"Cada vez más economistas burgueses reconocen que
estamos frente a una nueva recesión en
Europa y EEUU. Incluso, en el horizonte de sus economías se avizora una depresión severa de la economía mundial. Sería
por lo tanto imprudente infravalorar las maniobras del gran capital para evitar
a toda costa una nueva recaída que desemboque en una depresión similar a la de los
años 30 del siglo XX".
"No obstante, algunos defensores a ultranza del sistema
sostienen que las tensiones comerciales
sirven al menos como un recordatorio de que la economía mundial no tiene
fronteras, destacando que las disciplinas jurídicas de la OMC están funcionando,
adecuadamente. Y que pese a todo lo que se habla de guerras comerciales, la economía mundial no se parece en
nada a lo que fue en la década de 1930. Sin
lugar a dudas estamos mejor que en la
Grecia de Pericles".
"Sin embargo, algunos datos preocupan: el crecimiento económico mundial
(y el crecimiento de EE UU.) puede haber alcanzado su punto
máximo y actualmente lleva dos periodos sin crecimiento. En esta dirección
podemos incluso analizar la realidad
política y económica de nuestros
países, que se guían por los preceptos de la libre movilidad de capitales , la apertura comercial irrestricta,
las privatizaciones de servicios públicos estratégicos y la desregulación a
través de reformas de flexibilidad del mercado laboral, todo esto bajo un
contexto de un mayor control del excedente por el capital financiero, a través
de los fondos de inversión, los fondos provisionales y la propia inversión
directa".
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"Así, el
libre comercio es un mito, es una falacia y lo que en realidad predomina
es la noción de un comercio desigual. En realidad, se trata de impedir que las
naciones emergentes dispongan mecanismos de defensa de sus mercados".
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LAS TENSIONES COMERCIALES Y EL EMPEÑO EN
SALVAR AL CAPITALISMO A COSTA DE LOS MÁS DÉBILES.
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Eduardo Camin.
Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico.
CLAE, sábado 29 de junio del 2019.
El 21º informe de vigilancia de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre las medidas comerciales del G-20 muestra que el
valor del comercio abarcado por las nuevas medidas de restricción de las
importaciones introducidas durante el período (octubre de 2018 a mayo de 2019) fue
más de 3,5 veces superior al promedio desde mayo de 2012.
Las medidas proteccionistas de Donald Trump tienen implicaciones tan graves que, de ponerse en
práctica en toda su dimensión se desataría algo mucho más profundo que una guerra comercial con China y Europa, de
consecuencias catastróficas. Una política de acción-reacción semejante,
arrastraría a la economía internacional hacia una depresión profunda, y no
parece que los sectores decisivos del capitalismo norteamericano —que dependen
del mercado mundial— estén mucho por la labor.
El informe, publicado el 24 de junio, constata que
el valor del comercio abarcado, que asciende a 335.900 millones de dólares durante el período, es el segundo valor
más alto de que se tiene registro, después de los 480.900 millones comunicados en el período anterior.
Juntos, estos dos períodos representan un aumento drástico
del valor del comercio abarcado por las medidas de restricción de las
importaciones, lo que ha llevado al Director
General de la OMC, Roberto Azevêdo, a exhortar a las economías del G-20 a colaborar urgentemente para mitigar las tensiones
comerciales.
El 18 de junio en el marco de la Conferencia del Centenario de la OIT el
mismo Azevêdo recordaba que aplicar “parches viejos” en momentos de grandes cambios estructurales en
todo el planeta “no va a funcionar”.
Las soluciones necesarias, agregó, se
encuentran en gran parte
“en las
políticas nacionales, que es lo que los gobiernos pueden hacer. Por supuesto, las organizaciones internacionales
tienen un importante papel que desempeñar, en particular al identificar los
problemas, proponer soluciones e incentivar el debate a nivel nacional, de
manera que avancemos y progresemos en la dirección correcta”.
No se trata de saber si el centro del problema es ver
quién tiene razón, sino analizar el espejismo
del capitalismo depredador subsumido en una profunda crisis mundial,
acrecentado además por los desequilibrios y el patético rol del líder de la
principal potencia mundial.
Las
contradicciones que corroen el capitalismo
Las graves contradicciones que corroen el capitalismo del siglo XXI han vuelto a traer a colación los viejos demonios, abriendo la caja de
Pandora de todos los problemas acumulados durante décadas. Los estados
nacionales más poderosos, que ahora están confrontados en sus batallas
comerciales asumen la tarea de organizar
y administrar el comercio mundial no en la perspectiva real de un libre
mercado, sino para asegurar la hegemonía de sus empresas sobre los
mercados nacionales y locales de las naciones emergentes claramente menos
poderosas.
