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“LA BATALLA DE AYACUCHO. El 9 de diciembre de 1824, se libró la
Batalla de Ayacucho, donde el Ejército Unido Libertador del Perú, al mando de Antonio José de
Sucre, consiguió una victoria que selló la gesta emancipadora de Perú y el continente
americano. ¿Cuál
era la situación de España durante la Batalla de Ayacucho? La restauración en
1820 de la constitución liberal de
1812, con la caída del rey Fernando VII de España, es parte de un
intermedio liberal que incluye la oposición al envío de soldados a América para
sostener el orden colonial. Eso
significaba que el virrey José de la
Serna debía defender el orden colonial frente a la insurgencia independentista
sin nuevos refuerzos, quedando por ello el virreinato peruano librado a sus propias
fuerzas y recursos militares. Antes de las batallas de Junín y Ayacucho, los realistas
habían derrotado a sucesivas expediciones enviadas al sur por el Congreso peruano entre 1822 y 1823, que
vio reforzado y reformado su ejército con la llegada de Simón
Bolívar, declarado
Jefe Supremo por el Congreso en 1823. Precisamente en Junín, el 6 de agosto de 1824,
las fuerzas del general realista José de Canterac fueron
derrotadas por el ejército de Bolívar.
Canterac emprendió su retirada hacia el Cusco de inmediato. Faltaban solo cuatro meses para la victoria en Ayacucho.
En la retirada hacia Cusco fue
hostigado sin descanso por las
avanzadas patriotas. Esto motivó que las tropas
realistas inicien en octubre de 1824 su desplazamiento hacia el norte, casi de
manera paralela al ejército comandado por el venezolano Antonio José de Sucre. Luego de varias semanas de escaramuzas, las tropas del virrey La Serna se
enfrentaron al ejército patriota
dirigido por Sucre el 9 de diciembre de
1824, en la Pampa de Ayacucho, colindante
con el pueblo de
Quinua. Pero esta no fue solo una pelea entre españoles y criollos: miles de indígenas
de Pomacocha, Vilcas Huamán, Carhuanca, Huancaray, Andahuaylas y más aportaron
a Bolívar, señala el historiador huamanguino David Quichua. Basilio
Auqui, líder
morochuco, es símbolo de estas luchas previas.
El triunfo patriota obligó al virrey
a suscribir la capitulación, quedando así culminada la Independencia del Perú”. Fuente. Portal
de Transparencia.
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AYACUCHO: LA MÁS GLORIOSA
BATALLA DEL NUEVO MUNDO.
*****
Por
Sergio Rodríguez Gelfenstein.
Doctor en
Estudios Políticos Internacionales.
Fuente.
Firmas Selectas.
Prensa
Latina 7 de diciembre del 2024.
Cuando el
Libertador Simón Bolívar llegó al Perú el 1 de septiembre de 1823 se encontró un
escenario muy complicado. Existían fuertes contradicciones entre José de la
Riva-Agüero y el Marqués de Torre Tagle. El país tenía dos presidentes, dos
gobiernos y dos Congresos. En Colombia,
aunque la situación era mejor, también había dificultades que retrasaron la
autorización a Bolívar para que
pudiera marchar al Perú.
Bolívar lo sintetizó diciendo que:
“Los Pizarro y Almagros pelearon; peleó La
Serna con Pezuela; peleó Riva Agüero con el Congreso, Torre Tagle con Riva
Agüero, y con su patria Torre Tagle; ahora, pues, Olañeta está peleando con La
Serna y, por lo mismo, hemos tenido tiempo de rehacernos y de plantarnos en la
palestra armados de los pies a la cabeza”.
Cuatro
meses después de haber llegado
al país, el Libertador logró
estabilizar la situación y se propuso comenzar a preparar la campaña que
permitiría liberar definitivamente al Perú
del dominio español. Pero enfermó
gravemente y se tuvo que establecer en Pativilca
por dos meses a fin de restablecerse. El
tabardillo o enfermedad del desierto
lo afectó de tal manera que el diplomático colombiano Joaquín Mosquera, quien lo visitó en esos días, al ver su estado
físico, pensó que el Libertador
vivía sus últimas horas.
Al
observarlo en tal situación y
después que Bolívar le relatara las
grandes dificultades que encaraba en el Perú,
Mosquera le preguntó qué iba a hacer. Mirándolo fijamente y con brillo en
sus ojos casi apagados, el Libertador
sin dudar, le respondió: ¡Vencer!
