“La forma más eficaz de mitigar la
presión sobre los ecosistemas acuáticos y rurales es limitar
la emisión de
contaminantes en el origen, o interceptarlos antes de que lleguen a los ecosistemas vulnerables. Una vez fuera
de las explotaciones, los costes de reparación aumentan
progresivamente. Una forma de hacerlo es desarrollar políticas e incentivos que alienten a las personas a
adoptar dietas más sostenibles y limitar los aumentos en la demanda de alimentos con gran huella
ambiental, por ejemplo, a través de impuestos y subsidios”.
“A nivel del consumidor, puede resultar útil reducir
el desperdicio de alimentos. Un estudio incluido en el informe estima que la contaminación
por nitrógeno a partir del desperdicio de alimentos suma hasta 6,3 teragramos por año. Los
instrumentos normativos “tradicionales”
seguirán siendo también una herramienta clave para reducir los productos
contaminantes agrícolas. Estos
incluyen estándares de calidad del agua; permisos de vertido de contaminantes; mejores prácticas obligatorias;
evaluaciones de impacto ambiental para ciertas actividades agrícolas; zonas
tampón alrededor de las explotaciones; restricciones a las prácticas agrícolas o
la ubicación de las granjas; y límites en la comercialización y venta de productos
peligrosos”.
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La
contaminación del agua causada por la agricultura afecta a miles de millones de
personas y genera costes anuales de miles de millones de dólares. Crédito: FAO.
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CONTAMINANTES
AGRÍCOLAS: GRAVE AMENAZA PARA EL AGUA DEL PLANETA.
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Roma
IPS.
Rebelión
lunes 25 de junio del 20918-
ROMA, 21 junio 2018 (IPS) - La contaminación del agua por
prácticas agrícolas insostenibles plantea una grave amenaza para la salud
humana y los ecosistemas del planeta, un problema que a menudo subestiman tanto
los responsables de las políticas como los agricultores, alerta un nuevo
informe.
En muchos países, la
mayor fuente de contaminación del agua es la agricultura -no las ciudades o la
industria-, mientras que, a nivel mundial, el contaminante químico más común en
los acuíferos subterráneos son los nitratos procedentes de la actividad
agrícola, advierte el informe “Más gente, más alimentos, ¿peor agua? Un examen
mundial de la contaminación del agua de la agricultura”, presentado por la FAO
y el Instituto Internacional para el Manejo del Agua (IVMI) en una conferencia
que se celebra en Tayikistán (19-22 de junio).
La agricultura moderna es
responsable del vertido de grandes cantidades de agroquímicos, materia
orgánica, sedimentos y sales en los cuerpos de agua, dice el
informe.
Esta contaminación afecta
a miles de millones de personas y genera costes anuales que superan miles de
millones de dólares.
“La agricultura es el
mayor productor de aguas residuales, por volumen, y el ganado genera muchas más
excreciones que los humanos. A medida que se ha intensificado el uso de la tierra,
los países han aumentado enormemente el uso de pesticidas sintéticos,
fertilizantes y otros insumos”, señalan Eduardo
Mansur, director de la División de Tierras y Aguas de la FAO (Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura), y Claudia Sadoff, Directora General del IWMI, en su introducción al
informe.
“Si bien estos insumos
han ayudado a impulsar la producción alimentaria, también han dado lugar a
amenazas ambientales, así como a posibles problemas de salud humana”, añaden.
Los
contaminantes agrícolas
más preocupantes para la salud humana son los patógenos del ganado,
plaguicidas, nitratos en las aguas subterráneas, oligoelementos metálicos y los
contaminantes emergentes, incluidos los antibióticos y los genes resistentes a
los antibióticos excretados por el ganado.
El nuevo informe
representa el examen más completo de la dispersa literatura científica sobre el
tema realizado hasta la fecha, y tiene como objetivo colmar lagunas de
información y diseñar soluciones a nivel de políticas y de las explotaciones
agrícolas en una única referencia consolidada.
Cómo afecta la agricultura a la calidad del agua.
El auge de la
productividad agrícola mundial que siguió a la Segunda Guerra Mundial se logró en gran parte a través del uso
intensivo de insumos, como plaguicidas y fertilizantes químicos.
Desde
1960, el uso de fertilizantes minerales se ha multiplicado por diez, mientras que desde 1970 las ventas mundiales de
plaguicidas pasaron de cerca de 1.000 millones de dólares anuales, a 35.000
millones de dólares al año.
Mientras tanto, la
intensificación de la producción
pecuaria -el número mundial de cabezas de ganado se ha más que triplicado
desde 1970- ha visto surgir una nueva clase de contaminantes: antibióticos, vacunas y promotores
hormonales del crecimiento que viajan a través del agua desde las granjas a
los ecosistemas y al agua que bebemos.
Al mismo tiempo, la contaminación del agua por materia
orgánica procedente de la ganadería está hoy mucho más extendida que la
contaminación orgánica derivada de las áreas urbanas.
