ANTROPOCENO: LA ERA DEL IMPACTO DEL SER HUMANO EN LA TIERRA.-
Parte de la
comunidad científica señala que ya hemos entrado en una nueva era geológica.
Descubre en este vídeo cuál de Las
eras geológicas son períodos de tiempo que comprenden todas las
rocas formadas durante ese tiempo. Su uso permite dividir y
estudiar las diferentes etapas por las que ha pasado el planeta desde su
creación hasta el presente.
Seguro
que conoces el Cenozoico, Mesozoico o el Paleozoico, pero ¿has oído hablar del Antropoceno?
Durante los últimos doscientos años la humanidad ha dejado una huella
tan negativa en el medioambiente que algunos científicos lo describen como una
nueva era geológica: la era del impacto del ser humano sobre la
Tierra o Antropoceno.
Desde el
período preindustrial, y especialmente a partir de la segunda mitad del siglo
pasado, la degradación del medioambiente y el cambio climático de origen
humano han aumentado a un ritmo jamás visto en ninguna
otra época de la historia.
Causas del Antropoceno
A la hora de
analizar qué motivos han provocado la aparición de esta nueva era geológica, se
pueden hablar de dos causas principales: el modelo de producción de energía y el modelo
de consumo de recursos. La energía
producida a partir del carbón,
petróleo y gas natural emite grandes cantidades de gases de efecto invernadero,
principales causantes del calentamiento global. Por otro
lado, el crecimiento de la población propicia que se necesite de una
mayor utilización de recursos naturales que, en la actualidad, sobrepasa la capacidad de la Tierra para regenerarlos.
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¿ANTROPOCENO?
MÁS BIEN “CAPITALOCENO”.
Entrevista.
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James W.
Moore-
Rebelión 21 de
junio del 2018.
En el debate de la crisis
ecológica global, se habla cada vez más del
Antropoceno, término resultante de
la combinación de las palabras griegas “anthropos”
(humano) y “kainos” (nuevo). Este
concepto se refiere a la escala global del impacto de la actividad humana en la
composición y funcionamiento del “sistema
de la tierra”. En su versión más común, la idea del Antropoceno se basa principalmente en consideraciones ecológicas. Esto apunta especialmente a
la extinción acelerada de un mayor número
de especies, la progresiva reducción de la disponibilidad de combustibles
fósiles y el aumento de emisiones de gases de invernadero, incluidos el dióxido
de carbono y el metano. Aunque se trata de un fenómeno muy reciente a escala
geológica, ha quedado ya bien establecido que la actividad antrópica (es decir, de origen humano) es causa directa de estos fenómenos y ha
influido profundamente en las transformaciones del medio ambiente a escala
global.
La perspectiva de una “ecología-mundo”, desarrollada por Jason W. Moore, no discute parte alguna de este cuadro desde un
punto de vista descriptivo; logra, sin embargo, captar algunos otros aspectos
que también están respaldados por algunos datos indiscutibles. El sociólogo norteamericano
critica el relato “antropocénico” porque se centra sólo en los efectos de
la degradación ecológica. De este
modo, se está en realidad descuidando el análisis
de las causas de ese deterioro, lo que hace por tanto más difícil
identificar a los responsables de la
crisis ecológica y buscar soluciones
políticas al problema. Por el contrario, debemos ir a la raíz del asunto,
reconociendo que el capitalismo, si
bien no tiene disposiciones para ser un sistema
respetuoso con el medio ambiente, es en sí mismo, inevitablemente, un sistema
ecológico.
Visto en este contexto, puede tomarse el impulso hacia
la insostenibilidad ambiental por parte del capitalismo como algo ya inherente
en la organización del trabajo que apunta a la acumulación ilimitada. Gracias a
esta oportuna puesta al día de este concepto
contemporáneo, el juego de herramientas teóricas está demostrando su
continuada pertinencia, señalando que la coacción forzada del trabajo (tanto humano como no humano), subordinada al
imperativo del beneficio a cualquier precio —y
por tanto de la acumulación ilimitada —es lo que está provocando la ruptura del
equilibrio del ecosistema. No hablamos
entonces del Antropoceno, sino más bien del “Capitaloceno”.
Nos encontramos con Moore en Ragusa [Sicilia], donde Salvo Torre, profesor de la Universidad de Catania, ha organizado
un seminario intensivo sobre “ecología-mundo” y la actual crisis global crisis,
programado para antes del congreso de Nápoles
el 9 de junio con el título “Ecologie
politiche del presente”, que incluirá también a otros especialistas
académicos también implicados en la investigación de cuestiones de ecología
política y conflictos socio-ecológicos. Conversan con Moore Gennaro
Avallone (Universidad de Salerno) y Emanuele Leonardi (Universidad
de Coimbra).
De acuerdo con su perspectiva, trabajo y naturaleza
son dos caras de la misma moneda, sobre todo si se considera la necesidad
capitalista de producir grandes cantidades de bienes a un coste cada vez menor.
¿Cómo se constituye la relación, entonces, entre naturaleza barata y trabajo
barato?