En esos primeros meses del año 1824,
mientras restablecía su salud se
dedicó a ganar tiempo, negociar con las fuerzas en pugna y esperar que Colombia le enviara los tan ansiados
refuerzos. Al mismo tiempo, diseñaba la estrategia para derrotar a los españoles.
En carta a Tomás de Heres el 9 de enero
le dice que: “…a los enemigos no se le engaña sino lisonjeándolos”.
El 10 de
febrero, ante la crítica situación del país y cuando parecía no haber otras
opciones, el Congreso del Perú le
concede poderes dictatoriales, a fin
de que Bolívar- con absoluta
libertad- tomara las decisiones que considerara correctas para la conducción del Estado y adoptara las medidas necesarias que
condujeran a resolver exitosamente la confrontación
con el ejército español.
A fines
de ese mes, comienza a impartir
órdenes a sus generales. Su plan
consistía en “limpiar” al país del
ejército, dejando solo a las fuerzas
guerrilleras sobre el terreno;
establece tres regiones: una, la más
grande, era la que debía ser “limpiada”;
la segunda, al este de Trujillo, donde se proponía obtener los
recursos necesarios para la sobrevivencia del ejército y, la tercera, el propio Trujillo, en la que se deberían concentrar los recursos obtenidos.
Para el
logro de estos objetivos, un
papel determinante lo jugó el líder
cusqueño Marcelino Carreño que al mando de las guerrillas montoneras
le propinó cuantiosas pérdidas en
fuerzas y medios a los españoles.
Este contingente, al igual que negros criollos que habían
sido esclavos y que configuraron el batallón 8, vendría a cumplir
importantes misiones en pro de la causa
independentista.
El 7 de
marzo, el Libertador instala su
puesto de mando en Trujillo. El 12 de abril ocurrió un hecho
aparentemente irrelevante. No
obstante, el Libertador con su
característica visión estratégica, captó la trascendencia del mismo. El general español Pedro Antonio Olañeta,
tomando nota de que, en octubre
de 1823, en España se había
restablecido la monarquía, manifestó
su lealtad al rey, rechazando la conducción que daban al ejército los generales ibéricos en el Perú, en su mayoría liberales. Olañeta se separó del ejército y se retiró al Alto Perú con su división. En su
persecución, el virrey envió al
general Jerónimo Valdés al mando de cuatro mil hombres.
Bolívar
detectó que este hecho exponía al bando contrario a una
situación de debilidad, ordenando
pasar a la ofensiva sin pérdida de
tiempo. Muchos, incluso la mayoría de
sus generales lo consideraron una
quimera y una locura, pero
finalmente, su convincente retórica
y la confianza
en un hombre que muchas veces los
había llevado a la victoria, terminó
por persuadir a sus subordinados quienes más por lealtad que por convicción, aceptaron las instrucciones
emitidas desde el puesto de mando.
La orden
de combate estableció que las tropas harían lo mismo que en julio de 1819, pero en sentido contrario. En Nueva Granada,
los patriotas habían subido la
cordillera para atravesarla de este a oeste a fin de tomar a los españoles por sorpresa. Ahora, irían desde el oeste al este para intentar repetir
la hazaña.
Bolívar
vislumbraba dos escenarios: el primero,
que Valdés abandonara la persecución
de Olañeta y regresara al escenario
del conflicto, en cuyo caso la ofensiva patriota se desarrollaría en
condiciones desventajosas, pero, si Valdés no retornaba con sus tropas,
la victoria sería segura.
En mayo,
el ejército se puso en marcha hacia el sur. Debía recorrer casi mil km. a través de elevadas montañas, algunas con nieve en esa época del año, hasta llegar a Pasco
que había sido designado como lugar
de concentración del contingente patriota. El general José De la Mar
comandaba el ejército peruano,
teniendo como jefe de Estado Mayor
al general
altoperuano Andrés de Santa Cruz mientras que el general Sucre conducía al ejército colombiano, llevando bajo sus órdenes los destacamentos al mando de
los generales Jacinto Lara
(venezolano) y José María Córdova (neogranadino).
Su jefe de Estado Mayor era el coronel irlandés Francisco Burdett
O´Connor.
El Alto
Mando del Ejército Libertador Unido
era dirigido personalmente por el Libertador Simón Bolívar contando
para la conducción estratégica con el doctor
José Faustino Sánchez Carrión, tal vez el
más eminente, capaz y eficiente
entre todos los patriotas peruanos a
cargo de los asuntos políticos y civiles
con rango de ministro. Bolívar
siempre mantuvo a Sánchez Carrión a
su lado para garantizar la conducción
estratégica de la guerra.
