sábado, 9 de junio de 2018

MEDIO SIGLO DE EDUCACIÓN POPULAR.

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Pedagogía y fe para la Patria Grande.- La acumulación de experiencias de la Educación Popular -desde Paulo Freire en adelante- ha intentado oponer a la cultura capitalista hegemónica, la cultura popular y sus formas de solidaridades ancestrales, como el mejor camino para la educación política de base; como una dinámica nueva que busca vincular las carencias diarias con los proyectos utópicos. A diferencia de la política heredada de los dominadores, presente en muchos partidos tradicionales en la actualidad, la educación popular propone re-educarnos en los movimientos sociales de base, acumular poder popular y construir alternativas desde abajo, potentes al punto de mover a los de arriba también.

Sucede que el mismo cristianismo que se impuso a capa y espada, también gestó su orillo contestatario en rechazo a la religión opresora, reivindicando para sí un evangelio anti-imperial y un Jesús hermano y compañero. La Semana Santa por la cual transitamos recordando muerte y resurrección, no es otra cosa que el retorno de los vencidos a la escena de la historia. Las formalidades de creencias o adscripciones de fe pasan a un segundo plano. En un continente empobrecido todo es relativo, salvo el hambre y la exclusión de los últimos de la hilera.

Aunque parezcan ya pasadas de moda en un siglo nuevo, las enseñanzas de la educación popular y la teología de la liberación latinoamericanas, se mantienen por fuerza de los tiempos que nos tocan vivir: ni la fe en un futuro mejor, ni la organización popular pueden quedar fuera de las batallas que damos contra el capitalismo, el colonialismo y la sociedad patriarcal en las que habitamos. Este tiempo de reflexión para quienes creen y quienes no, es el espacio para mediar las estrategias que se opongan a aquello que es más fuerte aun que el sistema económico que padecemos: el modelo cultural e ideológico que reproduce la dominación a la que, por otro lado, nos resistimos.

José Martí diría que no hay proa que taje una nube de ideas, sin embargo hace unos cuarenta años cuando las ideas libertarias ocuparon los espacios políticos, pedagógicos y religiosos, los dominadores fueron obligados a hablar de distribución económica, de justicia social y de reformas agrarias; hoy parece que las fuerzas sociales-populares y las izquierdas latinoamericanas asumieron el lenguaje del mercado, las restricciones económicas y los planes de gobernabilidad “democrática”.

Así, como cada vez que los pueblos buscan su educación política para ser libres, los que oprimen optan por la represión y golpes militares, en este tiempo también enfrentamos a aquellos que ajustan, reprimen y hambrean, con la diferencia escasa de que, todo parece indicar, hemos dejado de lado la mayor enseñanza de esta Semana Santa (en clave libertaria): la salvación no es un acto heroico de un individuo iluminado, es en todo caso un ejercicio colectivo de amor y entrega por el prójimo y el que sufre día a día la pobreza, el hambre y la expulsión de sus tierras sagradas. La esperanza es un acto político que se construye a partir de lo que tenemos”. Fuente-Oscar Soto. ALAI- 31 de marzo del 2018.
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MEDIO SIGLO DE EDUCACIÓN POPULAR.

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Raúl Zibechi.

La Jornada. Viernes 8 de junio del 2018.

 
Entre las múltiples creaciones que alumbró la revolución mundial de 1968 (concepto acuñado por Immanuel Wallerstein), la educación popular es una de las más trascendentes, ya que ha cambiado en profundidad los modos como concebimos y practicamos el acto educativo, en particular en el seno de los movimientos anti-sistémicos.

En 1967 Paulo Freire publicó su primer libro, La educación como práctica de la libertad, y en 1968 redacta el manuscrito de Pedagogía del oprimido, que se publica en 1970. Este libro influyó sobre varias generaciones y llegó a vender la astronómica cifra de 750 mil ejemplares, algo extraordinario para un texto teórico. Desde la década de los años setenta los trabajos de Freire fueron debatidos en los movimientos, que adoptaron sus propuestas pedagógicas como forma de profundizar el trabajo político de los militantes con los pueblos oprimidos.

Una de las principales preocupaciones de Freire consistía en superar el vanguardismo imperante en esos años. Defendía la idea de que para transformar la realidad hay que trabajar con el pueblo y no para el pueblo, y que es imposible superar la deshumanización y la internalización de la opresión sólo con propaganda y discursos generales y abstractos.