Mi punto de partida es la consciencia de que el capitalismo no es sólo una práctica de explotación económica del trabajo, sino
también —y de modo más fundamental — una forma histórica de dominación que se extiende al trabajo doméstico, el trabajo servil y el trabajo que implica a la naturaleza. En este sentido, el
capital siempre tiene necesidad de producir naturaleza barata, con el fin de relanzar continuamente el proceso
de acumulación. Esta palabra, “barata”,
no se refiere solo a su bajo coste. Debería entenderse más bien como una
estrategia abarcadora, en la que la reducción del precio queda subordinada a un
deterioro más general, en términos de una dignidad
y respeto “menores” asignados a los sujetos dominados: las mujeres, los pueblos colonizados y el medio ambiente. De
acuerdo con este punto de vista, el trabajo barato es el único elemento de una
naturaleza que se ve sometida a violencia por el capital, y en la que debería pensarse tanto en términos de una
dinámica económica dirigida a rebajar
los costes salariales, es decir, el coste, así como el valor, de la mano de
obra, así como en términos de un proyecto de expansión del trabajo no
remunerado, el cual, aunque se haya vuelto invisible, se produce en el terreno
de la reproducción humana.
En su libro sostiene que en la actual situación
económica el capitalismo ha agotado su propia capacidad de producir naturaleza
barata. ¿De dónde proviene esta convicción?
Cada ciclo de acumulación de riqueza ha requerido de
al menos cuatro elementos baratos.
Estos llamados “cuatro baratos”, que
se reducen a los bienes necesarios para la acumulación de riqueza, han sido la mano de obra,
los alimentos, la energía
y las materias primas. Cada una de
las grandes olas de acumulación de riqueza a escala global se ha desarrollado
basándose en amplias reconstrucciones de la “ecología-mundo”, que se han centrado en las revoluciones
agrícolas. El momento presente es el último en una larga historia de
limitaciones y crisis a las que se ha enfrentado el capital. Sin embargo, creo
que hoy las condiciones que pueden reproducir esta suerte de proceso ya no
están presentes, primordialmente a causa del cambio climático, que tiene el
efecto de aumentar los costes y reducir la disponibilidad de cada uno de estos
elementos. La naturaleza nos está
pasando la factura, y exige el pago de lo que hemos ido extrayendo de ella
durante siglos.
Un flagrante ejemplo reciente de esto lo constituye el
coste progresivamente más elevado de
la agricultura, tanto en términos de
energía como de biología. El consumo
de reservas a escala planetaria es tan elevado que, para 2050, las cosechas que se planten rendirán considerablemente por
debajo de cualquier expectativa probable del mercado alimentario global.
Su campo de investigación tiene una dimensión
militante explícita. ¿Cuáles son los principales instrumentos de movilización
que ofrece esta perspectiva de la “ecología-mundo”?
Mi esperanza es que esta investigación teórica pueda
proporcionar conocimientos útiles para los movimientos sociales de todo el mundo que luchan
no sólo contra los efectos sino contra las causas de raíz del cambio climático. Naomi Klein ha recurrido a un término muy
apropiado, “Blocadia”
para referirse a esta zona de conflicto transnacional e itinerante que incluye
y vincula en común luchas sindicales,
movimientos ecológicos por la justicia
climática y movimientos populares de extraordinaria potencia como Black Lives Matter [movimiento norteamericano
contra la violencia policial que se ceba en la población negra], Idle No More [movilizaciones de
protesta de pueblos aborígenes canadienses] y Standing Rock [nombre de la reserva de los sioux de Dakota centro de las protestas por el paso de oleoductos a través de sus tierras].
Creo que es hora de hacerse la pregunta de cómo podemos construir una contra-hegemonía
post-capitalista, lo que podría contrarrestar de modo eficaz las
desastrosas políticas medioambientales impuestas por el neoliberalismo.
En el libro que escribí junto a Raj Patel, A History of the World in Seven Cheap Things [Historia
del mundo a través de siete cosas baratas] (en italiano Una storia
del mondo a buon mercato, publicado por Feltrinelli), tratamos de mostrar
algunas indicaciones para alcanzar esta meta y hablamos acerca de la ecología
de las reparaciones, que incluye compensaciones monetarias por la deuda
ecológica, pero que, por supuesto, no se reducen a eso. Sobre todo,
identificamos diferentes formas de
redistribución de riqueza —tanto sociales como medioambientales —
igualmente indispensables, así como la reinvención del trabajo más allá de su forma asalariada.
Al fin y al cabo, ¿quién ha
dicho que el trabajo no debería ser
otra cosa que un trajín diario y no una alegre forma de compartir? En este
punto, es importante ser claro: la revolución
ecológica resulta absolutamente incompatible con la llamada “ética del trabajo”, que además no es otra cosa que una dolorosa
herencia del colonialismo.
En resumen, no discutimos que se requieren trabajo duro y esfuerzos para
producir lo que se necesita para el bienestar
social, pero pedimos que el trabajo
se haga, en la medida de lo posible, más
pleno de sentido y agradable. Por encima de todo, tenemos la esperanza de que las luchas de las y los trabajadores puedan
cambiar radicalmente la actual relación perversa entre
trabajo, vida y juego, que el capitalismo está imponiendo violentamente.
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JASON W. MOORE enseña Historia del Mundo
y Ecología-Mundo en el Departamento de Sociología de la Universidad de
Binghamton (Nueva York). Es coordinador del World-Ecology Research Network.
Fuente: Il manifesto global, 10 de junio de 2018
Traducción: Lucas Antón.
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