Y otro sector en
auge, la acuicultura (que se ha
multiplicado por veinte desde 1980) está ahora liberando cantidades cada vez
mayores de excrementos de peces,
piensos no consumidos, antibióticos, fungicidas y agentes antiincrustantes en
las aguas superficiales.
¿Qué se puede hacer?
La
contaminación del agua
por parte de la agricultura es un desafío complejo y su gestión eficaz requiere
diversas respuestas, según el estudio “Más
gente, más alimentos, ¿peor agua?
Una revisión global de la contaminación
del agua desde la agricultura”.
La
forma más eficaz de mitigar
la presión sobre los ecosistemas acuáticos y rurales es limitar la emisión de
contaminantes en el origen, o interceptarlos antes de que lleguen a los ecosistemas vulnerables. Una vez fuera
de las explotaciones, los costes de reparación aumentan
progresivamente.
Una forma de hacerlo es desarrollar políticas e incentivos que
alienten a las personas a adoptar dietas más sostenibles y limitar los aumentos
en la demanda de alimentos con gran huella ambiental, por ejemplo, a través de
impuestos y subsidios.
A
nivel del consumidor,
puede resultar útil reducir el desperdicio de alimentos. Un estudio incluido en el informe estima que la contaminación por
nitrógeno a partir del desperdicio de alimentos suma hasta 6,3 teragramos por año.
Los instrumentos
normativos “tradicionales” seguirán
siendo también una herramienta clave para reducir los productos contaminantes
agrícolas.
Estos incluyen estándares
de calidad del agua;
permisos de vertido de contaminantes;
mejores prácticas obligatorias; evaluaciones de impacto ambiental para ciertas
actividades agrícolas; zonas tampón alrededor de las explotaciones;
restricciones a las prácticas agrícolas o la ubicación de las granjas; y
límites en la comercialización y venta de productos peligrosos.
Sin embargo, el informe
reconoce que principios bien conocidos para reducir la contaminación, como “el que contamina, paga”, son difíciles
de aplicar a la contaminación agrícola no puntual, ya que identificar de los
verdaderos responsables no es fácil ni barato.
Eso significa que las
medidas que promueven la “aceptación”
por parte de los agricultores son
fundamentales para abordar la contaminación en la fuente, como exenciones
tributarias para la adopción de prácticas que minimicen la emisión de
nutrientes y plaguicidas o pagos para el “mantenimiento
del paisaje”.
A
nivel de las granjas,
existen diversas mejores prácticas que pueden reducir la emisión de contaminantes
a los ecosistemas circundantes, por ejemplo: minimizar el uso de fertilizantes y pesticidas, establecer zonas de
amortiguación lo largo de los cursos de agua y los lindes de las granjas, o
mejorar las instalaciones de control del drenaje.
Otra herramienta útil es
el manejo integrado de plagas, que
combina el uso estratégico de variedades agrícolas resistentes a plagas con la rotación de cultivos y la introducción
de depredadores naturales de las plagas más comunes.
En
las actividades ganaderas,
se necesitan técnicas tradicionales
como la restauración de pastizales degradados y una mejor gestión de la
alimentación de los animales, de los aditivos para los piensos y las medicinas,
mientras que también se debería hacer más con las nuevas técnicas y tecnologías
de reciclaje de nutrientes, como biodigestores
de los residuos agrícolas.
Contaminación del agua agrícola: datos destacados.
El
riego es el mayor
productor mundial de aguas residuales por su volumen (en forma de drenaje
agrícola).
A nivel mundial, las tierras agrícolas reciben
anualmente cerca de 115 millones de
toneladas de fertilizantes nitrogenados minerales. Alrededor del 20 por ciento de estos insumos de nitrógeno terminan
acumulándose en los suelos y la biomasa, mientras que el 35 por ciento acaba en los océanos.
El medio ambiente es rociado cada
año a nivel global con 4,6 millones de toneladas de plaguicidas químicos.
Los
países en desarrollo
representan el 25 por ciento del uso
mundial de plaguicidas en la agricultura, pero suman el 99 por ciento de las muertes derivadas
de su uso en el mundo.
Cálculos
recientes indican
que el impacto económico de los plaguicidas
en las especies no objetivo (incluidos los seres humanos) es de
aproximadamente 8 000 millones de
dólares EEUU anuales en los países en desarrollo.
El
agotamiento del oxígeno
(hipoxia) resultante de la sobrecarga de nutrientes provocada por el hombre
afecta un área de 240 000 km2 a nivel
global, incluyendo 70 000 km2 de
aguas continentales y 170 000 km2 de
zonas costeras.
Se estima que un 24 por ciento de la
superficie irrigada en el mundo está afectado por la salinización.
Actualmente, están catalogados como presentes en el medio acuático
europeo más de 700 contaminantes emergentes, sus metabolitos y productos de
transformación.
Este artículo fue publicado originalmente
por la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. IPS lo distribuye
por un acuerdo especial de difusión con esta oficina regional de la FAO.
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