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“El objeto de la lucha. Scurati se siente de una generación que
creció convencida de que la democracia era un don eterno, pero reconoce que los
acontecimientos del presente demuestran
que se trata más bien de una conquista
ganada con esfuerzo y que podría
perderse, como ya ocurrió en
ocasiones. Hoy día existe una
tendencia en todo el mundo a cuestionar
el parlamentarismo que recuerda peligrosamente sucesos de la primera mitad del siglo XX, y por ello
el libro concluye con un llamamiento a recuperar un auténtico espíritu de lucha contra los obstáculos que se oponen a la democracia.
“Fascismo y populismo aporta un recorrido histórico y una disección erudita y sugestiva de las
diferencias entre el populismo fascista de ayer y el que emerge hoy en muchos rincones del planeta.
Sin embargo, la “lucha
por la democracia” que se propone como conclusión y programa final no puede
dejar de sonarnos insuficiente en el contexto
económico que vivimos. Lo cierto
es que el capital se las arregla
bien, con su superestructura ideológica,
para que el juego parlamentario
sirva sus intereses y no los de la
gente, con lo que ésta puede fácilmente
acabar escuchando los cantos de
sirena de los demagogos. El programa
no puede ser exclusivamente en pos de
la democracia, porque democracia sin socialismo, como la historia demuestra cumplidamente, es un empeño imposible que sólo puede
generar frustración.
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LAS
METAMORFOSIS DEL TOTALITARISMO.
Reseña
de Fascismo y Populismo.
Mussolini
Hoy de Antonio Scurati.
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Por Jesús
Aller | 19/12/2024 | Cultura
Fuentes.
Revista rebelión
Fuentes: Rebelión
El fascismo.
más allá de su significado concreto en la historia, se ha convertido hoy en un
término usado sobre todo como insulto de forma imprecisa, con lo que resulta
muy difícil aquilatar la relación entre el ideario y la praxis política de
aquel fenómeno de la primera mitad del siglo XX y sus posibles encarnaciones
actuales.
El
profesor y escritor italiano Antonio Scurati (1969) es autor de una novela histórica
sobre el intelectual antifascista Leone
Ginzburg y otra en cuatro volúmenes
sobre Benito Mussolini y su movimiento.
Al mismo asunto dedicó también Fascismo y populismo. Mussolini
hoy, que acaba de ser
publicado en castellano por Debate
(trad. de Carlos Gumpert). En este trabajo se establecen paralelismos entre el
régimen fascista y los líderes populistas
de hoy, y se aportan claves para interpretar un fenómeno recurrente que desafía la democracia en Europa. Fascismo y populismo está
basado en la intervención de su autor en un congreso en Ginebra en 2022,
pocos días después de las elecciones que llevaron al poder a la extrema derecha en Italia, y todo él
transpira la conmoción del momento, pero trata de ahondar desapasionadamente en
lo que la historia puede enseñarnos
para afrontar los retos del presente.
En
las primeras páginas se
reconoce la irrupción en Italia con
el nuevo milenio de un espíritu
extraño, que tendía a separar dos conceptos estrechamente ligados en el país
tras la II Guerra Mundial: democracia y antifascismo. Lo que nacía era un populismo condescendiente
con el pasado hasta entonces reprobado,
y en los medios y el debate político se derribaban viejos tabúes al respecto. A
la vista de esto, el objetivo declarado del libro es estudiar las características del fascismo de los años 20 y 30
del siglo XX con el fin de auscultar su regreso en la era actual. Las tesis
que se defienden son dos: que Mussolini fue el inventor no sólo del fascismo, sino también del populismo, y que los movimientos políticos de extrema derecha que hoy pululan por el planeta, promoviendo formas de “democracia
autoritaria”, son herederos de Mussolini,
pero no del Mussolini fascista, sino del Mussolini populista.
El doble rostro del Duce
Algunas
anécdotas de los orígenes del fascismo sirven a Scurati para poner de manifiesto la doble naturaleza de éste. Expulsado ignominiosamente del Partido Socialista Revolucionario por
su apoyo a la guerra, Mussolini se
encuentra al concluir ésta sin apenas seguidores,
aunque es un personaje conocido y
propietario de un periódico, Il
Popolo d’Italia. En ese momento, durante las celebraciones de la victoria, el futuro Duce tiene la idea
genial de subirse a un camión de los
Osados (I Arditi), las tropas
de asalto integradas sobre todo por exdelincuentes
que acababan de ser desmovilizadas
de una forma que consideraban humillante.
Confraternizando con estos “perros
de la guerra”, lamiendo sus heridas
y alabando su brutal concepto del honor
y el valor, Mussolini va a encontrar la materia prima para sus “Fasci
italiani di combattimento”, la organización política que funda en marzo de 1919.
Queda así claro que la violencia marca
desde su mismo origen el movimiento
fascista.