En tanto ocurría el desplazamiento del ejército, Bolívar, usando aquel antiguo adagio de Julio
César de “Divide y vencerás”,
le escribió dos cartas al general Olañeta, instándolo a unir fuerzas para luchar contra el “enemigo
común”. En otro plano, se debe destacar la extraordinaria labor de aseguramiento logístico organizada por el general
Sucre a lo largo de toda la ruta
de la marcha, garantizando el abastecimiento con alimentos para la tropa
y los caballos.
Los
patriotas marchaban de norte a sur
y los españoles en dirección contraria y en paralelo. En algún momento se cruzaron a poca distancia. El general español de origen francés José de Canterac que estaba al frente del ejército realista, jamás imaginó que Bolívar había podido organizar un contingente de gran
dimensión, que el propio Bolívar
estaría al mando de este y que marcharía
al sur por la sierra y no por la
costa que era considerada la maniobra lógica
para el desplazamiento. Una vez más la
argucia y la brillantez estratégica
de Bolívar habían permitido lograr el objetivo: la sorpresa fue total.
Cuando Canterac descubrió la maniobra del ejército patriota ya era tarde y ordenó retirada. Desde la altura, los republicanos observaron el movimiento realista. Bolívar dio la orden de ataque con la caballería contra el flanco del orden de marcha español. Presintiendo el inminente desastre, Canterac ordenó poner a salvo a la infantería y enfrentar a los patriotas con la caballería. Había comenzado la batalla de Junín. Era el 6 de agosto de 1824. Ante la cercanía entre ambos ejércitos esta confrontación se dio con lanzas y espadas, no se disparó un solo proyectil.
Papel determinante vino a jugar el sargento mayor peruano Juan Andrés Rázuri quien
fue enviado por su jefe, el coronel
rioplatense Manuel Isidro Suárez,
al puesto de mando a recibir instrucciones del general De la Mar. En el fragor del combate, el escuadrón al mando de Suárez había permanecido oculto
y guarecido por el terreno
accidentado. La instrucción de De la
Mar para Suárez fue que salvara su unidad. Pero al regresar Rázuri desde el puesto de
mando y observar desde la altura que
los realistas se habían desarticulado y que su dispositivo de combate se había trastornado, contrariamente a la disposición recibida, le indicó a su jefe que De la Mar había ordenado pasar a la ofensiva. El oficial rioplatense
actuó en consecuencia golpeando a las atribuladas
tropas españolas que no sabían de donde había salido este escuadrón. Tal acción motivó el ataque generalizado de los patriotas que consiguieron la victoria
en solo 45 minutos.
En Junín,
el ejército patriota obtuvo 700
fusiles y capturó un gran
territorio. Bolívar prefirió no
perseguir a los españoles tras
la llegada de la noche. Además, los soldados estaban extremadamente agotados no solo por el combate, sino sobre todo por las largas jornadas de marchas forzadas
antes de llegar a Junín.
A pesar
de la contundente derrota, los españoles
habían salvado el grueso de su ejército
al proteger la infantería. Sabedores
de esta situación, Bolívar y los generales republicanos se orientaron a
recuperar los heridos, explorar el terreno y hacer acopio de armamento. Así
mismo, era vital saber qué había ocurrido con Olañeta.
Al llegar
el mes de octubre, Santander
no había enviado los refuerzos prometidos. En el contexto
creado, dicho contingente podría jugar un papel
decisivo en el combate final que
indudablemente se avecinaba. El 6 de
octubre Bolívar reúne al Alto Mando y
le informa que era de la opinión que
debía desplazarse a la costa a
atender asuntos de Estado y organizar
una nueva fuerza que reforzara al ejército.
El
Libertador designa al general De la Mar
para sustituirlo en el mando del ejército
por ser el oficial de mayor antigüedad,
pero éste, en un acto de extrema
generosidad declina en favor de Sucre,
argumentando que el cumanés tenía mayor
trayectoria y experiencia. Bolívar
le ordenó a Sucre no presentar combate hasta no estar seguro
de la victoria. En ese momento debería ser él quien decidiera el lugar
del combate, no los españoles.
Así, se
inicia una suerte de juego “del gato y el ratón” en el que Sucre con gran habilidad táctica, así como astucia
y visión estratégica, burla una
y otra vez la rabiosa persecución de
los españoles que le querían dar caza a él y al ejército.
