“Pero nada ha servido, la máquina sigue su
dinámica destructora y todas las teorías económicas fracasaron con la crisis de 2008. En el siglo
XXI se evidencian problemas nuevos y más graves. La globalización neoliberal creó nuevas dificultades de tamaño planetario que
tienen como base la absoluta irracionalidad del sistema con la preponderancia y hegemonía del capital
financiero que impone su dinámica
parasitaria, paralizante y auto-destructiva”.
“El desequilibrio ambiental que pone en
peligro la vida humana en la tierra; la mentalidad criminal introducida en la economía y la
política que amenaza sus formas de control social; la descomposición creciente de la sociedad de consumo que crea un ambiente de frustración y
desmoralización en amplias capas de la población; las prácticas de despojo de recursos naturales y la acumulación por desposesión ante la ralentización negativa de la tasa de ganancia del capital; todo
ello y mucho más, obliga a las castas capitalistas a inventar sobre la marcha nuevas formas
de dominación y control presionados por la “máquina”.
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Inteligencia Artificial. Frankenstein o máquina del dinero capitalista.
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LA MÁQUINA CAPITALISTA SE RENUEVA.
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Fernando
Dorado.
Rebelión. Sábado 1 de junio del 2019.
Algunas personas le temen a la máquina cuántica que con
inteligencia artificial controlará la vida humana. El problema es que no hemos
caído en cuenta que esa “máquina” existe hace mucho tiempo. En realidad, no es una máquina sino un
sistema complejo que nadie construyó y, además, que no es inteligente ni es
artificial. Se llama capitalismo.
Es la forma de vivir que la humanidad construyó a lo
largo de siglos, a imagen y semejanza de sus deseos de dominación. Y, tal
parece, está en permanente perfeccionamiento. No sabemos si los humanos podrán
desentrañar sus mecanismos antes de que ese sistema “autómata” nos lleve a la extinción. Empero, es importante saber
que existe y nos controla.
Ese modo de producir o sistema de vida asimila toda clase de ideas,
comportamientos, inventos y culturas de los
disímiles grupos humanos que encuentra en su camino arrasador, aprendiendo de
cada nueva experiencia. Su único propósito, si así se puede llamar, es su
propia reproducción infinita. Y cada día exige más energía e incrementa su
velocidad.
En realidad, desde que apareció la propiedad privada y la economía
crematística (hace 2.800 años) basada en el enriquecimiento
individual, ese sistema inició su
construcción. Con cada invento
tecnológico se fue perfeccionando y
haciéndose más anti-humano. La ley del más fuerte fue llevada a sus extremos con
la aparición del patriarcalismo y se
instauró la primera forma de esclavismo
que fue el de las mujeres. A partir de allí, seguimos todos en fila.
El capitalismo clásico apareció en Europa en el siglo XVI y está en plena expansión por todo el planeta. En el siglo XVIII aprovechó las revoluciones burguesas liberales
para potenciar su desarrollo, haciéndole creer a la gente que el crecimiento económico (o “progreso”)
sería el soporte de la libertad, la
fraternidad y la igualdad. Lo mismo hizo con las revoluciones
proletarias y nacionalistas del siglo XX, ampliando su cobertura y
fuerza.
Durante el siglo XX, los capitalistas y asesores creyeron que podrían
dominar al capital. Idearon teorías que podrían evitar las numerosas y
graves crisis económicas y financieras
que habían sufrido en siglos anteriores. Luego de la crisis de 1929 apareció la variante keynesiana como respuesta al “capitalismo de
Estado” que habían instaurado los rusos en la URSS, y que pareció
funcionar luego de la segunda guerra mundial. No obstante, la crisis de 1973 los aterrizó y golpeó con fuerza y
los obligó a inventar el neoliberalismo
(Friedman).
Pero nada ha servido, la máquina sigue su dinámica
destructora y todas las teorías
económicas fracasaron con la crisis de 2008.
En el siglo XXI se evidencian
problemas nuevos y más graves. La globalización neoliberal creó nuevas dificultades de tamaño planetario que tienen como base
la absoluta irracionalidad del sistema con la preponderancia y hegemonía del capital financiero que impone su dinámica parasitaria, paralizante y
auto-destructiva.
El desequilibrio ambiental que pone en
peligro la vida humana en la tierra; la mentalidad criminal introducida en la economía y la
política que amenaza sus formas de control social; la descomposición creciente de la sociedad de consumo que crea un ambiente de frustración y
desmoralización en amplias capas de la población; las prácticas de despojo de recursos naturales y la acumulación por desposesión ante la ralentización negativa de la tasa de ganancia del capital; todo
ello y mucho más, obliga a las castas capitalistas a inventar sobre la marcha
nuevas formas de dominación y control
presionados por la “máquina”.
Arañando el cielo, arando la tierra.
Tal parece que los ideólogos del gran capital han
descubierto en el “capitalismo asiático”
y en el “modelo
chino”, la forma ideal para
reemplazar el “Estado de Derecho”,
que ya no funciona en Occidente. No significa que alguien lo haya diseñado. La “máquina” se va amoldando y desde
las entrañas del experimento “socialista-comunista”
surgió una combinación que ninguna mente humana podría sospechar, por lo menos,
para enfrentar esta etapa en donde los problemas se han potenciado y las
soluciones exigen “mano dura”.
Los burócratas chinos con la ayuda de los teóricos globalizadores crearon (sin
darse cuenta) una especie de “neoliberalismo de Estado”
que combina cuatro
características que para los neoliberales occidentales era imposible de
imaginar:
1. Liberalización de la economía (libre
mercado/ bajos salarios);
2. Estado despótico pero asistencialista (prohibición
de la huelga/subsidios universales a servicios públicos, educación y salud);
3. Relato mítico nacionalista con florituras “marxistas” (el “sueño chino” /socialismo con particularidades chinas; una
nación, dos sistemas);
4. Disciplinamiento cultural y consumista basado en el ideario
confuciano (“enriquecerse es bueno”, “ahorrar es ético”,
“obedecer es un deber”). [1]
En la práctica, es una nueva versión de los viejos imperios dinásticos y
despóticos que oprimían a los campesinos chinos, pero los
trataban bien y les garantizaban la protección de los ataques de enemigos
extranjeros (manchúes, mongoles).
Hoy, ante la guerra tecnológica y comercial que les ha planteado Trump, el presidente Xi
Jinping llama a los trabajadores “a hacer nuevos sacrificios”
para mantener la soberanía china y su “modelo socialista”.
En próximos artículos presentaremos la reconstrucción
de ese proceso que en lo teórico ha combinado las ideas de Marx con las de Hayek y otros pensadores. Y podremos
ver cómo al interior de China, al
igual que en los EE.UU. y demás países, la contradicción entre “globalistas” y “nacional-populistas”
está en pleno furor ante el auge de los actuales gobernantes que usan las
consignas de “USA first” (Trump), el “gran
sueño chino” (Xi) o la “gran madre Rusia” (Putin), para engañar a sus propios
pueblos.
Nota
[1] Referencias bibliográficas: Karl, Rebecca
(2015) “Pequeño gran hombre”; Szelényi, Iván (2016) “Capitalismos después del
comunismo”; Chaohua, Wang (2016) “La primera revolución china”; Anderson, Perry
y Chaohua, Wang (2017) “Dos revoluciones comunistas en el siglo XX”; Nolan,
Peter (2019) “El PCCH y el ancien régime”; Connery, Christopher (2019)
“Ronald Coase en Pekín”. Revista
NLR.
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