible
tormenta, las instalaciones petroquímicas se vieron obligadas a cerrar
abruptamente, por lo que emitieron toneladas de toxinas al aire. Esto afecta
fundamentalmente a las comunidades de color más pobres que viven cerca de la
zona donde históricamente se han construido las plantas.
El martes, el Presidente Donald Trump, quien se ha
encargado de vender la mentira de que el cambio climático es un engaño que
inventó China para perjudicar a la economía estadounidense, realizó una visita
predeciblemente superficial a Texas. Sin hacer mención a las víctimas, Trump
alardeó apenas aterrizó en Corpus Christi: “Qué público, cuánta gente”.
Negar el cambio climático ante la devastación provocada
por el huracán Harvey es incomprensible, ignorante e inmoral. Dado que tanto
Trump como el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, son negacionistas
del cambio climático, es importante entender los argumentos científicos.
El Dr. James Hansen se desempeñó como principal
científico de la NASA encargado de cuestiones relativas al cambio climático y
actualmente es director de Climatología, Sensibilización y Soluciones del
Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia. Hansen explicó en el programa
“Democracy Now!”:
“[El cambio climático ] ya no es motivo de discusión. Se
trata de hechos comprobados. Como consecuencia de los cambios en la composición
de la atmósfera, provocados fundamentalmente por la quema de combustibles
fósiles, el planeta se está calentando y el nivel del mar ha comenzado a
aumentar debido a que el océano se está calentando y el hielo se está
derritiendo. El volumen de vapor de agua en la atmósfera está aumentando debido
a que la atmósfera se está calentando y, por consiguiente, la cantidad de agua
que cae durante estas tormentas es mayor debido al calentamiento global
provocado por el ser humano. Las tormentas eléctricas, los tornados y las
tormentas tropicales obtienen su energía de la energía que está latente en el
vapor de agua. Estas tormentas son en gran medida el resultado de los efectos
provocados por el ser humano”. Asistimos entonces al surgimiento de tormentas
cada vez más grandes. Las lluvias son cada vez más intensas y las tormentas
cada vez más fuertes. El huracán Harvey, intensificado por el cambio climático,
tocó tierra en el epicentro de la industria petrolera de Estados Unidos.
A la inundación, de por sí muy grave, se agregan
las toxinas emitidas al aire por las refinerías de la zona. Bryan Parras,
encargado de la campaña “Beyond Dirty Fuels” de la organización Sierra Club en
Houston y cofundador de los Servicios de Defensa de Justicia Ambiental de Texas
( TEJAS , por su sigla en inglés), trabaja en comunidades de color de bajos
recursos y de clase trabajadora en Houston, donde las personas viven muy cerca
de las grandes plantas petroquímicas que emiten gases tóxicos.: “Todas las
plantas, todas las refinerías decidieron cancelar sus operaciones de golpe.
Cuando eso ocurre, generalmente se deben quemar los químicos excedentes. Y se
trata de un proceso muy contaminante. Se puede ver literalmente humo negro
flotando en el horizonte…Lamentablemente, en este proceso se emiten toneladas
de químicos cancerígenos al aire”.
La escritora
y activista Naomi Klein ha realizado desde hace mucho tiempo la
vinculación entre los desastres naturales y el oportunismo económico. Un
elemento fundamental, según la autora, es la complicidad de los medios de
comunicación. Klein dijo en el programa “Democracy
Now!”:
“Lo que no se escucha, o se escucha muy poco, es una explicación de por
qué las expresiones ‘sin precedentes’ e ‘histórico’ se han vuelto clichés
meteorológicos. Escuchamos estas palabras todo el tiempo, porque año tras año
se registra un calor sin precedentes, somos testigos de incendios forestales
sin precedentes, de sequías sin precedentes, de tormentas sin precedentes,
porque la marca es más alta cada vez”. Klein
añadió: “[En los medios] no se dice que la tormenta es una consecuencia del
cambio climático. Nadie explica qué es lo que provocó que la tormenta se
intensificara, qué provocó que lo que normalmente hubiera sido un desastre
natural se convirtiera en una catástrofe humana”.
Uno de los principales postulados actuales de la
climatología es que, si bien no todo evento climático es consecuencia del
calentamiento global, el cambio climático provocado por el ser humano está
causando eventos climáticos extremos cada vez más intensos, más frecuentes, más
costosos y más letales. Mientras la población de Texas y Louisiana sufre los
últimos días de lluvia y comienza a recuperarse, más de 1.200 personas han
muerto en grandes inundaciones en Bangladesh, India y Nepal. El planeta se está
ahogando en el negacionismo. El cambio climático es real y es necesario tomar medidas al
respecto.
© 2017 Amy
Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Mercedes Camps. Edición:
María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la
conductora de Democracy Now!, un
noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de
radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro
"Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos
extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono
Sur.
*****
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