Se recuerda también que, en las elecciones de noviembre de 1919, los Fascios de Combate, que concurren a ellas, obtienen un resultado ridículo que parecía una sentencia de muerte política para su líder, encarcelado además el día siguiente tras encontrarse armas en las oficinas de Il Popolo d’Italia. Sorprendentemente, sin embargo, tres años después, Mussolini protagoniza la Marcha sobre Roma y recibe de Víctor Manuel III el encargo de formar gobierno. Para Scurati, este ascenso meteórico demuestra que, junto al espíritu de violencia señalado, el fascismo presenta otro rostro bien diferente, capaz de fascinar a las masas, el rostro populista. Según esto, el fascismo es violador y seductor al mismo tiempo, sin que las dos facetas estén separadas, pues la violencia contribuye al hechizo.
El populismo de Mussolini
Scurati pasa revista a los elementos que, en sus propias palabras, permitieron que Italia fuera seducida al tiempo que era
violada. El primero de ellos es la identificación
del pueblo con su caudillo,
rasgo definitorio del “populismo”.
Mussolini, que debutó en la vida pública
como periodista, conocía el valor de la letra impresa y en 1919 la primera acción violenta de sus escuadristas fue la destrucción
de la sede de Avanti!,
el periódico de los socialistas que él mismo había dirigido
siete años antes. Después, en sus escritos
él supo inaugurar un estilo que iba directo al alma popular, con frases
breves, combativas, que servían como eslóganes,
y uso obsesivo del “yo”: “yo prometo”, “yo declaro”. Esta
unión mística del líder y el pueblo hace intolerable
cualquier disidencia, que será
reprimida con saña.
En
relación con esto, una segunda característica del populismo es
su aversión a la democracia y el parlamentarismo, vías de expresión de una discrepancia que no le resulta
aceptable. Por ello los Fascios de
Combate son definidos como un “antipartido” y la clase política liberal denostada como “casta” enemiga del pueblo, (Milei) lo que recuerda cosas que vemos hoy, aunque ahora de momento no se pretende sustituir los Parlamentos
por una dictadura, como sí se hizo
en 1922 tras la Marcha sobre Roma.
Un
repaso de la trayectoria de Mussolini
en los años 20, con su cúmulo de contradicciones, revela en realidad
ausencia de cualquier ideología que no sea el oportunismo para lograr el poder de un aventurero sin escrúpulos. Él maneja a las masas sirviéndose de las pulsiones
que capta en ellas y con este fin un
medio eficaz es el miedo, dominante
en épocas de crisis. Contra la esperanza de un mundo mejor que predicaban los socialistas,
él edifica sobre el instinto más
poderoso, el temor, que encuentra su
destinatario en el comunismo, un
extranjero —“la peste asiática”— implantado en el país, que amenaza con
despojarnos. Y a este miedo se unirá
otro generado por la propia violencia
ejercida por los fascistas. Con las nuevas coordenadas, la vida se
simplifica y todas las discusiones parlamentarias
dejan paso a un miedo-odio que
desencadena un amor sin fisuras al líder que nos defiende y a sus seguidores.
Scurati
observa un paralelismo
entre el miedo al comunista de los populistas del siglo XX, transmutado en odio, y el odio a los inmigrantes de los populistas
soberanistas en la Italia de ahora.
Es idéntico también el recurso ayer y hoy, en todos los autoritarismos, a una comunicación en la que a falta de ideas se usa generosamente la imagen del líder sacralizado. Sin
embargo, como se ha dicho, se constatan
diferencias entre la violencia y
el antiparlamentarismo de antes y lo
de ahora, aunque en ambos casos se
degrade la democracia.
El objeto de la lucha
Scurati
se siente de una generación
que creció convencida de que la democracia era un don eterno, pero reconoce que los
acontecimientos del presente demuestran
que se trata más bien de una conquista
ganada con esfuerzo y que podría
perderse, como ya ocurrió en
ocasiones. Hoy día existe una
tendencia en todo el mundo a cuestionar
el parlamentarismo que recuerda peligrosamente sucesos de la primera mitad del siglo XX, y por ello
el libro concluye con un llamamiento a recuperar un auténtico espíritu de lucha contra los obstáculos que se oponen a la democracia.
Fascismo y populismo aporta un recorrido histórico y una disección erudita y sugestiva de las
diferencias entre el populismo fascista de ayer y el que emerge hoy en muchos rincones del planeta.
Sin embargo, la “lucha
por la democracia” que se propone como conclusión y programa final no puede
dejar de sonarnos insuficiente en el contexto
económico que vivimos. Lo cierto
es que el capital se las arregla
bien, con su superestructura ideológica,
para que el juego parlamentario
sirva sus intereses y no los de la
gente, con lo que ésta puede fácilmente
acabar escuchando los cantos de
sirena de los demagogos. El programa
no puede ser exclusivamente en pos de
la democracia, porque democracia sin socialismo, como la historia demuestra cumplidamente, es un empeño imposible que sólo puede
generar frustración.
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