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Una primera propuesta
para definirse si estás ubicado en la derecha política o en la izquierda emergente, podemos
presentarla a partir de la Democracia
vigente en cada país como sistema político de gobierno. Hoy en América
latina encontramos hasta tres formas de alternativas democráticas: La democracia liberal representativa,
que tiene como fortaleza el proceso electoral, los partidos políticos -
democracia electoral, democracia liberal representativa –tienen como fundamento
central el reconocimiento y práctica de derechos sociales y políticos – los mismos
que han sido cercenados violentamente por el neoliberalismo como ideología y política de la globalización. “Reconocen” simplemente como teoría la Libertad de expresión como el
principio de principios que legitiman la democracia, sin embargo, el sistema
democrático ha logrado convertir esa libertad
en “libertad de empresa”. México, Panamá,
Colombia, Perú y Chile, dicen que son gobiernos “nuevos” sin
corrupción, sin miedo, - sin embargo México, Colombia y Perú hoy están entre los diez países donde
la corrupción se está institucionalizando, una “clase política” muy corruptos,
partidarios de la imposición de los TLC como
nuevas formas políticas de dominación, que definitivamente rompen la integración
continental y avanzan por un camino de la división como es el caso de la Alianza del Pacífico – ALPA - , políticamente
hoy se en encuentran en una clara definición de derecha, con sistemas políticos
que desconocen la Doctrina de los DD.HH,
los propios principios liberales, que definen políticamente la democracia
liberal.
Existe hoy en
América Latina otro sistema político, el de la Democracia Moderna, tiene
como fundamento central el reconocimiento, vigencia y práctica, los Derechos sociales – derechos laborales
- y políticos que en el fragor de la
lucha política constituye la columna vertebral del sistema. Políticamente han
salido del ámbito del neoliberalismo, pero al mismo tiempo su propia Doctrina no les permite ir más allá de
los linderos de la propia democracia electoral. Sin embargo, desarrollan prácticas
muy fuertes de participación ciudadana,
rendición de cuentas, lucha en
teoría contra la corrupción y asumen
dos prácticas sociales muy importantes: la lucha continuada contra la pobreza e intensifica programas sociales en favor de la Tercera edad y los jubilados. Han sobrepasado la práctica de los TLC, como nuevas formas de dominación y
supuestas prácticas de Integración continental. Sistemas políticos democráticos
modernos como Brasil, Argentina, Uruguay,
Costa Rica. Existen altos nivel de de confianza social y política,
credibilidad en la democracia – caso de
Uruguay – y una fuerte aceptación desde la opinión pública sobre la
legitimidad institucional. Al final hoy se encuentran con un nuevo problema
económico-social y político, sumamente complejo, el surgimiento de una “nueva clase media”, que reclama
derechos sociales y políticos: Educación
gratuita y de calidad, sistema de salud,
de calidad y gratuitos, servicios
públicos, transporte, recreación y deporte, pero que el propio sistema
democrático no alcanza a brindarles y se produce una fractura social, explosiona el movimiento ciudadano y nace la insurgencia política. Es el modelo de
centro político o de izquierda moderada,
muy peligroso en lo social y políticamente violenta, porque su reacción por lo
general es muy violenta, anárquica y emergente, y muchas veces se ubica en el campo
de la anti-política por carecer o
desconocer cualquier tipo de organización y representación.
Finalmente
está la democracia política de izquierda en América Latina desde la izquierda socialista, históricamente
es el sistema político socialista, como es el caso de Cuba, - ejemplo de Democracia Popular,
Participativa y de Ciudadanos; más allá, la
revolución Bolivariana en Venezuela, la revolución Sandinista en Nicaragua, la revolución de los Movimientos Sociales en Bolivia, y la revolución ciudadana en Ecuador. Su poder hoy se sostiene en el Poder Local emergente, se fundamenta por
su “juventud”, en el surgimiento de una Nueva
Ciudadanía Intercultural, una Nueva
Sociedad Civil, Real, emergente, democrática y popular; intensifican las
políticas y programas sociales y políticamente avanzan hacia el desarrollo
económico-social, sustentable, e
intenso respeto a la Madre Naturaleza. Su característica principal es que
rompieron con el sistema de dominación de los TLC, pasaron de las
orcas caudinas de las políticas del neoliberalismo,
han forjado nuevas instituciones de integración continental, más allá de la “vieja” y desprestigiada OEA.
