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“Milei ha remarcado en The Economist (https://t.ly/QJ8O7) que su “desprecio por el Estado es infinito” y
lo considera una “organización criminal
violenta” que vive de los impuestos.
Son términos que inspiran a todos
los anarcocapitalistas, quienes han retorcido las ideas de los teóricos anarquistas del siglo XIX que buscaban liberar a los seres
humanos de todo tipo de opresión.
Los libertarios olvidan que los anarquistas
originales eran anticapitalistas y, sobre todo, que
con la “extinción” del Estado, como
la que ellos proponen, quedaría
instaurado exclusivamente el poder
privado de los capitalistas. Las
consecuencias de ese ideal marcan ahora el agravamiento de la vida en Argentina, como lo destaca el reconocido
politólogo
Atilio Borón (https://t.ly/GaWUE),
pero también ocurre en Ecuador, que
desde 2017 experimenta el derrumbe
de las condiciones de vida y trabajo de
su población, un subdesarrollo con dominación oligárquica y, además, el inédito despegue de la inseguridad ante el avance de la narco-
delincuencia (https://t.ly/7mYFF).
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LA “BATALLA CULTURAL”
DERECHISTA.
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Por Juan
J. Paz-y-Miño Cepeda.
Fuente.
Prensa Latina viernes 13 de diciembre del 2024.
La Conferencia Política de Acción Conservadora CPAC (Conservative Political Action Conference)
fundada en 1974, nació como una cumbre de carácter ideológico del
conservadorismo en los Estados Unidos.
Ha llegado a convertirse en el mayor encuentro de activistas, políticos, empresarios, millonarios, dirigentes,
comunicadores y otros representantes de las ultraderechas norteamericanas, que
proclaman la defensa de lo que
consideran como tradiciones nacionales,
valores cristianos, morales y familiares, la supremacía del país, al mismo
tiempo que apoyan la economía
capitalista, la libre empresa y la propiedad privada, el individualismo y la
democracia occidental.
Con el paso de las décadas, sus ideas y
encuentros se han extendido. Hoy es
un foro de respaldo al presidente electo Donald Trump (www.cpac.org)
y su influencia ha llegado hasta América Latina en una época de renacimiento del conservadorismo de la región, fundido con la ideología neoliberal, el dominio de los
grandes grupos económicos y la implantación de gobiernos empresariales. El más renombrado ha
sido el reciente encuentro en Buenos
Aires, Argentina el pasado 4 de
noviembre (2024), logrado por el entusiasmo del presidente Javier Milei (https://t.ly/ATzeo),
a pocas semanas del encuentro CPAC en
Palm Beach, EE.UU.
En la CPAC- Argentina/24 se han presentado, entre otros: Matt Schlapp,
presidente de CPAC; Lara Trump, Steve Bannon, Jair Bolsonaro, Eduardo Bolsonaro, Santiago
Abascal, Barry Bennett; el millonario mexicano Ricardo Salinas Pliego, el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga;
Eduardo Verástegui, Agustín Laje, María
Corina Machado, una serie de legisladores argentinos, Daniel Parisini
“Gordo Dan”, los ministros Luis “Toto” Caputo, Patricia Bullrich, y como figura
central y orador principal el presidente
Milei. Como puede advertirse en sus distintas intervenciones (https://t.ly/X7WVN)
la “filosofía” compartida y que ha
hecho vibrar a todos es bien conocida en América
Latina: achicar al Estado, abogar por las privatizaciones, exaltar el mercado
libre y la empresa privada,
cuestionar los derechos sociales y
laborales, maldecir al “socialismo”.
Han unido la sui géneris reivindicación de la “familia
tradicional” y de una “religión cristiana” que nada tiene que ver con la Doctrina Social de la Iglesia, sino con
la protección al capitalismo rentista.
Repiten, bajo una especie de contagio
colectivo, varios de los conceptos preferidos de Javier Milei. (quién vuela por las NUBES)
En su intervención el primer presidente
libertario anarcocapitalista
del mundo, convertido en símbolo de
la ultraderecha global (https://t.ly/yUguy),
sostuvo realizar “el mejor gobierno de
la historia” argentina y promovió un decálogo
de consignas políticas, destacando, sobre todo, la necesidad de librar la “batalla
cultural” que termine, de una vez por
todas, “con la basura del socialismo”, el “marxismo cultural” y la “izquierda
criminal”. Además, llamó a crear una «internacional derechista»
y una «red de asistencia mutua» para
impulsar en el mundo «las ideas de la
libertad»; y, en resumen,
afirmó: “defendemos la vida, la libertad y la propiedad privada a
rajatabla”.