En algún
momento no determinado de su
viaje a la costa, Bolívar recibe un
mensaje en el que se le comunica que el Congreso
de Colombia lo había destituido
de su cargo de jefe del ejército de su país. De igual manera, se le suprimieron las facultades extraordinarias
que le habían concedido para el cumplimiento de su misión a través de un
decreto del 9 de octubre de 1821. El
Libertador aceptó la decisión, designando a Sucre como nuevo jefe del
ejército de Colombia. A partir de entonces, continuó actuando únicamente
como dictador del Perú. La
comunicación recibida indicaba que también se había suprimido la Secretaría
General y el Estado Mayor y que
las facultades que estas instancias poseían se le habían entregado al vicepresidente Santander, encargado del
poder ejecutivo. Bolívar conmina a Sucre y a los generales a aceptar la decisión del Congreso que en primera
instancia había sido resistida por
los altos oficiales del ejército.
Así de forma intempestiva y sin desearlo, había llegado el tiempo de Antonio José de
Sucre.
Su táctica de escabullirse y no enfrentar el combate estaba dando resultado al mismo tiempo que generaba ansiedad y desesperación en el bando español. El 6 de diciembre, después de más de dos meses de continuo movimiento, Sucre y De la Mar deciden que la batalla se libraría en la Pampa de Quinua.
El 9 de
diciembre, muy temprano en la mañana, Sucre arengó a las tropas, uno por uno a cada batallón. A continuación, le dio la
orden de ataque a la 2da. División al mando del general José María Córdova, colombiano,
nacido en Antioquia, quien
levantándose y apuntando con su espada hacia el frente, arengó a sus soldados
al grito de ¡Adelante,
a paso de vencedores!
Veinticinco
años tenía el antioqueño,
29 Sucre. Eran generales hechos en la guerra
y las batallas. La extraordinaria conducción estratégica de las tropas por
parte de Sucre, resultó decisiva, todos los generales y altos oficiales
tuvieron igualmente una gran
participación, lo cual, unido al heroísmo sinigual y la alta solidez moral de los soldados,
condujeron a la victoria. Sucre
cumplió su plan sin alteraciones, exponiéndose él mismo en los combates. La batalla no duró más de una hora.
Esa misma
noche se produjo la capitulación de los españoles. Los
generales patriotas y Sucre personalmente, se preocuparon de proteger a los prisioneros, curar a los heridos y respetar las jerarquías de los oficiales detenidos.
En la
noche, el virrey La Serna que había
sido herido y capturado en el combate se apersonó ante Sucre. Al entregarle su espada
como símbolo de la derrota, le dijo ¡Gloria al
vencedor! Sucre, negándose
a recibir el trofeo, le respondió: ¡Gloria al vencido! y le pidió que conservara
su arma.
Unas
semanas después, el 20 de diciembre, Bolívar le ordenó a Sucre dirigirse al Cusco para
posteriormente seguir al Alto Perú
que todavía estaba en poder de los españoles. El 10 de febrero
de 1825, al cumplirse un año de la designación
de Bolívar por el Congreso como dictador del Perú, el Libertador
compareció ante la máxima representación del pueblo peruano para rendir
cuentas de su actuación. Dijo que le parecía
peligroso que un solo hombre concentrara todos los poderes del Estado. Le informó al Congreso
que aún faltaba por rendir
algunas fuerzas españolas que
resistían la derrota, pero que, cumplida esa misión, regresaría a Colombia para informar al Congreso de su país sobre el cumplimiento de la misión.
El
Congreso no aceptó su dimisión,
pero Bolívar insistió en ello. Así
mismo, rechazó recibir una contribución
de un millón de pesos que el Congreso había decidido concederle. Una y otra vez los congresistas insistieron, una y otra
vez, Bolívar objetó el emolumento, pero ante la insistencia,
pidió que dicha suma se le entregara a Caracas,
su ciudad natal. Ese mismo día, 10
de febrero, el Congreso del Perú,
le otorgó a Sucre,
el título de Gran Mariscal de Ayacucho.
Dos días
antes de la batalla, sin saber
cuándo ocurriría, pero convencido de
que la misma y su resultado eran inevitables, el Libertador dirigió un llamamiento a los Jefes de Estado de las nuevas
repúblicas americanas antes españolas
para reunirse en Panamá a fin de comenzar
a construir la necesaria unidad
americana. Una nueva batalla comenzaba. A 200 años de Junín
y Ayacucho, seguimos empeñados en ella.
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