Como UNASUR, MERCOSUR, ALBA, CELAC, TElesur, Petro-Caribe, ect. Su
posición política anti-neoliberal, anti-imperialista hoy conduce a esta Izquierda latinoamericana, por su
propio camino, sus propias experiencias levantan el carácter y la orientación
de sus procesos revolucionarios., porque la revolución no es copia ni calco, es
creación heroica de cada pueblo. La democracia participativa, democracia de
ciudadanos, informados, cívicos y republicanos, forjando nuevos liderazgos,
reconoce la nuevas formas de ciudadanía étnica, diferenciada que en la práctica
de las clases y la lucha de clases, constituye y representa la columna
vertebral de los procesos revolucionarios, que hoy en la coyuntura caminan por senderos y vías nuevas
para construir una Patria Libre en un Mundo Libre.
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AMÉRICA LATINA. SER DE IZQUIERDA EN LA ERA NEOLIBERAL.
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Emir Sader.
Página /12 lunes 4 de
noviembre del 2013.
¿Qué es ser de izquierda en los tiempos de hegemonía neoliberal, cuando
varias fuerzas que estaban en el campo de la izquierda –socialdemócratas,
nacionalistas– han desertado, para asumir programas neoliberales?
El
marco latinoamericano es una desmentida concreta a los que han planteado el fin
de la división entre derecha e izquierda. La diferencia entre gobiernos como los
de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera y el de Hugo Chávez; la diferencia
entre los gobiernos de Fernando Collor de Mello y de Fernando Henrique Cardoso
y los de Lula y Dilma Rousseff; la diferencia entre los gobiernos de los
partidos de derecha uruguayos y los gobiernos de Tabaré Vázquez y de Pepe
Mujica; la diferencia entre los gobiernos previos a los de Evo Morales y de
Rafael Correa y los gobiernos de éstos bastarían para demostrar que las
contraposiciones siguen vigentes y definen el campo político de los grandes
enfrentamientos que vive América latina.
Nadie
puede negar que esos países han cambiado mucho y han cambiado para mejor con
los nuevos gobiernos. Así como nadie puede negar que esos gobiernos defienden
tesis frontalmente contrapuestas a los programas neoliberales, así como a las
defendidas por el gobierno de los Estados Unidos, por el FMI y por el Banco Mundial. Defienden la centralidad de las
políticas sociales – más que justificada
en el continente más desigual del mundo – y no de los ajustes fiscales.
Defienden la prioridad de los proyectos de integración regional y no de los
Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos. Defienden un rol activo en lo
económico y lo social del Estado, en lugar del Estado mínimo y de la
centralidad del mercado.
Son
esos gobiernos los responsables de recuperar la expansión económica para
nuestros países y hacer de América latina el continente que más contribuye a la
disminución de la desigualdad y de la miseria en un mundo donde esos fenómenos
se expanden.
Son
esos gobiernos los que hacen de América latina la única región del mundo que
tiene procesos de integración regional autónomos respecto de Estados Unidos
–con el MERCOSUR, UNASUR, el Consejo
Sudamericano de Defensa, el Banco del Sur, la CELAC, el ALBA, Petro-caribe, entre otros procesos regionales de
integración–. Además del privilegio de la integración regional, el del
intercambio Sur-Sur, que han permitido que esos países resistan a la recesión
del centro del capitalismo.
La
lucha de resistencia al neoliberalismo
y la construcción de alternativas pos-neoliberales es la más grande tarea
contemporánea de la izquierda. Porque el neoliberalismo es el traje que viste
el capitalismo en el período histórico actual.
El
anti-capitalismo, que siempre ha caracterizado a la izquierda, a lo largo del
tiempo, fue asumiendo formas distintas, conforme el propio capitalismo se fue
transformando, de un período histórico a otro, de un modelo hegemónico a otro.
