miércoles, 13 de noviembre de 2013

DEMOCRATIZAR ES DESMERCANTILIZAR.

&&&&&
La democracia participativa, directa, democracia de ciudadanos, hoy exige, no sólo rendición de cuentas, accountability, - responsabilidad social de los líderes, los representantes, ante los organismos constitucionales, sino también y en lo central ante los gobernados - lucha contra la cultura del secreto, sino que avanza más allá a construir caminos directos de comunicación, participación activa y decisiones oportunas, viables, seguras y que representen alta confiabilidad – es necesario y urgente recuperar la confianza – para generar procesos de forjar legitimidad de las instituciones fundamentales de la Democracia. Por eso hoy la colectividad, la ciudadanía, exige, más que un resultado en particular, pareciera que lo que la sociedad viene reclamando son procedimientos seguros y confiables e identificaciones transparentes entre electores y elegidos. Los líderes emergentes han satisfecho este reclamo, respondiendo al fracaso de las instituciones heredadas. En conclusión, mientras no se constate que ellos no pueden remplazarlas por algo mucho mejor, y no surjan alternativas que a sus ventajas comparativas les agreguen rasgos democráticos que a ellos les faltan, encarnarán el cambio necesario y la democracia posible. Motivo suficiente para que el juicio respecto de la consolidación sea más equilibrado y para discriminar de este asunto el atinente a la profundización de la democracia

¿Cuáles son las limitaciones que enfrentan los nuevos líderes para hacer de esta democracia, que más mal que bien se consolida, una democracia deseable? Ellos han tendido a avanzar por el peligroso camino de aprovechar las ventajas que supone la disolución de las formas políticas tradicionales, y al mismo tiempo impedir el pleno desarrollo de una política de ciudadanos. Aunque es difícil predecir las consecuencias de su recorrido, la pretensión de ejercer un poder sin límites, la búsqueda de referentes sustantivos de legitimidad para un discurso cada vez más monopolizado de lo político (la alusión al destino, la "voluntad del pueblo", el "mandato de Dios", etc.) y la desertificación de una esfera pública donde se debatan derechos, aparecen como síntomas alarmantes de la "vocación soberana" que los embarga. Esto bien puede llevarlos a deteriorar las instituciones. Pero también a su autodestrucción: buscando preservar su rol como única alternativa frente al caos, podrían terminar minando la confianza que una vez inspiraran a la sociedad y la eficacia de las reformas urgentes de introducirlas al sistema democrático representativo.
/////


La lucha social y política por recuperar la democracia, es un proceso que nos involucra a todos los ciudadanos, porque hoy ha sido secuestrada por los poderes facticos locales y transnacionales. Generar confianza en la ciudadanía es el primer desafío para democratizar las instituciones de la Democracia. Hay que democratizar la Democracia.
*****

DEMOCRATIZAR ES DESMERCANTILIZAR.
*****
Emir Sader.

Página /12 miércoles 13 de noviembre del 2013.

La fragilidad de las democracias liberales quedó confirmada conforme pudieron convivir con el neoliberalismo y, más que eso, ser funcionales a ese modelo de exclusión social. La brutal penetración del dinero en todos los poros de la sociedad llegó de lleno a la política, con el financiamiento de campañas electorales, con los lobbies en los parlamentos, todo absorbido por las democracias liberales, revelando su inmensa elasticidad. Así como, a la vez, convivieron y lo siguen haciendo con modelos económicos neoliberales, de concentración de renta, exclusión social, expropiación de derechos fundamentales, aumento exponencial de la pobreza y la miseria.
Lo destacaba bien Marx, al decir que cuando las constituciones liberales enuncian que “todos son iguales frente a la ley”, ahí empieza la desigualdad. Pero mientras sea desigualdad económica, social, cultural, el liberalismo las soporta, con tal de que sus cánones para calificar a un país como democrático sigan vigentes: separación de los poderes, elecciones periódicas, multiplicidad de partidos, prensa libre (“libre” quiere decir “privada” en el vocabulario liberal).
La era neoliberal representa el máximo de realización del capitalismo en su afán de transformar todo en mercancía, en mercantilizar todo. Libre de las trabas de las reglamentaciones estatales, el capital fluye sin limitaciones, realizando la utopía de que sea un mundo en que todo se compra, todo se vende, todo tiene precio.
En nuestros países, esos procesos han trasformado profundamente a nuestras sociedades, destruyendo la escasa red de protección de nuestros Estados, transfiriendo hacia el mercado lo que eran derechos: a la educación, a la salud, a la cultura, al transporte, a la vivienda.
Gobiernos posneoliberales tratan de revertir ese brutal proceso de mercantilización, reponiendo en la esfera pública lo que fue llevado a la esfera mercantil. Frenando los procesos de privatización, revirtiendo en algunos casos empresas privatizadas a la esfera estatal. Pero, en lo fundamental, reconociendo y ampliando derechos de la gran mayoría de la población, víctima de la expropiación de derechos de parte del neoliberalismo.
La polarización fundamental en la era neoliberal se da entre la esfera mercantil y la esfera pública. Aquella, la esfera del mercado, del consumidor, de la selección social por medio del dinero. La esfera pública, a su vez, es la esfera de los derechos, de los ciudadanos, de la inclusión social.
El Estado es un espacio de lucha hegemónica entre la esfera pública y la esfera mercantil, pudiendo ser tanto un Estado financierizado, cuanto un Estado refundado alrededor de la esfera pública. En el Estado, decía Pierre Bourdieu, siempre hay una mano derecha y una mano izquierda.
El neoliberalismo destroza al Estado e intenta imponernos la opción entre estatal y privado. Es decir, entre un Estado desarticulado por ellos o el mercado, que es lo se esconde detrás de lo que ellos llaman espacio privado.
Mientras que la disyuntiva es distinta: donde el neoliberalismo habla de esfera privada, lo que hay es la esfera mercantil. Y la esfera contrapuesta no es la esfera estatal, sino la esfera pública. La polarización que articula el campo teórico en la era neoliberal es la que se da entre esfera pública y esfera mercantil.
Democratizar nuestras sociedades es desmercantilizarlas, es transferir de la esfera mercantil hacia la esfera pública, la educación, la salud, la cultura, el trasporte, la habitación, es rescatar como derechos lo que el neoliberalismo impuso como mercancía.
Esa es la mayor batalla de la era neoliberal: la afirmación hegemónica de la esfera pública en contra de la esfera mercantil. Una sociedad justa es una sociedad centrada en la esfera pública, en la universalización de los derechos, en los ciudadanos, como sujetos de derecho; objetivos de los gobiernos pos-neoliberales.

*****

No hay comentarios: