LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA su recorrido es tan inestable como
la posición que asumen en la diferentes coyunturas
sus ACTORES principales, -sociales, políticos, económicos, culturales -,
como los poderes facticos “tradicionales”
se comportan con relación a los gobiernos
de turno y como los Ciudadanos
responden desde la SOCIEDAD CIVIL a
las coyunturas o durante todo el proceso político, cuando se tiene en los
Gobiernos las DEMOCRACIAS LIBERAL-REPRESENTATIVAS,
basadas y fundadas en lo principal en las ELECCIONES Nacionales que se realizan de acuerdo con la
Constitución. Por lo general esta Democracia
hoy mayoritaria en América Latina, es considerada como Democracia: Mediática, Novelada, y hoy en su versión Tecnocrática, como la “Democracia de
Mercado” que básicamente nos han traído las burguesías político-empresariales, neoliberales,
que vistas en su conjunto, en menos de una década en el Gobierno, hoy asisten a
serias y profundas crisis, consecuencia de ser implementadores de “viejos modelos políticos” (Las Políticas
del Consenso de Washington) fracasados y envueltos en crisis económico-políticas estructurales, sin alternativas viables,
pero sí con propuestas represivas que generan más violencia en un escenario latinoamericano, lleno de contradicciones
económico-sociales y polarizaciones políticas. Tiempos de crisis donde los
principios de la Democracia, son “demolidos”
por sus propios actores gobernantes, sistema político que al final presenta una
DEMOCRACIA FALLIDA,
ciega, sorda, represiva, (democracia
de leyes, escritorio, burócratas, tramitología, funcionarios a dedo, corrupción,
inseguridad, narco-política, etc.) con las reivindicaciones y derechos de los Ciudadanos. Democracia, elitizada en
beneficio de un poderoso grupo político-empresarial de las “nuevas” oligarquías comercial-exportadoras que acumulan y
concentran la Riqueza – por todos
los medios legales e ilegales, camino hacia la más vil y salvaje Desigualdad social – que le permiten
imponer “políticas” represivas,
condenando y criminalizando las reclamaciones económico-sociales y sus “nuevas”
formas de lucha, como son los “Conflictos Sociales”. Este modelo de Democracia en América latina, se impone
por elecciones, pero a través de los
tiempos de su vigencia, por su propio carácter
de clase NO ha solucionada
los grandes e históricos Derechos de los
Pueblos, muy por el contrario, los ha marginado, postergado o negado desde el
Poder.
LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA, CÍVICA Y CIUDADANA.- Las Condiciones Políticas, económico-sociales
de Nuestra América, hoy está presente,
tiempos progresistas, democráticos, como son el – escenario de escenarios de las clases y la lucha de clases – es
decir, el poder emergente de la “nueva” SOCIEDAD
CIVIL, siempre será portadora – desde el Poder Local Popular – su lugar de nacimiento, la calle, la plaza
pública – el Ágora del siglo XXI –
de la DEMOCRACIA
que nace, brota, crece, se desarrolla al calor de sus necesidades y
derechos postergados, marginados, fracturados de los Olvidados, Explotados, los Pueblos de Nuestra América – pero no
resueltos y siempre renovados y actualizados – escenario en su conjunto de la Nueva DEMOCRACIA
PARTICIPATIVA, CÍVICA, CIUDADANA – es decir – la Democracia que en toda nuestra Historia Política, siempre se
mantuvo viva, dinámica y en permanente
desarrollo, lucha y contradicción con
los Poderes del Estado, que
las clases dominantes, siempre nos han impuesto – modelo de Estado – que hoy con las Políticas neoliberales, ha sido “decapitado”, cercenado de sus características y responsabilidades Políticas.
Es en este escenario el de la lucha de
clases, el de la Desigualdad económico social más extensa y profunda –
desigualdad violenta, salvaje, inhumana – es hoy donde está presente la NUEVA DEMOCRACIA
CIUDADANA – CÍVICA Y PARTICIPATIVA – con nuevos LIDERAZGOS Comunitarios, que respondan a la “solución” de necesidades y Derechos históricamente postergados desde
los Tiempos Políticos de la Independencia Nacional – primeras décadas del siglo
XIX – pero siempre renovados, actualizados – en la forja de nuevos escenarios Democrático-Participativos- Ciudadanos, en
Nuestra América, la Patria Grande, hoy precisamente es la Nueva Ágora
griega de la Democracia Directa, Popular y Ciudadana. La Democracia que nace, crece y se desarrolla
al calor de las necesidades y Derechos postergados, olvidados, explotados, marginados,
de los Pueblos de Nuestra América, la Patria Grande.
/////
AMÉRICA
LATINA: ¿ QUÉ DEMOCRACIA TENEMOS Y QUÉ DEMOCRACIA QUEREMOS?.
*****
Oscar Jara.
ALAI. América
Latina en Movimiento.
Miércoles 27 de
junio del 2018.
Quisiera compartir cuatro ideas
acerca de la problemática actual que vive la democracia en nuestra región y
luego indicar qué desafíos tienen los procesos de educación popular en este
contexto.
1. Democracia desgastada.
La primera idea es que la democracia
liberal está totalmente desgastada en América Latina. La palabra
“desgastada” refleja esa idea que todo aquello que la constituía, ya no tiene
la misma influencia ni utilidad que tuvo; significa una disolución de todos
aquellos factores que en su constitución le dieron significado, pero que ahora
no explican más su sentido: reducida a un momento electoral que está totalmente
penetrado por la mercantilización comercial, la idea de representatividad ha
quedado desgastada, y la construcción de la participación real en procesos
democráticos permanentes, en este momento no son ni siquiera considerados.
Muchos partidos políticos están
desligados de la vida cotidiana y de las problemáticas concretas de las
personas; el espacio político ha sido ocupado por actores políticos sin
relación con las dinámicas de los movimientos sociales, sin diálogo, sin
vínculos con esas personas con las que deben dialogar. La política
pública debe pensarse más allá de lo gubernamental; es una confusión muy común
el reducir la política pública a lo que hace el gobierno. Para que sea
pública debe pensarse como una política donde la ciudadanía se apropia de ella,
discute y toma un papel protagónico en su formulación, en su ejecución, en la
vigilancia sobre su cumplimento y en su evaluación; lo “público” no es sólo lo
gubernamental; los gobiernos tienen la responsabilidad de dialogar y construir
las políticas desde las necesidades y las propuestas de la ciudadanía, y ahí,
entonces sí, los movimientos sociales tienen la posibilidad de aportar a
construir la lógica de estas políticas. Los gobiernos no son los únicos
responsables de las políticas públicas.
2. Vivimos una creciente
desigualdad.
La segunda idea es que tenemos en
América Latina una desigualdad creciente y cada vez más profunda, en términos
de derechos económicos, sociales, políticos y culturales. Los modelos que
se están implementando en varios países de nuestra región después de los
procesos de cambio que tuvieron lugar a comienzos de este siglo, que no
significaron un cambio radical del modelo de sociedad capitalista, están siendo
volteados para atrás, a través de nuevas políticas neoliberales, caracterizadas
por profundizar la exclusión social y creando aún mayores niveles de
desigualdad. Cuando hablamos de democracia tenemos que pensar en
democracia económica, en democracia social, en democracia cultural y esos
niveles de desigualdad y exclusión que vivimos expresan cada vez más relaciones
antidemocráticas, autoritarias, discriminatorias y excluyentes.
3. Se incrementan las situaciones
de polarización y agresividad.
Como tercera idea, es que esta
desigualdad está creando una mayor polarización entre las personas y fuerzas
políticas, que se caracteriza por expresarse cada vez con una mayor
agresividad; no se generan debates con argumentaciones reales, sino que se
presentan confrontaciones que expresan una polarización con elementos chocantes
y con agresividad creciente, que se basan en una exclusión total de la razón y
los argumentos contrarios. Claro, ello está mostrando que tenemos en
conflicto dos modelos que pertenecen a dos paradigmas en confrontación total:
un paradigma del lucro, del mercado, del individualismo, valores que se
posicionan en el centro de la política y de la sociedad y, por otro lado,
tenemos la propuesta de construir un paradigma de vida, un paradigma de solidaridad,
de una idea de democracia, donde podamos caber todas las personas y se respeten
todos nuestros derechos. Esta polarización expresa un antagonismo de esos
dos modelos. Vivimos una época donde no tenemos posibilidad de ser
neutrales, sino más bien estamos disputando cuál de estos modelos va a guiarnos
en nuestras sociedades.
4. Se promueve tanto la
desmovilización como la intolerancia.
Una cuarta idea es que vivimos
procesos de desmovilización e intolerancia, debido a que es más difícil llegar
a generar procesos de debate democrático; es un escenario más violento, verbal
y físicamente hablando; un contexto de violencia especialmente contra las
mujeres y contra todo aquello que signifique pensar en otro mundo posible que
sea distinto al existente; la criminalización de la protesta significa la
violencia contra todo aquel que se opone y crea que se puede cambiar este
modelo. Todo ello provoca procesos de desmovilización, procesos de
resignación que interiorizan que no es posible cambiar las cosas, y evidencia
el papel pendiente de nuestra responsabilidad que tenemos desde los movimientos
sociales, partidos, y desde la educación popular de impulsar el papel
protagónico de los sectores populares.