Es muy claro que el comercio mundial está cada vez más determinado por los
comportamientos monopólicos que
dominan el mercado mundial. Debemos visibilizar que la mayor parte del comercio
Internacional actual se realiza al interior de las corporaciones o empresas
multinacionales, transnacionales o globales.
En este escenario, la OMC juega un rol de árbitro legal en el ámbito del Órgano de
Soluciones (ODS). Así, el libre comercio es un mito, es una falacia y lo
que en realidad predomina es la noción de un comercio desigual. En realidad, se trata de impedir que las
naciones emergentes dispongan mecanismos de defensa de sus mercados.
El dominio de los mercados nacionales o locales también dependen en gran medida del control
de los medios de información y comunicación que logran a través de la publicidad y el resto de los mecanismos
más sofisticados de gran influencia
cultural, determinar conductas y comportamientos que se traducen en un
consumismo solvente, cuyo núcleo central es el mercado.
La idea de una organización mundial del comercio no es un instrumento de la libertad del mismo, sino del ordenamiento
del comercio mundial a favor de
un núcleo central de países bajo la égida de un capitalismo puro y duro. Durante las últimas décadas se aceleró un
proceso de grandes transformaciones mundiales que cambiaron radicalmente las
bases sobre las cuales se asentaban las relaciones internacionales y que han
tenido una profunda repercusión en la vida interna de todas las naciones del
mundo.
En ese contexto, los países industrializados favorecidos por los organismos internacionales han utilizado y utilizan
su poderío y las ventajas económicas y políticas derivados de la actual
correlación mundial de fuerzas para continuar a imponer su “nuevo orden mundial”, el neoliberalismo, que hace a los
países del tercer mundo más subordinados y dependientes de los países industrializados. Inmersos en sus
guerras comerciales, por los mercados y las materias primas es la contradicción
que sigue sustentado el capitalismo.
La
recesión que ¿viene?
Cada vez más economistas burgueses reconocen que
estamos frente a una nueva recesión en
Europa y EEUU. Incluso, en el horizonte de sus economías se avizora una depresión severa de la economía mundial. Sería
por lo tanto imprudente infravalorar las maniobras del gran capital para evitar
a toda costa una nueva recaída que desemboque en una depresión similar a la de los
años 30 del siglo XX.
No obstante, algunos defensores a ultranza del sistema
sostienen que las tensiones comerciales
sirven al menos como un recordatorio de que la economía mundial no tiene
fronteras, destacando que las disciplinas jurídicas de la OMC están funcionando,
adecuadamente. Y que pese a todo lo que se habla de guerras comerciales, la economía mundial no se parece en
nada a lo que fue en la década de 1930. Sin
lugar a dudas estamos mejor que en la
Grecia de Pericles.
Sin embargo, algunos datos preocupan: el crecimiento económico mundial
(y el crecimiento de EE UU.) puede haber alcanzado su punto
máximo y actualmente lleva dos periodos sin crecimiento. En esta dirección
podemos incluso analizar la realidad
política y económica de nuestros
países, que se guían por los preceptos de la libre movilidad de capitales , la apertura comercial irrestricta,
las privatizaciones de servicios públicos estratégicos y la desregulación a
través de reformas de flexibilidad del mercado laboral, todo esto bajo un
contexto de un mayor control del excedente por el capital financiero, a través
de los fondos de inversió , los fondos provisionales y la propia inversión
directa.
Los planes de ajuste, recortes y austeridad no han logrado
generalizar la recuperación y han provocado graves desequilibrios económicos,
sociales y políticos. La dinámica caótica del sistema capitalista
se observa también en una actividad especulativa frenética.
Instituciones capitalistas como la OCDE, UNCTAD, FMI,
BM. etcétera, han advertido que el
mundo está a punto de “entrar en la
tercera fase de la crisis financiera”. Y esto afecta también a la productividad del trabajo, que, a pesar
del avance de la robótica, las tecnologías de
la información, de la globalización,
está disminuyendo, lastrada por la caída de la inversión productiva.
Es difícil afirmar de antemano si en el marco actual
de la evolución capitalista se conseguirá evitar este desenlace o, por lo
menos, si lo aplazarán a corto plazo. Pero de lo que no cabe duda es que la actual
situación de estancamiento del comercio mundial, de sus guerras comerciales,
de crisis
de sobreproducción, de desempleo masivo, pausado por el subempleo informal y desigualdad creciente, seguirá
alimentando la polarización económica, política y social, que
a corto o mediano plazo tendrá consecuencias dramáticas.
El último recurso a lo cual se nos convoca no es más que ser la carne de
cañón de semejante desparpajo.
EDUARDO CAMIN. Analista uruguayo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).
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