De ese modo sintonizaba con los principales problemas legados por la experiencia de la Unión Soviética, pero también abordaba críticamente los métodos de trabajo de las guerrillas nacidas al influjo de la revolución cubana. Casi la totalidad de la generación de militantes de las décadas de 1960 y 1970 estábamos firmemente convencidos de representar los intereses de los sectores populares (incluyendo pueblos originarios y descendientes de esclavos arrancados de África), pero no se nos ocurría consultarlos acerca de sus intereses y menos aún sobre sus estrategias como pueblos.

Creo que la educación popular es una de las principales corrientes de pensamiento y acción emancipatoria nacidas en el entorno de la revolución de 1968. Buena parte de los movimientos tienen alguna relación con la educación popular, no sólo en sus prácticas educativas y las pedagogías que asumen, sino sobre todo en los métodos de trabajo en el seno de las organizaciones.

Freire se mostraba preocupado por transformar las relaciones de poder entre los revolucionarios y entre éstos y los pueblos (el vocablo revolución es uno de los más usados en Pedagogía del oprimido), probablemente porque estaba intentando superar los límites del proceso soviético. Sus propuestas metodológicas buscaban potenciar la autoestima de los oprimidos, jerarquizando sus saberes, que no los consideraba inferiores a los saberes académicos. Se propuso acortar las distancias y jerarquías entre los educadores-sujetos y los alumnos-objetos, con métodos de trabajo que mostraron enorme utilidad para potenciar la organización de los sectores populares.

Gracias a las formas de trabajo de la educación popular, los oprimidos pudieron identificar el lugar estructural de subordinación que los atenazaba, lo que contribuyó a la creación de las más diversas organizaciones de base en todo el continente.
 
En la década neoliberal de 1990, la educación popular fue tomando otros caminos. Un excelente trabajo de la socióloga brasileña Maria da Gloria Gohn (goo.gl/zBZVks), destaca que se produjo un profundo viraje que llevó a la profesionalización de los educadores populares, se debilita la horizontalidad y se consolidan relaciones de poder entre los que enseñan y los que aprenden. Los educadores populares van dejando de la lado la relación militante con sus alumnos para vincularse con la población como grupos de beneficiarios.

La mayoría de los educadores populares trabajan para ONG (antes eran militantes organizados que, por supuesto, no recibían paga) y se difunde la idea de que los gobiernos ya no son el enemigo sino fomentadores de iniciativas sociales para incluir a los excluidos. En adelante, la educación popular se dirige a individuos y ya no a sujetos colectivos, las metodologías ocupan un lugar central desplazando los debates político-ideológicos y el concepto de ciudadano sustituye al de clase.

Los educadores populares tienden a convertirse en auxiliares rentados de las políticas estatales cuando, señala Gohn, dejan de luchar por la igualdad y el cambio social y trabajan para incluir, precaria y marginalmente, a los excluidos. Los posgrados ocupan el lugar que antes tenían los educadores-militantes, mientras predomina un estilo que deja de lado la organización para la lucha, para adoptar la agenda de las financiadoras internacionales interesadas en proyectos para aprender a insertarse en una economía desregulada y en un mercado de trabajo sin derechos sociales.

Es evidente que no todos los educadores populares tomaron este camino. Aunque un sector mayoritario se ha incorporado a los ministerios de Desarrollo Social durante los gobiernos progresistas, aún con críticas e insatisfacciones, el sector más activo y rebelde trabaja junto a los nuevos movimientos, a las fábricas recuperadas y los campesinos sin tierra, y dedican tiempo y esfuerzos para la formación con sectores populares rurales y urbanos.

Una porción considerable de la nueva generación de educadores populares (sin título y sin nombre) se dedica a aprender los saberes populares en sus territorios, no para codificarlos ni usarlos con fines propios sino para potenciar la organización de los de abajo. El historiador chileno Gabriel Salazar sostiene que los sectores populares se educan a sí mismos, en sus espacios y en base a sus cosmovisiones. El objetivo de la autoeducación popular es crear poder, sostiene.

Los caminos se bifurcaron, como suele suceder en todos los procesos emancipatorios. Lo importante es que la educación popular está viva, que viene mutando desde que emergen nuevos sujetos colectivos y que tiene la capacidad de incorporar saberes de los pueblos. Una parte de los educadores decidió que la pedagogía crítica consiste en bajar y no subir. Fuente. La Jornada. UNAM. México.

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