Un efecto de esa desmovilización es
que aparecen otros actores políticos no tradicionales: aparecen las iglesias
del movimiento pentecostal o neo-pentecostal en todos los países de América
Latina como fuerza política en los parlamentos, municipios e incluso en el
poder ejecutivo. Su propuesta se caracteriza por un discurso
fundamentalista que gira en torno a los supuestos valores bíblicos: la familia
tradicional, la vida desde la fecundación y el matrimonio heterosexual.
Como ellos no tienen propuesta técnica económica para el país, al tener fuerza
electoral conservadora, se alían a los equipos neoliberales de los partidos
tradicionales. Por eso estamos en un momento grave de crisis, donde queda
complicado debatir con personas tan fundamentalistas, que creen desde su visión
religiosa que se encuentran en el momento propicio para construir a través de
su presencia en los poderes legislativos, municipales, judiciales y ejecutivo,
el reino de Dios en la tierra. Cuando un grupo de personas cree que un
candidato ha sido elegido por Dios para esa misión y que su mensaje es una
manifestación del Espíritu Santo… ¿cómo debatir con estas personas? Debe
llamarnos la atención que son organizaciones que tienen un trabajo de base, una
presencia a lado de la gente más necesitada, donde logran resolver o aliviar
muchos problemas cotidianos mediante políticas asistencialistas: es el otro
extremo de la política neoliberal, pues mientras el Estado abandona a estos
sectores, estas sectas trabajan con las personas en sus barrios, en sus
comunidades y construyen relaciones de confianza, identidad, seguridad.
¿Y la educación popular?.
Con base en estas cuatro ideas sobre
la democracia desgastada que vivimos, me gustaría profundizar algunas ideas
sobre la educación popular, la importancia de la creación de identidad, de
espacios de construcción común y solidaridad, para pensar una sociedad
equitativa y justa.
Cuando hablamos de Educación popular
hablamos de algo que siempre debe ser comprendido de acuerdo con los espacios y
contextos históricos donde fue creada. No podemos hablar de “la”
educación popular, como un proceso único, homogéneo o uniforme. Creo que
es mejor hablar siempre de procesos de educación popular: procesos que corresponden a
momentos particulares, a contextos particulares. Debemos comprender qué
significa impulsar procesos de educación popular en cada momento histórico;
claro, la historia de la educación popular de América Latina nos puede enseñar
mucho, pero no para repetirla, sino para inspirarnos hacia el futuro, para
enfrentar los desafíos que hoy vivimos.
Todo proceso de educación popular en
América Latina ha estado siempre vinculado a un proceso de organización,
participación y de aspiración de espacios de construcción de democracia.
Por ejemplo, en el siglo XIX cuando se hablaba de educación popular, se entendía
como instrucción pública y se tenía la idea que la educación no sólo debía ser
un privilegio para los nobles de la colonia, sino que debería ser para toda la
población. Ya desde entonces, encontramos en el término “educación
popular” una aspiración democrática. Cuando la revolución cubana empezó
la Campaña Nacional de Alfabetización, cuando el gobierno de Allende en Chile
en los años setenta creo un Programa Nacional de Educación Popular, cuando la
Revolución Sandinista en la Nicaragua de los ochenta creó la idea de que toda
la educación de Nicaragua, informal, no formal y formal debería ser una
educación popular, estaban en todos los casos afirmando que los procesos de
Educación Popular están vinculados a aspiraciones democráticas que
fortalecieran el poder de la gente. Cuando el movimiento Zapatista en los
años noventa se levanta y crea procesos de identidad desde sus raíces indígenas
y hablan de una educación popular para construir un mundo donde quepan todos
los mundos, está presente esa aspiración democratizadora que ha ido acompañando
siempre los procesos de educación popular.
Un paradigma emancipador.
Pero es importante comprender que
los procesos de educación popular no son solamente un método, no responden sólo
a una metodología o al uso de algunas técnicas, sino que están basados en una
filosofía, un paradigma emancipador ético, político y pedagógico. Este
paradigma de la solidaridad, este paradigma de las personas como sujetos
creadores de las sociedades, es un paradigma que se expresa desde lo ético en
lo político y por lo tanto fundamentan una pedagogía, que es la que posibilita
construir espacios y sujetos que edifican una sociedad democrática por medio
del establecimiento de relaciones democráticas en todos los campos y niveles.