La izquierda fue antifascista, en los años 1920 y 1930, fue adepta al Estado de
Bienestar social y al nacionalismo en la segunda posguerra, fue democrática en
los países con dictaduras. Así como la derecha fue cambiando de traje, en la
misma medida: fue liberal, fue fascista, fue adepta a la Doctrina de Seguridad
Nacional, conforme a las configuraciones históricas que tuvo que enfrentar.
En la era neoliberal,
impuesta tras inmensos retrocesos económicos, sociales, políticos e
ideológicos, con reveses históricos en escala mundial, los ejes centrales de
los debates y de las polarizaciones han cambiado, así como las configuraciones
de los campos políticos.
La derecha logró imponer su
modelo liberal renovado, marcado por la centralidad del mercado, del libre comercio, de la
hegemonía del capital financiero, de la precarización de las relaciones de
trabajo, del privilegio del consumidor sobre el ciudadano, de las relaciones
mercantiles sobre los derechos. A la par de la descalificación de las funciones
reguladoras del Estado, de las políticas redistributivas, de la política, de
los partidos, de los derechos de ciudadanía.
Es
en ese marco que América latina ha
pasado de víctima privilegiada del neoliberalismo a única región del mundo con
gobiernos y políticas pos-neoliberales, que se proponen concretamente la
superación del neoliberalismo, con políticas como las mencionadas arriba, con el privilegio de las políticas
sociales, de los procesos de integración regional, de rescate del rol del
Estado. Esa contraposición define los campos de la izquierda y la derecha
realmente existentes en la era neoliberal.
Los
pueblos de esos países se han manifestado reiteradamente a favor de esas
alternativas, eligiendo, reeligiendo a sus gobernantes, así como a sus
sucesores, a lo largo de su primera década pos-neoliberal, después de rechazar,
derrotar y aislar a los responsables por la maldita era neoliberal. Se han
constituido nuevas mayorías políticas en nuestros países, apoyados en los
nuevos derechos sociales que esos gobiernos han promovido.
En la era neoliberal,
la línea divisoria fundamental está impuesta por el modelo neoliberal, que
sigue vigente en escala mundial y mantiene todavía fuertes posiciones dentro de
nuestros propios países. Lo nuevo da una dura pelea para afirmarse, mientras lo
viejo lucha desesperadamente para sobrevivir. Es la lucha más grande de nuestro
tiempo, entre neoliberalismo y pos-neoliberalismo.
En
prácticamente todos los períodos históricos hubo una izquierda moderada y una izquierda radical. La socialdemocracia
fue un ejemplo de la primera, mientras que los comunistas y las fuerzas de la
izquierda radical, de la segunda.
En
el período histórico actual hay, en
América latina, gobiernos pos-neoliberales moderados –como los de Brasil, Argentina, Uruguay– y radicales
–como los de Venezuela, de Bolivia, de
Ecuador y además, está claro, el de Cuba.
Unos y otros han roto con los tres principios estratégicos mencionados del
neoliberalismo: centralidad del ajuste
fiscal, de los TLCs, del mercado, y avanzan en su superación concreta.
El primer grupo de gobiernos
es anti-neoliberal, mientras que el segundo,
además de anti-neoliberal, se propone
ser anticapitalista, articular la lucha contra el neoliberalismo con la
lucha contra el capitalismo. La unidad férrea de los dos grupos de gobiernos es
condición esencial para los avances de todos esos gobiernos.
Ser de izquierda hoy es
luchar contra la modalidad asumida
por el capitalismo en el período histórico contemporáneo, es ser anti-neoliberal, en cualquiera de las dos modalidades. La
moderación o la radicalidad están en las formas de articulación –o no– entre anti-neoliberalismo y
anticapitalismo. La comprensión de la naturaleza del período histórico
contemporáneo, con todos sus rasgos nuevos –pasó del mundo bipolar al mundo unipolar, bajo hegemonía imperial
norteamericana; pasó de un ciclo largo expansivo del capitalismo a un ciclo
largo recesivo; pasó de la hegemonía de
un modelo regulador, de bienestar social a un modelo liberal de mercado, con
todos los retrocesos en la correlación de fuerzas que han traído–, es condición
esencial para captar las condiciones de lucha para la izquierda contemporánea,
la izquierda del siglo XXI.
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