Los libertarios anarcocapitalistas latinoamericanos se han decidido por movilizar una radical lucha de clases en favor de un capitalismo que privilegia a los empresarios carentes de conciencia humanista-social. Desconocen o tergiversan la historia de América Latina donde el capitalismo se erigió sobre las ruinas de los antiguos regímenes oligárquicos nacidos tras los procesos de independencia anticolonial.
De la mano de los propietarios privados, el
nuevo sistema no solucionó los problemas de la pobreza y las desigualdades heredadas, de modo que, a
partir de la Revolución Mexicana (1910)
gracias a las luchas sociales, las actividades culturales y políticas de las izquierdas y el intervencionismo del Estado por
intermedio de gobiernos que
comprendieron la necesidad de
promover los intereses populares
(como los “populistas” entre las
décadas de los treinta y los cincuenta),
se avanzó en derechos laborales, femeninos, sociales, comunitarios, ambientales.
Esos derechos no provienen de gobiernos empresariales.
A su vez, la persecución al “comunismo” sirvió
para asesinar, torturar y desaparecer
incluso a inocentes, como ocurrió en
el Cono Sur durante las dictaduras militares terroristas
dependientes de las geoestrategias
macartistas de los Estados Unidos
en toda la región. El propósito
final fue preservar el capitalismo y
la hegemonía imperialista de lo cual
se beneficiaron los propietarios del
capital.
En medio del despegue del neoliberalismo
latinoamericano inducido a través del FMI/BM
y el “Consenso de Washington”, América Latina se convirtió en la
región más inequitativa del mundo, mientras una casta empresarial pasó a ser hegemónica en la economía y en la política. Fueron los
gobiernos de la izquierda progresista latinoamericana (a quienes se refirió Milei precisando
los nombres de cada gobernante) los
que recuperaron el papel del Estado
para avanzar en la construcción de
economías sociales con bienestar,
que sacaron a millones de la pobreza
e impulsaron la educación, salud y
seguridad social para la población,
un proceso cortado con la recuperación derechista
y la sucesión de gobiernos empresariales
y presidentes empresarios (y
millonarios) en varios países de la
región.
Milei ha
remarcado en The Economist (https://t.ly/QJ8O7)
que su “desprecio por el Estado es
infinito” y lo considera una “organización
criminal violenta” que vive de los impuestos.
Son términos que inspiran a todos los anarcocapitalistas,
quienes han retorcido las ideas de los
teóricos anarquistas del siglo XIX
que buscaban liberar a los seres humanos de todo tipo de opresión. Los libertarios
olvidan que los anarquistas
originales eran anticapitalistas y, sobre todo, que
con la “extinción” del Estado, como
la que ellos proponen, quedaría
instaurado exclusivamente el poder
privado de los capitalistas. Las
consecuencias de ese ideal marcan ahora el agravamiento de la vida en Argentina, como lo destaca el reconocido
politólogo
Atilio Borón (https://t.ly/GaWUE),
pero también ocurre en Ecuador, que
desde 2017 experimenta el derrumbe
de las condiciones de vida y trabajo de
su población, un subdesarrollo con dominación oligárquica y, además, el inédito despegue de la inseguridad ante el avance de la narco-
delincuencia (https://t.ly/7mYFF).
Contrariando a los libertarios, los Estados
latinoamericanos han sido, en distintos momentos, protectores del crecimiento empresarial, como ocurrió durante las décadas del desarrollismo; instrumentos
para la industrialización; agentes
de enriquecimiento para los beneficiarios de las privatizaciones;
fuentes para la corrupción privada
mediante la evasión tributaria y múltiples mecanismos de acumulación
burlando las leyes.
Karl Marx concibió al Estado como órgano de dominación de una clase; pero advirtió claramente que la liberación humana definitiva tendrá que
pasar por la abolición de la propiedad
privada de los medios de producción,
que en manos de los capitalistas ha
servido para otorgarles el poder de
oprimir y explotar a la sociedad,
un proceso ahora posible de revertir
por la socialización creciente e
inevitable de las fuerzas productivas.
Pero la comprensión de estas
tendencias históricas no entra
en el marco de las utopías
anarcocapitalistas. Las izquierdas
latinoamericanas tienen aquí la ventaja teórica para el desafío de la batalla cultural concebida como la moderna lucha de clases lanzada
por la internacional de ultraderecha
en el continente.
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