Por eso la inspiración freiriana de
una educación liberadora que construye las capacidades de las personas como
sujetos comprometidos con una transformación social de la historia, implica que
los procesos pedagógicos tienen que ser democráticos para crear capacidades democráticas:
sería una contradicción llevar a cabo procesos educativos autoritarios,
verticales o doctrinarios, para lograr procesos de participación
democrática. De ahí la crítica a la educación “bancaria”, por vertical y
autoritaria. De ahí la propuesta de una educación problematizadora,
dialógica y horizontal, que vincula la práctica con la teoría, que desarrolla
el pensamiento crítico, la ecología de saberes y la vocación de humanización.
Los aportes de Freire nos hacen ver
que están íntimamente relacionadas las propuestas de ser sujetos de
trasformación social y ser sujetos de procesos educativos creadores. Si
nos formamos como personas críticas y creativas, ello se expresará en formas de
participación social críticas y creativas.
Una idea clave de Freire, en su
libro “Pedagogía de la Autonomía”, dice: “Enseñar no es transferir
conocimientos, sino crear las condiciones para su producción”. Esa idea
no nos la hemos apropiado suficientemente. Educar no es transferir
contenidos, sino crear condiciones para producir, para crear, para construir
conocimientos transformadores. Entonces, la pregunta clave es ¿cómo
creamos condiciones para que sea posible un proceso de aprendizaje, de
reflexión crítica, para crear capacidad de análisis, comunicación,
sensibilización de problemas para poder trabajar y comprender lo que acontece
en nuestro alrededor? En definitiva, para desarrollar nuestras capacidades
protagónicas y construir el protagonismo popular en la vida social, política y
cultural. Por eso cuando hablamos de procesos de educación popular
estamos hablando de procesos que se llevan a cabo en todos los niveles y
espacios, creando capacidades que significan contribuciones esenciales para los
espacios de democratización, para formar espacios de participación efectiva,
por lo tanto, para demandar espacios de institucionalidad y modificar las
reglas autoritarias y excluyentes del ejercicio de la democracia formal.
Si tenemos un paradigma transformador,
de una sociedad justa equitativa y democrática, ese paradigma no significa que
es un sueño que algún día sucederá, sino que es un paradigma que debe guiar
nuestras acciones cotidianas. Las utopías deben manifestarse en la
cotidianeidad, expresarse en la acción de las personas, es la forma en que las
personas lo construyen desde ahora. No es algo que llega de afuera, sino
que se construye cotidianamente por la propia sociedad a partir de sus
condiciones, analizando y transformando juntos esa realidad.
No es posible una sociedad
democrática, si no construimos espacios de democratización en la familia, la
casa, el trabajo, la escuela, en los barrios, sindicatos, partido,
organización… en todas las dimensiones donde existan relaciones de poder,
tenemos que pensar si esas relaciones de poder ¿son autoritarias o son
democráticas?, ¿construyen capacidades de transformación o construyen
resignación o pasividad?, ¿qué hacemos cada día con nuestro trabajo: estamos
favoreciendo esas condiciones para el protagonismo de las personas o para su
conformismo?
El desafío que tenemos, entonces, en
este momento histórico es -en todos los espacios posibles- construir las
capacidades democratizadoras, la posibilidad de crear la utopía desde los
espacios concretos y cotidianos en que nos toca vivir. Por eso es
indispensable comprometernos en la transformación de las condiciones de
individualismo, mercantilización de la vida, consumismo, violencia y dominación
patriarcal que
se expresan en el sistema capitalista actualmente hegemónico que oprime a las
mayorías del mundo.
*****
- Oscar Jara es Presidente del CEAAL.
Este artículo está basado en la
presentación que se realizó en la actividad de convergencia titulada: ¿Qué
democracia tenemos y qué democracia queremos? en el Foro Social Mundial 2018,
Salvador de Bahía, el día 14 de marzo. En este espacio convergieron diversos
actores y movimientos: la Central Única de Trabajadores (CUT), El Movimiento de
los Trabajadores y Trabajadoras Sin Tierra (MST), Frei Betto, el Consejo de
Educación Popular de América Latina y el Caribe (CEAAL), Instituto de Estudios
Socio Económicos (INESC) y la Escuela Nacional de Formación de la Confederación
Nacional de Trabajadores del Campo (ENFOC / CONTAG).
Artículo publicado en la
Revista América
Latina en Movimiento de
ALAI, No. 533, junio 2018: Educación
Popular para reinventar la Democracia.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario